¿Y si no llega la pareja adecuada?

Fray Nelson, le quería pedir un consejo mi vida es un caos no he podido casarme el amor nunca llega para quedarse conmigo solo lo veo pasar a otras mejores; no viene al caso entrar en detalles le aburriría pero quisiera saber que opina Ud de que Dios nos hace sus esposas y no quiere que estemos con nadie es quien se ocupa de quitarnos de nuestro camino… o es el mal que destruye las relaciones porque odia y no puede ver el amor de pareja. Uno crece con las muñecas pensando en ser madre; ya llego a 50 y me duele pensar que estaré sola; todos me dicen es Jesús su esposo, cosas así siempre… pero yo no siento nada de ser monja… ando muy triste. -E.

No necesariamente hay que buscar una explicación sobrenatural. Las simples estadísticas muestran que siempre hay un número de mujeres que no tendrán pareja. por supuesto, para quienes no desean ese estado de vida, es muy triste ser parte de una estadística fría. Y esa tristeza no se va simplemente con una espiritualización apresurada del tipo: “Cristo es mi esposo.” Es verdad que hay personas que por vocación sienten así sobre Cristo pero esa es una decisión que han tomado libremente, no una condición que la vida les ha puesto encima.

¿Qué hacer entonces? Propongo tres puntos:

1. Darse cuenta que es una parte de la vida humana que no siempre se cumplen nuestros sueños. Hay gente que siempre quiso tener una casa propia, o siempre quiso tener un determinado trabajo, o siempre quiso viajar a algún sitio, o siempre quiso tener un hijo, o suiempre quiso casarse. No hay una explicación general de por qué tantos sueños que parecen legítimos y razonables no se realizan. En algún caso uno puede pensar que Dios podría estar preservando a una persona de algún tipo de daño o desengaño pero eso si acaso puede servir en unas cuantas historias. De nuevo, lo único que tenemos son las duras estadísticas que muestran que muchas personas no tendrán algunas alegrías particulares que hubieran querido tener. Y si las cosas les pueden suceder a algunos, ¿por qué no a nosotros?

Este tipo de dolor se parece mucho a un duelo. Uno puede disgustarse, enloquecerse, deprimirse o tratar de disimular pero la ausencia permanente del ser amado no cambia con nada de eso.

¿Qué hace una persona en un duelo? Toma las enseñanzas, atesora los buenos recuerdos, agradece lo que hay que agradecer y poco a poco va enfocándose en nuevas metas. En vez de llorar ante una puerta cerrada hay que ver qué puertas están abiertas.

2. Enfocarse en lo que sí es posible hacer y si trae satisfacción personal profunda. Uno no debe estar comparando alegrías. Lo que no se pudo, no se pudo. Pero el hecho de que una alegría no haya podido ser no quita que haya otras alegrías que sí pueden llegar a nuestra vida; alegrías y bienes que quizás han estado tocando a nuestra puerta. Por dar un ejemplo de algo distinto: hay personas que cuando terminan su época laboral y se jubilan (retiran) entran en depresión porque no pueden hacer lo que les gustaba. Pero también hay personas que empiezan a descubrir otro tipo de actividades que de hecho quedaban siempre pospuestas o incompletas debido al mucho trabajo.

Además de pensar en cómo hubiera sido su vida si hubiera estado casada, ¿qué más puede hacer una mujer? ¿Va a pasarse el día pensando sus pensamientos? Algunas toman ese camino que por supuesto les enferma el cuerpo y el alma. Otras van descubriendo que hay muchas fuentes de satisfacción, trabajo y alegría que no están ligadas al matrimonio. No todo en la vida debe definirse por “me casé” o “no me casé.” Ese es un descubrimiento fundamental. El valor integral de la vida no proviene de un solo aspecto o dimensión. Las personas con una fe viva en Cristo descubren esto más pronto porque Él nos pone en la ruta para sabernos y sentirnos amados por Dios Padre, y ese amor no se limite a “Tuve el trabajo que quería” “Me casé con el hombre que quería” o cosas parecidas. Además, la ruta de la fe nos ayuda a ver que todas esas alegrías, aunque sean grandes y legítimas, terminan con la hora de la muerte. Jesucristo en cambio nos invita: “Atesorad tesoros en el cielo…”

3. Por último, y puede ser lo más importante, es necesario ser miembros vivos de comunidades de fe en nuestras parroquias o en movimientos católicos reconocidos y autorizados. Al demonio le encanta vernos obsesionados con “algo” porque ese deseo concentrado pronto hace que caigamos en idolatría, y a la vez nos vuelve ciegos a los demás bienes que quizás Dios quiere otorgarnos.

Una comunidad de fe, donde haya oración, formación y evangelización, o sea, servicio de la Buena Nueva a otras personas, nos saca de las trampas en las que es tan fácil caer. Pronto nos damos cuenta que los demás no están necesitándonos únicamente ni principalmente por el trabajo que tengamos, el dinero que ganemos o la persona con la que nos hayamos casado. Esas cosas no necesariamente nos hacen buenos servidores de nuestros hermanos. En cambio, sí hay algo que mejora todo en nosotros: una vida de oración, no para ganar favores de Cristo sino porque Él es bueno y de su bondad nos hace partícipes.

¿Tienen méritos las buenas obras de alguien que está en pecado mortal?

¿Tienen méritos las buenas obras de alguien que está en pecado mortal? – Preguntado en Píldoras de Fe. hay una respuesta fundamentada, del P. Miguel Fuentes, IVE, aquí.

