ESCUCHA, La respuesta al laicismo es el laicado

* El laicismo, perniciosa ideología que quiere imponerse en nuestro tiempo, tuvo primero una larga gestación, que puede trazarse con bastante nitidez por lo menos hasta el siglo XVIII.

* La Revolución Francesa no tenía como objetivo único derrocar la monarquía. Se trataba asimismo de eliminar privilegios y quitar poder a la nobleza y al clero. Una nueva clase, de origen burgués e intelectual, se presenta como vocera del pueblo en su conjunto para competir por una amplia porción de poder y no desea límites, filtros ni estorbos.

* La revolución industrial añade, a lo largo del siglo XIX, algunos nuevos factores: (1) El surgimiento de una mentalidad capitalista que ya no mide la producción por el consumo, y que ya no ve a las máquinas como prolongación de los seres humanos sino a los humanos como prolongación del ritmo frenético de las máquinas. (2) La respuesta sindicalista, que poco a poco se decanta hacia ver la sociedad como un campo de batalla de intereses incompatibles. (3) La respuesta comunista, primero victoriosa en Rusia (en contra de las predicciones de Marx), que cree que puede cambiar la naturaleza humana a través de un sistema de leyes que aseguren los derechos al “pueblo.”

* El conjunto de estas tensiones y argumentaciones es la base del laicismo, que quiere explicar y construir el mundo sin referencia a la religión y con la consigna explícita de sacar a Dios de todo espacio de interés público en la sociedad.

* A fines del XIX, después de una serie de duras condenas doctrinales en contra del materialismo y el llamado “liberalismo,” el Papa León XIII inaugura una aproximación distinta al problema a través de un amplio documento razonado: su encíclica Rerum Novarum, publicada en 1891. Esta encíclica representa un notable avance pero todavía no impacta suficientemente lo concreto de la sociedad.

* Las respuestas, más allá de las series de condenas y excomuniones, fueron surgiendo de manera progresiva a comienzos del siglo XX. Cabe destacar tres:

(1) Frank Duff, laico católico irlandés, se pregunta si es posible ser santo. Su interrogante no mira al problema en abstracto sino que quiere saber si la santidad es también un camino practicable para él en su condición de laico. El curso de sus reflexione lo lleva a fundar la Legión de María, cuyo propósito es trabajar en comunión con los sacerdotes para hacer lo que los sacerdotes no podrán hacer: llevar la noticia de Jesucristo y el bien de una fe viva a los más diversos rincones de la sociedad humana.

(2) El sacerdote Josemaría Escrivá tiene una inquietud semejante: ¿Es que acaso la santidad está reservada para unos pocos (los consagrados) y debe consistir en cosas exóticas o extraordinarias? Su predicación de la santidad como desarrollo y desenlace natural del bautizado, y no a través de lo extraño sino por la fidelidad cargada de amor en lo cotidiano, conmueve a una multitud de laicos, que de repente sienten que la fe es para ellos. Los múltiples retos van a requerir un discernimiento fuerte y casi continuo y por eso Monseñor Escrivá insiste en la dirección espiritual. El Opus Dei, nacido de estas intuiciones, adquiere así un rostro beligerante por no conformista.

(3) La Acción Católica, una iniciativa dirigida a los laicos pero salida del corazón y la mente de muchos pastores ya desde el siglo XIX, subrayó ese aspecto militante. El nombre mismo indica una superación clara del esquema pasivo, y una invitación a ser parte del rostro que tendrá la sociedad en el futuro.

* El Concilio Vaticano II asumió esta clase de experiencias, y muchas otras, como patrón que ha de proponerse a los laicos en su conjunto. Aún más: ayudo a ofrecer una definición positiva del laicado. Ser laico es hacer presente el reinado de Cristo en las diversas dimensiones y lugares de la sociedad. Ni el laico es un sacerdote a medio hacer, al que habría que promover dándole cada vez más lugar en la liturgia, ni el sacerdote ha de codiciar los puestos de poder en la sociedad civil.

* Corresponde especialmente a los movimientos eclesiales la avanzada en esta nueva comprensión de la vida de los laicos. Tres características suelen acompañarlos: (1) Conciencia de la vocación laical; (2) Formación y discernimiento permanentes; (3) Sentido de comunidad.

* Este laicado, formado, consciente de su llamado y en gozosa comunión con la jerarquía de la Iglesia, es la genuina respuesta a la avanzada laicista.

ESCUCHA, Pedagogia sobre la Cruz para el cristiano

[Predicación en el Grupo de Oración “Pedacito de Cielo,” para la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz en 2013.]

