¿Qué dones te ha dado Dios?

Espero este bien, quisiera hacerle algunas preguntas para que me brinde su orientacion. Algunos tips que sirvan de guia para reconocer los dones personales, lo que Dios nos ha dado a cada uno, como saber que es lo que yo puedo aportar al mundo, como reconocer mi mision. – M.M.

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Hay varios modos complementarios de reconocer los dones de Dios; revisemos algunos de ellos.

1. El Método de las INTERSECCIONES. Considera tres círculos que se intersectan entre sí, como en los libros que nos hablan de conjuntos. Un círculo lo llamas “Cosas que me gustan”; otro lo llamas “Cosas que hago bien” y el último lo llamas “Necesidades y oportunidades en el mundo que me rodea.” Trata de llenar esos círculos atendiendo a las intersecciones. Por ejemplo, si hay algo que te gusta ya demás lo haces bien, ponlo en la intercesión correspondiente. Lo más interesante y lo más diciente de ese esquema es mirar qué tipo de cosas quedan en la intersección de los tres círculos.

2. El Método de la MEMORIA. Trata de recordar, y ojalá poner por escrito, aquellas ocasiones en que tu presencia, o tu ayuda, o tus palabras marcaron una diferencia positiva en la vida de alguna o algunas personas. Intenta ser específico; por ejemplo, no digas simplemente: “Creo que escuchar a Andrea le hizo bien” sino todavía más preciso: “Creo que las preguntas que le hice a Andrea sobre su relación con sus padres le ayudaron a ver las cosas de otra manera.”

3. El Método BÍBLICO. Toma la saludable costumbre de leer un pasaje de los Evangelios dada día. Y cada vez que leas, haz dos cosas: fíjate en alguno de los personajes (incluyendo a Jesús, claro está) y escribe algo breve sobre qué te llama la atención de lo que esa persona dice o hace. Después de un tiempo haciendo esto, vuelve a leer lo que has escrito y busca e ello una dirección sobre qué quieres y puedes hacer con tu vida cristiana.

4. El Método de los SANTOS. Sin que se te vuelva una simple “tarea” presta atención a cuáles son los santos que tocan más tu corazón; aquellos con los que más te identificas. Examian que tienes en común con ellos. Pregúntate qué cultivaron ellos, en lo concreto, que tú consideras que deberías cultivar.

5. El Método de la DIRECCIÓN ESPIRITUAL. Si tienes un buen director espiritual, que te conozca hace ya un tiempo, puede resultar muy orientador preguntarle directamente sobre qué dones ha visto en ti y cómo podrías cultivarlos mejor.

Estos dos últimos no deberían faltar nunca:

6. El Método de la COMUNIDAD. No cabe duda de que la experiencia real de servicio en una comunidad católica, donde haya oración, formación, evangelización y corrección fraterna es una de las mejores escuelas de conocimiento de sí mismo y de los propios dones.

7. El más importante de todos: El Método de la ORACIÓN. Pidamos siempre la gracia del Espíritu Santo; que la oración sea nuestro guía y nos vaya persuadiendo del camino que Dios quiere para nosotros, y para el cual nos va preparando y guiando.

¿Cómo se relaciona la prudencia con el Don de Consejo, propio del Espíritu Santo?

El principio inferior del movimiento es ayudado y perfeccionado por el principio superior, como el cuerpo es movido por el alma. Ahora bien, resulta evidente que la rectitud de la razón humana se relaciona con la razón divina en la línea de relación de movimiento entre el inferior y el superior, ya que la razón divina es la regla suprema de toda rectitud humana. De ahí que la prudencia, que implica rectitud de la razón, es perfeccionada y ayudada al máximo en cuanto es regulada y movida por el Espíritu Santo, y esto es propio del don de consejo, como ya hemos dicho (a.1 ad 1). En consecuencia, el don de consejo corresponde a la prudencia ayudándola y perfeccionándola. (S. Th., II-II, q.52, a.2 resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

LA GRACIA del Domingo 26 de Mayo de 2019

DOMINGO VI DE PASCUA, CICLO C

El Espíritu Santo trae el recuerdo de las promesas de Cristo. Agradezcamos y supliquemos al Señor por sus dones que tanto bien le traen a nuestra vida.

