Mensaje de Pascua 2018

Un día descubrirás que mejor que pedir milagros es ser tú mismo el milagro.

Es posible que el mundo necesite muchos milagros porque son muy grandes las necesidades; pero más necesita personas que sean milagros vivientes porque son muchos los necesitados.

Hoy es un milagro que alguien, aunque esté cansado, tenga tiempo, una sonrisa y un corazón abierto para acoger y escuchar al que está devastado y roto.

Hoy es un milagro que tus palabras no se concentren en los defectos de los demás sino es sus cualidades, sus talentos, su inmenso potencial.

Hoy es un milagro que alguien escoja aquella penitencia que nadie verá en esta tierra y que sólo existe para los ojos eternos del Padre del Cielo.

Hoy es un milagro que tu día se rompa para un tiempo que todos llamarían “perdido” pero que tú llamas “adoración” y que sabes que es lo que te da fuerzas para todo lo demás.

Hoy es un milagro que puedas guardar silencio mientras alguien te dice cosas duras o injustas: simplemente has escogido oír más el corazón y menos la voz de esa persona.

Hoy es un milagro que hagas una plegaria ferviente por un perfecto desconocido: alguien que jamás sabrá quién eres tú, ni por qué gastas tu tiempo buscando el bien de los demás.

Hoy es un milagro que pronuncies el nombre de JESÚS, tu Maestro, en el momento exacto en que unos oídos lo necesitaban, y un corazón estaba a punto de abrirse.

Tú puedes ser el milagro.

Pero no lo podrás ser por tus solas fuerzas. Si tus solas fuerzas lograran todo, entonces no se llamaría “milagro.”

El arte es llamar con amor y humildad a las puertas del Maestro, y pedirle con sencillez: “Hoy quiero ser tu milagro.”

Nadie lo sabrá. Quizás nadie lo entenderá. Pero la alianza secreta entre el Maestro y tú no podrá romperla tampoco nadie.

Y una estela de gracia seguirá tus pasos y dará luz a tus palabras.

Créelo.

LA GRACIA del Viernes 9 de Febrero de 2018

No te quedes solo en el milagro, es necesario que permitas que el Evangelio llegue a lo profundo de tu corazón y te transforme para que se realice el plan de salvación en ti.

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LA GRACIA del Jueves 8 de Febrero de 2018

Cristo no viene simplemente a aliviar dolores, viene a cambiar vidas; más que curar Él quiere que haya un encuentro con el Dios vivo mostrándonos su plan de salvación.

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Historia de un milagro en Boston

“Desde que la hija del neurólogo Fernando Dangond Castro se sanó de un agresivo tipo de cáncer, el médico colombiano se replanteó sus conceptos sobre la vida y la muerte, sobre la ciencia y sobre Dios. El riguroso profesor de Harvard, y director médico en Estados Unidos de la farmacéutica Merck, ahora es un devoto creyente del poder de los milagros…”

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Un milagro del Padre Pío

Somos una familia católica integrada por mi esposo, Jaime Tinajero, beneficiado por el gran milagro que a continuación voy a relatar, yo misma, Albina Jaramillo, y nuestros hijos Yesia, Jaime y Violeta.

A principio de marzo de 2000, mi marido enfermó gravemente y hubo que ingresarlo de urgencia en el hospital.

Su sistema inmunológico estaba muy debilitado; padecía unos dolores muy fuertes que le obligaban a permanecer postrado en cama entre gritos y lamentos.

En el hospital le hicieron todo tipo de pruebas: tomografías, radiografías, análisis de sangre y la pertinente biopsia. Diagnostico: “Metástesis de cáncer en los huesos”.

Por más morfina que le administraban, tan sólo servía para calmarle el dolor durante tres o cuatro horas.

El médico, resignado, me dijo: “Señora, usted misma ve cómo está su marido; no podemos hacer ya nada más por él. Si tiene fe, rece”.

