La fecha de Epifanía

Padre, me ha causado sorpresa y disgusto ver, a raíz de un viaje que tuve que hacer, que la fiesta de los Reyes Magos, o de Epifanía, como dicen ustedes con más propiedad, tiene distintas fechas de celebración. Mientras que en muchos sitios se sigue celebrando cuando siempre se celebró, el 6 de enero, ahora se ha impuesto en algunos sitios celebrarla el domingo. Según he preguntado, es el primer domingo del año. ¿por qué esta confusión? ¿Hasta dónde vamos a llegar? — J.B.

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Una pregunta diferente que uno puede hacerse es por qué se escogió la fecha del 6 de enero para recordar el evento de la llegada de los Reyes Magos. Y a poco de investigar se ve que no hay una razón sólida más allá de la costumbre. Y luego se ve que el origen de la costumbre está en el número 12, porque en épocas antiguas el tiempo litúrgico de Navidad duraba 12 días, que iban desde la Nochebuena hasta el 6 de enero. Y el hecho de que fueran exactamente 12 días tampoco tenía más razón aparte del hecho de que es un numero con mucho simbolismo en la Biblia, pero la Biblia misma no nos dice que tal ilustre visita hubiera sucedido después de ese número de días.

Una vez que uno comprende este trasfondo histórico, ve también que cabe pensar las cosas de otro modo, por ejemplo, en la conexión que tiene esta celebración litúrgica, que es claramente cristológica, como otros misterios de la vida del Señor. Puesto que el domingo es el Día del Señor, día que él hizo suyo de modo particular por su victoria en la resurrección, se ve como razonable que las grandes fiestas del Señor tengan conexión con el domingo. En cierto sentido es mucho más lógico.

Así que creo que no hay motivo de extrañeza ni disgusto y que sólo el tiempo dirá si la costumbre de los 12 días o los argumentos teológicos terminan por establecer la fecha en muchos o todos los lugares. Algo de diversidad argumentada no hace daño.

¿Existe el amor para siempre?

Padre Nelson, me considero una persona normal, en el sentido de que mis historias son las de muchas jóvenes de mi edad. Y entre esas historias está que mis papás se separaron cuando yo tenía 11 años y medio. Un día me puse a ver, y entre mis amigas esa es la norma y no la excepción: todas somos hijos de papás separados; creo que con una excepción. La pregunta es si tiene sentido seguir hablando de amores “eternos” cuando lo que uno ve son amores a término limitado. Además, tampoco estoy segura de ue se la mejor idea estar buscando esos amores perpetuos cuando a veces la gente sigue unida pero en medio de la indiferencia o incluso de las agresiones. ¿Usted qué piensa? — K. S.

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A medida que la sociedad se vuelve más superficial, más individualista, más acelerada, vamos perdiendo cualidades que luego hacen falta, no sólo para cosntruir familias estables y felices sino también para todo lo que pueda darle firmeza y futuro a nuestros jóvenes. Quiero decir: el lenguaje del egoísmo y la ley de la jungla se imponen, y eso es una invitación a la trampa, la crueldad y el abuso… en todos los frentes, no sólo en la familia.

Hay un artículo bueno de ALETEIA que creo que ilumina puntos muy importantes sobre todo porque se atreve a pensar en grande, a pensar en santidad:

“Hoy pienso en todas las familias que tienen como modelo la sagrada familia. Pienso en el ideal y lo lejos que a veces se encuentra la realidad. Miro a José y a María en Belén. José mira a María. Ella calla conmovida. Ha llegado Dios a sus manos en la carne de un niño. El sí que pronunciaron se ha hecho realidad. Su Fiat sagrado. José mira a María. ¡Cuánto la quiere!

Miro hoy la intimidad que hay entre ellos. Su complicidad llena de ternura. Miro sus miedos que les hacen dudar. Miro todos sus sueños guardados en el alma. Veo a José preocupado de cada detalle. Miro a María calmando a José cuando se preocupa demasiado por las cosas que no salen bien. María sonríe. José la abriga. Carga él con lo más pesado. Ella se siente querida y cuidada.

Los dos velan al Niño esta noche. Los dos cuidan a Jesús en Belén. Los dos huyen después con Jesús a Egipto. En sueños lo comprenden todo. Los dos educan a Jesús en Nazaret cuando pueden regresar a casa. Años de silencio en los que Jesús crece en alma y cuerpo, se fortalece.

¡Cuánta renuncia escondida en treinta años de camino oculto! El amor siempre renuncia a los propios planes por el otro. José y María renunciaron a tantas cosas por seguir el plan de Dios. Sabían que Dios cuidaría de ellos toda la vida. Consagran su vida a ese niño que es Dios, que es hombre, que es su mayor tesoro. Ese mismo Dios que toca hoy la tierra y llega a mi vida.

José creyó al ver a María creer. Sabe de golpe que todo merece la pena sólo por estar con ella. María es el lugar de José. Su hogar sagrado. Su seguro más verdadero. María mira a José. Se alegra de que Dios le diera un hombre así para cuidar sus pasos. Un hombre justo, fiel. Se siente tan amada por él. El amor entre ellos construye su casa. Es el pilar más sólido. El más necesario. Ese amor matrimonial es tan sagrado.

Pero sé que al mismo tiempo el amor matrimonial es tan frágil. El amor de José y María es la referencia que anima. Un amor que parece imposible en la tierra. Pero para Dios no hay nada imposible. Un amor que todo corazón desea. Así quiere ser el amor de los esposos. Un amor humano y frágil que sueña con ser un amor santo.

Todos los matrimonios están llamados a la santidad como comenta el P. Kentenich: Queremos ser santos no a pesar de estar casados y de las cosas de la vida conyugal, sino precisamente porque estamos casados. Que el matrimonio sea un medio para la santidad.

Dios llama hoy al hombre a ser santo en ese camino particular para él soñado. La vida matrimonial es camino de santidad. El amor matrimonial es algo tan sagrado. Hay muchos matrimonios que viven muy santamente y son el testimonio más cercano del amor que Dios nos tiene. Un reflejo del amor trinitario. Ojalá hubiera cada vez más matrimonios santos o al menos que lucharan cada día por llevar una vida santa.

Dios me llama hoy a amar santamente. Miro el amor entre los esposos y veo que es un camino hacia el cielo. El camino más directo que Dios ha pensado para ellos.