* * *

Lo mismo que sucede con tantas otras palabras, también con el término “mérito” puede suceder que no captamos su sentido dentro de una respuesta redactada con cierto nivel de profundidad o altura. La misma palabra “gracia” por ejemplo se puede entender mal de muchas maneras, y alguien podría pensar erróneamente que cuando decimos que se pierde la gracia santificante estamos diciendo que esa persona ya no es amada de Dios o que Dios ya no la mira con benevolencia. Ese tipo de malos entendidos suceden.

Estoy seguro que muchas personas entienden la palabra “mérito” como “lo que sirve de algo” y por eso piensan que cuando se llega a la conclusión de que las obras hechas en pecado mortal no tienen mérito sobrenatural lo que se debería deducir de ahí es que da lo mismo obrar bien que obrar mal. Es casi inevitable que la gente sienta que la frase “no tienen mérito” equivale a “no importa lo que hagan.”

¿Qué quiere decir “mérito sobrenatural”? Muchas personas sencillamente no prestan atención al adjetivo “sobrenatural” y se quedan entonces sólo con una noción genérica de “mérito” que, como ya se explicó, significa popularmente si algo vale o no la pena. Pero la palabra “sobrenatural” es fundamental en esa expresión. La Iglesia usa el término “sobrenatural” para referirse a aquellas cosas que de suyo están más allá del alcance de nuestras propias capacidades, es decir, más allá de nuestra “naturaleza.”

Hay muchas, realmente muchas cosas buenas que están dentro del alcance de nuestra naturaleza: no sólo el bien que hacemos a las personas que amamos y nos aman sino también el bien que hacemos por filantropía, es decir, por una especie de solidaridad con nuestra propia especie. Que una madre se esfuerce por dar la mejor alimentación, cuidado y educación a unos hijos es algo muy grande y muy bello pero no necesariamente algo que tiene valor más allá de la naturaleza humana porque es propio de nuestra naturaleza que los padres sientan enorme ternura y generosidad en todo lo que concierne a sus hijos. Lo que un muchacho hace por ayudar económicamente a su novia, lo que un amigo hace por sus amigos, lo que alguien logra con esmero por una recompensa o buen pago, lo que surge de nuestra simpatía por una causa noble… todo eso es bello y grande a su manera pero está completamente dentro de nuestra naturaleza. Hay en todo ello mérito pero no es mérito que podamos llamar “sobrenatural” sino “mérito natural” o puramente “humano.”

Lo “sobrenatural” en cambio se observa básicamente en la motivación última, la razón por la que uno obra. Si perdono a mi enemigo por un cálculo político que estoy haciendo no es lo mismo que si lo perdono porque conozco el poder del perdón de Dios y deseo irradiar ese mismo amor a quien sé que podría traicionarme de nuevo.

Uno ve que lo sobrenatural no es un barniz que se le pone a algunas cosas o acciones como si fuera una medalla. Lo sobrenatural es fruto de la acción de Dios mismo renovando nuestro ser desde su más profunda intimidad. Esa acción llega a nosotros con la donación y efusión del Espíritu Santo, que proclama a Cristo como Señor de todo lo que somos, decimos y hacemos. Desde la raíz de nuestro ser somos renovados por esa acción que se llama “gracia santificante.”

Por eso no puede haber vida sobrenatural si no hay proclamación coherente, en vida, obras y palabras, del reinado de Cristo en toda nuestra vida. O Cristo es Señor o no es Señor de nuestra existencia. O le hemos entregado sin condiciones el timón de nuestra vida, o no. Por supuesto, que aun habiendo entregado ese timón puede haber faltas pero una cosa son esas faltas que no nos separan fundamental ni esencialmente del plan de Dios (caso de los pecados veniales) y otra cosa es lo que sucede cuando ponemos por delante nuestras condiciones como cuando se dice: “Que Dios no me pida que deje tal o cual pecado porque no veo mi vida sin eso que estoy haciendo o viviendo.” Por supuesto, quien habla así está mostrando que aquello que pone como condición pesa más que la opción radical por Cristo como Señor de la vida. No es el fin del mundo pero por favor no digamos que tenemos a Cristo como Señor si tenemos condiciones de pecado que anteponemos a Cristo.

Algunas personas creen que estas reflexiones valen solo para ciertos pecados. Por ejemplo, si una persona cada semana roba otro poco más del presupuesto destinado para ayudar a las personas sin techo, y los domingos levanta sus manos en alabanza al Señor y le dice que va a sonreír a todos los ancianos del pueblo, la mayoría de nosotros sentiría que eso es puro teatro estéril y que todas sus sonrisas son una hipocresía. Pero si esa misma persona vive en adulterio o con una segunda pareja ya nos parece que ese otro tipo de pecado tiene una especie de “estatuto especial” que hace que debamos “respetar” (en el sentido de dejar que cada quien lleve su vida privada como le parezca) y que cualquier opinión sería “juzgar” y que por consiguiente el bien que se haga en este otro caso sí tiene valor y mérito.

La Biblia es distinta. La Biblia no tiene pecados con estatuto especial. No importa si las cosas son privadas o públicas. Ni si están conectadas con nuestra afectividad, nuestro dinero o nuestro temperamento. Si antepones algo a Cristo no puedes decir que Cristo es tu Señor. Y si no cabe decir que Cristo es tu Señor no cabe afirmar que esté viva la obra de la gracia en tu corazón. y por eso no cabe hablar de vida sobrenatural ni de mérito sobrenatural; y destaco aquí el adjetivo: SOBRENATURAL.

