Eco de la visita del Papa Francisco a Corea

El papa Juan Pablo II había canonizado a los mártires de segunda y tercera generación que conocieron los misioneros franceses, en cambio ahora Francisco ha beatificado a los de la primera generación, los cuales no habían sido estudiados ni había entonces documentación para beatificarlos.

Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires son los mártires de la primera generación de la Iglesia en Corea, los fundadores, que son padres o abuelos de los mártires de las generaciones ya canonizadas.

A continuación fue la celebración de la santa misa, en latín y con lecturas y cantos en coreano. La homilía del Pontífice fue en italiano y traducida cada parte fue en coreano a medida que la iba leyendo.

Homilía del Papa Francisco en la beatificación de Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires

«¿Quién nos separará del amor de Cristo?». Con estas palabras, san Pablo nos habla de la gloria de nuestra fe en Jesús: no sólo resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo, sino que nos ha unido a él y nos ha hecho partícipes de su vida eterna. Cristo ha vencido y su victoria es la nuestra.

Hoy celebramos esta victoria en Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros. Sus nombres quedan unidos ahora a los de los santos mártires Andrés Kim Teagon, Pablo Chong Hasang y compañeros, a los que he venerado hace unos momentos. Vivieron y murieron por Cristo, y ahora reinan con él en la alegría y en la gloria. Con san Pablo, nos dicen que, en la muerte y resurrección de su Hijo, Dios nos ha concedido la victoria más grande de todas. En efecto, «ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor».

La victoria de los mártires, su testimonio del poder del amor de Dios, sigue dando frutos hoy en Corea, en la Iglesia que sigue creciendo gracias a su sacrificio. La celebración del beato Pablo y compañeros nos ofrece la oportunidad de volver a los primeros momentos, a la infancia –por decirlo así– de la Iglesia en Corea. Los invita a ustedes, católicos de Corea, a recordar las grandezas que Dios ha hecho en esta tierra, y a custodiar como un tesoro el legado de fe y caridad confiado a ustedes por sus antepasados.

En la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de Corea a través de los misioneros; sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos. En efecto, fue suscitada por la curiosidad intelectual, por la búsqueda de la verdad religiosa. Tras un encuentro inicial con el Evangelio, los primeros cristianos coreanos abrieron su mente a Jesús. Querían saber más acerca de este Cristo que sufrió, murió y resucitó de entre los muertos. El conocimiento de Jesús pronto dio lugar a un encuentro con el Señor mismo, a los primeros bautismos, al deseo de una vida sacramental y eclesial plena y al comienzo de un compromiso misionero. También dio como fruto comunidades que se inspiraban en la Iglesia primitiva, en la que los creyentes eran verdaderamente un solo corazón y una sola mente, sin dejarse llevar por las diferencias sociales tradicionales, y teniendo todo en común.

Esta historia nos habla de la importancia, la dignidad y la belleza de la vocación de los laicos. Saludo a los numerosos fieles laicos aquí presentes, y en particular a las familias cristianas, que día a día, con su ejemplo, educan a los jóvenes en la fe y en el amor reconciliador de Cristo. También saludo de manera especial a los numerosos sacerdotes que hoy están con nosotros; con su generoso ministerio transmiten el rico patrimonio de fe cultivado por las pasadas generaciones de católicos coreanos.

El Evangelio de hoy contiene un mensaje importante para todos nosotros. Jesús pide al Padre que nos consagre en la verdad y nos proteja del mundo.

Es significativo, ante todo, que Jesús pida al Padre que nos consagre y proteja, pero no que nos aparte del mundo. Sabemos que él envía a sus discípulos para que sean fermento de santidad y verdad en el mundo: la sal de la tierra, la luz del mundo. En esto, los mártires nos muestran el camino.

Poco después de que las primeras semillas de la fe fueran plantadas en esta tierra, los mártires y la comunidad cristiana tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al mundo. Habían escuchado la advertencia del Señor de que el mundo los odiaría por su causa; sabían el precio de ser discípulos. Para muchos, esto significó persecución y, más tarde, la fuga a las montañas, donde formaron aldeas católicas. Estaban dispuestos a grandes sacrificios y a despojarse de todo lo que pudiera apartarles de Cristo –pertenencias y tierras, prestigio y honor–, porque sabían que sólo Cristo era su verdadero tesoro.

En nuestros días, muchas veces vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo. Sin embargo, los mártires nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno. Nos hacen preguntarnos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir.