Pero muchas veces sucede que la familia no es una escuela de santidad. Y el amor entre los esposos languidece, se enfría y deja de expresar una honda ternura. Comienzan las tensiones, las distancias, el desamor. Desaparece ese amor generoso que siempre soñaron. Ese amor fuerte que ha de ser el fundamento de todo. El amor deja de expresarse en gestos.

Hace falta siempre que el amor se alimente de la renuncia y de la generosidad. Un amor que no mida y acepte la asimetría como estilo de vida. Un amor que descanse en el amor que Dios nos tiene.”

¿De dónde viene la palabra Christmas?

Saludos navideños fray Nelson. Tengo una consulta navideña para ver si puede darme luces. Quisiera saber del origen de la palabra christmas. Muchas gracias y felices pascuas. — S.B.

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Ante todo: Feliz y Santa Navidad para ti, y para todos a quienes lleguen estas palabras.

“Christmas” es el término usual en inglés para referirse a la Navidad. Su origen parece estar en la abreviatura de dos palabras: Christ’s Mass, es decir: “La Misa de Cristo,” en el sentido de: la Misa que celebra el misterio del nacimiento de Cristo.

Es un término antiguo en su origen–de la Edad Media–que va unido a la palabra que suele acompañarle: Merry, que va en: “Merry Christmas.” En inglés, el término relativamente antiguo “merry” que indica un estado anímico de exultación, de gozo: sobre todo de gozo compartido.

Así que el sentido es: “Alegrémonos en el misterio de la Navidad.”

La oración de un desanimado

Padre, yo sé que usted no hace dirección espiritual a distancia pero quizás sí me puede responder una pregunta: Si uno está desanimado, distraído, casi descreído, ¿tiene sentido orar? A veces me siento un perfecto hipócrita, como si me pusiera un disfraz de piadoso cuando ni tengo ganas ni tengo mucha fe en lo que yo mismo estoy diciendo. ¿Por qué debería seguir orando? — M.G.H.

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Ante todo, le doy gracias a Dios que te ha despertado el deseo sincero y humilde de hacer esta consulta. La verdad es que las experiencias que usualmente llamamos de “desierto” son particularmente duras y ponen ante nosotros niveles altos de exigencia, muchas veces en términos de tentación.

La palabra tentación es clave. Recordemos que precisamente en el desierto cayeron sobre Cristo las más fuertes tentaciones. No será distinto nuestro caso. Te comparto algunos pensamientos que pueden servirte:

1. La oración no es una especie de “premio” que ganamos por portarnos bien. No oramos porque seamos buenos sino porque somos necesitados. Acudimos a Dios sobre todo como indigentes creaturas, como pecadores necesitados de redención, como enfermos que buscan curación.

2. El valor de la oración está unido a las virtudes teologales. Y resulta que, en tiempos de sequedad espiritual, esas virtudes, aunque se sientan menos, pueden ser muy grandes. En medio de la noche y de la falta de consuelo, la fe puede agigantarse, la esperanza aferrarse sólo a Dios, y el amor purificarse. O sea que puede incluso tener más mérito y dar al final más crecimiento la oración de la sequedad, si es que somos perseverantes.

3. La falta de consuelo nos ayuda a ser menos interesados, impacientes y arrogantes en nuestra vida espiritual. A medida que la paciencia nos da sus lecciones a su propio ritmo, descubrimos que Dios todavía tiene mucho que trabajar en nosotros, y ello es una gran bendición.

¿Quiénes son los Padres de la Iglesia?

Padre Nelson, le he escuchado en varias predicaciones que usted menciona a los “padres de la Iglesia.” Me doy cuenta que se trata de personas de tiempos antiguos pero quedo sin mucha información. Gracias por su aporte a la formación de tantas personas. — S. G.

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El portal católico Aleteia tiene una exposición muy buena:

1. Los Padres de la Iglesia son grandes cristianos de los ocho primeros siglos después de Cristo distinguidos por sus enseñanzas coherentes con su vida que contribuyeron a edificar la Iglesia en sus estructuras primordiales.

Fueron un numeroso y diverso grupo de verdaderos pastores que condujeron fielmente a los cristianos de los primeros siglos con la fuerza de su palabra y de su vida de fe, consecuente en muchas ocasiones hasta una muerte heroica: papas como Clemente Romano (que, según el testimonio de San Ireneo, conoció y trató a los apóstoles Pedro y Pablo), teólogos como el Doctor de la Iglesia Juan Damasceno, monjes eremitas como el después arzobispo Basilio Magno, místicos como Agustín de Hipona, mártires como Justino y muchos otros hombres cuya doctrina ortodoxa y vida santa ha sido reconocida por la Iglesia, santos que irradiaban a Cristo e impulsaban a seguirlo, y lo siguen haciendo todavía hoy.

“Padres de la Iglesia se llaman con toda razón aquellos santos que, con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas, la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos”, escribe el beato Juan Pablo II en la carta apostólica Patres ecclesiae publicada el año 1980 con ocasión del 16º centenario de la muerte de san Basilio.

Ellos fueron para el desarrollo de la Iglesia lo que fueron los apóstoles para su nacimiento. Dieron forma a las instituciones de la Iglesia, a su doctrina, su liturgia, su oración, su espiritualidad. Fijaron el “Canon completo de los Libros Sagrados”, compusieron las profesiones básicas de la fe, precisaron el depósito de la fe en confrontaciones con las herejías y la cultura de la época dando origen así a la teología, pusieron las bases de la disciplina canónica y crearon las primeras formas de la liturgia.

Según el papa polaco, “son de verdad “Padres” de la Iglesia, porque la Iglesia, a través del Evangelio, recibió de ellos la vida. Y son también sus constructores, ya que por ellos —sobre el único fundamento puesto por los Apóstoles, es decir, sobre Cristo— fue edificada la Iglesia de Dios en sus estructuras primordiales”.

En los elementos de consenso entre ellos son reconocidos como intérpretes fidelísimos de la doctrina que predicó Jesucristo.

2. Generalmente, se los agrupa, según su procedencia entre Padres latinos y Padres griegos, y según la época en que vivieron, en tres grandes grupos: los que vivieron entre las primeras comunidades cristianas hasta el siglo año 313, la siguiente generación hasta la mitad del siglo V y los que vivieron posteriormente hasta el siglo VIII.