Es bueno aclarar una vez más que las obras buenas sin mérito sobrenatural no es que se pierdan sencillamente. Como enseñan varios santos, y entre ellos Santa Catalina de Siena, este tipo de obras disponen para la gracia, sobre todo: la gracia de la conversión (para no caer en el cinismo) y la gracia de confiar en que hay perdón (para no caer en la desesperación). Así que todos, incluso quienes se pueden saber objetivamente separados de la plena comunión con Dios y la Iglesia, somos llamados a buscar y realizar el bien lo mejor que podamos: a unos servirá para crecer en la gracia divina; a otros, para disponerse cada vez mejor para recibirla.

¿Elecciones democráticas en la Iglesia?

FRAY NELSON, Dios te Bendiga… Te agradecería si me colaboras con una duda que tengo: ¿Que pasaría si la iglesia católica permitiera la participación activa de la mujer consagrada teniendo voz y voto para la elección de nuestros próximos papas? Humo blanco en condiciones de igualdad. Muchas Gracias. – T.C.N.

* * *

Dentro de la propuesta que planteas ocupa un lugar central la palabra “igualdad.” Es una palabra muy familiar y querida para nuestros contemporáneos. Así como sentimos horror frente a las discriminaciones también sentimos que hay justicia ahí donde se respeta la igualdad entre las personas.

Sin embargo, cuando uno examina mejor las cosas se da cuenta que tanto el concepto de igualdad como el de discriminación son más problemáticos de lo que parecen. Una persona enferma puede necesitar un medicamento muy costoso que le cuesta a la seguridad social miles de dólares al mes. ¿Qué pensaríamos de una persona sana que llegara a las oficinas del sistema de seguridad social y dijera: “Oiga, yo veo que ustedes gastan miles de dólares en ese enfermo; yo, que no estoy enfermo, no debo ser discriminado por estar sano, de modo que vengo a que me den mi dinero mensual, y aún más, a que me paguen lo que no me han dado antes”?

Uno ve que la igualdad “aritmética,” es decir, la igualdad en términos de “lo mismo para todos,” termina siendo motivo de injusticia. Claramente las posibilidades y necesidades de las distintas personas muestran que obrar con justicia no es lo mismo que obrar con igualdad aritmética.

Lamentablemente los medios de comunicación se obstinan en presentar la igualdad aritmética como la única válida. Ya dejé de contar cuántos titulares van en este sentido: “Sólo un 17% de mujeres son CEOs de empresas en tal o cual país.” La premisa no dicha pero presente es que la cifra debería ser 50 y 50 por ciento. Uno puede preguntar por qué.

La pregunta se vuelve más interesante cuando uno examina las diferencias profundas entre hombres y mujeres, desde la biología y la fisiología hasta el testimonio que da la Biblia. por ejemplo: más de un estudio ha demostrado que muchas mujeres, cuando van pasando sus años fértiles, se plantean seriamente si su forma de máxima realización personal va a ser seguir compitiendo por ascender en una empresa o más bien cultivar otras áreas de su vida, como por ejemplo, el ser madres. ¿Vamos a considerar que son ineptas o manipuladas las mujeres que optan por una maternidad vivida en plenitud en vez de una carrera gerencial que finalmente se traduce en lograr metas y puntos toda la vida para que unos cuantos sean más y más ricos, como sucede a menudo?

Yo no dudo de la capacidad cerebral ni de la capacidad de liderazgo de las mujeres sino que afirmo que los dones son distintos y que esa diversidad no queda en un rincón ignoto de nuestro ADN sino que tiene repercusiones en toda la vida social. Así que me declaro libre del dogmatismo absurdo de la igualdad aritmética cuando se trata de hombres y mujeres–y por supuesto que en muchos otros casos también.

Es verdad que las cosas pueden forzarse sobre todo cuando hay intereses de por medio. Hay varones que han buscado “igualdad” en cuanto a la posibilidad de embarazarse. Resulta muy cuestionable, sin embargo, si el niño así gestado ha sido respetado en sus derechos o visto simplemente como el trofeo para un ego que se apoya en la fuerza bruta de la tecnología. Por el mismo camino van la smadres de alquiler, los hijos de tres personas, los bebés del ADN de dos mujeres o de dos hombres. Y siempre el argumento es: “Nosotros también tenemos derecho; nosotros no debemos ser discriminados.”

Esa palabra, discriminación, tiene una fuerza emocional muy grande, fuerza que los oportunistas saben usar con astucia. Lo que mucha gente no descubre, arrollada por esa fuerza puramente enocional, es que solo hay discriminación cuando precede un legítimo derecho. Se entiende de inmediato con un sencillo ejemplo. Si voy al barrio más exclusivo de mi ciudad y digo: “Vengo a tomar posesión de esa casa que me gustó porque yo no debo ser discriminado de tener la vivienda lujosa que quiero.” Mientras no demuestre que he pagado por esa propiedad mi discurso sólo causará risa o desprecio. No he sido “discriminado” de usar lo que no he pagado. Y no he sido discriminado porque no hay un derecho precedente que diga que esa casa debe ser mía o debe ser también mía. Caso distinto si entran en juego otros factores de discusión como el derecho a un salario justo o cosas parecidas. Pero siempre debe haber un derecho legítimo y demostrado antes de que se peuda hablar de discriminación.