Además, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe. La autenticidad de su testimonio de Cristo, expresada en la aceptación de la igual dignidad de todos los bautizados, fue lo que les llevó a una forma de vida fraterna que cuestionaba las rígidas estructuras sociales de su época. Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos. Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados.

Si seguimos el ejemplo de los mártires y creemos en la palabra del Señor, entonces comprenderemos la libertad sublime y la alegría con la que afrontaron su muerte. Veremos, además, cómo la celebración de hoy incluye también a los innumerables mártires anónimos, en este país y en todo el mundo, que, especialmente en el siglo pasado, han dado su vida por Cristo o han sufrido lacerantes persecuciones por su nombre.

Hoy es un día de gran regocijo para todos los coreanos. El legado del beato Pablo Yun Ji- chung y compañeros –su rectitud en la búsqueda de la verdad, su fidelidad a los más altos principios de la religión que abrazaron, así como su testimonio de caridad y solidaridad para con todos– es parte de la rica historia del pueblo coreano. La herencia de los mártires puede inspirar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a trabajar en armonía por una sociedad más justa, libre y reconciliada, contribuyendo así a la paz y a la defensa de los valores auténticamente humanos en este país y en el mundo entero.

Que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con la de Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de la perseverancia en la fe y en toda obra buena, en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia, y hasta los confines de la tierra. Amén».

Vocación profética, 16 de 16, Conclusión y envío

[Vocación profética de la Vida Religiosa: un retiro ofrecida a las Dominicas de la Inmaculada, en Ecuador. Julio de 2014.]

Tema 16 de 16: Conclusión y envío

* La Carta “¡Alegraos!” de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica es un valioso documento preparatorio para el Año de la Vida Consagrada, a celebrarse en el 2015, por deseo del Papa Francisco. Inspirándose en palabras que el Papa ha dirigido a religiosos y religiosas en distintos momentos, retomamos algunas preguntas de esta Carta:

— Quería deciros una palabra, y la palabra era alegría. Siempre, donde están los consagrados, los seminaristas, las religiosas y los religiosos, los jóvenes, hay alegría, siempre hay alegría. Es la alegría de la lozanía, es la alegría de seguir a Cristo; la alegría que nos da el Espíritu Santo, no la alegría del mundo. ¡Hay alegría! Pero, ¿dónde nace la alegría?

— Mira en lo profundo de tu corazón, mira en lo íntimo de ti mismo, y pregúntate: ¿tienes un corazón que desea algo grande o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu corazón ha conservado la inquietud de la búsqueda o lo has dejado sofocar por las cosas, que acaban por atrofiarlo? Dios te espera, te busca: ¿qué respondes? ¿Te has dado cuenta de esta situación de tu alma? ¿O duermes? ¿Crees que Dios te espera o para ti esta verdad son solamente “palabras”?

— Somos víctimas de esta cultura de lo provisional. Querría que pensarais en esto: ¿cómo puedo liberarme de esta cultura de lo provisional?

— Esta es una responsabilidad, ante todo, de los adultos, de los formadores. Es vuestra, formadores, que estáis aquí: dar un ejemplo de coherencia a los más jóvenes. ¿Queremos jóvenes coherentes? ¡Seamos nosotros coherentes! De lo contrario, el Señor nos dirá lo que decía de los fariseos al pueblo de Dios: “Haced lo que digan, pero no lo que hacen”. Coherencia y autenticidad.

— Podemos preguntarnos: ¿estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, para darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar por esa mundanidad espiritual que empuja a hacer todo por amor a uno mismo? Nosotros, consagrados, pensamos en los intereses personales, en el funcionalismo de las obras, en el carrerismo. ¡Bah! Tantas cosas podemos pensar… Por así decirlo ¿me he “acomodado” en mi vida cristiana, en mi vida sacerdotal, en mi vida religiosa, también en mi vida de comunidad, o conservo la fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a “salir fuera”, hacia los demás?

