¿Qué es un “estudiantado” de dominicos?

Padre Nelson, en alguna de sus conferencias usted habló del Estudiantado de los Dominicos en Colombia. Por el contexto, entiendo que se trata de una etapa de formación pero no me queda claro si es el tiempo de Seminario de los Dominicos… –L.M.H.

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Nuestra Comunidad, la Orden de Predicadores, conocida más como “Dominicos” (por nuestro fundador, Santo Domingo de Guzmán), fue fundada el siglo XIII, en 1216, en Tolosa, al Sur de Francia. En aquella época, no existían los Seminarios que nosotros hoy conocemos, y que fueron instaurados por el Concilio de Trento, en la segunda mitad del siglo XVI. Los religiosos en formación para consagrarse definitivamente a Dios en la Orden (lo que se llama: hacer su profesión solemne) y en formación para recibir el sacramento del orden, eran llamados “frailes estudiantes”, de donde viene la palabra “Estudiantado.”

Es una etapa que viene después del Noviciado y que tiene por principal propósito formar en la consagración, las virtudes y los conocimientos necesarios para servir como predicadores. Esta etapa coincide en mucho con lo que después ordenaría Trento, lo cual no es extraño en modo alguno, porque Trento no partió de cero, sino que se apoyó en la larga experiencia de formación que ya teníamos las comunidades religiosas.

En síntesis, el Estudiantado, en cuanto a los estudios, se asemeja mucho a la formación de un Seminario Diocesano pero nuestro modelo de formación es algo más de tres siglos anterior a los Seminarios y cobija también los aspectos propios de la vida en comunidad.

Etapas de Formación en la Orden de Predicadores

¿Cuáles son las etapas de Formación en la Orden de Predicadores? — Pregunta frecuente.

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Tomamos nuestra respuesta de la página oficial de los dominicos en Colombia.

Aspirantado (1 año): se le llama aspirantado al tiempo en el que el joven entra en contacto con la comunidad por primera vez y es acompañado por un equipo de frailes a la cabeza del promotor provincial de vocaciones.

Prenoviciado (1 año): es el tiempo en el que joven comienza a vivir internamente en una casa especial y destinada a un acompañamiento aún más profundo en el discernimiento de su vocación religiosa, durante esta etapa el joven cuenta con la ayuda de un maestro.

Noviciado (1 año): es la etapa de la formación como religioso, en donde aprende todo lo concerniente al carisma Dominicano, su historia, sus tradiciones, la liturgia su espiritualidad etc.

Estudiantado (6 años): en este momento el religioso hace sus votos temporales e inicia su formación institucional en filosofía y en teología.

En los años entre la profesión simple y la profesión solemne, el estudio académico ocupa un lugar privilegiado, pero no exclusivo, en la formación de los frailes. Es un tiempo de madurar y de profundizar en la vida dominicana, así como de continuar creciendo en la fe. (R.F.G. 137)

Formación permanente: el fraile predicador consciente de su vocación ha de estar en constate investigación y actualidad para poder así ir leyendo la realidad de una sociedad que está constantemente en cambio.

Síntesis biográfica de Santo Domingo de Guzmán

Es el 6 de agosto de 1221 [¡Acaban de cumplirse 800 años!]. Agotado por la fatiga, Domingo murió en el convento de Bolonia. Nacido en 1170 en Caleruega, España, dedicó su vida a las Sagradas Escrituras, a los pobres y a la oración. De joven se aplicó a sus estudios. Se encontraba en la ciudad de Palencia cuando, sacudido por la miseria y el sufrimiento causados por el hambre, vendió sus libros para ayudar a los pobres. Tras ser ordenado sacerdote, fue elegido canónigo del cabildo catedralicio de su diócesis natal, Osma. A principios de los años 1200, fundó la Orden de los Frailes Predicadores para difundir y defender, mediante el ministerio de la predicación, las verdades de la fe católica. La naturaleza específica de la Orden es resumida por Santo Tomás en la fórmula “contemplata aliis tradere”: transmitir a otros las cosas contempladas. El retrato de Santo Domingo se condensa en las palabras del Beato Jordán de Sajonia, su sucesor en la dirección de la Orden de Predicadores: “Inflamado por el celo de Dios y el ardor sobrenatural, por tu caridad sin límites y el fervor de tu espíritu vehemente”, escribió el Beato Jordán de Sajonia, “te consagraste enteramente con el voto de pobreza perpetua a la observancia apostólica y a la predicación evangélica”. Santo Domingo, contemporáneo de San Francisco de Asís, fue canonizado por el Papa Gregorio IX el 3 de julio de 1234.