Los que pertenecen a la primera y segunda generación de la Iglesia, después de los apóstoles, reciben el nombre de Padres apostólicos y muestran cómo empieza el camino de la Iglesia en la historia. Sus escritos reflejan directamente la enseñanza de los apóstoles, como se aprecia, por ejemplo, en este fragmento de la Carta a los Corintios escrita por el tercer sucesor de Pedro, Clemente de Roma: “Unámonos, pues, a aquellos a quienes fue dada gracia de parte de Dios, revistámonos de concordia, manteniéndonos en el espíritu de humildad y continencia, apartados muy lejos de toda murmuración y calumnia, justificados por nuestras obras y no por nuestras palabras”.

En esta primera fase viven también los Padres apologistas griegos y los maestros de la Escuela de Alejandría. Entre otros, puede citarse a Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna, Justino Mártir, Ireneo de Lyon, Tertuliano, Cipriano de Cartago, Clemente de Alejandría y Orígenes.

La segunda fase se desarrolla entre el Concilio de Nicea (año 325) y el de Calcedonia (año 451). Es considerada el siglo de oro de los Padres de la Iglesia. En el siglo IV, con la llegada de la paz a la Iglesia dentro del impero romano, creció mucho el número de cristianos, pero tomaron fuerza discrepancias internas y herejías. Ante ellas, muchos Padres de la Iglesia realizaron valiosas defensas de la fe cristiana y aclararon los dogmas trinitarios y cristológicos.

En el segundo grupo se incluyen, entre otros, Agustín de Hipona, Hipolito, Gregorio Taumaturgo, Julio el Africano, Dionisio el Grande, Atanasio, Teodoreto de Siria, Juan Crisóstomo, Gregorio de Nisa y Jerónimo. Algunas de sus obras se han convertido en textos de referencia no sólo para los cristianos de cualquier época, sino también de la historia de la filosofía y la literatura. Millones de personas se han identificado con la admiración de san Agustín ante la grandeza del amor de Dios, al leer palabras suyas como estas: “Brillaste y resplandeciste, y pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por Ti. Gusté de Ti, y siento hambre y sed. Me tocaste, y me abraso en tu paz”.

Finalmente, los Padres tardíos del tercer grupo viven el desmoronamiento político de la mitad occidental del imperio romano y la irrupción del islam. Algunos escritores aplican la doctrina de los grandes Padres anteriores a nuevas realidades como la entrada de los pueblos de origen germánico en lo que hoy es Europa.

En este grupo se encuentran, entre otros, Gregorio Magno, Fulgencio, Máximo de Turín, Boecio, Casiodoro, Vicente de Lerins, Martín de Braga, Ildefonso de Toledo e Isidoro de Sevilla en Occidente, y Pseudo-Dionisio Areopagita, Romano el Cantor, Máximo el Confesor, Severo de Antioquía, Andrés de Creta, Germán de Constantinopla, Mesrop, Santiago de Sarug y Juan Damasceno en Oriente. Este último animaba a sus fieles con estas palabras: “Él mismo, el Creador y Señor, luchó por su criatura trasmitiéndole con el ejemplo su enseñanza. (…) Así, el Hijo de Dios, aun subsistiendo en la forma de Dios, descendió de los cielos y bajó (…) hasta sus siervos (…), realizando la cosa más nueva de todas, la única cosa verdaderamente nueva bajo el sol, a través de la cual se manifestó de hecho el poder infinito de Dios”.

3. Como al principio, la Iglesia sigue viviendo con la vida recibida de esos Padres, y sigue edificándose sobre las estructuras formadas por ellos. Hoy sigue siendo indispensable conocer sus vidas y obras.

Ellos fueron y siempre serán los Padres de la Iglesia; poseen algo de especial, de irrepetible y de perennemente válido que continúa viviendo. Como reconoce Juan Pablo II en la carta apostólica Patres ecclesiae, “cumplen una función perenne en pro de la Iglesia, a lo largo de todos los siglos. De ahí que todo anuncio del Evangelio y magisterio sucesivo debe adecuarse a su anuncio y magisterio si quiere ser auténtico; todo carisma y todo ministerio debe fluir de la fuente vital de su paternidad; y, por último, toda piedra nueva, añadida al edificio santo que aumenta y se amplifica cada día, debe colocarse en las estructuras que ellos construyeron y enlazarse y soldarse con esas estructuras”.

Por eso, la Iglesia nunca deja de volver sobre los escritos de esos Padres y de renovar continuamente su recuerdo.

El pensamiento de los Padres de la Iglesia, destaca la Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la Formación Sacerdotal, de la Congregación para la Educación Católica, “es ejemplo de una teología unificada vivida y madurada en contacto con los problemas del ministerio pastoral; es un óptimo modelo de catequesis, fuente para el conocimiento de la Sagrada Escritura y de la Tradición, así como también del hombre total y de la verdadera identidad cristiana”.

El documento vaticano destaca que los Padres son testigos privilegiados de la Tradición, han transmitido un método teológico luminoso y seguro, y sus escritos ofrecen una riqueza cultural y apostólica que los hace grandes maestros de la Iglesia de siempre.

Sin embargo, añade, “sólo manifiestan sus riquezas doctrinales y espirituales a quienes se esfuerzan por penetrar en su profundidad a través de un continuo y asiduo trato familiar con ellos”.

La Iglesia es consciente de que para seguir creciendo es “indispensable conocer a fondo su doctrina y su obra, que se distingue por ser al mismo tiempo pastoral y teológica, catequética y cultural, espiritual y social en un modo excelente”, y “es propiamente esta unidad orgánica de los varios aspectos de la vida y misión de la Iglesia que hace a los Padres tan actuales y fecundos”.

Como enseñaba en el siglo II Ireneo de Lyon, “para ver claro hoy, hay que interrogar a la Tradición que viene de los apóstoles”.

¿Celebra la Iglesia a los santos del Antiguo Testamento?

Estimado Fray Nelson, ¿Por qué será que la Iglesia no le da el título de “Santo” a los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento? Siendo que en el Monte Tabor, los tres apóstoles fueron testigos de la interacción de Jesús Transfigurado con Moisés y Elías, no cabe duda que los últimos dos ya son parte de la Iglesia Triunfante… ¿no deberíamos reconocerlos como San Moisés y San Elías? ¡Que Dios le bendiga abundantemente por sus diarias enseñanzas! — A.L.

