No me dejes, ¡Madre!: haz que busque a tu Hijo; haz que encuentre a tu Hijo; haz que ame a tu Hijo… ¡con todo mi ser! -Acuérdate, Señora, acuérdate.
Himno antiguo a la Virgen María
Tú eres un motivo de alegría para toda criatura,
coro de los ángeles y del género humano,
¡oh llena de alegría!
Templo santo. Paraíso espiritual. Gloria virginal.
Pues de Ti es de quien Dios ha tomado carne,
y de quien se hizo pequeño niño Aquel
que, desde antes de los siglos, es nuestro Dios
Así, pues, de tus entrañas Él ha hecho un trono,
y ha vuelto tu seno más amplio que los cielos.
(San Basilio Magno)
Un himno del breviario español
Padre: has de oír
este decir
que se me abre en los labios como flor.
Te llamaré
Padre, porque
la palabra me sabe a más amor.
Tuyo me sé,
pues me miré
en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar
a caminar,
sin deshojar mi rosa de esplendor.
Por cuanto soy gracias te doy:
por el milagro de vivir.
Y por el ver
la tarde arder,
por el encantamiento de existir.
Y para ir,
Padre, hacia ti,
dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré:
solo no sé
ir rectamente hacia tu claridad.
Tras el vivir,
dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer.
Dame, Señor, hondo soñar.
Hogar dentro de ti nos has de hacer. Amén
Más actual hoy día: Oración de un cristiano tibio
Espíritu Santo de Dios:
Sé que te necesito
porque a veces no siento que te necesito.
Pobre de mí, si no percibo la urgencia,
la sed, el anhelo infinito
de tu presencia bendita.
Dios Altísimo: que yo no sienta necesidad de ti
es grave señal de cuánta falta haces en mi vida.
Sé que te necesito
porque leo de personas santas
y no se me enciende el pecho
con ansia de darte una alegría semejante
a la que ellos te dan.
Se ve que me he vuelto de hielo,
y es evidente
que sin ti jamás valdré para el cielo.
Sé que te necesito
porque cada día las noticias
me hablan de traiciones, abortos y más muertes.
Y los ojos se me quedan secos.
¿Dónde perdí las lágrimas?
¿Por qué se acabó el dolerme el pecho?
Todo es culpa mía.
Y es señal de que sin ti
no voy a ser un milímetro mejor de lo que soy.
Sé que te necesito.
Lo sé con certeza soberana.
Lo saben mis entrañas
y me lo repite el corazón.
Sé que te necesito
con mayor prisa y en mayor proporción
de todo lo que yo pudiera enunciar.
Apiádate de mí, y ven.
Sé que te necesito.
Por piedad te suplico:
Haz que por lo menos tenga idea
de lo poco que he sido,
de lo mal que he vivido,
de lo mucho que he perdido,
y sobre todo,
que hasta el final
pueda saberte superior a mis males.
Sé que te necesito
porque tú me concedes saberlo.
Ven a vencerme,
porque ese será mi bien.
Revienta mi mundo y haz un mundo nuevo.
Renueva la faz de la tierra.
Por amor, por piedad, por favor.
Amén.
Ejemplo de una oración ferviente
El apóstol sin oración habitual y metódica cae necesariamente en la tibieza…, y deja de ser apóstol. ORACIÓN: Señor, que desde ahora sea otro: que no sea “yo”, sino “aquél” que Tú deseas. -Que no te niegue nada de lo que me pidas. Que sepa orar. Que sepa sufrir. Que nada me preocupe, fuera de tu gloria. Que sienta tu presencia de continuo. -Que ame al Padre. Que te desee a Ti, mi Jesús, en una permanente Comunión. Que el Espíritu Santo me encienda.
Gracias por el don de la vida
Señor, mi corazón se levanta agradecido y con gozo humilde quiere bendecirte. Es el hermoso don que me has dado: conocerte, saber de ti, tenerte en mi amor y pensamiento para saber a Quién debo tanto, que en realidad es todo.
Pero darte gracias también es mi deber. Toda la naturaleza espera a la voz del hombre para ir más allá de sí misma. Ni el mineral ni el microbio, ni el animal ni la planta tienen cómo conocerte y por eso tampoco tienen otra voz que no sea la de mi garganta, ni otro canto si no es el que brota de mi boca.
Y mi gratitud es triple como es triple tu misterio Trinitario.
Gracias por haberme creado; por haberme arrancado de la nada: es lo que se celebra en el cumpleaños.
Gracias por haberme redimido; por haberme arrancado del dominio del pecado: es lo que se celebra en el aniversario del bautismo.
Gracias por haberme llamado a la plenitud de santidad y comunión contigo por encima de la fuerza de la muerte: es lo que se celebra en el aniversario de la partida de este mundo.
¡Gracias, gracias, gracias, Señor!