Carta del Papa al Maestro de la Orden de Predicadores

“Praedicator Gratiae: entre los títulos atribuidos a santo Domingo, el de “Predicador de la Gracia” se destaca por su consonancia con el carisma y la misión de la Orden que fundó. En este año en que se cumple el octavo centenario de la muerte de santo Domingo, me uno con alegría a los Frailes Predicadores para dar gracias por la fecundidad espiritual de ese carisma y esa misión, que se manifiesta en la rica variedad de la familia dominicana a lo largo de los siglos. Mis saludos, mi oración y mis mejores deseos se dirigen a todos los miembros de esa gran familia, que abarca la vida contemplativa y la obra apostólica de sus monjas y hermanas religiosas, sus fraternidades sacerdotales y laicales, sus institutos seculares y sus movimientos juveniles…”

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Nota sobre el nuevo rector del Angelicum, la Universidad de los Dominicos en Roma

“El dominico estadounidense Thomas Joseph White ha sido recientemente elegido como nuevo rector del Angelicum, la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, el gran centro de estudios de la Orden Predicadores en Roma. Sin embargo, tras este nombramiento aparentemente sin mayor trascendencia más allá del ámbito docente se esconde un personaje con una historia muy llamativa tras él…”

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Reflexión de Adviento, por un estudiante dominico

Adviento, un tiempo para levantar la mirada

¡Apreciados hermanos! Hemos finalizado la primera semana del tiempo de Adviento envueltos en una serie de anuncios de corte científico que causan alegría a toda la humanidad. Dos grandes compañías farmacéuticas han desarrollado una vacuna contra la Covid 19 que ha demostrado tener un 90% de efectividad. Esta noticia es motivo de esperanza para nuestro mundo atormentado por las consecuencias fatales de esta penosa pandemia.

Por su parte, la Liturgia que nos propone la Iglesia durante este tiempo nos invita a levantar la mirada hacia un nuevo horizonte, sin desconocer que Dios se manifiesta en los signos que diariamente se nos presentas, puesto que como dice el profeta Isaías: Aquí está vuestro Dios.

Levantar la mirada hacia un nuevo horizonte no es otra cosa que volver nuestros ojos hacia Jesús, el hijo de Dios. Adviento es un tiempo que nos enseña a mirar a Jesús. Al igual que el austero Juan Bautista, Adviento tiene como único propósito preparar en nosotros los ojos del alma para ver en aquel dulce niño del pesebre la grandeza de un Dios-humanado.

El Bautista centró su predicación preparatoria a la llegada del Mesías en el pecado y la confesión, invitando al pueblo a convertirse, a realizar una metanoia. Esta conversión a la que invita el profeta del desierto puede comprenderse como una metamorfosis virtuosa del comportamiento, pero comprender solo de esa manera la conversión, si bien nos ayuda a mejorar nuestra imagen frente a los demás, sigue siendo insuficiente al momento de dirigir nuestra mirada hacia Jesús, el Mesías. Es por ello que el bautismo de Juan con las aguas del Jordán solo podía penetrar la realidad corpórea de aquellos de su tiempo, pero no penetraba la interioridad del corazón humano. Eso lo reconoce el Bautista, sabe que su papel de precursor del Mesías consiste en ayudar a disponer los corazones de aquellos que quieren ver al Señor, de aquellos que anhelan verdaderamente que Dios penetre hasta lo más profundo de sus vidas. No basta con vociferar que el Señor ya viene, es necesario dejarse abrazar por el Espíritu, ese es el nuevo Bautismo y Juan lo sabe.

En muchas ocasiones nuestra Iglesia nos pone demasiado a la vista el tema del pecado, cuando en realidad nuestra mirada debe estar dirigida solo a Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Adviento nos ayuda a redireccionar nuestra mirada hacia el nuevo horizonte, que no es otro que Jesús y su Evangelio. Así como la noticia de una vacuna que puede contener los efectos nefastos de este virus en nosotros, Adviento nos recuerda que nuestro Dios se ha encarnado en el seno de una mujer, que ha nacido en un pesebre humilde, crecido en medio de una familia, ha padecido el dolor y la muerte en un madero, pero ha resucitado para concedernos vida, y vida en abundancia, y que ha subido al cielo con la promesa de volver nuevamente y otorgarnos la gracia de poder contemplar su rostro. Aunque el Adviento nos prepara para el nacimiento de un niño, no nos nubla la vista frente al suceso escatológico de la venida del Señor.

Mirar a Jesús, no es otra cosa que abrir el corazón, ese que a veces se encuentra enceguecido por las banalidades de este mundo, que no se deja interpelar por las realidades que lo circundan, pobreza, dolor, hambre, desesperación, destrucción de la naturaleza, entre tantas otras realidades que deshumanizan el corazón de los seres humanos. Un corazón que olvida que es eternamente amado por un Dios que decidió encarnarse para que el mundo pusiese sus ojos en Él.

