El teólogo en la Iglesia

“La figura del teólogo emerge dentro del pueblo de Dios, distinguiéndose del mismo por su conocimiento religioso más organizado. No raras veces en el pasado y el presente tales pensadores cristianos han hecho avanzar considerablemente a la sabiduría eclesial, aportando soluciones a zonas intrincadas u oscurecidas por mala interpretación de algunos, en lo referente a la fe. Baste el incompleto recuento de los Santos Ireneo de Lyon, Atanasio, Cirilo, Agustín, Tomás de Aquino… Pero, no en menor grado, provocaron igualmente conflictos y desorientación en la inmensa grey del pueblo de Dios. Repasemos, también brevemente, a Arrio, Nestorio, Eutiques, Pelagio, Lutero…”

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La otra cara del consumismo

“«Debemos hacernos mirar el armario», dice la responsable en España de la red internacional Dignitex, advirtiendo de que, con nuestros patrones de consumo de ropa, las sociedades occidentales somos cómplices de la explotación laboral y la contaminación ambiental en el resto del mundo…”

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¿Qué clase de trato debe haber entre creyentes y no creyentes?

A los fieles se les prohibe el trato con alguna persona por dos razones: la primera, en castigo de aquel a quien se le sustrae la comunicación con los fieles; la segunda, por precaución hacia quienes se les prohibe el trato con ella. Ambas razones pueden deducirse de las palabras del Apóstol. Efectivamente, después de proferir la sentencia de excomunión, da como razón la siguiente: ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? (1 Cor 5,6). Y más abajo da otra razón por parte de la pena inferida por la sentencia de la Iglesia: ¿No es a los de dentro a quienes vosotros juzgáis? (1 Cor 5,12).

Si se trata, pues, del primer aspecto, no prohibe la Iglesia el trato de los fieles con los infieles que no abrazaron nunca la fe cristiana, es decir, los paganos o los judíos. La Iglesia, en efecto, no tiene competencia para juzgar a éstos en el plano espiritual, sino temporal, como en el caso de que, morando entre cristianos, cometan una falta y sean castigados con pena temporal por los fieles. De este modo, es decir, como pena, prohibe la Iglesia a los fieles el trato con los infieles que se apartan de la fe recibida, sea corrompiéndola, como los herejes, sea abandonándola totalmente, como los apóstatas. Contra unos y otros, en efecto, dicta la Iglesia sentencia de excomunión.

En cuanto al segundo título, hay que distinguir, de acuerdo con las condiciones diversas de personas, ocupaciones y tiempos. Si se trata, efectivamente, de cristianos firmes en la fe, hasta el punto de que de su comunicación con los infieles se pueda esperar más bien la conversión de éstos que el alejamiento de aquéllos de la fe, no debe impedírseles el comunicar con los infieles que nunca recibieron la fe, es decir, con los paganos y judíos, sobre todo cuando la necesidad apremia. Si, por el contrario, se trata de fieles sencillos y débiles en la fe, cuya perversión se pueda temer como probable, se les debe prohibir el trato con los infieles; sobre todo se les debe prohibir que tengan con ellos una familiaridad excesiva y una comunicación innecesaria. (S. Th., II-II, q.10, a.9, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

Ser cristianos en una sociedad postcristiana

1. La idea de que el cristianismo es como una especie de etapa y que pronto puede ser superada ha estado presente en la historia desde el siglo I.

2. Cristo anunció claramente la oposición entre su Evangelio y la lógica de este mundo. El centro del odio a la fe cristiana está en el primer mandamiento: aquello de que Dios es el Señor.

3. Principales fuentes de conflicto: no a la idolatría; no al uso del ser humano; no a la instrumentalización del odio (caso del marximos y del neomarxismo).

4. Opciones necesarias:

* Tomar conciencia del tiempo presente
* No fiarse de la sola cultura, o la inercia
* Fortalecer la familia
* Pertenecer a una comunidad
* Formación permanente
* La fe si no se da se pierde
* Sembrar a largo plazo
* No imponer pero sí ofrecer
* Oportunas expresiones públicas: la fe a la calle
* Orar, orar, orar

No toda discusión tiene sentido

Hay personas que sostienen que la tierra es plana y que la NASA tiene una conspiración para presentarnos fotos falsas y videos falsos, y lanzamientos falsos de cohetes falsos porque, como todo el mundo sabe, la tierra es plana.

Resulta difícil conversar con personas así.

Resulta difícil conversar con alguien que sólo admite lo que respalde su punto de vista. Personas hay que no conocen matices, ni admiten la menor posibilidad de error, ni reconocen nada bueno en los que no son o piensan como ellos.