Si me desechas Tú, Padre amoroso…
Si me desechas tú, Padre amoroso,
¿a quién acudiré que me reciba?
Tú al pecador dijiste generoso
que no quieres su muerte, ¡oh Dios piadoso!,
sino que llore y se convierta y viva.
Cumple en mí la palabra que me has dado
y escucha el ansia de mi afán profundo,
no te acuerdes, Señor, de mi pecado;
piensa tan sólo que en la cruz clavado
eres, Dios mío, el Redentor del mundo.
Amén.
Levántame, Señor, que estoy caído
Levántame Señor, que estoy caído,
sin amor, sin temor, sin fe, sin miedo;
quiérome levantar, y estoyme quedo;
yo propio lo deseo, y yo lo impido.
Estoy, siendo uno solo, dividido:
a un tiempo muerto y vivo, triste y ledo;
lo que puedo hacer, eso no puedo;
huyo del mal y estoy en él metido.
Tan obstinado estoy en mi porfía,
que el temor de perderme y de perderte
jamás de mi mal uso me desvía.
Tu poder y bondad truequen mi suerte:
que en otros veo enmienda cada día,
y en mí nuevos deseos de ofenderte.
Amén.
No me mueve mi Dios para quererte
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiere,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Precioso Himno de la Liturgia de las Horas
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo
al acabar el día su jornada,
y, libres ya mis manos del trabajo,
a hacerte ofrenda del trabajo vengo.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo
cuando las luces de este día acaban,
y, ante las sombras de la noche oscura,
mirarte a ti, mi luz, mirarte puedo.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo,
y aunque me abruma el peso del pecado,
movido por tu amor y por tu gracia,
mi salvación ponerla en ti yo quiero.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo,
muy dentro de mi alma tu esperanza
sostenga mi vivir de cada día,
mi lucha por el bien que tanto espero.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo;
por el amor de tu Hijo, tan amado,
por el Espíritu de ambos espirado,
conduce nuestra senda hacia tu encuentro.
Amén.
Hermosa plegaria de luz y de esperanza
Dios está siempre
con nosotros.
Incluso en las noches
oscuras de nuestra vida,
no nos abandona.
Incluso en los momentos
difíciles, está presente.
E incluso en la última
noche, en la última soledad
en la que nadie puede acompañarnos,
en la noche de la muerte.
La bondad de Dios siempre
está con nosotros.”
Benedicto XVI
Muero porque no muero
[Otra poesía clásica de Santa Teresa de Jesús, virgen, doctora de la Iglesia, y Reformadora de la Orden del Carmelo. – Musicalización de Fr. Nelson Medina, O.P.]
Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
Después que muero de amor;
Porque vivo en el Señor,
Que me quiso para sí:
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero,
Que muero porque no muero.
Continuar leyendo “Muero porque no muero”
¿Qué mandáis hacer de mí?
[Poesía de preciosa inspiración de Santa Teresa de Jesús, virgen, doctora de la Iglesia, y Reformadora de la Orden del Carmelo. – Musicalización de Fr. Nelson Medina, O.P.]
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad,
Que hoy os canta amor así.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Continuar leyendo “¿Qué mandáis hacer de mí?”
Oración cargada de amor!
Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena!, ¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre! -Y luego, ¡lánzanos lejos!, lejos, con hambres de mies, a una siembra cada día más fecunda, por Amor a Ti.
Breve súplica ardiente
Padre mío -¡trátale así, con confianza!-, que estás en los Cielos, mírame con compasivo Amor, y haz que te corresponda. -Derrite y enciende mi corazón de bronce, quema y purifica mi carne inmortificada, llena mi entendimiento de luces sobrenaturales, haz que mi lengua sea pregonera del Amor y de la Gloria de Cristo.
Plegaria de una mujer asombrada por el amor de Dios
No me dan ganas de nada mas, sino solo de alabarte y agradecerte a ti, Oh Cristo, porque me has mirado con amor y misericordia. Siendo yo tan pecadora, al acercarme al confesionario me repites: déjame amarte una vez más.
Abre mi corazón, Cristo, abre lo más profundo de mí a tu amor, para que eso me baste y no quiera más que a ti. Que ese amor me lleve a entender cuán valiosa soy frente a tus ojos, y que las prohibiciones no son más que toques de amor tuyos hacia tus hijos.
No debe bastarme “no hablar mal del prójimo,” sino reconocer la grandeza que tú haces en mi prójimo. No debe bastarme “no tener relaciones sexuales,” sino amar al otro como Cristo lo hace. No debe bastarme “no perder el tiempo,” sino gastar el tiempo haciendo el bien.
Gracias porque nos levantas! Ofrezco en este momento un Avemaría por mi alma y por el alma de todas las personas que amo. Porque eso es amor, hablarle a Dios de las personas y hablar con las personas de Dios.
Amén.