“Cáritas de Chicago ofrece a personas sin techo duchas y un lugar para lavar la ropa…”
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Alimento del Alma: Textos, Homilias, Conferencias de Fray Nelson Medina, O.P.
Hay un doble orden. Uno, por vía de generación y de materia, y, según ese orden, lo imperfecto precede a lo perfecto. El otro es el orden de perfección, y, según ese orden, lo perfecto por naturaleza es anterior a lo imperfecto. A tenor del primer orden, la esperanza es anterior a la caridad. Esto se pone en evidencia por el hecho de que la esperanza y todo movimiento del apetito se deriva del amor, como hemos visto al tratar de las pasiones (1-2 q.27 a.4; q.28 a.6 ad 2; q.40 a.7). Ahora bien, el amor puede ser perfecto o imperfecto. Es en verdad perfecto el amor por el que alguien es amado por sí mismo, en cuanto se le quiere desinteresadamente el bien; tal es el amor del hombre al amigo. Es, en cambio, imperfecto el amor con que se ama algo no por sí mismo, sino para aprovecharse de su bien, como ama el hombre las cosas que codicia. Pues bien, el amor de Dios en el primer sentido corresponde a la caridad, que hace unirse a Dios por sí mismo; a la esperanza, en cambio, corresponde el amor en el segundo sentido, ya que quien espera intenta obtener algo para sí. De ahí que, en el orden de generación, la esperanza precede a la caridad. Efectivamente, de la misma manera que el hombre llega a amar a Dios porque, temiendo el castigo divino, cesa en el pecado, como afirma San Agustín en Super primam Canonicam Ioann., así también la esperanza conduce a la caridad, en cuanto que, esperando de Dios la remuneración, se mueve a amarle y a guardar sus mandamientos. Pero en el orden de perfección la caridad es anterior a la esperanza. Por eso, cuando aparece la caridad, se hace más perfecta la esperanza, ya que esperamos más de los amigos. En este sentido dice San Ambrosio que la esperanza proviene de la caridad. (S. Th., II-II, q.17, a.8, resp.)
[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]
“Esta semana se ha cumplido el séptimo año de la guerra de Siria, un conflicto que ha generado que ha dejado casi 500.000 muertos y millones de desplazados y que ha devastado un país entero. En medio, distintas potencias internacionales con intereses en uno y otro bando. En medio, millones de sirios que no tienen nada, ni casa, ni trabajo y en muchas ocasiones ni que comer. En medio de esta oscuridad, Cáritas Siria se ha convertido en una luz para muchos sirios. Pese a las enormes dificultades y al peligro al que se enfrentan, los miembros de esta organización caritativa de la Iglesia no han abandonado a sus hermanos…”
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Cristo nos exhorta a ser coherentes en palabras y acciones, a ayudarnos unos a otros a llevar nuestras cargas, a no ser vanidosos y a no depender de la aprobación de los demás.
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MEMORIA DE SAN FRANCISCO DE SALES, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
San Francisco de Sales dio testimonio de ecumenismo sin mentiras, de evangelización sin fronteras y de caridad sin límites.
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* La caridad es la virtud que “reina en la Reina” porque en Ella, en la Virgen Santísima, es el amor el que da la fuerza, la ruta y la meta. Y así es en la vida cristiana: todo tiene su fuente en el amor, y en el amor tiene también su cumbre.
* Nuestro tiempo ha sufrido un desgaste de la palabra “amor.” Primero se redujo a un sentimiento; luego, a una sensación; finalmente, solo a un deseo o excitación.
* El verdadero sentido del amor al prójimo lo encontramos en la enseñanza de los santos, como Tomás de Aquino: amar es buscar el bien del otro. Eso es exactamente lo que nos muestra la Cruz de Cristo: por sus verdugos y por todos nosotros, Jesucristo ora buscando nuestro bien; de hecho, nuestro mayor bien, que consiste en el perdón de nuestros pecados y la alianza y amistad con Dios.
* El amor, en la Biblia, tiene expresión hebrea en un verbo que equivale propiamente a “preferir.” Amar a Dios es preferirlo, es ponerlo en primer lugar, es someter lo demás a su voluntad y su gloria. Ello vemos resplandecer en el testimonio de la Virgen Santísima, que pone al Señor, su plan, su gloria y su voluntad como primero en todo.