La claridad sobre este punto es necesaria cuando se tratan muchas cosas sobre el lugar de la mujer en la Iglesia. Muchas, muchísimas personas, creen que lo tienen todo claro: la Iglesia debe ordenar mujeres. Mientras las decisiones en la Iglesia Católica no se acerquen al 50 y 50 por ciento, la Iglesia será una institución retrógada, misógina, decadente, patriarcal, insoportable y por tanto incompatible con el mundo moderno, pluralista y demócratico. Todo ese discurso, que a veces se vuelve repetitivo hasta la náusea, solamente pretende decir que hay una discriminación. pero para que eso se demuestre hay que demostrar primero que hay un derecho a ser sacerdote, y ese derecho no aparece en ninguna parte en la Biblia, ni para hombres ni para mujeres.

Y en cuanto a las mujeres, en particular, está claro que la Iglesia no está autorizada para ordenarlas. Cristo, que rompió cuando quiso y como quiso con abundantes prejuicios sociales de su tiempo, eligió doce varones. Decir que al obrar así estaba condicionado es desconocer todos los pasajes bíblicos en que se ve la extrema libertad y sabiduría que mostró el Hijo de Dios en nuestra tierra. Habrá quienes digan que entonces todos los sacerdotes deberían ser judíos pero eso sólo muestra extrema ignorancia. Para los judíos d ela época los galileos eran peor que los samaritanos, a quienes ya tenían por herejes. La escogencia de discípulos, que incluye judíos y galileos, gente de nombre semita y de nombre griego, anuncia la diversidad de naciones de la que vendrían las vocaciones del futuro.

El análisis de todos estos hechos conduce a una sola conclusión: el misterio y el ministerio de la Iglesia no pueden ni deben regirse por criterio sde una pretendida igualdad democrática, que no tiene nada que ver con su origen y estructura, ni menos con una igualdad o democracia de tipo aritmético. Eso no significa que las formas de elección del Obispo de Roma, el Papa, puedan evolucionar, pero parece claro, a la luz de lo ya dicho, que el hecho de que se trate de un obispo, y en realidad el obispo con mayor responsabilidad entre todos, reclama que quienes provean ese cargo sean también obispos, en la medida en que conocen las responsabilidades propias de tal oficio único de origen apostólico.

La Sangre de Cristo y la sangre de María

Hola Fray, una consulta… la Sangre de Jesús ¿Tiene su punto de partida, desde el vientre de María? ¿Técnicamente hablando la Sangre de Cristo también contiene Sangre Mariana? Yo creo que es así, sin embargo algunos “pastores” protestantes indican que la sangre de María nunca se mezcló con la de Jesús y que la Sangre de Jesús descendió directamente por fluidez del Espíritu Santo. – I.C.

* * *

La fe de la Iglesia, firmemente apoyada en la Sagrada Escritura y la predicación de los apóstoles, es clara al afirmar los siguientes puntos:

(1) La “carne” de Jesús, es decir, su realidad corporal toda, tiene su origen en la “carne” de María. Cuando el ángel le habla a José le dice que lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo (Mateo 1,20); luego todo el lenguaje de los capítulos 1 de Mateo y 1 y 2 de Lucas habla de una mujer “encinta” que “da a luz.” Esto indica que si Cristo participa de nuestra naturaleza humana, es solamente porque es verdaderamente hijo de María, como subraya san Pablo: “nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estábamos bajo la Ley” (Gálatas 4,4).

(2) Por otra parte, el cuerpo purísimo de la Virgen no es la explicación plena de la humanidad de Cristo. Él no es un apéndice o prolongación corporal de ella. Genéticamente son seres humanos distintos pues de otra manera el sexo de cristo sería femenino. Tampoco cabe decir, como lo hacen algunos predicadores católicos, con la mejor buena voluntad, que el cuerpo de nuestro Señor no tenía 46 cromosomas, como sucede en la especie humana, sino solo 23, por aquello de que su humanidad fue formada a partir de la Virgen solamente. Aun suponiendo que un ser pudiera ser viable y llegar saludable a edad adulta con la mitad de los genes humanos, ese NO sería un verdadero ser humano. Y por supuesto lo que un ser que no es humano nos diga sobre vencer el pecado, ayunar o ser buenos, es una anécdota pero no podría ser verdaderamente “camino” para nosotros. Bien lo enseña Santo Tomás de Aquino: si Cristo es “camino, verdad y vida” (Juan 14,6), esa frase sólo cabe entenderla como sigue: por su HUMANIDAD es camino hacia su DIVINIDAD, bien expresada como verdad y como vida.

(3) Si María es verdadero origen de Cristo, Verbo Encarnado, pero no es explicación completa de su ser corporal, quiere decir que hay un acto absolutamente único que está entre la humanidad de María, que es absoluta disponibilidad y completa docilidad, y la humanidad de Cristo, que es completa perfección y absoluta plenitud. Ese acto no tiene paralelo en ninguna otra obra de Dios. Los santos Padres de la Iglesia han expresado el carácter totalmente único de este acto, el de la Encarnación del Verbo, con palabras muy audaces. En su Sermón 52, por ejemplo, San Anselmo llega a decir: “Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo mediante María.” No hay paralelo a tal prodigio y si algo semejante quisiéramos buscar sólo hay un reflejo distante en la maravilla que es la creación misma del universo. Si nuestra fe afirma que Dios creó todas las cosas “de la nada,” podemos decir que María es “la nueva nada” (por su fe y perfectísima obediencia) que sirve de punto de partida para la “nueva creación,” que es Cristo mismo. Lo cual habla mucho de la santidad única de María pero también dice mucho de la distancia inconmensurable que sigue habiendo entre una creatura y Dios mismo, es decir, entre María y Cristo.