Juan ha sido considerado como el modelo del Adviento, pero tú y yo también podemos convertirnos en precursores del Reino de Dios. No debe bastarnos con hacer lindos sermones y conseguir regalos y cosas materiales para quienes consideramos los necesitan, es necesario encarnar en la vida de cada uno lo que anunciamos, y como Juan, reconocer que lo que hacemos tiene una única finalidad: Ayudar a los demás a preparar sus corazones para la venida del Señor, a direccionar la mirada hacia ese nuevo horizonte que es Jesús, el Verbo encarnado. En la medida en que ayudamos a preparar el corazón de los que se encuentran a nuestro lado, vamos también nosotros preparando los nuestros para recibir al Señor.

Así pues, el Señor nos pide hoy, no desatarle sus sandalias, puesto que sabe que nos quedaríamos eternamente mirándole los pies, más bien quiere que alcemos la cabeza y pongamos nuestra mirada en su rostro, ese que podemos encontrar en los hermanos, en los más necesitados, en los pobres y sencillos. El tiempo del Adviento es el tiempo propicio para aprender a estirar el cuello, agudizar nuestros ojos y abrir el corazón al niño del pesebre, al Dios-con-nosotros.

Fray José Ángel Vidal Esquivia, O.P.
Fraile Estudiante Dominico

Bello Himno Litúrgico para el Oficio de Difuntos

Amargo es el recuerdo de la muerte
en que el hombre mortal se aflige y gime
en la vida presente, cuya suerte
es morir cada día que se vive.

Es verdad que la luz del pleno día
oculta el resplandor de las estrellas,
y la noche en silencio es armonía
de la paz y descanso en las tareas.

Pero el hombre, Señor, la vida quiere;
toda muerte es en él noche y tiniebla,
toda vida es amor que le sugiere
la esperanza feliz de vida eterna.

No se oiga ya más el triste llanto;
cuando llega la muerte, poco muere;
la vida, hija de Dios, abre su encanto:
«La niña no está muerta, sólo duerme.»

Señor, da el descanso merecido
a tus siervos dormidos en la muerte;
si el ser hijos de Dios fue don vivido,
sea luz que ilumine eternamente.

Amén.

En memoria de Fr. Duván Letrado, OP, que en paz descanse.

Fray Antonio Royo Marín OP – Conferencias – Pensamiento

Antonio Royo Marín O.P. (Morella, Castellón, 9 de enero del 1913 – Villava, 17 de abril del 2005) fue un religioso dominico español. Influyente teólogo y moralista que conservó y compendió en muchas obras la enseñanza y la espiritualidad católicas, especialmente siguiendo la doctrina de santo Tomás de Aquino. Destacó por su sensibilidad e interés por acercar al hombre contemporáneo la tradición espiritual y teológica cristiana, lo que le hizo estar en constante diálogo con las preocupaciones del momento.

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Reconstruyen Mosul tras destrucción de Estado Islámico

“La iglesia dominica de Nuestra Señora del Ora es una de las más emblemáticas para la comunidad cristiana de Mosul, en el norte de Irak. El templo, cuyo nombre oficial en árabe es al-Saa’a, se encuentra en la ciudad vieja de Mosul, un barrio histórico caracterizado por sus tradicionales buenas relaciones entre culturas y religiones: cristianos, yazidíes y musulmanes suníes y chiíes; árabes, caldeos y kurdos. Un diálogo en cuya construcción se destacan los frailes dominicos…”

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El Provincial de los Dominicos de Colombia habla sobre lo que significa ser educadores hoy

En la Liturgia de la Palabra, hemos escuchado la parábola del sembrador (Mateo 13,1-9), de la cual casi siempre se hacen dos interpretaciones o reflexiones, que giran en torno a dos aspectos: la tierra y la semilla.

– Semilla: la palabra de Dios que él va sembrando a través de sus predicadores en nuestras mentes y corazones y de la cual debemos dar fruto.

– La tierra: Somos nosotros el lugar que Dios se ha escogido para que esa palabra sea sembrada y según nuestra disposición esa semilla de la Palabra crecerá y dará fruto abundante o no.

Pero hoy quiero invitarlos a pensar no en la semilla ni tampoco en la tierra, sino en el sembrador. ¿Por qué? Porque como lo han afirmado algunos de nuestros pensadores dominicos, la figura que mejor refleja lo que es un maestro, es precisamente ésta, la de un sembrador o jardinero.

Eso son ustedes mis queridos maestros, unos sembradores. Con todo lo que esa palabra significa y con toda la humildad que esa palabra encierra.

La misión del maestro es así de sencilla: sembrar en sus discípulos la semilla del conocimiento, de la curiosidad, de la creatividad, de los valores, para que ellos, como lo hacen las plantas se desarrollen desde si, con sus potencialidades, sus capacidades, sus fortalezas, sus dones y den fruto para sí y para los demás.