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Con respecto a Moisés y Elías, no hay duda, hermano: así han sido llamados y reconocidos desde hace muchos siglos, aunque su culto no ha sido tan popular ni tan extendido. Aquí tienes más información sobre la liturgia católica que recuerda y celebra a San Moisés, y aquí tienes a San Elías.

Como bien observas tú a partir del texto de la transfiguración, resulta relativamente fácil estar de acuerdo con la proclamación de santidad de hombres como Elías o Moisés. Otros que tal vez no resultaría difícil proclamar serían otro profetas como Isaías, Jeremías o Ezequiel. Hay sin embargo otras dificultades que surgen con otros personajes por las siguientes razones:

1. En ocasiones, ignoramos demasiado sobre su vida y especialmente sobre su desenlace o muerte. Y resulta que la manera de morir es definitiva para saber qué tipo de persona es alguien ante Dios.

2. En otras ocasiones, el comportamiento de la persona, incluso en su intención de servir a Dios, choca muy frontalmente con aquello que Cristo nos enseñó siglos después de ellos. Pensemos en la manera de servir a Dios de un Gedeón y sus guerras contra los filisteos.

3. En otras ocasiones, lo legendario es tan importante en el recuento de la vida de la persona que uno corre el riesgo de “canonizar” un relato más que a un ser humano real. Así puede pasar con Job o con Jonás.

La conciencia ¿es el tribunal moral último?

Padre Nelson, a raíz de las controversias sobre la Encíclica Amoris laetitia del Papa Francisco, tuve una conversación con un amigo que es muy preparado en las cosas de la fe porque ha hecho una cantidad de cursos en su parroquia, e incluso un diplomado en una Universidad católica. El punto es que este amigo es una de tantas personas que fracasaron en un primer matrimonio y que ahora vive con otra señora. Cuando yo lo conocí ya él estaba con la segunda, pero yo no sabía que era la segunda. Por supuesto, este hombre es entusiasta defensor de Amoris laetitia porque ve una actitud que él llama pastoral y misericordiosa, y sobre todo porque, según él, “ahora sí se están respetando los derechos de la conciencia.”

La idea que él tiene es que la vida humana es muy compleja para meterla en las casillas estrechas de los libros de moral, y que por eso, y lo dice enfatizando, “hay que formar conciencias y no borregos.” Entonces yo le pregunto a él qué hay que hacer si una persona dice que “en conciencia” no está cometiendo un pecado, o por lo menos, no un pecado mortal, yendo a comulgar de la mano de una mujer con la que no está ni puede estar casado por la Iglesia, pero con la que convive como marido y mujer. El hombre me responde que hay que respetar el discernimiento de la conciencia de esa persona, y no pretender imponer lo que diga “un libro.”

Yo, como soy muy preguntona, le digo entonces: “¿Y qué pasa si una mujer se ha practicado un aborto, y considera que eso no le impide comulgar, y va y comulga, porque, según ella y su conciencia, y después de su discernimiento, eso era lo que había que hacer en las circunstancias particulares de ella?” Mi amigo éste se queda pensando unos instantes pero, sin duda con el deseo de ser coherente, dice; “Pues hay que respetar la conciencia y el discernimiento que ha hecho, aunque es un caso difícil.” Y así seguí yo preguntándole casos que parecen extremos pero que en realidad se dan en la vida diaria. Por ejemplo, cuando le mencioné qué sucedería si un político, al que todos consideramos un corrupto asqueroso, dice que su conciencia y su discernimiento le llevan a comulgar tranquilamente. Entonces este hombre reviró con fuerza y casi me gritó: “¡Ese desgraciado se está engañando! Por supuesto que una persona que roba el tesoro público, que es plata de los pobres, tiene que sentirse, ese sí, bien excluido de la eucaristía!”

Pero yo también le levanté la voz y le dije: “¿Y usted por qué piensa que el pecado del político sí es OBJETIVAMENTE claro, y ninguna conciencia y ningún discernimiento pueden ir en contra de la objetividad de ese pecado, mientras que el pecado de un adúltero sí tiene todas las posibilidades de ser “discernido” y en la práctica excusado? ¿O es que hay pecados que sí son bien objetivos y se pueden acusar desde fuera mientras que otros son tan subjetivos que deben quedar como se dice en el criterio de cada cual?” En síntesis, padre Nelson, a mí me parece que cuando empezamos a quitar la claridad objetiva perdemos demasiado, ya se trate de sexo, de narcotráfico, de política o de lo que sea. Y perdone lo largo que escribo, pero ¿Usted qué opina? — Marcela H., Bogotá.

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La respuesta es muy sencilla: que estoy de acuerdo contigo. Dios te bendiga y oremos mucho por nuestra Santa Iglesia Católica.

Los símbolos de los cuatro evangelistas

Querido Fray Nelson: Como siempre, sigo orando por su salud y por el éxito de todos sus proyectos de evangelización, para honra y gloria de Dios! En esta ocasión solicito una respuesta a lo siguiente: existe un origen conocido sobre los símbolos que usamos para representar a los cuatro Evangelistas? Es decir: figura humana para San Mateo; el león para San Marcos, el toro para San Lucas, y el águila para San Juan? Tendrá alguna relación con el relato de Ezequiel 1, 10? Que Dios le guarde siempre, Fray Nelson! Muchas gracias por su guía! Solicito sus oraciones y su bendición para este servidor y familia. Desde Guatemala, con mucho cariño! — A. L.

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Catholic.net ofrece una respuesta muy pedagógica y clara:

Tradicionalmente se suele representar a los cuatro evangelistas mediante cuatro símbolos.

El orden en el que aparecen en el Nuevo Testamento son:

– El ángel (un hombre con alas): Mateo.

– El león: Marcos.

– El buey: Lucas.

– El águila: Juan.

Mateo se simbolizó con un ángel (un hombre con alas) porque su evangelio comienza con la lista de los antepasados de Jesús, el Mesías: Mt 1,1-16. Esta lista es de gran valor para este evangelio porque presenta a Jesús como hijo de David (el más importante de los reyes) e hijo de Abrahán (el padre del pueblo de Dios). Mateo quiere afirmar que Jesús lleva a su perfección la historia del pueblo. Esta lista de mensajes tiene tres períodos de generaciones (3=número perfecto), y cada uno de los períodos se compone de catorce generaciones (14=7+7, número perfecto). Las mujeres también juegan un papel importante en esta genealogía; se trata de Tamar, Rajab, la mujer de Urías (Betsabé) y María. Son mujeres comprometidas con la justicia. Por eso Mateo las incluye en la lista.