(4) Con ese contexto entendemos la unión y a la vez la distancia entre María y Cristo. Lo cual hace entender que, si bien en un sentido general, como ya se dijo, la humanidad de Cristo tiene origen, aunque no total. en la humanidad de María, no cabe hablar de una continuidad propiamente dicha ni en el ser ni en la corporeidad, entre María y Cristo. Por eso no es un lenguaje exacto decir que la Sangre de Cristo es sangre de María pues ni aún en el caso de los nacimientos según la naturaleza la sangre del hijo o de la hija participa del torrente sanguíneo de la mamá, de modo que a menudo son de grupos sanguíneos distintos.

(5) Tienen razón entonces los predicadores que subrayan la distinción entre la sangre de María y la de Cristo pero se equivocan si al hacer esa diferencia olvidan que el origen de la humanidad de Cristo, también en su corporeidad, requirió del cuerpo y sobre todo del SÍ voluntario de María.

¿Los difuntos saben de nosotros?

Hola, fray Nelson. Perdí un hermano en un accidente y quiero saber si las almas nos ven y escuchan.
Gracias estaré atento a su respuesta. — P. de T.

* * *

Los difuntos han salido de nuestra condición temporal. Los estímulos sensoriales no llegan a ellos porque esos estímulos requieren un cuerpo como el nuestro o un cuerpo glorificado que no tienen todavía. Su modo de conocer no es entonces semejante al nuestro. Lo que los difuntos ven o conocen lo conocen únicamente contemplando la sabiduría de Dios, y por tanto sólo saben de aquello que Dios les concede saber desde sí mismo, y no viéndonos directamente a nosotros como nosotros nos vemos y escuchamos unos a otros.

Eso significa que en realidad no sabemos qué saben en detalle sobre nosotros aunque por supuesto saben que existimos y que necesitamos del amor y el auxilio de Dios. En el caso de los santos sabemos que su unión con el amor y la voluntad de Dios los hace útiles intercesores, no porque necesariamente tengan conocimiento detallado de nosotros sino porque anhelan la gloria de Dios en nuestras vidas. Por eso es razonable pedir la intercesión de los santos.

Un razonamiento semejante puede suponerse para las almas del purgatorio, en cuanto no están separadas de la caridad divina. Sin embargo, es doctrina común de la Iglesia que no existe en el purgatorio una visión directa de Dios, en la “luz de la gloria” (lumen gloriae), por lo que su conocimiento debe estar seriamente limitado y probablemente ha de centrarse más en su propia condición y los límites de la caridad que tuvieron en vida. De donde hay que suponer que los difuntos que no están en la gloria celeste aún saben mucho menos de nuestro bien.

Es importante advertir que esta ignorancia nuestra sobre qué saben los difuntos no es un daño sino un bien. La idea de que los difuntos nos están viendo como desde un balcón o con una cámara trae siempre la atención de querer hablarles, y de ahí al espiritismo, no hay sino un pequeño paso. Lo sensato es: pedir la intercesión de los santos y pedir misericordia para nuestros difuntos. Y nada más.

El miedo de los gerasenos

Por favor le pido una explicación… estoy leyendo el evangelio de San Lucas y no entiendo bien lo que sucede con los gerasenos (Capítulo 8 versículo 37) ¿por qué se apodera de ellos el miedo? ¿por qué en lugar de -luego de ver ese milagro- alabarle y bendecirle, le piden que se vaya?. Muchas gracias por su aclaración. – A.C.

* * *

En los niveles realmente profundos de la ignorancia se pierde la capacidad de discernimiento y sólo queda una especie de miedo continuo, como una tensión que no se apaga. imagina a un soldado que lleva días enteros soportando hambre y frío en una trinchera. Su mente está alterada y lo único en lo que piensa es que todo le acecha y le amenaza. Su única esperanza, si puedo usar esa expresión, es que no pase nada o sea, que el equilibrio frágil de su vida miserable no se veo perturbado por nada, por absolutamente nada. Si en esas circunstancias un grupo de paracaidistas vienen a auxiliarle es probable que en medio de su terror dispare a sus mismos aliados.

Algo así pasaba a los gerasenos, en el plano espiritual: su vida era confusa, dramática, llena de cosas inexplicables, como por ejemplo, la presencia de aquel o aquellos endemoniados. Lo único a lo que se atreven a aspirar es a que su frágil cotidianidad no se altere más. Cuando Cristo expulsa los demonios algo dramático sucede, algo que aumenta el terror casi constante de los gerasenos: una piara inmensa, como de dos mil cerdos, se arroja, enloquecida, al mar. Sumergidos en la ignorancia y el miedo continuo, ellos prefieren un día tranquilo a una sanación completa. Y por eso quieren deshacerse de Jesús. Triste historia que deja profundas lecciones también a nosotros.

Diferencia entre proselitismo y evangelización

Hola Padre Nelson, me parece que desempeña una importante mision en la apologetica , he oido algunos de sus talleres online y sigo su reflexion dominical. Estaba viendo la seccion de preguntas en su pagina pero no veo el boto para hacer preguntas. Me pregunta es la siguiente. Cual es la diferencia entre evangelizar y hacer proselitismo pues muchas veces he escuchado que la iglesia catolica no hace proselitismo como los evangelicos, sino que ayudamos sin que nos importe si son catolicos o no, o no le decimos a la gente que se conviertan para ayudarlos, pero al mismo tiempo es necesario evangelizar y no olvidar predicar la verdad que predica la iglesia catolica. – L.A.Z.G.