Desde esta perspectiva del maestro como sembrador o jardinero, me gustaría compartir con ustedes algunas de las condiciones que creo hemos de tener nosotros. Lo voy a hacer aplicándoles hoy una FUERTE DOSIS DE VITAMINA C. ¿Por qué de vitamina C? porque todas las palabras de las cuales me voy a servir empiezan por la letra C, así que manos a la obra:

Un maestro, como un buen sembrador o jardinero que es, debe ser o tener:

1. Conocimiento: Un sembrador conoce bien su terreno, conoce bien las semillas, sabe de nutrientes, de abonos, sabe dónde sembrar.

Un buen maestro por su parte:

* Conoce a sus estudiantes, conoce su ritmo de aprendizaje, conoce sus motivaciones, sus inquietudes.

* Como un buen sembrador, el maestro sabe cuál es el mejor ambiente de aprendizaje y crecimiento de sus discípulos.

* Así mismo, un buen maestro, conoce su disciplina y sabe lo que enseña. Hoy más que nunca los estudiantes se dan cuenta cuándo los “cañamos”, cuándo les engañamos enseñándoles cosas que no son

* Un buen maestro conoce la realidad. Para enseñar cómo se debe vivir o desempeñarse en la vida, hay que conocer el mundo. Para generar conciencia de la problemática, hay que hacerlos mirar al mundo, porque nuestros discípulos no pueden vivir como en una burbuja, como en una cuarentena permanente. Les debemos generar sensibilidad por el dolor del otro, por el sufrimiento de los demás.

2. Confianza, creer: El sembrador cuando siembra tiene confianza en la semilla, sabe que la esparce y que va a desarrollarse.

Un buen maestro:

* Cree en sí mismo,

* Cree en sus estudiantes, confía en sus capacidades, en lo que pueden hacer y llegar a ser.

* Genera confianza en ellos.

* Confía también en Dios, en la fuerza del Espíritu Santo que nos da sabiduría y que abre las mentes y corazones de nuestros estudiantes.

3. Creatividad: El sembrador debe buscar siempre nuevas maneras de sembrar y cultivar. En tierras áridas debe devanarse los sesos para ver cómo saca lo mejor de la tierra y de las semillas.

Un buen maestro:

* Tiene la capacidad casi innata de innovar, de generar nuevos conocimientos, nuevas estrategias y métodos de aprendizaje

* Hoy más que nunca se nos está pidiendo creatividad para enseñar. Nuestros métodos han quedado obsoletos, hay que estar en continua creación y recreación.

* Rompe esquemas para que sus estudiantes sean los primeros constructores de su conocimiento, para que sean los primeros responsables de su formación, para que sean agentes activos y no pasivos de su educación.

* Tiene creatividad para generar nuevos escenarios y experiencias de enseñanza aprendizaje.

4. Cualificación permanente: Un sembrador siempre está al tanto de lo que puede ayudarle a mejorar su cosecha. No se queda con lo que aprendió de niño, es inquieto, explora y sobre todo aprende todos los días de la naturaleza.

Un buen maestro:

* Ha de tener siempre un corazón de discípulo: capacidad de aprender, de cualificarse todos los días. No se puede contentar con lo que recibió en la universidad.

* Aprende siempre nuevas maneras, metodologías y técnicas de enseñanza.

* Está actualizado sobre los avances de la materia que enseña, de los avances de la psicología del aprendizaje, de los progresos del mundo de la ciencia y la tecnología.

* Aprende a conocer mejor a sus estudiantes, sus inquietudes, sus dudas, sus problemas, sus temores, sus debilidades.

* Dice San Pablo “Quien no trabaje que no coma”. Nosotros podríamos decir: “quien no estudie que no enseñe”.

5. Comunicación: Un sembrador comunica a la semilla y a las plantas, no sólo agua, nutrientes, sino también una especie de energía que las hace crecer sanas y vigorosas. Un buen maestro:

* Sabe comunicar, sabe trasmitir no sólo sus conocimientos sino también su amor por el estudio, su deseo de conocer cada día más, su espíritu investigativo y de búsqueda de la verdad.

* Sabe comunicar con su vida los valores e ideales que lo mueven. Nuestros discípulos, lo hemos escuchado muchas veces, aprenden más que por las palabras, con el ejemplo.

* Sabe llegar a sus estudiantes, se adapta a sus capacidades, a su manera de aprender, se preocupa porque entiendan, porque asimilen, porque reciban el mensaje.

* Convence porque habla con seguridad, con entusiasmo, con alegría, con convicción.

6. Calma, constancia y paciencia: Si algo tiene un sembrador es paciencia. Sabe esperar, sabe que su siembra no es de un día para otro.

Un buen maestro:

* Sabe también esperar, tiene paciencia a sus estudiantes, va al ritmo del estudiante y no a su propio ritmo.

* Sabe entender a los que se demoran más en aprender, incluso a los que no quieren aprender.

* Tiene paciencia con el indisciplinado, con el crítico, con el que no está de acuerdo con él o con las normas, etc.