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Homilía 27 enero 2019 – La unción que recibió Jesucristo para nuestro bien

Ya desde el tiempo de los Jueces el pueblo elegido descubrió que la unción es como el toque, sello, gracia particular de Dios que hace la diferencia en las batallas contra toda suerte de adversario. La Unción que ha recibido Cristo le sella como señal y camino de la victoria de Dios en favor de los que siempre son maltratados y omitidos.

LA GRACIA del Domingo 30 de Septiembre de 2018

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

A medida que la efusión del Espíritu se experimenta en todos se cumple que el pueblo es profeta, que se reconoce el querer de Dios y que su paz se instaura en los corazones.

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¿En qué sentido puede hablarse de “temer a Dios”?

Así como la esperanza tiene doble objeto: el bien futuro, cuya consecución se espera, y el auxilio de alguien por el que se espera conseguir ese bien, el temor puede tener doble objeto: el mal mismo del que huye el hombre, y aquello de lo que puede provenir el mal. Pues bien, Dios, que es la bondad misma, no puede ser objeto de temor del primer modo. Del segundo, en cambio, puede serlo, en cuanto que de El o con respecto a El nos puede amenazar algún mal. De Dios, en verdad, nos puede sobrevenir el mal de pena, que no es mal absoluto, sino mal relativo y bien absoluto. Efectivamente, dado que el bien dice orden al fin y el mal conlleva la privación de ese orden, es mal absoluto lo que excluye totalmente el orden al fin último, cual es el mal de culpa. El mal de pena, en cambio, es ciertamente un mal, en cuanto priva de un bien particular; pero en absoluto es bien, en cuanto que está dentro del orden al fin último. Mas con relación a Dios nos puede sobrevenir el mal de culpa si nos separamos de El. Bajo este aspecto, Dios puede y debe ser temido. (S. Th., II-II, q.19, a.1, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

LA GRACIA del Martes 7 de Noviembre de 2017

A pesar de la diversidad de dones dentro de la comunidad cristiana lo que nos hace verdaderamente uno en Cristo es el servicio desde el amor, la generosidad y la entrega.

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¿El don de ciencia versa sobre Dios o sobre las creaturas?

El juicio cierto sobre una cosa se obtiene principalmente por su causa. Por eso debe haber correspondencia entre el orden de los juicios y el de las causas; y así como la causa primera es causa de la segunda, por la causa primera se juzga también de la segunda. Pero de la causa primera no se puede juzgar por ninguna otra. Por eso, el juicio dado a través de la causa primera es el primero y el más perfecto. Ahora bien, como enseña la lógica, donde hay algo perfectísimo, el nombre común de género se apropia a las realidades que son deficientes respecto de la primera; a la realidad misma perfectísima, en cambio, se le aplica un nombre especial. Así, en el género de las cosas convertibles, la que expresa la esencia de una cosa recibe el nombre especial de «definición»; las realidades, en cambio, que carecen de esa perfección conservan el nombre común a todas ellas, es decir, el de «propias».

Pues bien, ya que el nombre de ciencia implica, según hemos expuesto (a.1 ad 1), certeza de juicio, si esa certeza se obtiene a través de la causa más elevada de las causas, recibe el nombre especial de sabiduría. Efectivamente, se denomina sabio en cualquier género al que conoce ese género por la causa suprema del mismo, que le permite juzgar de todo (cuanto bajo él se contiene). Y sabio en absoluto será el que conoce la suprema de las causas, es decir, Dios. Por eso el conocimiento de las cosas divinas se llama sabiduría. Se llama, en cambio, ciencia el conocimiento de las cosas humanas; es, por así decir, el nombre común que implica certeza de juicio, apropiada al juicio obtenido a través de las causas segundas. Por eso, tomado así el nombre de ciencia, es un don distinto del don de sabiduría. De ahí que el don de ciencia verse sólo sobre realidades humanas y sobre realidades creadas. (S. Th., II-II, q.9, a.2, resp.)