— A los pies de la cruz, es mujer del dolor y, al mismo tiempo, de la espera vigilante de un misterio, más grande que el dolor, que está por realizarse. Todo parece verdaderamente acabado; toda esperanza podría decirse apagada. También ella, en ese momento, recordando las promesas de la anunciación habría podido decir: no se cumplieron, he sido engañada. Pero no lo dijo. Sin embargo ella, bienaventurada porque ha creído, por su fe ve nacer el futuro nuevo y espera con esperanza el mañana de Dios. A veces pienso: ¿sabemos esperar el mañana de Dios? ¿O queremos el hoy? El mañana de Dios para ella es el alba de la mañana de Pascua, de ese primer día de la semana. Nos hará bien pensar, en la contemplación, en el abrazo del hijo con la madre. La única lámpara encendida en el sepulcro de Jesús es la esperanza de la madre, que en ese momento es la esperanza de toda la humanidad. Me pregunto a mí y a vosotros: en los monasterios, ¿está aún encendida esta lámpara? En los monasterios, ¿se espera el mañana de Dios?

Discurso del Papa Francisco ante el Presidente del Estado de Israel

“La construcción de la paz exige sobre todo el respeto a la libertad y a la dignidad de la persona humana, que judíos, cristianos y musulmanes consideran igualmente creada por Dios y destinada a la vida eterna. A partir de este punto de referencia que tenemos en común, es posible proseguir en el empeño por una solución pacífica de las controversias y los conflictos. A este respecto, renuevo el deseo de que se eviten, por parte de todos, las iniciativas y los actos que contradicen la declarada voluntad de alcanzar un verdadero acuerdo y de que no nos cansemos de perseguir la paz con determinación y coherencia…”

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Valiente discurso del Papa Francisco a los Directores de la ONU

“La funcionaria de derechos humanos de mayor rango en la ONU, Navi Pillay, miraba hacia abajo y estaba inquieta mientras el Papa Francisco daba un mensaje provida sin ambigüedades al secretario general Ban Ki-moon y a altos funcionarios de la ONU. Los niños por nacer son «nuestros hermanos y hermanas», dijo el papa Francisco a Pillay y a sus colegas reunidos en Roma para una reunión de coordinación. La oficina de Pillay facilita la tarea de los comités de la ONU que hace poco dijeron al Vaticano que modifique la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto…”

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La misión te renueva

Si queremos crecer en la vida espiritual, no podemos dejar de ser misioneros. La tarea evangelizadora enriquece la mente y el corazón, nos abre horizontes espirituales, nos hace más sensibles para reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros esquemas espirituales limitados. Simultáneamente, un misionero entregado experimenta el gusto de ser un manantial, que desborda y refresca a los demás. Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros. Esa apertura del corazón es fuente de felicidad, porque «hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35). Uno no vive mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad.

(Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, n. 272)

El Papa Francisco nos invita a examinarnos

Hemos oído muchos nombres, tantos nombres. El grupo de dirigentes religiosos, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley, que habían decidido matarlo. Estaban esperando la oportunidad de apresarlo. ¿Soy yo como uno de ellos?

También hemos oído otro nombre: Judas. Treinta monedas. ¿Yo soy como Judas? Hemos escuchado otros nombres: los discípulos que no entendían nada, que se durmieron mientras el Señor sufría. Mi vida, ¿está adormecida? ¿O soy como los discípulos, que no entendían lo que significaba traicionar a Jesús? ¿O como aquel otro discípulo que quería resolverlo todo con la espada? ¿Soy yo como ellos? ¿Soy yo como Judas, que finge amar y besa al Maestro para entregarlo, para traicionarlo? ¿Soy yo, un traidor? ¿Soy como aquellos dirigentes que organizan a toda prisa un tribunal y buscan falsos testigos? ¿Soy como ellos? Y cuando hago esto, si lo hago, ¿creo que de este modo salvo al pueblo?

¿Soy yo como Pilato? Cuando veo que la situación se pone difícil, ¿me lavo las manos y no sé asumir mi responsabilidad, dejando que condenen – o condenando yo mismo – a las personas?

¿Soy yo como aquel gentío que no sabía bien si se trataba de una reunión religiosa, de un juicio o de un circo, y que elige a Barrabás? Para ellos da igual: era más divertido, para humillar a Jesús.

¿Soy como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten humillando al Señor?

¿Soy como el Cireneo, que volvía del trabajo, cansado, pero que tuvo la buena voluntad de ayudar al Señor a llevar la cruz?

¿Soy como aquellos que pasaban ante la cruz y se burlaban de Jesús : «¡Él era tan valiente!… Que baje de la cruz y creeremos en él»? Mofarse de Jesús…

¿Soy yo como aquellas mujeres valientes, y como la Madre de Jesús, que estaban allí y sufrían en silencio?

¿Soy como José, el discípulo escondido, que lleva el cuerpo de Jesús con amor para enterrarlo?