Me asustaba pensar que mi esposo, de 38 años, pudiera dejarme viuda con nuestra hija pequeña, Violeta, de sólo dos años.

Pero, tres meses después de su ingreso, la cruda realidad acrecentaba ese temor: mi marido ya apenas comía, al borde de la muerte.

Uno de esos días, mi hermano Pablo, fraile capuchino, me dijo que rezase la novena al Padre Pío con mucha fe. Me entregó una estampa, la cual coloque en el cabecera de la cama de mi marido. También me regaló una biografía titulada Padre Pío, místico y apóstol, que leí junto a mi esposo en aquellos interminables días. Ambos rezamos juntos la novena con gran fervor. Yo misma oraba sin cesar, en medio de mi propia desesperación e impotencia, consciente de que él empeoraba cada día.

Extenuada, tras más de tres meses acompañándole día y noche, le dije al Señor: “Si no quieres dejarle aquí, llévatelo; pero si decídes que permanezca con nosotros, aliviano. ¡Dios mío, yo he aprendido que Tú siempre escuchas cuando se te pide algo con fe! ¡Ayúdame, por favor, pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya!”

Al mismo tiempo, imploraba al Padre Pío su intercesión. Me agarre fuertemente a él, pidiéndole que tuviste compasión. Hasta que a finales de julio, el cáncer desapareció sin dejar la menor huella en las pruebas que los médicos, incrédulos al principio, le repitieron una y otra vez.

Es un verdadero milagro, admitió finalmente el doctor, preguntándome a que santo mu había encomendado. Le dije, por supuesto, que al Padre Pío.

En junio de 2010, cuando redacto esta líneas, mi esposo sigue en pie, trabajando con absoluta normalidad. Su milagrosa curación nos ha servido para acercarnos más a Dios y dar testimonio de que, cuando algo se le pide con fe, por difícil que resulte, Él siempre nos escucha.

Nunca agradeceremos bastante al Padre Pío -San Pillito, como lo apodamos cariñosamente en familia- lo que ha hecho por nosotros, ni le daremos a conocer lo suficiente. Pero él sabe cuánto le amamos. El 23 de septiembre asistiremos de nuevo a Misa en su honor. ¡Gracias, Padre Pío!

LA GRACIA del Domingo 20 de Agosto de 2017

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

Los milagros de Jesús son instrumentos de revelación y de alianza con el Dios que hizo promesas al pueblo de Israel y que luego las extiende a todos nosotros.

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El milagro de Loreto

“En Nazaret, los enviados sólo encontraron los cimientos de la casa y el espanto de los nazarenos por su desaparición. Los cimientos tenían las mismas medidas que los que habían aparecido en Tersatz, y se conservan aún hoy en la Basílica de la Anunciación, en Nazaret. En cuanto a la casa que apareció en Tersatz, estaba intacta y sin signos de haber sido desmontada y reconstruida. Después de poco más de tres años, ocurrió un nuevo milagro: el 10 de diciembre de 1294, la casa de la Virgen María fue elevada sobre el mar Mediterráneo y llevada a los bosques de Loreto, en Recanati, Italia…”

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Construcción de Dios [La Comunidad en los Hechos, 9 de 20]

Los cristianos, a diferencia de muchos países que celebran la Independencia, “celebramos la dependencia a Dios” y que tenemos a Quién acudir.

En cada oración se celebra la dependencia porque comenzamos por invocar a Dios y reconocer nuestros límites. La oración es la constancia de nuestro limite y, en un sentido amplio, es nuestra comunión. La oración nos une, afianza el espíritu de comunidad y en las necesidades nos hermanamos.

La Eucaristía, máxima y suprema oración, está presente Dios de una manera suprema, sin límite, irrestricta e inigualable. Esta presencia de Dios hace que la Eucaristía sea más que una oración por ser la fuente de donde emana toda Gracia. La Iglesia acude una y otra vez a la Eucaristía para renacer.

