LA GRACIA del Jueves 12 de Octubre de 2017

La petición de quienes vivimos como hijos de Dios es pedir el Espíritu Santo, y al recibirlo a Él se tiene la certeza de recibir todo lo demás.

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LA GRACIA del Martes 3 de Octubre de 2017

Pidamos fuego del cielo sobre el mundo entero para purificar los corazones, para iluminar las mentes, para sanar cuerpos, para mostrarle el camino y buscar los bienes del cielo.

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¿El don de ciencia versa sobre Dios o sobre las creaturas?

El juicio cierto sobre una cosa se obtiene principalmente por su causa. Por eso debe haber correspondencia entre el orden de los juicios y el de las causas; y así como la causa primera es causa de la segunda, por la causa primera se juzga también de la segunda. Pero de la causa primera no se puede juzgar por ninguna otra. Por eso, el juicio dado a través de la causa primera es el primero y el más perfecto. Ahora bien, como enseña la lógica, donde hay algo perfectísimo, el nombre común de género se apropia a las realidades que son deficientes respecto de la primera; a la realidad misma perfectísima, en cambio, se le aplica un nombre especial. Así, en el género de las cosas convertibles, la que expresa la esencia de una cosa recibe el nombre especial de «definición»; las realidades, en cambio, que carecen de esa perfección conservan el nombre común a todas ellas, es decir, el de «propias».

Pues bien, ya que el nombre de ciencia implica, según hemos expuesto (a.1 ad 1), certeza de juicio, si esa certeza se obtiene a través de la causa más elevada de las causas, recibe el nombre especial de sabiduría. Efectivamente, se denomina sabio en cualquier género al que conoce ese género por la causa suprema del mismo, que le permite juzgar de todo (cuanto bajo él se contiene). Y sabio en absoluto será el que conoce la suprema de las causas, es decir, Dios. Por eso el conocimiento de las cosas divinas se llama sabiduría. Se llama, en cambio, ciencia el conocimiento de las cosas humanas; es, por así decir, el nombre común que implica certeza de juicio, apropiada al juicio obtenido a través de las causas segundas. Por eso, tomado así el nombre de ciencia, es un don distinto del don de sabiduría. De ahí que el don de ciencia verse sólo sobre realidades humanas y sobre realidades creadas. (S. Th., II-II, q.9, a.2, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

¿Por qué hablamos de que existe un “don de ciencia”?

La gracia es más perfecta que la naturaleza. De ahí que no tendrá deficiencia en aquellos niveles en los que puede ser perfeccionado el hombre por su naturaleza. Mas, dado que el hombre, por medio de la razón natural, asiente intelectualmente a una verdad, puede ser perfeccionado en esa verdad de dos maneras: primera, captándola; luego, formulando sobre ella un juicio cierto. Por eso, para que el entendimiento humano asienta con perfección a la verdad de fe, se requieren dos cosas: primera, que reciba rectamente lo que se le propone, y eso, como hemos dicho (q.8 a.6), corresponde al don de entendimiento. El segundo requisito es que tenga de ello un juicio cierto y exacto, es decir, llegar a discernir entre lo que debe y no debe ser creído. Para esto es necesario el don de ciencia. (S. Th., II-II, q.9, a.1, resp.)


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¿Qué frutos del Espíritu Santo vienen propiamente con la fe?

Como hemos expuesto al hablar de los dones (1-2 q.70 a.1), los frutos del Espíritu Santo son ciertas realidades últimas y deleitables que se dan en nosotros provenientes del Espíritu Santo. Ahora bien, lo último y deleitable tiene razón de fin, y el fin es el objeto propio de la voluntad. Por eso, lo último y deleitable en el plano de la voluntad debe ser, de alguna manera, fruto de cuanto corresponde a las actividades de las demás potencias. De ahí que el don o la virtud que perfecciona una potencia puede ofrecer doble fruto: uno, propio de esa potencia; otro, como último, propio de la voluntad. En consecuencia, debemos concluir que al don de entendimiento corresponde, como fruto propio, la fe, es decir, la certeza de la fe; pero como fruto último le corresponde el gozo, el cual atañe a la voluntad. (S. Th., II-II, q.8, a.8, resp.)


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Todos los que están en gracia, ¿tienen el don de entendimiento?