* * *

La pregunta es muy importante porque el proselitismo ha sido motivo de serias tensiones entre distintas confesiones cristianas. La idea central es que el proselitista tiene como objetivo principal conseguir seguidores y para ello utiliza medios incluso éticamente incorrectos. El evangelizador quiere proclamar el señorío de Cristo y precisamente porque entiende que Cristo es Señor de toda nuestra existencia, sólo utiliza como recursos aquellos que son éticamente correctos.

El proselitista quiere imponer; el evangelizador quiere ofrecer.

El proselitista es obsesivo con los números porque le preocupa ante todo la cantidad; el evangelizador sabe que la cantidad es importante pero sólo por el deseo de servir y amar a un mayor número, y por eso se concentra más en la calidad e integridad del mensaje.

El proselitista no tiene reparo en manipular los sentimientos o en ocultar información, si cree que eso lo permitirá que la gente se adhiera más a su causa; el evangelizador pide honestidad y es honesto en la presentación de los hechos, sin pretender usar emociones o medias verdades en su tarea.

El proselitista mira casi completamente “hacia afuera” y su interés está sólo en la eficacia de las estrategias; el verdadero evangelizador mira ante todo “hacia adentro,” en el sentido de preguntarse si está siendo fiel al Señor.

Al proselitista le interesa mucho ser cabeza, ser el que dirige; de hecho, a menudo quiere quedarse con los honores, los aplausos y los beneficios también económicos; al evangelizador, en cambio, no se le olvida ser oveja aunque lo nombren de pastor, y no se le olvida ser discípulo aunque la gente lo tenga por maestro.

Por último, el proselitista tiene interés sólo en “su” grupo, el cual quiere que crezca y sea fuerte y visible; el evangelizador, por el contrario, tiene amor y deseo de servicio hacia todos, y trata de abrir un puente hacia afuera, incluso si en este momento no los ve en plena comunión con sus ideas, de modo que en un futuro se pueda proclamar con mayor claridad a Jesucristo como Señor de todos.

¿Oración de centramiento del P. Keating?

Fray Nelson, reciba de mi parte un cordial saludo, tengo una inquietud, en estos días me han presentado algunos textos del Padre Thomas Keating y me he detenido a leerlos, sin embargo previamente a interiorizar acerca de un autor tengo la costumbre de indagar, en mi búsqueda para conocer mas acerca de el, encontré que es un sacerdote contemplativo católico y su principal legado es la oración centrante. Aun sabiendo que es un sacerdote catolico no logro confianza en sus lecturas y me gustaría su orientación acerca de este tema. – SLJZ.

* * *

Apártate de él. esa oración centrante o de centramiento (centering prayer) no conecta con la gran tradición de la Iglesia, y la razón es muy sencilla: tiene su origen en enseñanzas del budismo zen. El mismo Padre Keating lo reconoció, como fue publicado en “St. Anthony Messenger” de Febero de1992. ¿Qué haremos para que los católicos aprendamos que ya tenemos grandes maestros de vida espiritual, como Santa Teresa de Jesús o San Ignacio de Loyola, y dejemos de estar buscando novedades que adulteran nuestra fe? Gracias a Dios, tú fuiste prudente.

Tus palabras deben servir de advertencia a otros: “Aun sabiendo que es un sacerdote católico no logro confianza en sus lecturas…” Hoy en día no basta con que un autor sea católico, o o se diga católico, o sea un sacerdote católico. hay que indagar hasta estar seguros de qué es lo que nos están dando para comer, de modo que no sea engaño sino alimento sano.

¿Qué significa aquello de que ser madre no es un estado civil?

Suponiendo que el Papa lo haya dicho, ¿qué significa aquello de que ser madre no es un estado civil? -S. Medina

* * *

El texto que muchas fotos y avisos atribuyen al Papa Francisco es: “No existen madres solteras; existen madres. Ser madre no es un estado civil.”

Tomando la última frase en sí misma, es cierta: ser madre no es un estado civil. Pero esa frase no dice nada. Solamente indica que cuando en un formulario oficial se le pida a una mujer que marque una casilla, la soltera marcará “soltera” sin que importe si tiene o no hijos; y la casada marcará “casada” sin tener en cuenta hijos. ¿Y qué hay con eso?

Por otra parte, “soltera” es un adjetivo válido en la lengua castellana. Un adjetivo que tiene implicaciones en todos los casos. ¿Qué impide que se agregue ese adjetivo a la palabra “madre”? Uno puede decir: “Hay abogadas solteras y abogadas casadas” Eso tiene implicaciones laborales, prestacionales, familiares y de otros órdenes. Uno puede decir: “Hay deportistas solteras y deportistas casadas.” Y así sucesivamente. No hay nada que impida que uno diga “Hay madres solteras y madres casadas” ¿Por qué no se podría decir? Y es evidente que la condición de la madre soltera no es idéntica a la condición de la madre casada, o sea que no es solo un asunto de términos: es un asunto de realidades.

Esas realidades pueden llevar sin embargo a discriminaciones. Si la frase en verdad la dijo el Papa, cosa que yo no he podido comprobar, y si la dijo con la autoridad propia de su nuevo ministerio, y no por ejemplo como provincial de los jesuitas o como arzobispo de Buenos Aires, quizás la interpretación sería: “No dejes que tus prejuicios te impidan valorar los esfuerzos y virtudes de la mujer que ha decidido seguir adelante con un embarazo aún sin el apoyo de quien debería ser su pareja.”

