Cuando la Iglesia Catolica cayó en grave ingenuidad

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog Cor ad Cor de Luis Fernando Pérez..


Esta frase de réplica resume el drama, y el por qué del intento fallido del Cardenal Tarancón: “¿Acaso la condición de peregrina de la Iglesia es incompatible con su condición de defensora de la fe?”

Ciertamente eran otros tiempos. Y si me preguntáis qué los hacía tan distintos, parte de la respuesta es: una colosal ingenuidad.

Era la época en que se creía que si la Iglesia dejaba sus privilegios el mundo dejaría su incredulidad. Al final resultó que la Iglesia dejó su capacidad de interpelar y el mundo no dejó su dureza, aunque por momentos pareció volverse más cortés.

El tiempo mostró que la secularización de los sacerdotes y el empobrecimiento de la liturgia eran ofertas de una sola vía, es decir, que la supuesta generosidad de una Iglesia que estaba dispuesta a negociar hasta sus dogmas (horror de horrores) no iba a recibir más generosidad que el cinismo de los que nunca se sacian: “Queremos un Cristo sin milagros; y además, sin exigencias morales; y además, sin lugar en la vida pública; y además, sin verdad histórica; y además, y además…”

El engaño está terminando. Al sainete le queda poca vida porque en muchos lugares ya no hay nada más que destruir, habiendo acabado con las ruinas de las ruinas.

Y terminado el sainete, la Iglesia renacerá. No sabe ni puede hacer otra cosa. Y una vez renacida, vigorosa, hermosa con la hermosura que le da su Esposo, la Iglesia habrá aprendido a ser un poco menos ingenua y un mucho más fiel a su propia naturaleza y ser.

Cristo Vivo, 08 de 10: La logica del poder en este mundo

Cristo Vivo. Retiro con Frailes Dominicos del Vicariato del Ecuador, en Enero de 2012. Tema 8: La Lógica del Poder en el Mundo.

* Es cosa muy común, y muy humana, creer que para que una idea tenga éxito hay que lanzarla y realizarla desde los estrados más altos, es decir, desde el poder. De esa convicción se pasa a un propósito: hacerse con el poder para, desde ahí, lograr resultados. Este tipo de pensamiento lo ha tenido gente de buena y de mala fe; gente con ideas perversas o con ideas incluso nobles. También dentro de la Iglesia hay quienes creen que con solo lograr mayorías numéricas y puestos cercanos a la curia se logra difundir mejor el Evangelio, o los valores del Evangelio.

* El problema con ese modo de pensar es que, por así decirlo, intenta cambiar al ser humano de afuera hacia adentro, y ello implica a menudo el recurso a la coerción y al engaño. Pero la imposición de una voluntad sobre otra, o el uso de la sola astucia no son medios que puedan permanecer a largo plazo: aunque por un tiempo se logre prevalecer, a la larga se crean enemigos, envidias, y resistencia que terminan por derribar un régimen, un partido o un líder para dejar en su sitio a otro. El ciclo se repite una y otra vez, reeditado en mil formas: cambian las caras, los lemas, las banderas, pero la arrogancia y la crueldad son iguales o peores.

* La propuesta de Cristo es opuesta. La hallamos en las bienaventuranzas. No es obvia, porque el simple atacar la lógica del poder puede ser incluso pretexto para buscar la propia cuota de poder. por algo se necesita metánoia: genuina renovación de la mente.

La justa autonomia de la realidad terrena

36. Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia.

Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe.

Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 36]

Los desequilibrios del mundo moderno

8. Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia bajo el signo del desorden, y la misma conciencia agudizada de las antinomias existentes hoy en el mundo, engendran o aumentan contradicciones y desequilibrios.

Surgen muchas veces en el propio hombre el desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de conocimiento teórico que no llega a dominar y ordenar la suma de sus conocimientos en síntesis satisfactoria. Brota también el desequilibrio entre el afán por la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral, y no pocas veces entre las condiciones de la vida colectiva y a las exigencias de un pensamiento personal y de la misma contemplación. Surge, finalmente, el desequilibrio entre la especialización profesional y la visión general de las cosas.

Aparecen discrepancias en la familia, debidas ya al peso de las condiciones demográficas, económicas y sociales, ya a los conflictos que surgen entre las generaciones que se van sucediendo, ya a las nuevas relaciones sociales entre los dos sexos.

Nacen también grandes discrepancias raciales y sociales de todo género. Discrepancias entre los países ricos, los menos ricos y los pobres. Discrepancias, por último, entre las instituciones internacionales, nacidas de la aspiración de los pueblos a la paz, y las ambiciones puestas al servicio de la expansión de la propia ideología o los egoísmos colectivos existentes en las naciones y en otras entidades sociales.

Todo ello alimenta la mutua desconfianza y la hostilidad, los conflictos y las desgracias, de los que el hombre es, a la vez, causa y víctima.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 8]