Marcos se simboliza con un león porque su evangelio comienza con la predicación del Bautista en el desierto, donde había animales salvajes. Su evangelio fue el primero en escribirse (en la década de los años 60 después de Cristo) y sirvió como texto de catequesis para los que se preparaban para recibir el bautismo. Es el evangelio más corto y el hecho de que comience presentando a Juan Bautista en el desierto es muy importante. Para el pueblo de la Biblia, el desierto representaba, entre otras cosas, el lugar donde se fraguan los nuevos proyectos. Esto es lo que hizo el pueblo de Dios cuando salió de la esclavitud de Egipto. Juan Bautista se da a conocer en el desierto, lo que pone de manifiesto que está preparando al pueblo para la gran novedad que supone la vida y las prácticas de liberación de Jesús. Partiendo de Am 3,8, podemos afirmar que la voz del león simboliza la voz de los profetas que denuncian la violación de los planes de Dios Ap 10,3. Por tanto, Juan Bautista es el profeta que denuncia la injusticia y que apunta a la novedad que aportará Jesús.

Lucas se ha simbolizado mediante un buey o un toro porque su evangelio comienza con la visión de Zacarías en el Templo, donde se sacrificaban animales como bueyes, terneros y ovejas. El evangelio de Lucas comienza y termina en el Templo; los Hechos de los apóstoles constituyen la segunda parte del evangelio de Lucas. Si en el evangelio encontramos el camino de Jesús, en los Hechos tenemos el camino de las comunidades que siguieron a Jesús. El libro de los Hechos termina llegando Pablo a Roma, ciudad que, para Lucas, representa “los confines del mundo”.

Juan es representado por un águila, la mirada dirigida al sol, porque su evangelio se abre con la contemplación del Jesús-Dios: Jn 1,1. El evangelio de Juan fue el último en aparecer, y no se escribió en pocos días. Lo escribieron los discípulos de Juan. Una de las características del Jesús del evangelio de Juan es esta: el Maestro nos conoce a cada uno de nosotros mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos: Jn 1,48. Poco más adelante dice que Jesús “no necesitaba que le informasen de nadie, pues él conocía muy bien el interior del hombre.” (Jn 2,25). Los símbolos de cuatro evangelistas surgieron a partir de Ez 1,10. En Ap 4,6-10 hay cuatro vivientes con ese aspecto, pero no se refieren a los evangelistas.

¿Son inocuos los dibujos budistas llamados MANDALAS?

Padre Nelson, ¿Cuál es su opinión sobre el uso de mandalas (figuras geométricas usadas en el budismo e hinduísmo), por parte de cristianos católicos? — A. L.

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El portal católico Aleteia ofrece una respuesta muy amplia y clarificadora:

Los mandalas son figuras netamente del hinduismo y del budismo. Tienen un sentido espiritual ligado a estas tradiciones religiosas y por esta razón no hay que usarlas fuera de su contexto propio, siendo muy arriesgado su uso por otros creyentes, con la posibilidad de caer en el sincretismo o en el relativismo religioso. Así, no tiene sentido usarlas en el cristianismo, más cuando Jesucristo ha superado el sentido que encierran estas figuras.

¿Qué es un mandala?

Los mandalas son representaciones figurativas espirituales. Pertenecen especialmente a la tradición hinduista y budista. No son representaciones abstractas o simbólicas neutras, sino que tienen un fondo espiritual. Representan la totalidad de la realidad. Un mandala es un fragmento del microcosmos que quiere abarcar y mostrar la totalidad del macrocosmos, la realidad entera. Es una muestra del orden del universo, del orden cósmico.

Si bien su fuente es la tradición hinduista, también desde ahí pasó al budismo. Hay variaciones entre ambas religiones en cuanto a la configuración del mandala, siendo muy figurativos en ciertas ramas del budismo, como el tibetano.

Los mandalas son dibujos. Para trazarlos, en primer lugar se dibujan las formas lineales, de manera concéntrica, y luego hay que colorearlos o llenarlos de color. Estos dibujos o figuras tienen formas muy propias, presentando una fuerte simetría arriba-abajo y derecha-izquierda, generalmente de forma circular, círculo tras círculo, también desde esta forma la cuadrangular, con inscripción de ambos polígonos, si bien estas figuras han llevado a inscribir más formas geométricas y mezclas entre muchas diversas, complejizando la estructura base inicial.

Los mandalas también se particionan o subdividen y llevan a expresar aspectos figurativos y espirituales en diferentes lugares del mismo, a veces animales, figuras de Buda o dioses del hinduismo. El mandala no obstante mantiene siempre una coherencia geométrica que de manera desde dentro hacia afuera perpetúa el orden simétrico a pesar de los entrelazamientos de líneas y figuras. En definitiva, un mandala encierra en sí mismo el total de Todo. Es una representación del Mundo como totalidad.

Ciertamente que en multitud de culturas tenemos figuras con formas abarcantes, ya circulares (eso mismo significa “mandala”, círculo), o cuadrangulares, incluso dentro del cristianismo, con la famosa mandorla del Dios Padre, que es Creador de la realidad entera, si bien no podemos caer en la sincrética similitud entre todas las culturas y religiones.

Es claro que las figuras básicas de la geometría son conocidas en muchas culturas y se les ha dado un sentido diverso; y es normal que cualquier cultura mire al cielo y vea el círculo en el Sol o la Luna, para muchas culturas paganas representación de dioses, y de ahí que el círculo, o el cuadrado, como estructura básica, o el triángulo, los encontremos en todo tipo de templos o religiosidades y culturas, pero el sentido depende de la religiosidad o espiritualidad propia, de ahí que no podemos amalgamar o confundir las figuraciones, más cuando muchas de ellas presentan elementos de una corriente espiritual concreta.

Y los mandalas son religiosamente círculos, es decir, la rueda de las reencarnaciones que no para de girar, y es la vida y muerte sin fin de las reencarnaciones. Es la base del hinduismo y del budismo, y en sus elementos que ahora seguiremos profundizando, es netamente oriental. No es por lo tanto cristiano, no lo es. Cuidado con caer en sincretismos y mezclas relativistas.

¿Cómo se hace un mandala?

