Catheriniana – 09, Teología del Amor, parte 5

[Catheriniana es una serie de reflexiones sobre aspectos de la enseñanza de Santa Catalina de Siena. Para sacar mayor provecho de estas conferencias es muy recomendable revisar primero la serie sobre su vida, y después la serie sobre los fundamentos de su doctrina espiritual. Si se quiere acceder a todas las publicaciones de este blog sobre la Santa Doctora, hacer click aquí.]

Tema 9: Sobre el correcto amor a sí mismo

* Hay un amor a sí mismo que trae destrucción, y hay un amor que trae salvación. ¿Qué los hace distintos y cómo reconocerlos?

* La diferencia no proviene del origen porque todo nuestro deseo y capacidad de amar proviene de Dios. El Padre Celestial dijo a Catalina que nuestra alma estaba “hecha” de amor.

* De hecho, Dios nos ha creado de tal modo que es infinita nuestra necesidad de ser amados como es infinita nuestra necesidad de amar. Tales “infinitos” dejó Dios en nuestro corazón para que lo buscáramos y poseyéramos a Él mismo, según aquello de San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti…”

* Cuando el ser humano pone algo en lugar de Dios se declara en rebeldía contra ese mandamiento primero y fundamental, del cual depende también su realización como persona humana y su posibilidad de ser feliz. Por eso todo pecado es pecado contra el primer mandamiento porque siempre implica rebelarse contra Dios y quitarle su lugar.

* En todo pecado entonces uno está escogiéndose a sí mismo y siguiendo el propio criterio por encima de la obediencia y amor a Dios. Tal es la fuente del mal amor a sí mismo.

* Catalina llama a ese amor perverso hacia sí mismo “amor propio sensitivo.” Es “sensitivo” porque, al desconectarnos de Dios, fuente de verdadera felicidad, buscamos, ciertamente en vano, saciarnos con todo tipo de placeres o sensaciones fuertes que al final terminan siendo causa de destrucción.

* El correcto amor a sí mismo tiene el sello de todo verdadero amor: la búsqueda del bien. Amarse correctamente es reconocer en dónde está nuestro verdadero bien. Por eso el camino del correcto amor a sí mismo pasa por el verdadero conocimiento de sí mismo. Saberse necesitado y ver en Dios la fuente única de misericordia, poder y sabiduría en la que es posible saciarse. De ese modo, amarse bien a sí mismo se traduce en volcarse en obediencia alegre y generosa al plan de Dios en el que uno encuentra todo bien.

* Paradójicamente, ese obedecer y amar a Dios, como bien supremo, puede implicar el sacrificio de otros bienes como se nota claramente en el caso de los mártires. A ojos del mundo es necedad lo que ellos realizan pero en realidad perdiéndolo “todo” están ganando TODO.

Catheriniana – 08, Teología del Amor, parte 4

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Tema 8: Amar al prójimo

* Testimonios sobre el camino del amor al prójimo en Catalina de Siena

+ En su tiempo de ermitaña en casa, conciencia de unidad con la Iglesia (uniéndose a la vida de oración de los frailes dominicos de Siena) y de unidad orgánica con la sociedad de su tiempo (penitencias que hace en tiempo de carnaval).
+ Caridad en casa: espíritu de servicio, discreción, disponibilidad.
+ Servicio a los pobres y amor al despojarse de todo para dar.
+ Servicio a los enfermos, siguiendo el ejemplo de Cristo, que no tuvo asco de nuestra condición.
+ Predicación: palabra encendida en fuego de caridad, que ofrece consejos, llamados a la conversión, doctrina.

* ¿Cómo definir propiamente el amor al prójimo?

+ Buscar el bien (implica discernimiento, sabiduría, lucidez)
+ que Dios pensó (implica humildad, oración, anhelo del Reino de Dios)
+ y es más necesario al prójimo (implica cercanía, capacidad de priorización)
+ en su circunstancia presente (implica capacidad, deseo y eficacia al actuar).

* Pasos:

+ Orar
+ Reconocer la propia nada
+ Unir lo masculino (valentía) y lo femenino (compasión)
+ Recordar nuestra limitación en la virtud y en el tiempo
+ ¡Volver a orar!

¿Y si no llega la pareja adecuada?

Fray Nelson, le quería pedir un consejo mi vida es un caos no he podido casarme el amor nunca llega para quedarse conmigo solo lo veo pasar a otras mejores; no viene al caso entrar en detalles le aburriría pero quisiera saber que opina Ud de que Dios nos hace sus esposas y no quiere que estemos con nadie es quien se ocupa de quitarnos de nuestro camino… o es el mal que destruye las relaciones porque odia y no puede ver el amor de pareja. Uno crece con las muñecas pensando en ser madre; ya llego a 50 y me duele pensar que estaré sola; todos me dicen es Jesús su esposo, cosas así siempre… pero yo no siento nada de ser monja… ando muy triste. -E.

No necesariamente hay que buscar una explicación sobrenatural. Las simples estadísticas muestran que siempre hay un número de mujeres que no tendrán pareja. por supuesto, para quienes no desean ese estado de vida, es muy triste ser parte de una estadística fría. Y esa tristeza no se va simplemente con una espiritualización apresurada del tipo: “Cristo es mi esposo.” Es verdad que hay personas que por vocación sienten así sobre Cristo pero esa es una decisión que han tomado libremente, no una condición que la vida les ha puesto encima.