Es necesario que cuantos poseen la gracia tengan también rectitud de voluntad, porque la gracia prepara la voluntad del hombre para el bien, como afirma San Agustín. La voluntad no puede ir, sin embargo, encaminada hacia el bien si no preexiste algún conocimiento de la verdad, pues su objeto es el bien captado por el entendimiento, como expone el Filósofo en III De An.. Y así como el don de caridad del Espíritu Santo dispone la voluntad para orientarse directamente hacia un bien sobrenatural, así también, por el don de entendimiento, ilustra la mente humana para que conozca la verdad sobrenatural, hacia la cual debe ir orientada la voluntad recta. Por eso, como el don de caridad se da en cuantos tienen la gracia santificante, se da también el don de entendimiento. (S. Th., II-II, q.8, a.4, resp.)


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Sobre el don del entendimiento, que eleva la fe

El nombre de entendimiento implica un conocimiento íntimo. Entender significa, en efecto, algo como leer dentro. Esto resulta evidente para quien considere la diferencia entre el entendimiento y los sentidos. El conocimiento sensitivo se ocupa, en realidad, de las cosas sensibles externas, mientras que el intelectual penetra hasta la esencia de la realidad, su objeto: lo que es el ser, como enseña el Filósofo en III De An. Ahora bien, las cosas ocultas en el interior de la realidad, y hasta las cuales debe penetrar el conocimiento del hombre, son muy variadas. Efectivamente, bajo los accidentes está oculta la naturaleza sustancial de las cosas; en las palabras está oculto su significado; en las semejanzas y figuras, la verdad representada. En otro plano distinto, las realidades inteligibles son, en cierto modo, íntimas respecto a las realidades sensibles que percibimos exteriormente, como en las causas están latentes los efectos, y viceversa. De ahí que, en relación a todo eso, puede hablarse de acción del entendimiento. Y como el conocimiento del hombre comienza por los sentidos, o sea, desde el exterior, es evidente que cuanto más viva sea la luz del entendimiento, tanto más profundamente podrá penetrar en el interior de las cosas. Pero sucede que la luz natural de nuestro entendimiento es limitada, y sólo puede penetrar hasta unos niveles determinados. Por eso necesita el hombre una luz sobrenatural que le haga llegar al conocimiento de cosas que no es capaz de conocer por su luz natural. Y a esa luz sobrenatural otorgada al hombre la llamamos don de entendimiento. (S. Th., II-II, q.8, a.1, resp.)


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LA GRACIA del Jueves 15 de Junio de 2017

Pidamos al Espíritu Santo que nos quite los bienes parciales y los ídolos que nos mantienen oculta la belleza de Dios manifiesta en Cristo y en su Evangelio.

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LA GRACIA del Miércoles 14 de Junio de 2017

La ley de Moisés nos muestra que somos pecadores, pero no arregla nada; la nueva ley es la del Espíritu Santo que nos trae curación, restauración, vida nueva.

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5 cosas que todo católico debe saber sobre el Espíritu

“Pentecostés es el día en que los cristianos recuerdan cuando Jesús, después de su Ascensión al cielo, envió al Espíritu Santo a sus discípulos. Posteriormente los apóstoles salieron a las calles de Jerusalén y comenzaron a predicar el Evangelio, y “los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000 almas.” (Hechos 2:41)..”

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La vida nueva que trae el Espíritu

El Espíritu, que da la certeza y el gozo de ser hijos de Dios, y sobre esa base, la certeza de ser coherederos con Cristo, hermanos de quienes han renacido como nosotros, y abiertos al misterio inagotable del amor divino.

Las tres miradas: Una reflexión sobre la perspectiva nueva que el Espíritu trae a tu vida

Inevitablemente el mundo mira a la fe cristiana con desconfianza porque presiente que los cristianos terminarán luchando contra los ídolos, que son la única vida y motor que el mundo conoce.

Otra mirada que hay que conocer es la de aquel que es católico pero solamente por costumbre. A aquel que piensa de esta manera le marca continuamente el miedo: a ser ridículo, a quedarse solo, a no lograr lo que otros esperan de él, a ser perseguido.

Pero existe también la mirada que da el Espíritu Santo, una mirada sellada por la Pascua: una mirada que es realista frente al sufrimiento pero que sabe que la fidelidad termina siempre en victoria.

LA GRACIA del Miércoles 24 de Mayo de 2017

A través de las dificultades y oportunidades que nos da la vida, el Espíritu Santo es quien nos hace descubrir lo que significa que Jesucristo me ha salvado.

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LA GRACIA del Martes 23 de Mayo de 2017

Dios rompe la barrera del pecado a través de su amor dado en la cruz, haciendo que pueda entrar en nuestro corazón la efusión del Espíritu Santo.

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