Vamos a explicarlo en su sentido profundo, un sentido espiritual hinduista y budista, para que nos quede claro qué hay en ellos y en su ejecución. El hacer mandalas y el colorearlos, ya en el suelo o en otro soporte como papel u otros, es disponer al candidato o discípulo que lo genera al sufrimiento de lo que supone tal tarea: aprender a ver el sufrimiento en la propia vida, clave del budismo, y también del hinduismo.

El creador del mandala usa colores, pinturas, o bien se sirve de piedrecitas o arenilla coloreada que coloca en el entrelazado de líneas, granitos pequeños de arena de colores, a veces usando hilos o pétalos de diferentes tonos y colores, y sufrirá realizando el mandala, que irá creciendo desde dentro hacia afuera. El poco iniciado en su ejecución no logrará el objetivo tan fácil como imaginaba y tendrá que someterse al pesado logro de alcanzar la meta. Un mandala complicado en sus líneas, subdivisiones de subdivisiones, colores diversos, simetrías y detalles lleva mucho tiempo. El discípulo aprende a ser paciente, a concentrarse, a ser pasivo ante el sufrimiento.

Su realización llevará a aprender por parte del seguidor hinduista o budista la pesada tarea de la vida, la conformación del universo como realidad ordenada, circular, de reencarnaciones y de muerte y vida continua, de fallar y empezar, más cuando en ocasiones el mandala se hace en una zona donde puede soplar el viento y debe empezar una y otra vez por el principio, al quedar todo desordenado y volarse el material de relleno o llover sobre la pintura, borrarse, o volarse la arenilla de colores en algunas zonas llegando incluso a estropear otras zonas del mandala con su arrastre.

El mandala lleva a sufrir y a aprender a sufrir. Es muy difícil acabarlo. Es la vida y el sufrimiento de la vida, el sufrimiento que intenta vencer el hinduista con la ascesis y la dureza de ánimo y concentración, o que el budista intenta aplacar no sintiendo, acallando sus sentidos, no padeciendo.

Si el mandala se consigue acabar no deberá enseñarse a nadie, no deberá publicitarse, alardear de él y mucho menos guardar recuerdo de él, al menos en las tradiciones más puristas; no deberá el discípulo budista mostrar regocijo, no deberá sentir, que es lo que debe acallar, sino que deberá en ese instante y tras por un instante en el que lo mirará, para acercarse al Todo, destruirlo.

Un simple manotazo valdrá, quizás con el pie, o soplando, con un golpe seco, como signo de la continua muerte y vida según la espiritualidad budista, y también hinduista. Y con ello, no sufrir porque nadie lo haya contemplado y nadie pueda alabarle por haberlo logrado. Acallar el sentir, dominar las pasiones.

Eso es el mandala, y eso es la religiosidad base de Oriente en el hinduismo y el budismo. La ascesis de no tener malos pensamientos que producen karma y te ligan a reencarnarte sin fin. La gran ascesis hinduista de la muerte una y otra vez. Vivir la vida y la muerte de manera ascética y contemplativa.

Esto es Oriente. Esto es el mandala. No podemos traer elementos orientales al cristianismo como si tal cosa. No. Cuidado. En Oriente y sus religiones cada gesto, cada ritual, cada elemento, está impregnado de religiosidad. Eso en parte define a Oriente y su espiritualidad. Lo divino lo invade todo y nada hay neutro, des-religiosizado. Por eso en Occidente hay que tener cuidado, y especialmente cuidado los católicos, los cristianos, con tomar y coger cosas de Oriente. Y lo mismo pasa con el yoga, con prácticas de meditación orientales, tan de moda en las culturas cristianas.

Los mandalas enseñan al ejercitante a ordenar el propio caos interior de la persona que lo confecciona. Enseñan a ver el mundo: el mandala se destruye, el mundo se destruye, pero se vuelve a construir. Por eso en Oriente no existe el sentido de progreso que tenemos en la cultura cristiana, de avance, lineal, hacia Cristo y la Plenitud en Él de toda la Creación. Oriente ve la muerte como una fase normal y que dará lugar a nuevos renacimientos. Y de ahí morir de nuevo. Oriente gira y gira sin avance. No sale de su rueda de muerte y vida. Solo queda la ascesis para aguantar (hinduismo) o el no sentir para no sufrir (budismo).

Los mandalas son distintos entre sí, no se pretende copiar uno de otro. El mandala expresa así la diversidad del cosmos y la imposibilidad de contemplarse igual por dos mentes distintas. Cada persona ve un mandala o crea un mandala diferente, y en otro momento, uno mismo genera un mandala distinto, porque la realidad es cambiante y no se puede agarrar. Todo pasa, nada queda. Es el aforismo de la impermanencia. El ser no existe, es la nada. Nada merece la pena. El todo es la nada y la nada es el todo.

Hay una película, de Martin Scorsese, “Kundun”, del año 1997, sobre el exilio del Dalai Lama por la invasión comunista de Tíbet. En ella se expresa muy bien lo que es un mandala.

Los mandalas dentro de los colegios

Un aspecto que hay que mencionar es que los mandalas están entrando en los colegios de los países de cultura cristiana, también en los colegios religiosos, sin saberlo los directores, los educadores, las congregaciones religiosas que los regentan, también los centros diocesanos, o de los diferentes carismas católicos que tienen colegios.

¿Cómo ha ocurrido esto? En el ámbito escolar ha entrado con cierta fuerza la venta de cuadernos para pintar los niños. Vendrían a sustituir a los anteriores cuadernos de figuras que había que pintar, a veces un pájaro colorido del Amazonas, un niño sobre un caballo, o un jardín y una niña dando unos trocitos de pan a unos patitos o unos pollitos. Son los cuadernos de pintar con los colores adecuados las figuras. Los cuadernos de pintar de toda la vida. O al menos los de hace unas generaciones. Hoy en las librerías y papelerías lo que se venden son figuras de mandalas, cuadernos de mandalas, para que los niños pinten y rellenen con colores cada sección y subdivisión.

Se venden como cuadernos creativos, relajantes, como un objeto para contemplar pintándolo, que sin embargo, como hemos dicho, encierran un fondo espiritual budista o hinduista, oriental. O incluso con tintes de Nueva Era y sincretista: que si terapias de colores, que si sanación espiritual, que si arquetipos, que si elementos medio mágicos de pseudo-curación con energías de los colores y las formas geométricas de la Nueva Era,…

¿Qué podemos decir desde el cristianismo?

