La Pascua es el esplendor de la Cruz

La Pascua de Cristo, es decir, su muerte y resurrección, nos llevan a preguntarnos el para qué de su vida y de su cruz. No se trata solamente de sanar algunas personas con milagros espectaculares, ni tampoco se limita a brindar unos cuantos consejos saludables para vivir bien sobre esta tierra. Para eso no necesitaba derramar su sangre.

Su pasión, en cambio, viene a desarmar la Gran Mentira con la que el demonio ha querido aprisionarnos a todos desde siempre. Esta mentira se resume en este juego: “O abandonas a Dios o abandonas tu felicidad…” Si uno le acepta ese juego al demonio termina pecando y condenándose.

En su cruz, Cristo manifestó la fidelidad a toda prueba, y en su resurrección mostró que en esa misma fidelidad está la genuina felicidad. Así reveló la verdad de Dios, la verdad del pecado y la verdad del ser humano, que, si se acoge a la misericordia inagotable que ha mostrado el Crucificado, encontrará salvación real, profunda, definitiva.

Si huyes de la Cruz te pierdes tambien la Resurreccion

14. “Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por Él de antemano” (CEC 643).

Los Apóstoles y los primeros discípulos fueron tremendamente conmocionados por la pasión, crucifixión y muerte de su amado Maestro. Aunque Él en varias ocasiones les había anunciado el hecho no lo asimilaron en conciencia. Jesús quiso prepararlos y aleccionarlos en la necesidad del acontecimiento de la Cruz, pero ellos no lo aceptaban y distraían su atención a otras cosas. Por esto cuando llegó el tiempo de su glorificación -su Pasión, Crucifixión, Muerte y Resurrección- les pareció una hecatombe que acababa con todo lo ya construido. Cuando apresaron a su Maestro para llevarlo a la muerte de cruz todos huyeron y sólo san Juan -de los discípulos varones- lo acompañó después hasta la Cruz. No aceptaban ni comprendían la Cruz, no tomaban conciencia que era necesaria para alcanzar la Resurrección y la destrucción del mal.

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Resultados sobre la Sabana Santa de Turin

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“Los últimos estudios sobre la Sábana Santa, que ahora está expuesta al público, no contradicen la teoría de la resurrección. Destacan la particularidad de esta pieza y la imposibilidad de reproducirla actualmente de manera artificial. “Son características prácticamente imposibles de replicar”, dicen…” Click!

Es el resucitado quien vence la incredulidad de los discipulos

El pasaje de Emaús muestra, entre otras cosas, que es el Resucitado quien se impone a los incrédulos discípulos, no la fantasía o el consenso de ellos quien inventa una historia para imponerla al mundo, según han enseñado algunos que se hacen llamar teólogos.

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La Mision nace de la Resurreccion

La victoria del Señor no se reduce al hecho de estar vivo nuevamente, después de haber sido torturado y asesinado. Su muerte fue la consecuencia de su modo de vivir, amar y servir. Su resurrección es la prueba entonces de que se puede y debe vivir así, quedando entendido que ellos sólo es posible con la ayuda de Él mismo. Por eso la misión, que es eco de esta victoria, nace de la resurrección.

El Sepulcro está vacío

El mismo que levantó a Cristo nos levantará a nosotros, enseña san Pablo (véase 1 Corintios 6,14). Aunque ello se dará en plenitud en la resurrección de la carne, el último día, lo experimentamos ya desde ahora cuando Cristo desocupa las tumbas que vamos cargando dentro. En efecto, los sueños y esperanzas que han muerto y hemos sepultado, y la gente a la que hemos desechado de nuestra vida, van formando un cementerio. Así como en el caso de Cristo, en cada uno de nosotros tiene que cumplirse que el sepulcro queda vacío.