Y yo simplemente me acuerdo de 2 Timoteo 2,14: “No dejes de recordarles esto. Adviérteles delante de Dios que eviten las discusiones inútiles, pues no sirven nada más que para destruir a los oyentes.”

Dios nos ayude a buscar la verdad y a tener la actitud de escucha sincera y de humilde homenaje a Aquel que es la Verdad misma.

Aprenda a responder a los que usan textos de la Iglesia contra la misma Iglesia

Un caso interesante, que no dudo se repetirá con otros formatos en el futuro, se ha dado en Colombia. Una periodista conocida, Claudia Palacios, ha publicado un artículo en el diario de mayor circulación en mi país, EL TIEMPO. El título es: “Atenuantes del pecado de abortar” Y el subtítulo es este: La Iglesia debe reconocer que el derecho canónico perdona el aborto en 10 causales.

El artículo de Claudia Palacios está aquí. El mismo artículo lo he guardado el día de su publicación en mi libreta de Evernote, para controlar si el texto es cambiado posteriormente. El enlace público a ese artículo en mi libreta está aquí.

En su momento preparé una respuesta en video al escrito de la Sra. Palacios:

Voy a presentar aquí una síntesis de los recursos que ella utiliza porque es útil conocerlos, y como dije, estoy seguro de que van a replicarse en otros escritos que quieren minar la enseñanza de la Iglesia en temas de tanta trascendencia como es la defensa de la vida del no-nacido. Mi presentación, con todo el respeto hacia ella como persona y como comunicadora, debe llamar las cosas por su nombre y por eso no es extraño que hable de “mitos” y “mentiras” porque ahí están.

1. Mito: La autora quiere que pensemos que al Papa Francisco no le dejan decir todo lo que él quisiera. Se supone que “el problema no es Francisco, sino la pesada estructura eclesial.” La verdad es que el Papa ha sido diáfano sobre el tema del aborto. Ver por ejemplo este video.

2. Tergiversación de un texto pontificio y mentira subsiguiente: La misericordia que predica el Papa sirve para autorizar el aborto. El Papa ha facilitado el perdón para quien comete el crimen del aborto, exactamente con estas palabras: “En virtud de esta exigencia, para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado del aborto.” (Carta apostólica Misericordia et misera, n. 12). El lenguaje no es ambiguo: se trata de la “absolución” de un “pecado” no de una declaración de inocencia. En el mismo lugar agrega el Papa: “Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre.” [subrayado nuestro]

3. Mito: La Iglesia Católica oculta información para dominar la conciencia de las personas. Mito derivado: La verdad de la Iglesia sólo se conoce a través de “filtraciones.” La señora Palacios presenta su artículo en el tono de una revelación que ha obtenido de modo secreto. Estas son sus palabras: “Yo no lo sabía, me lo dijo un sacerdote teólogo, que me pide no revelar su nombre para no meterse en líos con su comunidad.” Es el estilo típico de las películas a lo Dan Brown (“Código de Da Vinci”) Parte del uso de novela es agregar motivaciones completamente especulativas para ensuciar a la Iglesia: “hablar de esto no es estar a favor del aborto ni promoverlo, sino decir esa verdad que la mayoría de los sacerdotes y la alta jerarquía de la Iglesia, según él, se niegan a divulgar por miedo a perder el control sobre la conciencia de las personas.” Esa clase de lenguaje tiene buena aceptación hoy, tristemente. Por supuesto, todo esto es falsedad sobre falsedad: los textos que ella utiliza hace años están disponibles para todo el mundo, católicos y no católicos desde hace muchos años. Más veracidad y menos ficción por favor.

4. Inexactitud grave: los atenuantes del Derecho Canónico son equiparables a los casos en que la ley colombiana permite abortar. En uno de los párrafos centrales la autora menciona que el Derecho Canónico nombra 10 atenuantes en la aplicación de una pena; recuerda también ella que la Corte Constitucional de Colombia (obrando como Tribunal Supremo) ha autorizado el aborto en tres casos específicos, que son enunciados en la página web de Profamilia, que promueve el aborto en este país. Dice así:

Desde el 2006, la Corte Constitucional en Colombia abrió la puerta al IVEs [Aborto: Interrupción Voluntaria del Embarazo. Nota de la redacción], permitiendo realizar el procedimiento cuando se incurre en alguna de estas tres circunstancias: (1) Cuando el embarazo pone en peligro la salud —física o mental— de la mujer, o su vida. (2) Cuando el embarazo es resultado de una violación o de incesto. (3) Cuando hay malformaciones del feto que son incompatibles con la vida por fuera del útero.

