Retorno del Destierro
Tema 8: Conclusión
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Resumen
* El destierro sacudió hasta el fondo los cimientos de la fe israelita. Que Dios permitiera un nivel tan espantoso de dolor, de abandono y de derrota estaba fuera de la escala de lo imaginable para la mayor parte de la gente. Lo mismo que sucedió a los apóstoles, que oían hablar de que el Hijo del Hombre iba a ser entregado, pero no entendían ni querían entender, así los judíos no querían abrir su mente a las palabras de Jeremías o de Ezequiel.
* Por ello mismo, la primera reacción ante el destierro es de incredulidad, pasmo, desesperación, tristeza sin fondo. Sus puntos de orientación–la tierra y el templo–se han desvanecido, y por eso algunos simplemente dejan atrás su fe y su origen, aunque también hay otros que se obstinan en encontrar nuevas referencias. Las encuentran en la comunidad y en la escucha de la Palabra.
* Así, del destierro nace un nuevo modo de practicar la fe, adaptado a las nuevas circunstancias. Es el judaísmo de la diáspora, centrado en la sinagoga y fortalecido interiormente por una estructura familiar reforzada, y una estructura comunitaria muy cohesionada, a veces, hasta el punto del ghetto.
* El destierro les ha obligado a plantearse hasta sus últimas consecuencias el problema de la relación entre el Dios de la Alianza, YHWH, y los dioses de las demás naciones. Se desarrolla así una teología rica con afirmaciones como estas: (1) Dios lo ha hecho todo, sin ayuda de nadie y sin apoyarse en la obra de nadie: es Creador universal a partir de la nada. (2) Dios actúa no sólo en el ámbito de los que le son fieles: suya es toda la Historia y, sin negar la libertad humana, es Él quien dirige los destinos de todos. (3) Puesto que sólo Dios es Señor, toda atención desmedida a los poderes terrenos bordea la idolatría: lo sensato, en cambio, es encontrar firmeza y alegría sólo en el Señor. (4) La arrogancia humana es presagio de destrucción: sólo es sabia la humildad, la mansedumbre, el corazón sincero y contrito que sabe aguardar la hora de Dios. (5) Finalmente, el pecado humano no tiene ninguna justificación y por consiguiente nada puede pagar la ofensa contra el Omnipotente: Él perdona porque Él es bueno, no porque nadie tenga derecho o pueda adquirir el derecho (mérito) de ser perdonado.
ATENCIÓN: Escucha el retiro completo, o baja las notas de los ocho temas, en PDF.