* No se desanima, es constante en su quehacer y con los que más dedicación requieren.

7. Cariño, cuidado y cercanía (especialmente hacia los más débiles): Dicen las abuelas y las mamás que si uno quiere que las plantas crezcan bonitas, hay que hablarles, decirles palabras agradables, acariciarlas, hacerles sentir amor.

* La tradición tomista nos habla de dos vías para formar: la via amoris y la via temoris. El camino del amor o el camino del temor. Desde una perspectiva evangélica y dominicana, debemos mover a nuestros discípulos no por temor sino por amor, no por miedo al castigo o a las represalias o incluso a una baja nota, sino por amor, por amor entrañable a un ideal, a un sueño. Es más importante hacerse amar que hacerse temer.

* Hoy más que nunca nos hemos dado cuenta de lo valioso que es el encuentro, el abrazo, la cercanía. La distancia nos hace apreciar el calor humano, la proximidad con el otro, el valor de los compañeros. Cuánta falta nos les hará a ustedes sus estudiantes, es por eso que un buen maestro sabe estar cerca de sus estudiantes, sabe brindarles cariño, amor, empatía, comprensión.

* Tiene especial predilección por los más débiles, por los que se sienten o son rechazados, por los que no tienen las mismas capacidades. El Papa Francisco al hablar a un grupo de profesores les decía que no podemos repetir en la escuela, el colegio o la universidad, los esquemas o estructuras de exclusión que mueven al mundo.

* Así que un buen maestro se preocupa por todos sus estudiantes, pero especialmente por los que más necesitan de su cariño, comprensión y ayuda.

* El amor que siente el maestro por sus discípulos es el amor que lo lleva a alegrarse de sus triunfos, de sus éxitos y a sufrir con sus derrotas y fracasos.

8. Comunión: El sembrador sabe que tiene que generar comunión con los demás campesinos. Ellos son generosos en compartir las experiencias, se ayudan ante las pestes, ante las dificultades y comparten sus experiencias exitosas. El sembrador no sólo está en comunión con sus compañeros, sobre todo está en comunión con Dios, se siente su más fiel colaborador en la obra de la creación.

Un buen maestro:

* Ha de estar en comunión con sus estudiantes, crear vínculos de amor y empatía.

* Tiene que estar en comunión también con sus compañeros, hacer equipo. No puede ser una isla.

* Tiene que estar en comunión con la institución, con sus jefes. Compartir sus valores, sus principios, su misión.

* Tiene que estar en comunión con Dios, del cual se siente su más humilde ministro.

Apreciados maestros, podría incrementar más la dosis de vitamina C, con otras tantas palabras como, por ejemplo, comprensión, carácter, criticidad, compasión, colaboración, cooperación, conciencia, etc., pero se las dejo a ustedes de TAREA para que mediten y reflexionen en ellas.

Antes de terminar quisiera agradecerles por su delicada y comprometida labor docente. En nombre de toda la comunidad dominicana de Colombia, Dios les pague por todo el bien que hacen a nuestro País y a nuestra amada Iglesia. Que Dios los bendiga.

Fr. Diego O. Serna S., OP

¿Por qué se representa a Santo Domingo de Guzmán con una estrella en la frente?

El portal dominicos.org lo explica: Una antigua Leyenda cuenta que durante el bautismo de Domingo apareció una estrella sobre su frente. Por medio de su vida y predicación, Domingo fue como un faro guiando almas hacia Cristo. Desde sus años de estudiante en Palencia, España, donde vendió sus valiosos libros para conseguir dinero para ayudar a los pobres que estaban sufriendo por una gran sequía, y donde llegó a ofrecerse él mismo a ser vendido como esclavo para redimir a cristianos cautivos por los Moros, a aquella noche, en un viaje a Dinamarca, que pasó en conversación con el hospedero hereje, atrayéndole por fin otra vez a la fe verdadera, a su etapa en el Languedoc, donde pasó los mejores años de su vida, hasta su enseñanza y predicación, hasta la fundación de su Orden, Santo Domingo fue siempre una estrella brillante que atrajo almas perdidas a Cristo.

Fr. Gerard Timoner, nuevo maestro de la Orden de Predicadores

“Fr. Gerard Francisco Timoner III O.P. ha sido elegido como maestro de la Orden de Predicadores. Se convierte así en el primer fraile asiático en ocupar el cargo y en el 88.º sucesor de Santo Domingo. Fr. Gerard ha sido hasta ahora socio del Maestro para la región Asia-Pacífico de la Orden de Predicadores. En 2014, el Papa Francisco lo nombró miembro de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano, establecida por el Papa Pablo VI en 1969 para examinar cuestiones sobre asuntos doctrinales, en particular de la Congregación para la Doctrina de la Fe…”

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Luis Bertrán, entre los dominicos

Entre los dominicos

En el siglo XV, en los duros tiempos del cisma de Aviñón, cuando los dominicos vivían el régimen mitigado de la Claustra, el beato Alvaro de Córdoba (+1430) había iniciado la congregación de la Observancia, que se había ido extendiendo por los conventos de España.