Pues bien, la señora Palacios ve mayor amplitud de aceptación en el Derecho Canónico de la Iglesia Católica porque considera 10 atenuantes de una pena mientras que la Corte colombiana sólo nombró 3 causales. Para ella atenuantes canónicos y causales penales son lo mismo, y según esa equiparación la Iglesia estaría más que dispuesta al aborto.

5. Lenguaje engañoso: El Derecho Canónico exime de toda pena a los menores de edad. Este sí que es un asunto grave. Palacios alude a las causales establecidas por el Derecho Canónico como atenuantes de la pena, y cita: “No queda sujeto a pena quien cuando infringió una ley o precepto aún no había cumplido 16 años.” Si hablamos de la pena en sentido general, eso es simplemente falso porque la gravedad del aborto (un ser humano inocente asesinado) no cambia. Lo que puede cambiar es el tipo de pena: que la persona no quede excomulgada, si tal fuera el caso, no quiere decir que no ha cometido un gravísimo pecado. Es pertinente recordar aquí un aparte del número 62 de Evangelium vitae de Juan Pablo II:

La disciplina canónica de la Iglesia, desde los primeros siglos, ha castigado con sanciones penales a quienes se manchaban con la culpa del aborto y esta praxis, con penas más o menos graves, ha sido ratificada en los diversos períodos históricos. El Código de Derecho Canónico de 1917 establecía para el aborto la pena de excomunión. 69 También la nueva legislación canónica se sitúa en esta dirección cuando sanciona que « quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae »,70 es decir, automática. La excomunión afecta a todos los que cometen este delito conociendo la pena, incluidos también aquellos cómplices sin cuya cooperación el delito no se hubiera producido: 71 con esta reiterada sanción, la Iglesia señala este delito como uno de los más graves y peligrosos, alentando así a quien lo comete a buscar solícitamente el camino de la conversión. En efecto, en la Iglesia la pena de excomunión tiene como fin hacer plenamente conscientes de la gravedad de un cierto pecado y favorecer, por tanto, una adecuada conversión y penitencia. Ante semejante unanimidad en la tradición doctrinal y disciplinar de la Iglesia, Pablo VI pudo declarar que esta enseñanza no había cambiado y que era inmutable. 72 Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina—, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal.

En resumen de esta parte: el hecho de que no haya excomunión “automática” no quiere decir que ha cesado el desorden moral grave porque implica la eliminación de un ser humano inocente. Equiparar que no hay excomunión (para el caso de los menores de 16 años) con que no hay pena, en general, como si no hubiera consecuencias, es inducir a un engaño en materia gravísima.

6. Inexactitud gravemente falaz: la aplicación de los atenuantes en una pena canónica es automática de modo que debe suponerse que siempre se aplican. En ninguna parte dice el Derecho canónico que los atenuantes son de discernimiento y aplicación subjetiva, que finalmente lleva a una especie de auto-perdón automático. Pero eso es lo que sugiere la autora: “si una mujer decide abortar por temor a las consecuencias para su vida de traer un hijo no deseado al mundo –expulsión de la familia, posibilidad de retirarse del estudio, incapacidad para mantenerlo, o la que sea–, no es imputable” El Código de la Iglesia dice exactamente lo opuesto: “Cometida la infracción externa, se presume la imputabilidad, a no ser que conste lo contrario” (Código de Derecho Canónico, 1321 § 3). Y es evidente que lo que “consta” no es simplemente lo que consta “ante mis ojos,” como sugiere Palacios.

Por cierto, vemos aquí a dónde conduce esa teología moral que disocia “pecado objetivo” y “responsabilidad subjetiva” hasta el punto de guardar la fachada de una norma que sin embargo cada uno puede considerar inaplicable por propio deseo o decisión. Es algo que hemos visto suceder con Amoris laetitia, del Papa Francisco, y artículos como el que estamos comentando deben advertirnos adónde se llega por ese camino: si un adúltero puede discernir que puede comulgar, una mujer que aborta, o un médico que hace abortos, puede llegar a la conclusión de que lo suyo ni siquiera tiene que ser confesado ( ya eso llega Palacios).

7. Mito de uso de nombre: Palacios difunde la agenda de la ONG “Católicas por el Derecho a Decidir,” que es claramente abortista, y que ha sido descalificada por la Iglesia Católica, por ejemplo, por la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos. Véase amplia información aquí.

