Vida Consagrada, Vida en el Espíritu, 6 de 12: Espíritu de humildad y conversión

[Retiro espiritual para un grupo de Dominicas de la Inmaculada en Lima, Perú. Octubre-Noviembre de 2014.]

Tema 6 de 12: Espíritu de humildad y conversión

* El Espíritu libera del Pecado
Nos permite reconocerlo y encararlo
Le quita poder de seducción en nosotros

* El Espíritu libera de la Ley:
Cuál es el bien de la Ley
El drama de la “Ley”: contradicciones internas, querer y no poder

* Notas sobre sanación
No es sólo física
Es un acto de honestidad
Se requiere varias veces en la vida
Es un bien estable

Vida Religiosa Renovada, 06 de 12, El Espíritu y el perdón

[Retiro espiritual con las Hermanas Dominicas de la Inmaculada, de la Provincia de Santa Rosa, en el Perú. Octubre de 2014.]

Tema 6 de 12: El Espíritu y el perdón

* ¿Qué lugar ocupa el Espíritu Santo en el desarrollo que comentamos sobre el encuentro con la gracia? Ante todo, el Espíritu mismo ES la gracia de Dios. Esa gracia ha sido dispensada a nosotros, y con ella se nos ha concedido la experiencia de sabernos amados (Romanos 5).

* El Espíritu nos regala la iluminación interior para ver los indicadores de una necesidad de cambio, según se explicaba en la predicación anterior. Luego nos concede la iluminación exterior para descubrir en Cristo el medico apropiado para nuestra dolencia y mal.

* El Espíritu nos conduce así simultáneamente a la contrición, o dolor de amor por el pecado en cuanto ofensa contra Dios, y nos conduce a la esperanza, o certeza de que el auxilio divino está próximo y es de fiar.

* Pero la acción más notable del Espíritu Santo es la transformación interior que hace que el bien genuinamente nos sepa bien.

* Además, el Espíritu nos da ojos para reconocer el don que recibimos, y para identificar ese don en otros; es decir, nos hace a la vez miembros vivos de la Iglesia.

ESCUCHA, ¿Qué es ser una persona espiritual?

[Predicación para la Asamblea de la Renovación Carismática en el Santuario del Sagrado Corazón, en Washington. Agosto de 2014.]

1. ¿QUÉ HACE EL ESPÍRITU EN NOSOTROS?

* Ante todo, nos hace participar de la vida divina; nos concede vivir como verdaderos hijos suyos, coherederos de Cristo, en comunión con el deseo y el plan de Dios.

* El Espíritu completa, en cierto sentido, la obra que se inició con la promulgación de la Ley a través del ministerio de Moisés. La Ley ilumina nuestra conciencia sin violentar nuestra libertad, que ha sido querida por Dios al crearnos. La Nueva Ley, que es el Espíritu, completa esa obra, dándonos, con la abundancia de su amor, el poder querer desde dentro y genuinamente lo mismo que Dios quiere.

2. ALGUNOS MITOS SOBRE QUÉ ES SER ESPIRITUAL

* Es falso que ser espiritual consista en despreciar la materia, el cuerpo o el sexo, como si forzosamente constituyeran un mal o una fuente de maldad. La sexualidad humana, lo mismo que nuestra condición material y corporal, son algo querido por Dios; por un Dios bueno que se alegra de ver el bien que ha creado, según enseña el Génesis. Lo que pueda estar mal esel uso que nosotros hagamos de los dones de Dios, sean más o menos corporales.

* Es falso que la espiritualidad esté reservada a unos pocos en la Iglesia. Según san Pablo, los hijos de Dios están guiados por el Espíritu Santo de Dios.

* Por la misma razón, es falso que la Renovación Carismática tenga algo así como el “monopolio” del Espíritu Santo. Lo que tiene la Renovación es un llamado y una responsabilidad: dar testimonio alegre y convencido del Don del Espíritu.

3. ¿CÓMO CRECEMOS EN LA ESPIRITUALIDAD?

Cinco recomendaciones:

* Fidelidad en la oración litúrgica y en nuestras asambleas y grupos.

* Agendar la oración personal.

* Formarse en la fe.

* Dar testimonio y evangelizar porque la fe crece dándola.

