La violación del secreto de confesión no ayudaría a las víctimas de abuso

“Si el clero se viese obligado a informar lo que se les dicen en confesión a la policía, sin el consentimiento del penitente, entonces una cosa será segura: nadie volvería a querer confesar esos pecados en particular. Las reglas de la confesión existen por una muy buena razón: hacer más fáciles las cosas al penitente. Puedes confesarse sabiendo que todo lo que reveles nunca se le dirá a nadie. Una vez que esa garantía absoluta haya desaparecido, el penitente no tendría ninguna garantía real de confidencialidad, y sería, naturalmente, mucho más reservado a la hora de confesar sus pecados…”

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El amor va más allá de la simpatía

Es un hecho que cada Papa suele despertar afectos o desafectos intensos en distintos grupos de creyentes, y también en los no-creyentes. Así por ejemplo, hubo júbilo en unos y desánimo en otros cuando Benedicto XVI fue elegido Sucesor de Pedro. En parte es algo natural, propio de las personas públicas: gustan a algunos y disgustan a otros.

Para nosotros, los creyentes, el amor va mucho más allá de las simpatías o las antipatías. Es pésimo, por ejemplo, el testimonio que han dado algunos medios católicos que sólo tenían palabras de crítica contra Benedicto y ahora se deshacen en elogios y dulzura con el Papa Francisco. O lo contrario: sólo hablaban del anterior Papa como de un Doctor de la Iglesia y ahora llegan a decir barbaridades sobre el actual pontífice.

Nuestro amor al Papa no es canonización del Papa, ni papolatría, ni ceguera frente a sus errores, que todos los han tenido. Nuestro amor es tres cosas:

(1) Gratitud porque en él Cristo nos está dando un signo de unidad y de su presencia misma entre nosotros.

(2) Conciencia de su misión única y de nuestro deber de defenderlo con nuestras oraciones.

(3) Disponibilidad para acoger las señales de Evangelio que cada Papa nos da, seguramente con énfasis distintos.

Siempre unidos en oración junto a San Ignacio de Loyola

La única actitud razonable y católica frente a la Compañía de Jesús, es decir, aquellos a quienes llamamos “Jesuitas,” es: agradecimiento a Dios por la obra que han realizado y ferviente oración para que todos sean fieles al precioso carisma que les dejó su fundador San Ignacio de Loyola, cuya fiesta es el 31 de Julio.

Debemos comprender que los Jesuitas son la Comunidad Religiosa más grande, la que está presente en más lugares, la que en cierto sentido tiene una influencia mayor dentro del conjunto de la Iglesia Católica. Ello es quizás más visible a partir del hecho de que en la persona del Papa Francisco tenemos al primer Papa elegido de entre los miembros de tal Comunidad.

Por eso mismo, los Jesuitas han asumido riesgos y han intentado tareas que en muchos casos están a la vanguardia de todo lo que hace la Iglesia. En muchos casos han acertado; en otros, no. Uno quisiera poder decir que todo lo han hecho bien y que siempre han sido perfectos y fieles en vida y doctrina pero eso no es cierto.

Con realismo, uno debe entender que el demonio ataca con mayor fuerza al que podría hacer mayor bien, y por eso es responsabilidad nuestra orar, y en algún caso: amonestar con afecto de hermanos a los miembros de la Compañía de Jesús, para que estén siempre a la altura del lugar que Dios le s ha dado en el conjunto de la Santa Iglesia Católica.

Amén.

Catorce consejos probados para hablar de Dios con desconocidos

“Dave Armstrong es un conocido apologeta católico, con presencia constante en la red: en 1998 ganó el premio a la mejor pagina católica del año y contribuye habitualmente con sus artículos y posts en numerosos blogs. Es autor de varios libros de apologética, y su testimonio de conversión figuró entre los once recogidos en el bestseller de Patrick Madrid Surprised by the Truth [Sorprendidos por la Verdad], que incluye, entre otros, el de Scott Hahn…”

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7 luces naranjas que hay que discernir en los nuevos fenómenos católicos

“Hace unos días leí en Aleteia un artículo originalmente publicado en Catholic-Link, en el que se reflexionaba sobre la posible sectarización de parroquias o comunidades dentro de la Iglesia católica. Me llegó a través de un amigo, con el comentario: “Pone el dedo en la llaga”. El fenómeno, como sacerdote, me preocupa y afecta, pues en alguna ocasión he visto irse al traste actividades apostólicas que podían haber dado mucho fruto si hubiera habido un discernimiento adecuado. Por ello, me permito añadir a dicho artículo algunos temas sobre los que creo que los pastores y fieles deben discernir de modo cuidadoso a la hora de colaborar con estos nuevos fenómenos…”

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Cuando mataron a San Esteban, el protomártir…

La Sagrada Escritura nos dice que Esteban, que perteneció al primer grupo de diáconos de la Iglesia (Hechos 6,5) recibió de Dios tal sabiduría que sus adversarios “no podían hacer frente a la sabiduría ni al Espíritu con que hablaba” (Hechos 6,10). Cuando quedó cerrado el camino de las discusiones, porque vieron que así jamás podrían vencerlo, entonces utilizaron otros caminos: la calumnia, luego la gritería, y finalmente la tortura y muerte. Al momento de apedrearlo leemos esto: “ellos, gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo.”

Es la Historia de la Iglesia misma. En el terreno de la lógica y las razones, nadie puede vencer a la claridad de una encíclica como Evangelium vitae, sobre la dignidad de la vida humana en todas sus etapas; o como Veritatis splendor, sobre la relación entre verdad y libertad; o como Familiaris consortio, sobre la unidad e indisolubilidad del matrimonio. Como esos caminos de diálogo y discusión sólo reportan pérdidas para los enemigos de la fe, entonces usan otros: calumnias, sofismas, confusión, silencio de la doctrina clara.

No es de extrañar que, al final, como en la historia de Esteban, se presenten no pocos que sean perseguidos, maltratados o asesinados. Pero Dios seguirá siendo Dios, y a golpe de espada o de conversiones, o de ambas cosas, se abrirá un tiempo nuevo para la Iglesia.

Iniciado el proceso de beatificación del P. Hamel

“El Arzobispo de Rouen (Francia), Mons. Dominique Lebrun, confirmó la apertura oficial de la causa diocesana de beatificación del sacerdote Jacques Hamel, asesinado por extremistas mientras celebraba la misa en la iglesia de St. Etienne du Rouvray, en Normandía. El arzobispo lo anuncio durante la Misa Crismal que presidió este Jueves Santo, en la Catedral de la ciudad…”

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Página oficial de la Conferencia Episcopal de Colombia

“Es voluntad de nuestro Señor Jesucristo constituir a los Apóstoles en forma de “colegio o grupo estable, y eligiendo entre ellos a Pedro lo puso al frente de él”. Los apóstoles no son “elegidos y enviados por Jesús en forma independientemente unos de otros sino formando el grupo de los Doce”. La unión colegial del Episcopado es manifestación de “la naturaleza misma de la Iglesia que siendo en la tierra semilla e inicio del Reino de Dios, es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano. Así como la Iglesia es una y universal, así también el Episcopado es uno e indiviso”. Por este motivo “la unidad del Episcopado es uno de los elementos constitutivos de la unidad de la Iglesia” a través de la cual “se manifiesta y se conserva la tradición apostólica en todo el mundo”. Es esta comunión la que configura el Colegio Episcopal…”

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