Recordemos que los mandalas están impregnados de orientalismo. Y aunque entren sin referencias directas a estas religiones, como simples dibujos, el hecho de que los niños se acostumbren a ellos sin saberlo y sin la concesión y permiso de sus padres es una puerta para que en el futuro esos niños ya adultos al ver mandalas budistas e hinduistas y conozcan sus significados tomen conciencia de que eso es lo que en su infancia sin saberlo pintaron.

Es importante por ello conocer qué entra en centros cristianos. Y qué hacen los niños. Hay que respetar la fe de cada religión, y no caer en amalgamas. No sería sino una muy buena idea en los colegios religiosos cristianos volver a los cuadernos de antes, o bien a pintar postales navideñas o escenas católicas o bíblicas. Y que en centros budistas u orientales pinten mandalas. Por simple coherencia religiosa y educativa.

Por otro lado hay que decir que los mandalas no son malos en tanto figuras y colores, no alejan de Dios, sino que forman parte de la religión hinduista o budista, religiones que intentan llegar a Dios, desde sus medios y creencias. Explicitemos este aspecto citando el Vaticano II en su Declaración “Nostra Aetate” sobre las religiones no cristianas, como reflexión desde el cristianismo de estas espiritualidades de Oriente:

“En el Hinduismo los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a través de profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios con amor y confianza. En el Budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado pueden adquirir el estado de perfecta liberación o la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados con el auxilio superior. […] La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo.”

BIBLIOGRAFÍA

+ Película “Kundun”. Martin Scorsese. 1997.

+ Declaración “Nostra Aetate”. Sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Concilio Vaticano II. 1965. http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_sp.html

+ Declaración “Dominus Iesus”. Sobre la Unicidad y la Universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia. Congregación para la Doctrina de la Fe. 2000.

La Caída de Luzbel

Estimado Fray Nelson: Tendría la caridad de explicar cuál es el origen de la enseñanza sobre la caída de Luzbel y su ejército de ángeles (ahora demonios)… es decir, existe un documento escrito sobre el tema, o es mas bien parte de nuestra tradición Católica? Yo lo he escuchado algunas veces, pero nadie ha aclarado, por ejemplo, según san… o esto está escrito en tal parte. Le agradezco mucho! Muchas bendiciones, fray Nelson! — A.L.

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Un buen punto de partida es lo que nos enseña el Catecismo, que es tan claro en tantos temas, y que adem´s demuestra que la base es completamente escriturística: Esta es la ubicación del tema:

PRIMERA PARTE: LA PROFESIÓN DE LA FE / SEGUNDA SECCIÓN: LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA / CAPÍTULO PRIMERO: CREO EN DIOS PADRE / ARTÍCULO 1: «CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO, CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA» / Párrafo 7: LA CAÍDA / II La caída de los ángeles

La pregunta planteada se encuentra expresamente en los numerales 391 a 394; sobre todo el 392:

391 Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali (“El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos”) (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).

392 La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta “caída” consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: “Seréis como dioses” (Gn 3,5). El diablo es “pecador desde el principio” (1 Jn 3,8), “padre de la mentira” (Jn 8,44).

393 Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. “No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte” (San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, 2,4: PG 94, 877C).

394 La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama “homicida desde el principio” (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4,1-11). “El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo” (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.

¿Cómo se construye confianza?

Fray, ¿Qué dirías ante esta pregunta : cómo se construye la confianza? — L.V.

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Quizás lo mejor es partir de una base: lo primero que hacemos al llegar a esta vida–y tampoco es que tengamos otra opción–lo primero es siempre CONFIAR. La condición de necesidad, en realidad, de absoluta indigencia, del bebé sólo deja la opción de entregarse confiadamente a sus padres, y en particular, a la mamá. Esa confianza inicial es la que va a establecer los códigos iniciales y básicos de comunicación entre madre e hijo: en el intercambio de cariño y cuidado, el bebé descubre progresivamente, junto con los bienes recibidos, el sentido del lenguaje hablado. Y así se inicia su sentido sobre lo que es bueno y lo que es malo. No es extraño entonces que Jesús nos haya dicho que tenemos que ser “como niños” para entrar en el Reino de los Cielos (Mateo 18,3) : el modelo de nuestra relación con Dios ha de estar marcado por una confianza sin restricciones.

Observemos que lo que da origen a la confianza, a más largo plazo, es el encuentro entre una necesidad y una ayuda oportuna y sin engaño. Dicho de otro modo: es la combinación de bondad y verdad. Cuando recibimos algo bueno, y cuando vemos que hay transparencia y en este sentido verdad en la intención de quien lo da, sentimos que podemos confiar un poco más en esa persona. No es un proceso instantáneo ni automático: es algo que toma tiempo, perseverancia, coherencia interna. Pero sobre todo: es algo que se puede lograr.

Por la misma complejidad y duración del proceso de creación de confianza uno ve qué fácil es destruir lo que con tanto esfuerzo se ha conseguido. Cuando lo que uno recibe no es bondad sino daño, por ejemplo en forma de traición, o cuando uno descubre que no hay verdad sino falsas intenciones, la confianza se agrieta rápidamente. Reconstruirla tardará todavía más tiempo. Y sin embargo también esto es posible.

Una breve palabra sobre la confianza en sí mismo. Es una expresión que hay que saber entender. Tener conciencia humilde, responsable y agradecida de los dones y talentos que uno posee es cosa muy buena. Si por el contrario, llamamos “confianza en uno mismo” a una especie de vanidad, arrogancia, o soberbia enceguecida que niega las inmensas deudas que tenemos con Dios, con nuestros progenitores y maestros, y con la sociedad en general, para instalar un egoísmo craso, esa supuesta confianza es un pretexto que no merece respeto.

La confianza en sí mismo parte de reconocer con VERDAD el BIEN que uno está posibilitado y en cierto sentido obligado a buscar, no como exigencia externa sino como llamado interno, que ciertamente tiende a la plenitud de la realización personal, también de cara a la sociedad. También aquí son la verdad y la bondad las que han de salir a luz y dar pleno fruto.

La Biblia “Inclusiva”

Buen día, fraynelson: ¿es cierto que esta Biblia [la llamada “Inclusiva”] está en el mercado y que ha sido manipulada por la comunidad LGTB? –E.V.

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Primero una anotación al margen: no hagamos el juego a quienes hablan de “comunidad” LGBT como si se tratara de un grupo unido, compacto y con una estructura viva. La realidad es que muchas personas que experimentan deseos homosexuales, bisexuales o parecidos, no sólo NO se identifican con lo que proponen los propagandistas del lobby LGBT sino que ven con claridad que los están utilizando para propósitos políticos y de poder.