* Recordar siempre y volver con gratitud a la fuente y el amor primero.

Teología de las Constituciones, 2 de 3: Base bíblica para la Ley Nueva

[Día de reflexión con un grupo de Hermanas Dominicas Nazarenas. Agosto de 2014.]

SEGUNDA SESIÓN

El Evangelio como norma de vida

Cristo da plenitud a la Ley
Las bienaventuranzas como clave de lectura
¿Obligados a lo imposible?

El Espíritu de santidad y libertad

“Lo que no podía la Ley de Moisés…”
La trampa farisea y puritana
La trampa anarquista y la trampa libertina

Así oraba Juan Pablo II al Espíritu Santo

Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la Humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret el Señor de la gloria, el Salvador del mundo, la culminación de la Historia.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.

Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la edificación del único Reino de Dios.

Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón, orienta el camino de la ciencia y la técnica al servicio de la vida, de la justicia y de la paz. Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones. y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.

Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que Tú pones en el curso de la Historia.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

A Ti, Espíritu de amor, junto con el Padre omnipotente y el Hijo unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos.

Amén.

Misioneros con el poder del Espíritu Santo, 2 de 2

[Predicación a una Asamblea de la Renovación Carismática en San Salvador. Junio de 2014.]

Tema 2 de 2: El Espíritu te da las herramientas y armas necesarias

* Efesios 6 nos recuerda que estamos en combate espiritual, y que debemos revestirnos de las armas de Cristo. Tal es la obra que realizan los dones del Espíritu Santo.

* El don de entendimiento nos ayuda a conocer el sentido propio de la Palabra de Dios; la presencia de Cristo en la Escritura; el progreso de la revelación.

* El don de ciencia nos ayuda a descubrir la presencia y el actuar de Dios en la naturaleza, en la historia y en nuestra propia vida, más allá de sus contradicciones y de nuestros propios pecados.

* El don de consejo nos hace sensibles a las inspiraciones de la gracia, de modo que seamos guiado, más allá de nosotros mismos, por la voluntad divina. En un desarrollo ulterior, este mismo don nos concede ayudar a otros a discernir qué es lo mejor para sus vidas.

* El don de temor de Dios, en una primera fase, le quita la máscara al pecado, de modo que no estemos ciegos a las terribles consecuencias de pecar. En una fase más avanzada, infunde en nosotros el temor de ofender a Dios de quien nos sabemos viva y gratuitamente amados.

* El don de piedad, en una primera fase, nos hace sentir hijos de Dios y así nos permite establecer una relación cálida, de afecto y confianza con nuestro Padre del Cielo; en una segunda fase, nos inspira la sensibilidad y delicadeza para todo lo que atañe a la relación con Dios, en términos de devoción, liturgia y vida espiritual. Aún más, nos hace percibir y compartir la compasión divina hacia los pequeños y desposeídos.

* El don de fortaleza, en una primera fase, nos capacita para resistir burlas, indiferencias y ataques por razón de la fe; en una segunda fase nos da el vigor para emprender arduos, y sobre todo útiles proyectos para la gloria divina.

* El don de sabiduría une el SABER y el SABOR, de modo que respiremos la atmósfera de Dios y participemos de su perspectiva sobre los asuntos del mundo de cara a la eternidad.

Todo lo que el Espíritu puede hacer en tu vida

[Predicación en la Parroquia de San Rafael Arnaiz, en San Marcos, El Salvador, con motivo de la Solemnidad de Pentecostés de 2014.]

* El texto bíblico nos habla de una transformación notable en los Apóstoles desde el momento en que recibieron el Espíritu Santo. Quedaron atrás la cobardía, la ignorancia y la vanidad, y en cambio de ellas llegaron la valentía para proclamar el señorío de Cristo, la profunda comprensión de la Palabra y la voluntad divinas, y la primacía del bien común de la Iglesia por encima de los intereses personales y aun de la propia vida.

* Hay varios modos de descubrir un poco más de cerca las riquezas de ese cambio. Uno de esos modos es tomando comparación a partir de nuestro propio cuerpo y sus funciones. En esta ocasión, hablamos de cómo el Espíritu renueva nuestros ojos, nuestras pasos y nuestro corazón.