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¿Por qué hablamos de que existe un “don de ciencia”?

La gracia es más perfecta que la naturaleza. De ahí que no tendrá deficiencia en aquellos niveles en los que puede ser perfeccionado el hombre por su naturaleza. Mas, dado que el hombre, por medio de la razón natural, asiente intelectualmente a una verdad, puede ser perfeccionado en esa verdad de dos maneras: primera, captándola; luego, formulando sobre ella un juicio cierto. Por eso, para que el entendimiento humano asienta con perfección a la verdad de fe, se requieren dos cosas: primera, que reciba rectamente lo que se le propone, y eso, como hemos dicho (q.8 a.6), corresponde al don de entendimiento. El segundo requisito es que tenga de ello un juicio cierto y exacto, es decir, llegar a discernir entre lo que debe y no debe ser creído. Para esto es necesario el don de ciencia. (S. Th., II-II, q.9, a.1, resp.)


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Todos los que están en gracia, ¿tienen el don de entendimiento?

Es necesario que cuantos poseen la gracia tengan también rectitud de voluntad, porque la gracia prepara la voluntad del hombre para el bien, como afirma San Agustín. La voluntad no puede ir, sin embargo, encaminada hacia el bien si no preexiste algún conocimiento de la verdad, pues su objeto es el bien captado por el entendimiento, como expone el Filósofo en III De An.. Y así como el don de caridad del Espíritu Santo dispone la voluntad para orientarse directamente hacia un bien sobrenatural, así también, por el don de entendimiento, ilustra la mente humana para que conozca la verdad sobrenatural, hacia la cual debe ir orientada la voluntad recta. Por eso, como el don de caridad se da en cuantos tienen la gracia santificante, se da también el don de entendimiento. (S. Th., II-II, q.8, a.4, resp.)


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Sobre el don del entendimiento, que eleva la fe

El nombre de entendimiento implica un conocimiento íntimo. Entender significa, en efecto, algo como leer dentro. Esto resulta evidente para quien considere la diferencia entre el entendimiento y los sentidos. El conocimiento sensitivo se ocupa, en realidad, de las cosas sensibles externas, mientras que el intelectual penetra hasta la esencia de la realidad, su objeto: lo que es el ser, como enseña el Filósofo en III De An. Ahora bien, las cosas ocultas en el interior de la realidad, y hasta las cuales debe penetrar el conocimiento del hombre, son muy variadas. Efectivamente, bajo los accidentes está oculta la naturaleza sustancial de las cosas; en las palabras está oculto su significado; en las semejanzas y figuras, la verdad representada. En otro plano distinto, las realidades inteligibles son, en cierto modo, íntimas respecto a las realidades sensibles que percibimos exteriormente, como en las causas están latentes los efectos, y viceversa. De ahí que, en relación a todo eso, puede hablarse de acción del entendimiento. Y como el conocimiento del hombre comienza por los sentidos, o sea, desde el exterior, es evidente que cuanto más viva sea la luz del entendimiento, tanto más profundamente podrá penetrar en el interior de las cosas. Pero sucede que la luz natural de nuestro entendimiento es limitada, y sólo puede penetrar hasta unos niveles determinados. Por eso necesita el hombre una luz sobrenatural que le haga llegar al conocimiento de cosas que no es capaz de conocer por su luz natural. Y a esa luz sobrenatural otorgada al hombre la llamamos don de entendimiento. (S. Th., II-II, q.8, a.1, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

LA GRACIA del Viernes 20 de Enero de 2017

La vida cristiana no es una guerra de poderes, es un crecimiento en dones, talentos y carismas distintos en cada persona, que surgen para dar testimonio del Único Dios.

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La importancia del Don de Ciencia en nuestros días

[Predicación a un grupo de viudas consagradas de la Arquidiócesis de Bucaramanga.]

El don de ciencia nos ayuda a leer la presencia y acción de Dios en los conocimientos que nos brindan las ciencias, la historia, nuestra propia historia y los “signos de los tiempos.” Es don particularmente necesario en nuestra época en que el sentido de la generosidad, el compromiso, la penitencia y la perseverancia se na oscurecido.