En aquellos difíciles años hubo muchos santos en la familia dominicana (Santa Catalina de Siena +1380, beato Raimundo de Capua +1399, San Vicente Ferrer +1419, beato Juan Dominici +1419, beato Andrés Abelloni +1450, San Antonino de Florencia +1459), todos ellos celosos de la observancia religiosa y apasionados por la unidad de la Iglesia.

Pues bien, la reforma de la Observancia se fue extendiendo por todos los conventos españoles, de manera que en 1502, dando fin al régimen mitigado, toda la provincia dominicana de España adoptó la estricta observancia. La reforma en España de los franciscanos que vinieron a ser llamados descalzos (1494), y ésta de los dominicos observantes (1502), tuvo un influjo decisivo en la asombrosa potencia que estas dos órdenes hermanas mendicantes mostraron en la primera evangelización de América.

Pues bien, cuando el Señor quiso llamar a Luis Beltrán con los dominicos, su gracia había hecho florecer en Valencia por aquellos años un gran convento de la Orden de Predicadores, con un centenar de frailes. Es cierto que aquel monasterio había conocido antes tiempos de relajación, pero fray Domingo de Córdoba, siendo provincial en 1531, realizó con fuerte mano una profunda reforma. Algunos frailes entonces, antes de reducirse a la observancia, prefirieron exclaustrarse. Y dos de estos religiosos apóstatas, en 1534, sorprendieron en una calle de Valencia a fray Domingo de Córdoba, que iba acompañado del prior Amador Espí, y los mataron a cuchilladas. Lo que muestra, una vez más, que la reforma de las comunidades religiosas relajadas no puede ser intentada sin vocación de mártir.

Diez años más tarde, en 1544, estando ya aquel convento dominico en la paz verdadera de un orden justo, Luis Bertrán, a pesar de que su salud era bastante precaria, tomó el hábito blanco y negro de la Orden de Predicadores. Aquella santa Orden religiosa, fundada por Santo Domingo de Guzmán en 1216, que permitía ser a un tiempo monje y apóstol -contemplata aliis tradere: transmitir a otros lo contemplado-, había de ser para siempre el muy amado camino de San Luis Bertrán. Recibió su profesión el prior fray Juan Micó (1492-1555), ilustre religioso, escritor y maestro espiritual. Este dominico fue tan santo que, en 1583, al ser trasladados sus restos junto a la tumba de San Luis Bertrán, el arzobispo San Juan de Ribera mandó abrir proceso en vistas a su posible beatificación.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Vida contemplativa dominicana

“Como contemplativas de la Orden de Predicadores han guardado en sus corazones todo lo que Santo Domingo les ha enseñado. En este sentido, las contemplativas han de ser como la reserva de ese patrimonio que Nuestro Padre quiso para impulsar la misión de la predicación…”

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Ayúdenme a darle gracias a Dios

Hace 32 años, un 2 de febrero, movido por la gracia compasiva del Señor tomé la decisión más importante de mi vida: hice mis votos en la Orden de Predicadores, conocidos como Dominicos. En medio de mis errores y deficiencias, los motivos de gratitud se acumulan en mi recuerdo y se vuelven canto jubiloso de gratitud a Dios, nuestro Padre Bueno.

Primer obispo de México: Fray Julián Garcés O. P. (1452-1542)

En octubre de 1527, en pleno desastre y turbulencia, llegó a la Nueva España el dominico fray Julián Garcés, como primer obispo de México. Hijo de familia noble, nació en 1452 en Munebrega, del reino de Aragón, y en la Orden de predicadores se había distinguido como filósofo y teólogo, biblista y predicador. Cuando en 1519 es nombrado obispo para la diócesis carolense -en honor de Carlos I-, de límites muy imprecisos, tiene 67 años. Esta diócesis imaginaria ve en 1525 concretada su sede en la ciudad de Tlaxcala, primer centro vital de la Iglesia en México. Allí se habían bautizado los cuatro señores tlaxcaltecas en 1520, teniendo como padrinos a Cortés y a sus capitanes Alvarado, Tapia, Sandoval y Olid.

El obispo Garcés, de paso a México en 1527, trata en la Española con hermanos suyos dominicos, como Montesinos y Las Casas, misioneros muy solícitos por la causa de los indios. Y al año siguiente conoce en la ciudad de México al franciscano fray Juan de Zumárraga, todavía obispo electo, aún no consagrado, de esta ciudad.