* Necesitamos ojos nuevos para admirar y agradecer las obras de Dios; para reconocer a Cristo en la persona de los pobres; y para acoger el plan de Dios, preguntando menos “por qué” y más “para qué” suceden las cosas.

* Necesitamos pasos nuevos, pasos de renovada agilidad, para alcanzar aquellos lugares adonde el Señor quiere que vayamos, y en cierto sentido nos necesita. ¡Él ha querido necesitarnos, no de modo absoluto pero sí real!

* Necesitamos sobre todo un corazón nuevo, que no ame con la “lógica de la transacción” sino con la “lógica de la gratuidad;” un corazón que se abra a la fraternidad sincera, más allá de los impulsos de la conveniencia “carnal;” un corazón que sea audaz en buscar aquellas “periferias existenciales” de las que viene hablándonos el Papa Francisco; un corazón que sea capaz de creer en una esperanza mejor, que derrota incluso a la muerte.

¡Ven, Espíritu Santo!

Ninguna lección más importante que aprender qué es y quién es el amor.

Descubrir qué es el amor es aprender a distinguirlo de sus numerosas falsificaciones; descubrir quién es el Amor es entrar en una relación personal de donación con Aquel que se llama “don” y que sólo puede ser comprendido en el acto mismo de darse.

El Espíritu Santo es la agilidad misma del amor en acto de amar. Sencillamente no puede concebirse algo más activo que Aquel que da el ser y hace ser. Por eso es metafísicamente imposible para un ser creado situarse por fuera de sus propias posibilidades de ser para ver cómo el Espíritu hace posible ser.

A esto alude Cristo cuando dice que no sabemos de dónde viene ni a dónde va el viento aunque percibimos su actuar. Todo conocimiento del Espíritu es reflejo: podemos regresar sobre sus maravillas, y elevar el pensamiento hacia la magnitud de su poder y la inmensidad de su hermosura pero va siempre delante de nosotros, y a la vez nos antecede como la realidad antecede a la palabra que intenta atraparla.

Sin embargo, el Espíritu no se sitúa en el ámbito de la pura ignorancia sino en el espacio inconmensurable de una luz que hace inteligible áreas que ignorábamos de nosotros mismos. Por eso el Pneuma, el Espíritu, no puede ser invocado si no es en relación con el Lógos, el Verbo, que se ha encarnado y que con la santidad de su vida ha expulsado las tinieblas. Cualquier expectativa del Pneuma sin el Lógos nos arroja en el terreno de la ignorancia crasa y nos convierte así en juguetes de los espíritus malignos, y no en instrumentos vivos del Espíritu Santo de Dios.

La oración del cristiano es entonces una prolongación y eco de la oración de Cristo, que ha rogado al Padre, con eficacia invencible, que nos conceda el Espíritu. La voz de Jesús, que brota de su amantísimo y compasivo corazón, nos enseña a decir con acento de hijos: ¡VEN, ESPÍRITU SANTO!

ESCUCHA, Los salmos: oración en el Espíritu

* La oración que Dios con plena seguridad escucha es la que Él mismo inspira. Los salmos, oraciones que el Espíritu ha concedido a hombres y mujeres de fe, han quedado consignados para que los hagamos nuestros, y también para inspirar nuestra propia oración.

* Así como es diversa la vida humana, así son diversos los salmos, de modo que prácticamente todo afecto o situación en que podamos encontrarnos tenga un eco y una expresión en este libro único de la Biblia.

* Eso significa que los salmos tienen requisitos mínimos: uno no debe esperar a sentirse bien, ni mucho menos a sentirse bueno, para empezar a orar con ellos. Los salmos toman nuestro ser, así como se encuentra, y le dan un lenguaje que es compatible con la fe viva. La idea es que nada debe desconectarnos de Dios, ni la tristeza, ni la frustración, ni la ofensa recibida, ni los triunfos que también llegan en la vida.

* Cada salmo puede ser visto como un camino. Ejemplo típico es el salmo 22 que empieza con un clamor de desolación: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” pero que va avanzando hasta la certeza de que Dios tendrá victoria, y que dará triunfo y descendencia a los que se apoyan en él. Así que, en general, los salmos nos reciben donde nos encontramos y nos conducen hasta donde Dios quiere ue nos encontremos.