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* Las tres fases más importantes en el descubrimiento del misterio de la Cruz llevan estos títulos: Dolor, Verdad, Victoria. Al principio sólo se percibe el dolor, y ante el dolor la reacción más común y natural es la rebeldía estéril. Pero mientras unos e quede en la sola rebeldía patina sin beneficio alguno, y aún retrocede. Si se supera esa fase se empieza a avanzar.

* La fase en que uno sólo ve en la Cruz el DOLOR tiene tres etapas:

(01) Llegar a aceptar como un hecho lo que uno antes rechazaba. Puede parecer puro estoicismo, y hay gente que se queda simplemente en eso: asumir la vida como viene, pero también es posible que a partir de la aceptación serena y profunda se abra un camino, que es el que conduce hacia los bienes de la Santa Cruz.

(02) Dice el refrán popular: “Del ahogado, el sombrero.” Suena cínico, pero puede ser un momento de gracia, en que uno empiece a descubrir que hay bienes exteriores que se han vuelto posibles a través de las mismas cosas que uno rechazaba. Por ejemplo: ser mestizo puede parecer un factor que disminuye la belleza de una raza más pura, pero a menudo las razas mestizas son más resistentes, emprendedoras y creativas.

(03) Dice la Sagrada Escritura: “Me estuvo bien el sufrir porque así aprendí tus justos mandamientos” (Salmo 119,71). Quien habla de esa manera no ha descubierto sólo ventajas o bienes exteriores sino que se da cuenta que él mismo ha pasado a ser un mejor ser humano: ha encontrado bienes interiores.

* La fase de la VERDAD tiene también tres etapas:

(04) Uno se da cuenta que a través de las pruebas, duros esfuerzos y contradicciones uno llega a conocerse. Es fácil creerse paciente, humilde y muy listo cuando no hay que responder a ningún desafío; pero cuando llegan las burlas o adversidades uno se da cuenta de que no es lo que creía: uno descubre la verdad de uno mismo. Esto no se logra sin muchos combate y unas cuantas derrotas.

(05) La vida nos conduce a veces a una DGU: Decepción generalizada del Universo. Hay tiempos en que sentimos que todo nos desilusiona o deja insatisfechos, incluyendo la familia, los amigos y las instituciones más representativas, sin excluir la Iglesia. Esa DGU puede volvernos amargados pero también puede colmarnos de admiración si miramos a Cristo: a este mundo, con todas sus incoherencias y miserias ha querido venir el Hijo del Dios vivo. “Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5,8) Así el dolor nos lleva de la mano a descubrir la verdad de Dios y de su amor.

(06) A partir de este punto nuestro modelo son los grandes santos, los que han descubierto mejor el tesoro de la Cruz. Enseña por ejemplo Santa Catalina de Siena que cuando las cosas van según nuestro gusto y placer, no podemos estar seguros de que esa sea voluntad del Señor, o si tal vez es la sutil presión que nuestro capricho y la fuerza de nuestro intelecto ha impreso en lo que nos rodea. La contradicción, en cambio, la verdadera contradicción, precisamente porque no es querida, nos da la certeza de no venir de nuestra voluntad. Es entonces un agente externo que no puede escapar al poder de Dios y que a la vez sabemos que no está en nuestras manos. Por lo tanto, es expresión muy clara del querer divino que así nos modela y guía. Se da entonces una paradoja: conocemos mejor la voluntad de Dios, y su plan para con nosotros, cuando las persecuciones, burlas y ataques se multiplican.

* La fase de la VICTORIA tiene cuatro etapas:

(07) Victoria sobre el demonio. Es sabido que el demonio pretende atraparnos con una estrategia que es su mentira fundamental. El enemigo malo pretende llevarnos a un falso dilema: “O eres obediente a Dios, pero infeliz; o eres feliz, pero para eso debes desechar a Dios.” La Cruz trae victoria sobre el demonio porque le permite a uno responder de este talante: “Abrazo con fe y amor la Cruz, y seguiré el camino que Dios me muestra, y sobre mis bienes o lo que yo reciba, es él quien decidirá en su sabiduría.”

(08) Victoria sobre el propio yo. Muy a menudo nuestros miedos o cobardías magnifican el tamaño de los obstáculos y peligros, encerrándonos en una cárcel de mediocridad y pusilanimidad. La Cruz nos empuja a no definir el tamaño de nuestra obras por el tamaño de nuestros miedos, logrando efectivamente que vayamos más allá de nosotros mismos. Es la fortaleza que brilla en los santos, y sobre todo en los mártires.