En cuanto a la palabra “inclusivo,” es otra traición o trampa al lenguaje. El término sugiere amplitud, tolerancia, mente abierta, tal vez con un matiz de misericordia y acogida. Es una de esas “palabras-bandera” que sirven para hacer propaganda y que tienen la característica social de resultar casi irresisitibles porque, al fin y al cabo, si uno no es “inclusivo” se supone que es “excluyente” y eso significa: intolerante, cargado de odio, prejuicios y capacidad de torturar inocentes.

En el ámbito de la Biblia y la teología se supone que una traducción es “inclusiva” si logra “liberarse” de las limitaciones culturales que se supone tendría la Biblia en cuanto tal. Por ejemplo, ya que habla de Dios como PADRE entonces la traducción inclusiva dirá Dios “Progenitor” o tal vez alterne Madre y Padre, o inventará otra cosa.

Así que la respuesta final es sencilla: No sé si tal Biblia está o no en el mercado. Pero si es una Biblia «inclusiva» no es la Palabra de Dios.

¿Hay algo de veras religioso en el libro del Cantar de los Cantares?

Es extraño por lo menos que se use el Cantar de los Cantares para propósitos religiosos porque en ese libro no se menciona a Dios, ni a Israel y porque sòlo se habla del amor humano, aunque se intenten hacer nterpretaciones del amor de Dios con el humano. ¿Qué decir al respecto? –L.V.

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¿El hecho de que no se mencione a Dios lo excluye? Una cosa es excluir y otra cosa es no mencionar. Si uno en una conversación ni menciona a Pitágoras. ¿Significa eso que uno es anti-pitagórico?

Supongamos que entro a un convento de religiosas. Me siento en la sala. Me quedo mirando un cojín bordado. Observo que el cojín no dice Cristo, ni María ni Iglesia ni Eucaristía en ninguna parte. El bordado es como de unas hojas y ramas. ¿Es lícito sacar la conclusión de que en ese convento hay lugares sin Dios? Ese cojín está en una sala, que está en un corredor, que está en un convento que fue construido para darle la gloria a Dios. Ciertamente importa la ubicación (el “contexto”) del cojín, y de la sala dentro del convento.

Con respecto al Cantar, debemos preguntarnos por qué un pueblo que le da el primer lugar a Dios, hasta el punto de que no exalta a sus propios lideres (como sucede en todos los pueblos), admite un escrito como este? Las únicas respuestas posibles son: porque hay una bondad intrínseca en el amor humano–que tiene su fuente en Dios creador–o porque hay también una comparación hermosa y lícita con el amor entre Dios y su pueblo.

Este último punto tiene más peso cuando nos damos cuenta que en la predicación de los profetas MUCHAS veces se compara el amor de Dios por su pueblo con el de un Amado por su Amada. De modo que las metáforas de amor de pareja son algo MUY frecuente en la Biblia.

En un libro, o colección de libros, como es la Biblia, hay muchos textos que hablan del amor de Dios en términos del amor de un novio o esposo; el Cantar entra en esa lógica sin violencia.

Ahora bien, tampoco es indispensable forzar en cada versículo la interpretación religiosa pero es claro que excluirla por sistema es arbitrario e ideológico. Lo mejor, y es lo que proponen todas las biblias católicas actuales, es reconocer las dos interpretaciones, ver que no se excluyen sino que en cierto sentido se reclaman y complementan.

¿Debemos ver los terremotos u otras catástrofes como juicios de Dios?

Varios amigos y lectores nos han preguntado: ¿Debemos ver los terremotos u otras catástrofes como juicios de Dios?

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Una vez le plantearon a Cristo una cuestión semejante. Leemos en Lucas 13,1-5:

En esa misma ocasión había allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque sufrieron esto? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. ¿O pensáis que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

En este breve diálogo se mencionan dos tipos de catástrofes: los debidos a crueldad inesperada y los debidos a imprevistos o accidentes. La actitud del Señor se condensa en estos tres puntos:

(1) Cristo no manifiesta escándalo ni asombro aunque por supuesto no es indiferente al dolor humano.

(2) Como norma general, no debemos hacer asociaciones directas causa-efecto entre una catástrofe y el estado moral de las personas que la sufren. En palabras de Cristo: esos que padecen el rigor de tales situaciones no son “más pecadores” que los demás.

(3) Tales hechos sí que deben movernos a TODOS a considerar la trascendencia de la vida y de la muerte, y por lo tanto a tomar una actitud seria de conversión.

Las decisiones sobre nuestro cuerpo y la gloria futura

Que implicaciones tendrá en la resurrección definitiva en la que nos unieron al cuerpo nuevamente las decisiones que en esta vida tomamos con referencia a el, me refiero al cambio de sexo y tantas cirugías que se practican? La obesidad, la anorexia… Saludos y bendiciones!! Atte. K.C.R.

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San Pablo, en 1 Corintios 15, nos advierte sobre la inmensa distancia entre nuestra condición actual y la que tendremos cuando participemos de la gloria de Cristo resucitado.

Lo que está claro se puede resumir en los siguientes puntos:

1. Hay una forma de continuidad entre el cuerpo actual y el cuerpo glorioso; el cuerpo glorioso no es “un nuevo cuerpo” como quien se pusiera un vestido distinto (véase 1 Corintios 15).

2. Así como sería imposible imaginar un árbol para quien sólo hubiera visto semillas, el cuerpo glorioso es imposible de imaginar: trasciende por completo nuestra capacidad de suponer. Supone una realidad material pero no parecida a la materia que conocemos, condicionada por este tiempo y este espacio.

3. A través de la realidad material renovada por la gloria de Cristo, el universo actual llega a su consumación; es lo que San Pablo llama, en Romanos 8, la “manifiestación de la gloria de los hijos de Dios.”

4. Como la renovación propia de la gloria supone la superación de este tiempo, como lo conocemos, los cuerpos gloriosos tienen una especie de posesión simultánea de toda su historia. No son fotografías de acontecimientos separados o momentos especiales del recorrido de la vida, sino una especie de posesión simultánea de toda la historia de lo que uno fue, pero todo eso visto desde el amor redentor de Dios y desde la plenitud que él pensó, y que es lo que supera de modo absoluto nuestro pensamiento.