* Deben evitarse dos extremos: dejar de orar y orar con sentimientos falsos. Ante un daño grave, como puede ser una traición, dejar de orar es arrojarse a las fauces del león; pero orar deseando alegría y tranquilidad para el que nos ha hecho daño sería una gran hipocresía. Lo correcto es orar al modo de Jesús, pidiendo a nuestro Padre Dios que cumpla su voluntad en todos.

* Obsérvese que los salmos están hechos para ser recitados, es decir, REZADOS. No hay que temer usar la palabra: “Yo rezo los salmos.” Es falsa, y a veces mal intencionada la oposición entre “rezar” y “orar.” El error no está en la repetición sino en que se repitan las palabras mecánicamente. De hecho, Cristo oró repitiendo palabras. Cristo rezó, como consta por ejemplo en la hora de la Cruz. Hemos de pedir, eso sí, que nuestro corazón esté en sintonía con lo que dicen nuestros labios.

ESCUCHA, Volvamos al cenáculo!

[Predicación en la Plaza de Ferias de la Macarena, en Medellín, como catequesis de preparación a Pentecostés. Junio de 2014.]

* Así como el don de la redención es uno y el mismo para todos, así también es uno sólo el Espíritu que todo renueva y todo fecunda en la Iglesia. Pentecostés no es propiedad de ninguna comunidad, grupo, movimiento o cultura.

* Sabemos que Pentecostés trajo una enorme transformación para los apóstoles. Tres grandes limitaciones de ellos, y también nuestras, son: (1) La cobardía para proclamar y demostrar nuestra fe; (2) La mundanidad de los deseos, que suelen concentrarse en bienes y poderes de esta tierra; (3) La inmensa dificultad para entender el sentido propio de la Escritura y de la voluntad de Dios. ¡El Espíritu Santo venció todos estos obstáculos!

* Esta victoria del Espíritu no es entusiasmo pasajero ni es una especie de acto “mágico.” Si Cristo nos dice que “de lo que abunda el corazón habla la boca” (Lucas 6,45), debemos comprender lo sucedido en el cenáculo a partir d ela predicación posterior de los apóstoles, y especialmente de Pedro, que recibió la misión de confirmar en la fe a sus hermanos.

* Y lo que nos muestra Pedro en sus discursos al pueblo es que hay que abrir un amplio espacio en el corazón, o mejor, descubrir el vacío e indigencia en que nos han dejado nuestros pecados y nuestra ignorancia de Dios. El que descubre ese vacío es quien puede clamar de corazón: ¡Ven, Espíritu Santo! Y su súplica no será en vano.

Fundamentos bíblicos y teológicos para mejor celebrar Pentecostés, 2 de 2

[Conferencias conclusivas del curso de Antropología Teológica ofrecido en la Universidad Santo Tomás, en el primer semestre de 2014.]

Tema 2 de 2: El Espíritu y sus dones

* ¿Qué relación hay entre el Espíritu y Jesús? El Espíritu hace posible la concepción de Jesús; le unge y así le hace “Cristo;” le resucita de entre los muertos. pero a la vez, el Espíritu es fruto de la oración de Cristo, que ruega al Padre para que nosotros seamos también “cristos”: ungidos.

* El Espíritu no nos aliena ni enajena porque el bien propio del ser humano no queda suplantado, aplazado ni oscurecido, sino que es adelantado, elevado y plenificado por la acción del Espíritu Santo.

* El espíritu no es irracional sino supra-racional. El Pneuma no se opone ni contradice al Lógos, sino que nos adentra en su misterio. Por ello mismo, según frase de San Pablo, “los espíritus de los profetas obedecen a los profetas.” El ideal de la ebriedad del Espíritu no es la histeria ni la confusión, sino la lucidez, la paz y la comunión en la verdad.

* El Espíritu no nos aísla sino que construye con paciencia, ternura y fuerza una obra que reconstruye el sentido de solidaridad y fraternidad en torno al Primogénito: Cristo Jesús.

* El Espíritu es así el Don por excelencia; es la Gracia Increada; se llama gracia “creada” en cambio a su obra en cada uno de nosotros.