(09) Victoria sobre el mundo. Dice Jesús: “Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33). El que mira el amor grande y victorioso de la Cruz no siente ya obligación de seguir los dictados de la opinión pública o la mayoría, porque Cristo fue crucificado “por mayoría.” Tampoco siente la presión vanidosa de “ser original.” No pretende ni agradar ni desagradar al mundo sino sólo agradar a Dios.

(10) Victoria del amor. Y cuando se han descubierto los bienes perdurables que el Crucificado dejó como tesoro de la Cruz, entonces se puede sentir el deseo de unirse al acto de bendito amor que llevó a Cristo a la Cruz, pues no fue obligado por otra cosa sino sólo por su propio e infinito amor. Esa obra ha de extenderse por el mundo para gloria del Padre, y por eso decimos con San Pablo: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por ustedes, y en mi carne, completando lo que falta de las aflicciones de Cristo, hago mi parte por Su cuerpo, que es la iglesia.” (Colosenses 1,24).

10 recomendaciones para educar a los hijos en la verdad y superar la cultura de la mentira

“En esta sociedad de los medios de comunicación dirigidos, tenemos que estar muy alertas, para intentar distinguir lo que es verdad y lo que son “verdades a medias”. Hay muchas cosas falsificadas que parecen verdaderas, no solamente productos, sino expresiones y discursos…”
“En esta sociedad de los medios de comunicación dirigidos, tenemos que estar muy alertas, para intentar distinguir lo que es verdad y lo que son “verdades a medias”. Hay muchas cosas falsificadas que parecen verdaderas, no solamente productos, sino expresiones y discursos…”

No mentir

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Apuntes de la Guerra Semantica, 4 de 4

[Curso de formación permanente ofrecido a los sacerdotes de la Diócesis de Pereira, en Colombia. Abril-Mayo de 2013.]

Tema 4 de 4: El Poder del Evangelio

* Una batalla muy antigua

  • Por lo menos desde el siglo II, la Iglesia ha tenido que enfrentar la amenaza gnóstica.
  • Autores señalados: San Ignacio de Antioquía y San Ireneo de Lión.
  • En general, los Padres de la Iglesia no proceden argumentando desde la metafísica sino desde la verdad de la salvación.
  • Su punto de partida es: “¡Somos salvos!” y desde ahí la pregunta: “¿Quién es este Cristo en quien somos salvos?”
  • Todo radica en comprender que la verdadera desgracia del ser humano no es la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o la injusticia, sino que debajo de todo ello subyace lo realmente espantoso: el PECADO.

* La unicidad de la fe: Aparece un camino claro

  • Reconocimiento del pecado
  • Arrepentimiento
  • Escucha del kerigma
  • Certeza de haber sido amado
  • Acogida en fe de la salvación
  • Camino de formación (catequesis)
  • Inserción viva en la Iglesia.

* ¿Qué hace entonces a Cristo único?

  • No es en primer lugar su mensaje.
  • Ni sus milagros.
  • Ni su estatura moral.
  • Ni el testimonio de su solidaridad.
  • Ni la capacidad de convocatoria y liderazgo.

* Cristo es único por la verdad de su Encarnación y por la verdad de su sacrificio redentor.

  • Un sufrimiento “aparente” indicaría un amor “aparente,” y una salvación “aparente,” enseña San Ignacio de Antioquía.
  • Caro cardo salutis, dice San Ireneo: En la verdad de la encarnación radica la verdad de la salvación.

* Queda entonces como señal positiva y necesaria que se presenten con claridad estas realidades: Pecado, Arrepentimiento, Conversión, Fe, Gracia, Cruz, Sangre de Cristo, Muerte, Resurrección, Bautismo, Eucaristía, Espíritu Santo, Iglesia, Sacramentos, Vida Eterna.

* La Recuperación del Lenguaje

  • El punto fundamental es que las palabras derivan su fuerza semántica última no de otras palabras sino de la vida.
  • Fundamentalmente la vida se expresa a través de narraciones, luego son ellas las que deben tener un lugar sobresaliente en nuestro ministerio.

* Esto implica:

  • Primacía de la Historia de la Salvación sobre la simple memorización de conceptos.
  • Primacía de los testimonios sobre la predicación moralista.
  • Primacía de las vidas de santos sobre las exhortaciones o regaños.

* Pero los conceptos son importantes, y por eso en un segundo momento hay que enseñar a recibir con pensamiento crítico lo que el mundo ofrece. Y el comportamiento moral correcto es muy importante, y por eso hay que seguir como San Pablo el camino del modo “indicativo” al modo “imperativo.”

* No olvidar finalmente que el lenguaje integral por excelencia es la liturgia, y que en la plenitud de su significación está todo cuanto necesita la Iglesia para alimentarse y expresarse.

* El curso completo de Apuntes de Guerra Semántica puede seguirse aquí.