* Pero en Ella se muestra también, y de modo perfectísimo, el amor al prójimo. En al vista a su pariente Isabel y en las bodas de Caná, donde vemos que no es necesario un mandato expreso ni una petición explícita sino que el amor la mueve desde dentro para servir, apoyar, aliviar, hacer el bien.
* Sin embargo, el amor al prójimo se muestra en Ella con intensidad única en la Cruz, ofreciendo a su propio Hijo y acogiéndonos a todos como hijos suyos en el orden de la gracia.
¿Qué perfección cristiana pretendes alcanzar, si haces siempre tu capricho, “lo que te gusta”…? Todos tus defectos, no combatidos, darán un lógico fruto constante de malas obras. Y tu voluntad -que no estará templada en una lucha perseverante- no te servirá de nada, cuando llegue una ocasión difícil.
“Conozco a algunas y a algunos que no tienen fuerzas ni para pedir socorro”, me dices disgustado y apenado. -No pases de largo; tu voluntad de salvarte y de salvarles puede ser el punto de partida de su conversión. Además, si recapacitas, advertirás que también a ti te tendieron la mano.
La misma gracia que has recibido te da la fuerza para amar a tus hermanos, orando por ellos para que Dios visite sus corazones y para que también en ellos brille su gloria.
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¡Que el otro está lleno de defectos! Bien… Pero, además de que sólo en el Cielo están los perfectos, tú también arrastras los tuyos y, sin embargo, te soportan… -¡Aprende!
¡De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal; su conducta es reprobable e indigna; no demuestra categoría ninguna. -¡Merece humanamente todo el desprecio!, has añadido. -Insisto, te comprendo, pero no comparto tu última afirmación; esa vida mezquina es sagrada: ¡Cristo ha muerto para redimirla! Si El no la despreció, ¿cómo puedes atreverte tú?
Si tu amistad se rebaja hasta convertirse en cómplice de las miserias ajenas, se reduce a triste compadreo, que no merece el mínimo aprecio.
Verdaderamente la vida, de por sí estrecha e insegura, a veces se vuelve difícil. -Pero eso contribuirá a hacerte más sobrenatural, a que veas la mano de Dios: y así serás más humano y comprensivo con los que te rodean.
Tu caridad ha de estar adecuada, ajustada, a las necesidades de los demás…; no a las tuyas.
¡Hijos de Dios!: una condición que nos transforma en algo más trascendente que en personas que se soportan mutuamente.
A veces pretendes justificarte, asegurando que eres distraído, despistado; o que, por carácter, eres seco, reservón. Y añades que, por eso, ni siquiera conoces a fondo a las personas con quienes convives. -Oye: ¿verdad que no te quedas tranquilo con esa excusa?
Pon mucha visión sobrenatural en todos los detalles de tu vida ordinaria, te aconsejé. Y añadí inmediatamente: la convivencia te ofrece muchas ocasiones, a lo largo del día.
El verdadero evangelizador no se queda en la intención de ganar discusiones, sino que sabe con amor ponerles punto final para llevar más corazones a Nuestro Señor.
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DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
Debemos formar bien la conciencia, cultivar un espíritu de sabiduría que vea más allá de lo inmediato y un espíritu de compasión que de la oportunidad de conversión a todos.
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La generosidad cristiana no es simple solidaridad o filantropía, es verdadera caridad que busca reconstruir la especie humana, como lo hizo Cristo en la cruz.
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MEMORIA DE SAN FRANCISCO DE SALES, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
Francisco de Sales se muestra como un camino genuino de vida cristiana, uniendo el fuego apostólico y la dulzura del amor que proviene de Dios.
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Hay una misma caridad al acercarnos al prójimo para hablarle de Dios, y al apartarnos del prójimo para hablarle a Dios de él.
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“Las asociaciones de la Iglesia Católica Cáritas, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y REDES (Red de Entidades para el Desarrollo Solidario) han desarrollado una iniciativa para conseguir un planeta más habitable basado en un modelo de desarrollo justo, solidario y sostenible tomando como ejemplo la encíclica “Laudato Si'”…”
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