El Camino del Discipulado, 2 de 3

[Retiro Espiritual con un Grupo de Servidores de la Comunidad Hispana en Lafayete, Louisiana, EEUU, en Mayo de 2013.]

* Continuamos con las etapas del discipulado. Hablaremos del CRECIMIENTO.

* Hay tres cosas que nos hacen crecer: mistagogía, catequesis y ascesis.

* Originalmente, la mistagogía es el camino que ayuda a reconocer los “misterios,” y con esta palabra los primeros cristianos aludían al mundo rico y profundo de las celebraciones litúrgicas, y muy especialmente los sacramentos. Avanzar en la mistagogía es reconocer esa riqueza de sentido y alimentar en ella nuestra vida.

* De ahí viene un segundo sentido, derivado, de mistagogía: corresponde a lo que varias veces nos pide Cristo en el Evangelio: aprender a leer los signos de los tiempos. Crecer como discípulos no es simplemente celebrar con respeto y devoción la liturgia, es hacer de nuestra vida una ofrenda, y esto implica ofrecer lo que somos, lo que vivimos, lo que padecemos, entendiendo que nuestra existencia está precedida por el amor providente de Señor que cuando cierra un camino es sólo para mostrarnos otro.

* La catequesis tiene varias dimensiones. (1) Implica la familiaridad con la Biblia, hasta hacer de ella la casa espiritual en que uno vive. (2) Implica claridad de conceptos, es decir, tener muy firmes las verdades de nuestra fe. (3) Implica reconocer cuáles son las cuestiones más duras, los desafíos actuales para vivir y predicar nuestra fe.

* En síntesis: la catequesis no es un adornos ni es cosa que uno pueda dejar cómodamente en el pasado: es la herramienta fundamental para abordar de manera inteligente y fructuosa los retos del mundo presente.

El Camino del Discipulado, 1 de 3

[Retiro Espiritual con un Grupo de Servidores de la Comunidad Hispana en Lafayete, Louisiana, EEUU, en Mayo de 2013.]

* Pentecostés nunca está lejos. lo sabemos porque Cristo ha prometido: “Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11,13).

* La dinámica del discipulado. Dos verbos destacan como propios de los discípulos, en los cuatro evangelios: aprender y colaborar. Discípulo es el que aprende, por supuesto, pero Cristo no quiere una simple acumulación de conocimiento, porque el tema de aprendizaje es el Reino de Dios, y Dios no llega a reinar solamente con lo que sabe nuestra cabeza sino sobre todo con lo que practicamos y vivimos. Por eso la importancia del “laborar.” Pero no laboramos solos; Él está cono nosotros, y nosotros co-laboramos.

* Sobre esa base se establecen las etapas del discipulado, que pueden condensarse en cuatro: comienzo, crecimiento, madurez y donación.

* El COMIENZO supone recibir a Cristo por alguna de las puertas que la vida suele dejar abiertas: sanación, liberación y perdón. Lo característico de esta primera etapa es el gozo que Cristo describe en varias de sus parábolas, como por ejemplo, la del hombre que encontró un tesoro en un campo, o el comerciante que halló una perla de grandísimo valor. Esta alegría es importante porque suele suceder que quien no conoce esta clase de gozo tenga siempre espacio en su alma para otro tipo de gozo, que ya no será según Dios.

Familias Migrantes, 2 de 2

[Predicación a la Comunidad Hispana en Lafayette, Louisiana, EEUU, en Mayo de 2013.]

* Pasemos al examen de algunas sugerencias y consejos concretos para aquellas familias en situación de migración, sobre todo cuando las condiciones no son óptimas y las tensiones se acentúan. Son siete puntos, que tomamos de la experiencia durísima de los judíos en el tiempo de su destierro a Babilonia:

(1) No dejarse asustar por los poderes de este mundo, los cuales a menudo destilan arrogancia y toman una posición intimidatoria. Lo que ellos piensen o digan de sí mismos no cambia el hecho de que sólo Dios es Dios de todos.

(2) Las familias necesitan iniciar y cuidar sus ritmos, rituales (incluyendo las oraciones) y rutinas. Los cambios exteriores no deben interrumpir esa vida interna del núcleo familiar.

(3) Que se escuche la Palabra de Dios en el hogar. Sin ella, los hijos crecen en un universo de signos y personajes ajenos a la fe.

(4) Según la Biblia, corresponde ante todo al papá liderar en la oración: su primer lugar es indispensable porque su anatomía y fisiología le da un lugar único de relevancia en la mente infantil.

(5) Papá y Mamá tomen en serio su fe, y sean los primeros catequistas de sus hijos. Es más importante el tema de la fe que muchos otros, incluyendo asuntos de afectividad o de sexualidad, porque sobre la base de la dignidad que el mensaje de redención nos enseña ya se deduce qué vida hemos de llevar.

(6) Que no sólo resuenen las palabras sino que los hijos vean que los papás se implican en obras específicas de caridad y de evangelización.

(7) Sentido de comunidad y apoyo mutuo.

Familias Migrantes, 1 de 2

[Predicación a la Comunidad Hispana en Lafayette, Louisiana, EEUU, en Mayo de 2013.]

* ¿Qué dificultades particulares experimentan la pareja, y la familia, cuando viven procesos de movilidad humana, que a menudo implican nuevos y desafiantes contextos culturales?

* Quizás el criterio más importante para responder es: todo depende de cuáles derechos básicos queden asegurados por las condiciones en que se da el cambio. No es lo mismo “ser invitado” que “tratar de entrar.”

* El segundo criterio a tomar en cuenta es que, aunque sea el grupo familiar el que cambia de residencia, no debe presumirse que todos viven sus crisis o esperanzas al mismo tiempo. Cada persona tiene sus propias renuncias y sus pequeños o grandes avances, de modo que hay que estar atentos a esos procesos individuales y apoyar los procesos con gran paciencia, sentido de escucha y caridad.

* En particular, es típico que los varones se centren en la resolución de problemas, uno detrás de otro; mientras que las mujeres suelen tener un enfoque más comprensivo y holístico: tratando de crear y favorecer “ambientes” que sean acogedores y motivantes para todos. Es natural, y puede ser muy productivo que surjan algunas tensiones entre estas dos perspectivas.

* Si volvemos nuestra atención a la Sagrada Escritura, encontramos un dato fundamental: a menudo, Dios asocia el progreso en la fe con procesos, a veces dramáticos de movilidad humana. Llama la atención, en Génesis 12, cómo Abraham es puesto en camino. Su desarraigo de la tierra (y cultura) de su padre, va en paralelo con el progresivo arraigo a las promesas y la palabra misma de Dios.

* Otra escena importantísima en el conjunto de la historia de Israel es, por supuesto, el éxodo, que, como su nombre lo indica, habla también de un desplazamiento masivo de personas. El despojo del desierto va en paralelo con el equipamiento nuevo de una fe que madura a golpes del camino.

* En el Nuevo Testamento, baste recordar a Cristo como el gran caminante; como aquel que deja a las 99 en el redil y sale en búsqueda de la oveja perdida. De hecho, Cristo es el que no tiene dónde reclinar la cabeza, y su movilidad se identifica con la generosidad del amor que no puede permanecer impasible ante la necesidad de los muy amados.

* No debemos entonces ver a la movilidad humana necesariamente como un ataque a la fe. Más que los hechos en sí mismos, lo que importa es la manera como se leen y viven esos hechos, y sobre todo, si desde el principio se le da a Dios el lugar que le corresponde en la pareja, la familia y la comunidad como tal.