En 1527 inicia, pues, fray Julián Garcés su ministerio episcopal en la extensa diócesis de Tlaxcala a la edad, nada despreciable, de 75 años. Era muy estudioso, y se dice que de veinticuatro horas estudiaba doce, pero también era muy activo y excelente predicador. Funda el hospital de Perote, entre Veracruz y México, como albergue para viajeros, enfermos y pobres. Toda su renta la empleaba en limosnas y, como veremos, siempre apoyó al obispo Zumárraga, en las grandes luchas de éste. Murió Garcés piadosamente a fines de 1542, a los 90 años, y fue enterrado en la catedral de Puebla, a donde en 1539 había trasladado la sede tlaxcalteca.

Carta del obispo Garcés al Papa (1537)

Habiendo recibido fray Julián Garcés con la misma consagración episcopal el nombramiento de «Protector de los indios», entregó su vida, con una dedicación admirable, a evangelizarlos y defenderlos. De su fiel servicio episcopal es preciso destacar su Carta al Papa Pablo III, pues tuvo al parecer un influjo decisivo en la Bula Unigenitus Deus (2-6-1937), en la que se afirmaba la personalidad humana de los indios, y se condenaba su esclavización y mal trato, rechazando como falsos los motivos que se alegaban por entonces. Transcribimos de la carta citada algunos extractos:

«Los niños de los indios no son molestos con obstinación ni porfía a la fe católica, como lo son los moros y judíos, antes aprenden de tal manera las verdades de los cristianos que no sólamente salen con ellas, sino que las agotan y es tanta su facilidad, que parece que se las beben. Aprenden más presto que los niños españoles y con más contento los artículos de la fe, por su orden, y las demás oraciones de la doctrina cristiana, reteniendo en la memoria fielmente lo que se les enseña… No son vocingleros, ni pendencieros; no porfiados, ni inquietos; no díscolos, ni soberbios; no injuriosos, ni rencillosos, sino agradables, bien enseñados y obedientísimos a sus maestros. Son afables y comedidos con sus compañeros, sin las quejas, murmuraciones, afrentas y los demás vicios que suelen tener los muchachos españoles. Según lo que aquella edad permite, son inclinadísimos a ser liberales. Tanto monta que lo que se les da, se dé a uno como a muchos; porque lo que uno recibe, se reparte luego entre todos.

«Son maravillosamente templados, no comedores ni bebedores, sino que parece que les es natural la modestia y compostura. Es contento verlos cuando andan, que van por su orden y concierto, y si les mandan sentar, se sientan, y si estar en pie, se están, y si arrodillar, se arrodillan…

«Tienen los ingenios sobremanera fáciles para que se les enseñe cualquier cosa. Si les mandan contar o leer o escribir, pintar, obrar en cualquiera arte mecánica o liberal, muestran luego grande claridad, presteza y facilidad de ingenios en aprender todos los principios, lo cual nace así del buen temple de la tierra y piadosas influencias del Cielo, como de su templada y simple comida, como muchas veces se me ha ofrecido considerando estas cosas.

«Cuando los recogen al monasterio para enseñarlos, no se quejan los que son ya grandecillos, ni ponen en disputa que sean tratados bien o mal, o castigados con demasiado rigor, o que los maestros los envíen tarde a sus casas, o que a los iguales se les encomienden desiguales oficios, o que a los desiguales, iguales. Nadie contradice, ni chista, ni se queja…

«Ya es tiempo de hablar contra los que han sentido mal de aquestos pobrecitos, y es bien confundir la vanísima opinión de los que los fingen incapaces y afirman que su incapacidad es ocasión bastante para excluirlos del gremio de la Iglesia. «Predicad el evangelio a toda criatura, dijo el Señor en el evangelio; el que creyere y fuere bautizado, será salvo». Llanamente hablaba de los hombres, y no de los brutos. No hizo excepción de gentes, ni excluyó naciones… A ningún hombre que con fe voluntaria pida el bautismo de la Iglesia, se le ha de cerrar la puerta, como lo enseña San Agustín, citando a San Cipriano.

«A nadie, pues, por amor de Dios, aparte desta obra la falsa doctrina de los que, instigados por sugestiones del demonio, afirman que estos indios son incapaces de nuestra religión. Esta voz realmente, que es de Satanás, afligido de que su culto y honra se destruye, y es voz que sale de las avarientas gargantas de los cristianos, cuya codicia es tanta que, por poder hartar su sed, quieren porfiar que las criaturas racionales hechas a imagen de Dios son bestias y jumentos, no a otro fin de que los que las tienen a cargo, no tengan cuidado de librarlas de las rabiosas manos de su codicia, sino que se las dejen usar en su servicio, conforme a su antojo…

«Y por hablar más en particular del ingenio y natural destos hombres, los cuales ha diez años que veo y trato en su propia tierra, quiero decir lo que vi y oí… Son con justo título racionales, tienen enteros sentidos y cabeza. Sus niños hacen ventaja a los nuestros en el vigor de su espíritu, y en más dichosa viveza de entendimiento y de sentidos, y en todas las obras de manos.