8. Mitos históricos trasnochados para lograr impacto emocional: por ejemplo, citar a Galileo y la Inquisición, caballos de batalla de continuo uso para intentar desacreditar todo lo que la Iglesia hoy haga o enseñe.

* * *

Resulta arduo entrar en el detalle de tantos sofismas y medias verdades utilizadas con cierta inteligencia para lograr un objetivo. pero es nuestro deber buscar claridad, siempre con respeto pero sin dejar de respetar la verdad de los textos y de la dignidad de la vida humana, sobre todo.

Permita Dios que termine la aberración del aborto en todo el mundo. Amén.

Cristo formando sus discípulos en la profundidad de su propio misterio

(1) No todos los temas pueden ser discutidos en todos los ambientes; vivimos en una época que pide prudencia y amor al bien común de la Iglesia; (2) Hay diferencia entre ciencia y sabiduría; las preguntas propias de la sabiduría crecen con quien las pronuncia. (3) Saber quién es Cristo es un do que viene del Padre y no se consigue sino que se aleja si uno pretende apoyarse sólo en los propios talentos.

La violación del secreto de confesión no ayudaría a las víctimas de abuso

“Si el clero se viese obligado a informar lo que se les dicen en confesión a la policía, sin el consentimiento del penitente, entonces una cosa será segura: nadie volvería a querer confesar esos pecados en particular. Las reglas de la confesión existen por una muy buena razón: hacer más fáciles las cosas al penitente. Puedes confesarse sabiendo que todo lo que reveles nunca se le dirá a nadie. Una vez que esa garantía absoluta haya desaparecido, el penitente no tendría ninguna garantía real de confidencialidad, y sería, naturalmente, mucho más reservado a la hora de confesar sus pecados…”

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El amor va más allá de la simpatía

Es un hecho que cada Papa suele despertar afectos o desafectos intensos en distintos grupos de creyentes, y también en los no-creyentes. Así por ejemplo, hubo júbilo en unos y desánimo en otros cuando Benedicto XVI fue elegido Sucesor de Pedro. En parte es algo natural, propio de las personas públicas: gustan a algunos y disgustan a otros.

Para nosotros, los creyentes, el amor va mucho más allá de las simpatías o las antipatías. Es pésimo, por ejemplo, el testimonio que han dado algunos medios católicos que sólo tenían palabras de crítica contra Benedicto y ahora se deshacen en elogios y dulzura con el Papa Francisco. O lo contrario: sólo hablaban del anterior Papa como de un Doctor de la Iglesia y ahora llegan a decir barbaridades sobre el actual pontífice.

Nuestro amor al Papa no es canonización del Papa, ni papolatría, ni ceguera frente a sus errores, que todos los han tenido. Nuestro amor es tres cosas:

(1) Gratitud porque en él Cristo nos está dando un signo de unidad y de su presencia misma entre nosotros.

(2) Conciencia de su misión única y de nuestro deber de defenderlo con nuestras oraciones.

(3) Disponibilidad para acoger las señales de Evangelio que cada Papa nos da, seguramente con énfasis distintos.

Siempre unidos en oración junto a San Ignacio de Loyola

La única actitud razonable y católica frente a la Compañía de Jesús, es decir, aquellos a quienes llamamos “Jesuitas,” es: agradecimiento a Dios por la obra que han realizado y ferviente oración para que todos sean fieles al precioso carisma que les dejó su fundador San Ignacio de Loyola, cuya fiesta es el 31 de Julio.

Debemos comprender que los Jesuitas son la Comunidad Religiosa más grande, la que está presente en más lugares, la que en cierto sentido tiene una influencia mayor dentro del conjunto de la Iglesia Católica. Ello es quizás más visible a partir del hecho de que en la persona del Papa Francisco tenemos al primer Papa elegido de entre los miembros de tal Comunidad.

Por eso mismo, los Jesuitas han asumido riesgos y han intentado tareas que en muchos casos están a la vanguardia de todo lo que hace la Iglesia. En muchos casos han acertado; en otros, no. Uno quisiera poder decir que todo lo han hecho bien y que siempre han sido perfectos y fieles en vida y doctrina pero eso no es cierto.

Con realismo, uno debe entender que el demonio ataca con mayor fuerza al que podría hacer mayor bien, y por eso es responsabilidad nuestra orar, y en algún caso: amonestar con afecto de hermanos a los miembros de la Compañía de Jesús, para que estén siempre a la altura del lugar que Dios le s ha dado en el conjunto de la Santa Iglesia Católica.

Amén.