¿Soy como las dos Marías que permanecen ante el sepulcro llorando y rezando?

¿Soy como aquellos jefes que al día siguiente fueron a Pilato para decirle: «Mira que éste ha dicho que resucitaría. Que no haya otro engaño», y bloquean la vida, bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que no salte fuera la vida?

¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de estas personas me parezco? Que esta pregunta nos acompañe.

De su homilía del 13 de Abril de 2014

La mejor entrevista que le han hecho al Papa Francisco hasta ahora

“En una entrevista concedida a Ferruccio de Bortoli, director del periódico italiano Corriere della Sera, que el diario argentino La Nación publica en forma simultánea y exclusiva, el papa Francisco habla de su primer año de pontificado. El Santo Padre habla de su relación con Benedicto XVI, su forma de gobernar la Iglesia, su mensaje pastoral, su rechazo a la «franciscomanía», los abusos sexuales, los pobres, la cuestión de los divorciados vueltos a casar, el papel de la mujer en la Iglesia, el control de la natalidad, etc…”

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Conversión Pastoral, 11 de 12, Criterios en la formación de comunidades

[Retiro espiritual para sacerdotes de la Diócesis de Yopal, en Colombia; Enero de 2014.]

Tema 11 de 12: Criterios en la formación de comunidades

* En los números 160 y siguientes de Evangelii Gaudium, el Papa Francisco indica: “[El] primer anuncio debe provocar también un camino de formación y de maduración. La evangelización también busca el crecimiento, que implica tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella. Cada ser humano necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir que alguien se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Ga 2,20).” La búsqueda de esa plenitud. que por otro nombre se llama SANTIDAD, es el horizonte de toda labor en nuestras comunidades: la meta es santos y santas.

* La formación y la maduración son palabras que hablan de un camino y de un proceso. No hay un límite en ese proceso ni se debe pensar que consiste sólo en alcanzar un estándar de comportamiento ético, como si “portarse bien” o “ser socialmente funcional” (EV, 60) fuera la meta exclusiva de nuestra fe cristiana.

* También nos enseña el Papa sobre la continuidad que debe darse entre el kerigma y la catequesis, y la demás vida de maduración de la Iglesia: “Cuando a este primer anuncio se le llama «primero», eso no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos” (EG, 64).

* Existe en efecto la tentación de trabajar por un cristianismo en el que se dan clases o castas, desde el punto de vista de la comprensión de la fe. Según esa visión, habría “verdades” propias de la gente sencilla, sin estudios, demasiado ingenuos, que deben contentarse con historias fantasiosas que incluyen milagros, y ángeles, y la resurrección corporal… pero una fe madura, progresista, ya estaría por encima de esas fábulas. Frente a tal postura escribe el Papa: “No hay que pensar que en la catequesis el kerygma es abandonado en pos de una formación supuestamente más «sólida». Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis.” (EG, 165).

Conversión Pastoral, 03 de 12, Caricaturas sobre Benedicto y Francisco

[Retiro espiritual para sacerdotes de la Diócesis de Yopal, en Colombia; Enero de 2014.]

Tema 3 de 12: Caricaturas sobre Benedicto XVI y Francisco

* La lectura de signos de los tiempos no es una acumulación de datos: es traer a nuestro corazón y pensamiento lo que viven nuestros hermanos; de modo eminente esta “lectura” la realizan nuestros obispos.

* Hay caricaturas que pretenden disminuir, calumniar o despreciar a Benedicto mientras exaltan a Francisco; se valen de mitos como:
+ Habría una corrupción total en la curia vaticana.
+ Benedicto sería adicto a la pompa y lujo.
+ Francisco es puro evangelio; lo que hubo antes de él, pura mundanidad.

* Otras caricaturas exaltan con nostalgia a Benedicto, como si Francisco fuera a destruir la doctrina y acabar con la Iglesia.

* Las grandes preocupaciones de Benedicto: subjetivismo y relativismo; armonía superior entre razón y fe; tienen eco en Francisco, pero de otro modo, según examinaremos. [Más de la relación entre estos Papas aquí.]

El Papa y la Navidad

Padre Nelson Medina: ¿Cómo vive un Papa la Navidad? Me lo he preguntado muchas veces, como profesional que soy. Vivo metido en proyectos serios con gente grande de rostro siempre muy preocupado. Pero Jesús nos dice que seamos como niños. ¿Un Papa, que tiene tantas angustias y cosas dramáticas en que ocuparse, ¿logra vivir la Navidad? Gracias por lo que nos comparta. Fabián H.