Preguntas y respuestas sobre el Sacramento de la Penitencia

“El sacramento de la Penitencia, o Reconciliación, o Confesión, es el sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para borrar los pecados cometidos después del Bautismo. Es, por consiguiente, el sacramento de nuestra curación espiritual, llamado también sacramento de la conversión, porque realiza sacramentalmente nuestro retorno a los brazos del padre después de que nos hemos alejado con el pecado…”

Click!

Sobre la naturaleza de la jerarquía en la Iglesia

La iglesia somos todos y los entes no piensan. Eso nos han enseñado. ¿O será que cuando acá escriben iglesia se referirán a algunos laicos, curas, obispos, arzobispos y cardenales que quieren, que los que somos iglesia, pensemos como ellos quieren? Yo trato de vivir el catolicismo como Jesús nos lo ha dicho desde hace más de 2000 años… (Fragmento de una conversación/cuestionamiento en Facebook)

* * *

¿Puede hablarse del pensamiento “de la Iglesia”? Para algunos, la respuesta es que no, y su razón es que “la Iglesia somos todos.” El problema con esa afirmación, a pesar de la popularidad de la que parece gozar es que equipara a la Iglesia con una realidad creada a partir de decisiones o acuerdos humanos, al modo como se crea una empresa o como la gente se reúne en el club de su preferencia. Y eso NO es lo que enseña el Nuevo Testamento (NT).

Lo que a veces se llama, en tono de desconfianza, “jerarquía,” no es otra cosa que la lógica y única posible continuación del ministerio de los apóstoles. Sin embargo, los datos del NT son claros:

1. La Iglesia nace de la predicación de los apóstoles.

2. Los fieles son asiduos a sus enseñanzas (mira Hechos).

3. Los apóstoles enseñan con autoridad, que incluye declarar qué es y qué no es conforme al Evangelio (mira Gálatas)

4. La autoridad apostólica incluye el derecho, extremo ciertamente pero real, de declarar a una persona por fuera de lo que piensa la Iglesia (mira el caso del incestuoso en 1 Corintios)

5. Esta autoridad no declina ni puede disolverse porque los desafíos de los creyentes no son menores, sino incluso mayores, a lo largo del tiempo (mira 1 y 2 Timoteo, y Tito); por ello es preciso que la fe y la doctrina tengan su custodia natural en los sucesores de los apóstoles.

6. No hay ningún otro grupo en la Iglesia que pueda reclamar autoridad venida de los apóstoles, si tomamos en serio el NT.

7. En ningún caso la enseñanza de fe y moral de la Iglesia es asunto de votaciones, consensos o mayorías. Tampoco fue así en el camino que siguió Jesucristo. Él no hizo un referendo para ver si era buena idea ir a la Cruz.

Luego la Iglesia “de todos” donde “todos” determinamos qué hacemos y qué queremos, no es la del NT. Es una herejía que parece amable a algunos pero que no corresponde a la fe cristiana. No puedo decirte otra cosa.

Esto no quita sino que muestra la gravedad de los pecados de los obispos y sacerdotes cuando abusan de su autoridad, o cuando caen en codicia, vanidad o arrogancia.

Y en contra de ese tipo de faltas–de codicia, vanidad o arrogancia–se ha ido el Papa Francisco, en buena hora. Lo que hay que arrancar es el pecado, no negar lo que Cristo dispuso y el Espíritu Santo atestigua con claridad.

¿Por qué se llama penitencia lo que nos dan en la confesión?

Fray Nelson… ¿Por qué se le llama “PENITENCIA” a las oraciones que tras la confesión el sacedorte nos impone?. Rezar, comunicarnos con Dios y la Virgen Santísima debe ser una necesidad diaria y un gusto inmenso y constante. Me gustaría que tuviera otro nombre y el otro día una compañera de trabajo con la que trabajo en su evangelización me preguntó y me quedé en blanco. Seguramente está justificado por algo hace mucho mucho tiempo, sin embargo tal vez la semántica podría adecuarse mas a la evangelización de nuestros tiempos. -L.M.

* * *

Ante todo: la variedad de nombres que recibe este sacramento habla de la riqueza interior que tiene y que comunica.

* Se le llama “sacramento de la confesión” porque confesamos la inocencia, santidad y verdad de Dios, y porque confesamos que somos nosotros los pecadores, y por eso también confesamos nuestras culpas.

* Se le llama “sacramento de la reconciliación” porque a través de la gracia compasiva y eficaz de la redención de Cristo nos reconcilia con Dios Padre, y sobre esa base, nos reconcilia con los hermanos, con nosotros mismos y con nuestra realidad.

* Se le llama “sacramento de la penitencia” porque ya desde tiempos antiguos la Iglesia tuvo conciencia de dos cosas: (A) En la medida de lo posible, el mal que uno hace uno lo debe reparar. El ejemplo típico es el de un robo: ¿qué sentido tendría arrepentirse de haber robado si uno se quedara con lo que robó? (B) Nuestra voluntad tiene que ser educada, no para reemplazar sino para prolongar y consolidar la obra de la gracia divina; o dicho de otro modo: el pecado es con mucha frecuencia el fruto de malas costumbres (malos hábitos; vicios), y por consiguiente un verdadero propósito de enmienda requiere de un plan, así sea sencillo, que lleve a reformar esas costumbres.

Ahí vemos las tres dimensiones principales que tiene la penitencia dentro de este sacramento: (1) Repara, en cuanto es posible, el daño causado por el pecado cometido. (2) Nos ayuda a reformar nuestra voluntad. (3) Nos pone en una ruta de oración perseverante para no desconectarnos del único que es Fuente de verdadera transformación.