“El temor sobrecogía a todos, y por medio de los apóstoles se realizaban muchos prodigios y señales.” (Hechos 2,43)

Surgen dos cuestiones: 1. ¿Dónde están esos prodigios y señales en nuestra época? y 2. ¿por qué la gente se atemorizaba y qué clase de temor era?

Hay que reconocer que hemos decaído mucho en la fe. Cuando la Iglesia crece, los prodigios aumentan. Cabe pensar que si no hay milagros, ni crecimiento es porque no salimos de la zona de confort. La falta de fe se ve en que solo acudimos a la oración como último recurso.

Los santos viven la presencia de Dios en todo momento y en diálogo permanente y continuo con Él. A veces no surgen más milagros porque somos duros y no creemos y no tenemos el don de Piedad. No podemos ser crédulos (creyendo cualquier cosa) ni tampoco ser incrédulos (aquellos que no creen nada). Hay un punto medio que se llama el verdadero creyente.

Necesitamos corazón de hijos para que Dios pueda seguir haciendo cosas extraordinarias. Estamos rodeados de milagros, pero necesitamos, aparte de fe, la capacidad de verlos, que consiste en decirle a Dios de corazón: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

LA GRACIA del Martes 12 de Julio de 2016

Dios abre un diálogo de amor con nosotros a través de su poder, sanación y milagros; la respuesta a esta palabra de misericordia ha de ser la acogida de la fe, la obediencia y el amor hacia Él.

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¿Por qué hay en la Iglesia tanta diferencia entre los tiempos primitivos y los nuestros?

Padre Nelson: Cuando leo las historias admirables de los mártires en el coliseo romano, o cuando leo de los milagros espectaculares del libro de los Hechos de los Apóstoles, me pregunto: ¿dónde están esas obras en nuestro tiempo? ¿No se supone que uno debería ver cosas maravillosas con más frecuencia? ¿O es que por el hecho de que ahora contamos con métodos muy precisos como son los de la ciencia moderna resulta que no había tantos milagros antes? – NF.

* * *

En tu pregunta mencionas dos situaciones distintas: la de los mártires y la de los milagros.

En cuanto a los mártires, no tengamos duda: en nuestro tiempo hay, numéricamente hablando, una “nube de testigos,” como dice la Carta a los Hebreos (12,1): simplemente recordemos los dolores, privaciones, torturas y muerte que ahora mismo han experimentado o están experimentando tantos cristianos en Siria, Irak, Yemen, Nigeria, Libia o Egipto. Los espantosos tormentos a que están siendo sometidos nuestros hermanos en la fe tienen la grandeza de un amor sublime pero también tienen toda la carga de crueldad de los tiempos antiguos.

En cuanto a los milagros, tengamos en cuenta dos cosas. Primera, que cada proceso de beatificación o de canonización de los que no han muerto mártires, tiene como requisito que haya sucedido un milagro comprobado. Y comprobado quiere decir lo que entendemos usualmente: comprobado científicamente. Lo que hay que preguntar no es si hoy suceden muchos milagros sino: ¿cómo es que tantas personas vivan prisioneras del materialismo o del cientificismo si la misma evidencia científica muestra que hay cosas inexplicables para la ciencia, es decir: milagros?

Lo segundo que hay que decir es que los milagros que más le interesan a Dios son las conversiones. Y una conversión, si lo pensamos bien, no es un prodigio pequeño: que una persona tenga todo dispuesto en su vida, en su corazón y en su mente para negar la obra divina o incluso su existencia, y después llegue a profesar con amor su fe, y dejarse matar por ella, ¿qué es eso, sino un milagro impresionante? Y de esos milagros suceden muchos, como pueden dar testimonio tantos que están evangelizando en todo el mundo.

Así que, abramos nuestros ojos, y con mayor gratitud y empeño, sigamos anunciando el Nombre de Jesucristo.