«De sus antepasados he oído que fueron sobremanera crueles, con una bárbara fiereza que salía de términos de hombres, pues eran tan sanguinolentos y crudos que comían carnes humanas. Pero cuanto fueron más desaforados y crueles, tanto más acepto sacrificio se ofrece a Dios si se convierten bien y con veras… Trabajemos por ganar sus ánimas, por las cuales Cristo Nuestro Señor derramó su sangre.

«Oponémosles por objeción su barbarie e idolatría, como si hubieran sido mejores nuestros padres… ¿Quién duda sino que, andando años, han de ser muchos destos indios muy santos y resplandecientes en toda virtud?… Si España, tan llena de espinas y abrojos de errores antes de la predicación de los Apóstoles, dio después en lo temporal y espiritual tales frutos, cuales ninguno antes pudiera entender que estaban por venir, porque esta mudanza es de la diestra del Muy Alto, también se ha de conceder que, siendo la misma omnipotencia la de Dios, y el mismo auxilio, favor y gracia, la que concede a todos como Redentor, podrá ser que el pueblo de los indios venga a ser maravilloso en este Nuevo Mundo… Advertid, dice el Salmista, que desta manera será bendito el hombre que teme al Señor; y dice luego el cómo: «Viendo a los hijos de tus hijos (que son los hombres pobres del Nuevo Mundo) que con su fe y virtudes por ventura han de sobrepujar a aquéllos por cuyo ministerio fueron convertidos a la fe»…

«Ahora es tanta la felicidad de sus ingenios (hablo de los niños), que escriben en latín y en romance mejor que nuestros españoles. Confiesan todos sus pecados, no con menos claridad y verdad que los que nacieron de padres cristianos, y estoy por decir que con más ganas… Tienen simplicidad de palomas, y para sus confesiones, todo el año es cuaresma. Toman disciplinas ordinarias, con ser cosa que los muchachos rehusan, y las reciben de su voluntad… Y lo que nuestros españoles tienen por más dificultoso, pues aún no quieren obedecer a los prelados que les mandan dejar las mancebas, esto hacen los indios con tanta facilidad que parece milagro, dejando las muchas mujeres que tuvieron en su paganismo, y contentándose con una en el matrimonio. Con estar muy hechos a hurtar por particular inclinación que a ello tienen, no rehusan la restitución ni la dilatan. Edifican grandes iglesias, adórnalas con las armas reales; labran también los conventos de los frailes que los tienen a cargo, y las casas de las mujeres devotas que envió la Reina doña Isabel, dándoles a ellas con tanta buena voluntad sus hijos, como a los frailes sus hijos».

A los 85 años, este anciano obispo enamorado de sus indios diocesanos, cuenta aquí al Papa una serie de casos concretos admirables -aunque entre ellos, por cierto, no refiere la muerte de los niños mártires de Tlaxcala, que fue unos diez años anterior a esta carta-, y concluye diciendo: Para explicar tantas cosas admirables como aquí vemos, «no buscamos juicio humano, sino que nos maravillamos del divino, pues quiere Dios despertar en los principios de aquesta nueva gente, los milagros antiguos y prometer el fruto con que florecieron los santos que ha muchos años que nuestra Iglesia reverencia. Ayúdales a los indios su poca comida, y el pobre y poco vestido, y la humildad y obediencia que les es natural, con no haber en el mundo nación que tenga con tanta abundancia todas las cosas necesarias como ésta…

«Una cosa quisiera yo, Santísimo Padre, que tuviera Vuestra Santidad por persuadida, y es que desde que comenzó a resplandecer por el mundo la verdad evangélica, desde que se declaró nuestra felicidad, desde que fuimos adoptados por hijos de Dios en virtud de la gracia de Nuestro Redentor, y desde que el camino de la salud fue promulgado por los Apóstoles, nunca jamás (a lo que yo entiendo) ha habido en la Iglesia católica más trabajoso hilado, ni cosa de más advertencia, que el repartir los talentos entre estos indios… Vean todo en ese pecho apostólico, que ninguna cosa se asienta más agradable que querer Vuestra Santidad que todos sus fieles acudan y asisten y velen en este negocio tan grave, con toda su fuerza y conato, deseo, voz y voto… tanto más cuanto vemos en Europa que se ejercita más la crueldad de los turcos contra los nuestros. De aquí saquemos oro de las entrañas de la fe de los indios. Esta riqueza es la que habemos de enviar para socorro de nuestros soldados. Ganémosle más tierra en las Indias al demonio que la que él nos hurta con sus turcos en Europa… Dilátense los términos de vuestros fieles, buen Jesús, Rey Nuestro» (Xirau, Idea 87-101).

Éste fue el primer obispo de Puebla de los Angeles.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.