A la vista de esta riqueza, lo primero que uno nota es que muchas veces, quizás presionados por la prisa, la rutina o el cansancio, los sacerdotes nos limitamos a pedir tales o cuales oraciones que a duras penas cumplen con el tercer objetivo mencionado.

¿Y por qué se llama “penitencia” ese conjunto de medicinas? Porque reformar lo que está deforme a menudo cuesta. Pero el sentido es el mismo que cuando preguntamos si algo “vale la pena”: hay una “pena,” en el sentido de un esfuerzo, un contradecir la línea de menor esfuerzo, pero el fruto y la cosecha por supuesto que desbordarán lo que hubimos de esforzarnos al sembrar.

¿Cómo definen los ateos qué es bueno y qué es malo?

Sin Dios, ¿cómo defines lo que es bueno? Si sólo somos un montón de formas de vida surgidas accidentalmente en una roca sin sentido, ¿cómo se puede definir el término “buena persona”? –Cuestión planteada por Bruno Moreno en su blog.

* * *

Para contribuir a la interesante discusión.

Los ateos que conozco tienden a definir el bien en cuatro líneas preferenciales:

1. Lo natural es bueno. Ejemplo: el deseo de comer es natural, luego comer debe ser bueno. El deseo sexual es natural, luego es antinatural suprimirlo, y eso es malo.

2. Lo participativo es bueno. Ejemplo obvio: las decisiones democráticamente establecidas después de seguir los procesos legales vigentes son buenas y son la norma para la sociedad. Si alguno se opone, por ejemplo: una enfermera que no quiere contribuir de ningún modo a un aborto voluntario, entonces la ley debe castigar a la enfermera porque está obrando mal.

3. Lo auténtico es bueno. Ejemplo: si una persona se dedica a lo que le gusta y lo hace con pasión y convicción, y lo que piensa lo dice, y lo que dice es modelo de cómo obra, eso es bueno. Basta la coherencia interna porque en ella está la paz de cada uno, y de ahí viene la paz en la sociedad cuando vivimos y dejamos vivir.

4. Lo razonable es bueno. Ejemplo obvio: la ciencia. Si en cambio algo no se ha demostrado científicamente, como, según ellos, sucede con los daños a los niños educados por parejas de homosexuales, entonces es dogmatismo, oscurantismo o algún otro “ismo” conectado seguramente con los prejuicios y supersticiones de la fe.

No es difícil ver cómo estos criterios son insuficientes y a menudo contradictorios pero como siempre se puede apelar a lo que cada uno sienta que lo deja en paz… pues así van y así siguen.

¿Por qué el perro junto a Santo Domingo?

Fray Nelson, tengo una pregunta, para cuando me la pueda responder: ¿Por qué Santo Domingo es representado en sus imágenes con un perro al lado? Gracias. -SVR.

* * *

SaintDominic

En esta ocasión es bueno el artículo de la Wikipedia: La leyenda (primera biografía de Santo Domingo) narra una visión que su madre, la Beata Juana de Aza, tuvo antes de que Santo Domingo naciera. Soñó que un perrito salía de su vientre con una antorcha encendida en su boca. Incapaz de comprender el significado de su sueño, decidió buscar la intercesión de Santo Domingo de Silos, fundador de un famoso monasterio Benedictino de las cercanías. Hizo una peregrinación al monasterio para pedir al Santo que le explicara el sueño. Allí comprendió que su hijo iba a encender el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación. En agradecimiento, puso a su hijo por nombre Domingo, como el santo de Silos. Es un nombre muy apropiado, por cuanto Domingo viene del Latín Dominicus, que significa del Señor. De Dominicus (Domingo) viene Dominicanus (Dominico, que es el nombre de la Orden de Santo Domingo). No obstante, utilizando un juego de palabras, se dice que Dominicanus es un compuesto de Dominus (Señor) y canis (perro), significando el perro del Señor o el vigilante de la viña del Señor).

¿Y si Dios no me da lo que yo tanto deseo?

Padre yo deseo casarme, pero no he encontrado la pareja y me cansa esperar. ¿Cómo le puedo pedir a Dios?

* * *

Lo primero es recordar que el primer mandamiento, el que nos orienta en la ruta de la vida, es que pongamos a Dios en primer lugar. Por razonable que nos parezca una petición o deseo, apegarnos a ello, sobre todo cuando no depende únicamente de nuestras estrategias o deseos, es un grave error.

A uno le puede parecer muy lógico, y muy deseable, y muy sano tener tal o cual empleo, ir a tal o cual lugar o tomar tal o cual camino en la vida. No necesariamente es lo mejor y no necesariamente es lo que va a suceder.

Lo más saludable es definir la vida a partir del agradecimiento de lo que uno ha recibido y luego, con toda la humildad y amor que uno tenga hacia Dios decirle: “Confío mi vida en tus manos; dame ojos para descubrir tus designios, y un corazón que se goce en tu voluntad.”

Eso no significa que uno no tenga deseos concretos pero desde e momento mismo en que nacen. Si quiero un buen empleo, “hago la tarea,” o sea, me capacito, envío hojas de vida, trato debuscar contactos, pero finalmente sé que la plenitud de mi vida no está en eso. Lo mismo para la persona que quiere una buena pareja: cuida particularmente su aspecto, frecuenta sitios donde puede conocer nuevas personas, pero no se esclaviza de ese único deseo.