¿Puede alguien llegar a odiar a Dios?

Por lo dicho en otro lugar (1-2 q.29 a.1), está claro que el odio es impulso de la potencia apetitiva que se mueve sólo por la aprensión de algo. Ahora bien, Dios puede ser aprehendido por el hombre de dos maneras. La primera, en sí mismo; por ejemplo, cuando lo ve por esencia; la otra, por sus efectos. Lo invisible de Dios desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras (Rom 1,20). Pues bien, Dios es por esencia la bondad misma, a la que nadie puede odiar, ya que, por definición, el bien es lo que se ama. Por eso resulta imposible que quien ve por esencia a Dios le odie.

Con respecto a sus efectos, hay algunos que no pueden ser contrarios a la voluntad humana; por ejemplo, ser, vivir, entender. Son cosas apetecibles y amables para todos, y son efectos de Dios. Por eso mismo, en cuanto Dios es aprehendido como autor de esos efectos, no puede ser odiado.

Pero hay efectos que contrarían a la voluntad humana desordenada, como, por ejemplo, la inflicción de un castigo, la cohibición de los pecados por la ley divina que contraría a la voluntad depravada por el pecado. Ante la consideración de estos efectos puede haber quien odie a Dios, porque le considera como quien prohibe pecados e inflige castigos. (S. Th., II-II, q.34, a.1, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

¿Niveles de paternidad en Dios?

Fray, ¿hasta qué punto es correcto hablar de los niveles de paternidad de Dios? Cuando se habla de Dios padre de Jesus, Dios padre de los cristianos y el Dios padre creador de todo lo que existe? – R.G.

* * *

En general las expresiones sobre “niveles” resultan inadecuadas en todo lo que atañe a Dios y sus atributos. La razón básica es que Dios es infinito en sus cualidades y sus dones y por eso termina siendo contradictorio ponerle límites como serían los niveles.

Lo que puede cambiar, en cambio, es _nuestra experiencia_ de esos dones sobreabundantes que están en Dios. Así por ejemplo, una santa como teresa del Niño Jesús tenía una experiencia muy, muy intensa de Dios como Padre; lo mismo podríamos decir de un santo como Francisco de Asís. Un católico “promedio” sabe menos y vive menos esta realidad bendita.

LA GRACIA del Lunes 15 de Abril de 2019

Que Dios en esta Semana Santa nos conceda amor agradecido, amor del que no se mide y a la vez que nos conceda gran humildad para no olvidar lo que somos y quién es Él.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA en redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios. Tu donación hace fuerte la evangelización católica. ¡Dona ahora!]

LA GRACIA del Domingo 7 de Abril de 2019

DOMINGO V DE CUARESMA, CICLO C

El ideal de perfección lo puso Dios en nuestro corazón pero solo con nuestras fuerzas no se alcanza. Cristo lo alcanza para nosotros dándonos su amor y abriendo el camino de la fe.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA en redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios. Tu donación hace fuerte la evangelización católica. ¡Dona ahora!]

LA GRACIA del Martes 26 de Marzo de 2019

La raíz de nuestra dificultad para perdonar está en que llevamos “cuentas” y el único modo de superar ese mal hábito sucede cuando somos inundados por el amor y el poder de Dios.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA en redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios. Tu donación hace fuerte la evangelización católica. ¡Dona ahora!]

¿Es lógico decir que hay que amar a Dios más que a sí mismo?

De Dios podemos recibir dos tipos de bienes: de naturaleza y de gracia. El amor natural se funda en la comunicación de los bienes naturales concedidos por Dios, y en virtud de ese amor, el hombre, en su naturaleza íntegra, ama no sólo a Dios sobre todas las cosas y más que a sí mismo, y lo mismo hace cualquier otra criatura con el amor que le es propio, sea intelectual o racional, sea animal o, al menos, el natural en las cosas que carecen de conocimiento, como las piedras y demás cosas. La razón de ello está en el hecho de que, en un todo, cada parte ama naturalmente el bien común del todo más que el bien propio y particular. Esto se pone de manifiesto en la actividad de los seres: cada parte tiene, en efecto, una inclinación primordial a la acción común que redunda en beneficio del todo. Esto se echa de ver igualmente en las virtudes políticas, que hacen que los ciudadanos sufran perjuicios en menoscabo de sus propios bienes y a veces en sus personas. Con mucha mayor razón, pues, se da esto en la amistad de caridad, fundada en la comunicación de los dones de gracia. Por eso debe amar el hombre a Dios, bien común de todos, más que a sí mismo, porque la bienaventuranza eterna está en Dios como en principio común y fontal de cuantos pueden participarla. (S. Th., II-II, q.26, a.3, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

¿Podemos hablar de humildad en Dios?

“El Verbo Encarnado ¿no refleja, de alguna manera, en los gestos y en el lenguaje humanos, el ser invisible y el actuar inalcanzable de Dios? La misma Encarnación del Verbo ¿no es ya un acto de synkatábasis, de condescensión, de abajamiento, de «humildad» de la Trinidad Beatísima? Muchos textos evangélicos me venían a la cabeza…”

Haz clic aquí!

LA GRACIA del Domingo 4 de Noviembre de 2018

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

Aprendamos de la Sagrada Escritura que nos enseña que el verdadero amor significa preferir a Dios sobre todo, obrar y preservar el bien en toda persona.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA en redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios. Tu donación hace fuerte la evangelización católica. ¡Dona ahora!]

¿El temor de Dios disminuye al aumentar el amor hacia Dios?

Como ya hemos expuesto (a.2), el temor de Dios es doble: el filial, con que se teme su ofensa o su separación, y el servil, con que se teme la pena. Ahora bien, el temor filial debe crecer al aumentar la caridad, como aumenta el efecto al aumentar la causa. En realidad, cuanto más se ama a otro, tanto más se teme ofenderle y apartarse de él. El temor servil, por su parte, pierde del todo su servilismo cuando llega la caridad, pero permanece sustancialmente el temor de la pena, como ya hemos expuesto (a.6). Y este temor disminuye al crecer la caridad, sobre todo en cuanto a su acto, pues cuanto más se ama a Dios, menos se teme la pena. En primer lugar, porque se presta menos atención al propio bien, al cual se opone la pena. En segundo lugar, porque cuanto más firme es la unión, tanto mayor es la confianza en el premio, y por lo tanto, menos se teme la pena. (S. Th., II-II, q.19, a.10, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]