* * *

Hace poco vi un artículo precisamente sobre esa pregunta, tomado del Vatican Insider. Aunque lo específico y anecdótico no aparece, sí que podemos asomarnos al alma contemplativa del Papa Francisco. Transcribo una parte:

¿Qué significa para usted la Navidad?

Es el encuentro con Jesús. Dios siempre ha buscado a su pueblo, lo ha guiado, lo ha custodiado, ha prometido que le estará siempre cerca. En el Libro del Deuteronomio leemos que Dios camina con nosotros, nos guía de la mano como un papá con su hijo. Esto es hermoso. La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo. Y también es una consolación, un misterio de consolación. Muchas veces, después de la misa de Nochebuena, pasé algunas horas solo, en la capilla, antes de celebrar la misa de la aurora, con un sentimiento de profunda consolación y paz. Recuerdo una vez aquí en Roma, creo que era la Navidad de 1974, en una noche de oración después de la misa en la residencia del Centro Astalli. Para mí la Navidad siempre ha sido esto: contemplar la visita de Dios a su pueblo.

¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?

Nos habla de la ternura y de la esperanza. Dios, al encontrarse con nosotros, nos dice dos cosas. La primera: tengan esperanza. Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca. Es el papá que nos abre las puertas. Segunda: no tengan miedo de la ternura. Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se vuelven una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia. Tengo miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar. Tal vez por esto, viendo hacia el futuro, hablo a menudo sobre los niños y los ancianos, es decir los más indefensos. En mi vida como sacerdote, yendo a la parroquia, siempre traté de transmitir esta ternura, sobre todo a los niños y a los ancianos. Me hace bien, y pienso en la ternura que Dios tiene por nosotros.

¿Cómo es posible creer que Dios, considerado por las religiones como infinito y omnipotente, se haga tan pequeño?

Los Padres griegos la llamaban “synkatabasis”, condescendencia divina. Dios que desciende y está con nosotros. Es uno de los misterios de Dios. En Belén, en el 2000, Juan Pablo II dijo que Dios se convirtió en un niño que dependía totalmente de los cuidados de un papá y de una mamá. Por esto la Navidad nos da tanta alegría. Ya no nos sentimos solos, Dios descendió para estar con nosotros. Jesús se hizo uno de nosotros y sufrió por nosotros el final más terrible en la cruz, el de un criminal.

Una guía de perplejos, 8 de 8, Sugerencias del Papa Francisco

[Retiro para formadores, misioneros y superiores, ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, en Sasaima, Colombia, Diciembre de 2013.]

Tema 8 de 8: Sugerencias del Papa Francisco

* En los números 222 a 237 de su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium el Papa Francisco ofrece algunas indicaciones generales que iluminan la labor de hacer socialmente presente el Evangelio.

(1) El tiempo es superior al espacio

Lo explica en el n. 223: “Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Es una invitación a asumir la tensión entre plenitud y límite, otorgando prioridad al tiempo. Uno de los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad.”

(2) La unidad prevalece sobre el conflicto

Lo explica el Papa en el 228: “De este modo, se hace posible desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda. Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna.”

(3) La realidad es más importante que la idea

Leemos al Papa en el 232: “La idea –las elaboraciones conceptuales– está en función de la captación, la comprensión y la conducción de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos y nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. Hay que pasar del nominalismo formal a la objetividad armoniosa. De otro modo, se manipula la verdad, así como se suplanta la gimnasia por la cosmética.[185] Hay políticos –e incluso dirigentes religiosos– que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente.”

(4) El todo es superior a la parte

Esta explicación nos da el Papa en el 235: “El todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas. Entonces, no hay que obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es un don de Dios. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia. Del mismo modo, una persona que conserva su peculiaridad personal y no esconde su identidad, cuando integra cordialmente una comunidad, no se anula sino que recibe siempre nuevos estímulos para su propio desarrollo. No es ni la esfera global que anula ni la parcialidad aislada que esteriliza.”

¿Qué nos quiere decir el Papa?

“Resulta ya cansina la nulidad intelectual del mundo en que vivimos. Todo el mundo opina, pero sin molestarse en conocer más que los titulares de algunos grandes medios. Y luego esos se quejan de que se manipula demasiado, cuando la mejor manera de evitarlo es leer y pensar por uno mismo…”

EvGa

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