¿Qué hacer entonces? Propongo tres puntos:

1. Darse cuenta que es una parte de la vida humana que no siempre se cumplen nuestros sueños. Hay gente que siempre quiso tener una casa propia, o siempre quiso tener un determinado trabajo, o siempre quiso viajar a algún sitio, o siempre quiso tener un hijo, o suiempre quiso casarse. No hay una explicación general de por qué tantos sueños que parecen legítimos y razonables no se realizan. En algún caso uno puede pensar que Dios podría estar preservando a una persona de algún tipo de daño o desengaño pero eso si acaso puede servir en unas cuantas historias. De nuevo, lo único que tenemos son las duras estadísticas que muestran que muchas personas no tendrán algunas alegrías particulares que hubieran querido tener. Y si las cosas les pueden suceder a algunos, ¿por qué no a nosotros?

Este tipo de dolor se parece mucho a un duelo. Uno puede disgustarse, enloquecerse, deprimirse o tratar de disimular pero la ausencia permanente del ser amado no cambia con nada de eso.

¿Qué hace una persona en un duelo? Toma las enseñanzas, atesora los buenos recuerdos, agradece lo que hay que agradecer y poco a poco va enfocándose en nuevas metas. En vez de llorar ante una puerta cerrada hay que ver qué puertas están abiertas.

2. Enfocarse en lo que sí es posible hacer y si trae satisfacción personal profunda. Uno no debe estar comparando alegrías. Lo que no se pudo, no se pudo. Pero el hecho de que una alegría no haya podido ser no quita que haya otras alegrías que sí pueden llegar a nuestra vida; alegrías y bienes que quizás han estado tocando a nuestra puerta. Por dar un ejemplo de algo distinto: hay personas que cuando terminan su época laboral y se jubilan (retiran) entran en depresión porque no pueden hacer lo que les gustaba. Pero también hay personas que empiezan a descubrir otro tipo de actividades que de hecho quedaban siempre pospuestas o incompletas debido al mucho trabajo.

Además de pensar en cómo hubiera sido su vida si hubiera estado casada, ¿qué más puede hacer una mujer? ¿Va a pasarse el día pensando sus pensamientos? Algunas toman ese camino que por supuesto les enferma el cuerpo y el alma. Otras van descubriendo que hay muchas fuentes de satisfacción, trabajo y alegría que no están ligadas al matrimonio. No todo en la vida debe definirse por “me casé” o “no me casé.” Ese es un descubrimiento fundamental. El valor integral de la vida no proviene de un solo aspecto o dimensión. Las personas con una fe viva en Cristo descubren esto más pronto porque Él nos pone en la ruta para sabernos y sentirnos amados por Dios Padre, y ese amor no se limite a “Tuve el trabajo que quería” “Me casé con el hombre que quería” o cosas parecidas. Además, la ruta de la fe nos ayuda a ver que todas esas alegrías, aunque sean grandes y legítimas, terminan con la hora de la muerte. Jesucristo en cambio nos invita: “Atesorad tesoros en el cielo…”

3. Por último, y puede ser lo más importante, es necesario ser miembros vivos de comunidades de fe en nuestras parroquias o en movimientos católicos reconocidos y autorizados. Al demonio le encanta vernos obsesionados con “algo” porque ese deseo concentrado pronto hace que caigamos en idolatría, y a la vez nos vuelve ciegos a los demás bienes que quizás Dios quiere otorgarnos.

Una comunidad de fe, donde haya oración, formación y evangelización, o sea, servicio de la Buena Nueva a otras personas, nos saca de las trampas en las que es tan fácil caer. Pronto nos damos cuenta que los demás no están necesitándonos únicamente ni principalmente por el trabajo que tengamos, el dinero que ganemos o la persona con la que nos hayamos casado. Esas cosas no necesariamente nos hacen buenos servidores de nuestros hermanos. En cambio, sí hay algo que mejora todo en nosotros: una vida de oración, no para ganar favores de Cristo sino porque Él es bueno y de su bondad nos hace partícipes.

Urgencia mundial, enseñar a amar

“El comportamiento de mañana depende de lo que hoy cada hijo respira en medio de las caricias o de las discusiones de sus padres. El niño aprende a pensar en casa que los vecinos son amigos o son enemigos, que los niños y las niñas merecen el mismo respeto o si es mejor ser chico que chica (o al revés), que hay que respetar o despreciar a los que son de religión distinta de la propia. Seguir las reglas de tráfico, respetar los juguetes que se encuentran en una tienda, ayudar a un anciano a cruzar la calle: todo eso será posible si en casa Chava o Lupita ven que sus padres les dan ejemplo y les enseñan las normas fundamentales de educación y de respeto…”

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Catheriniana – 07, Teología del Amor, parte 3

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Tema 7: Amar a Dios

* Nuestro amor hacia Dios es como el reflejo de la luz del sol sobre la luna; ella no tiene luz propia pero sí puede reflejar y dar de lo que recibe.

(1) Lo primero es conocer porque del conocimiento brota el amor. San Juan dice: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Juan 4, 16).

(2) El amor divino es creador, redentor y santificador. Como creador lo conocemos en la naturaleza y en nuestro propio ser; como redentor lo conocemos en nuestra historia; como santificador en los frutos y dones del Espíritu.

(3) Del conocimiento se pasa al agradecimiento y la alabanza. La alegría, la paz, el hambre de Dios son señales muy propias de esta etapa, y señales muy visibles en la vida de Catalina.

(4) Viene luego el deseo de unión, que conlleva la voluntad resuelta de evitar lo que le disgusta a él, y el deseo de semejanza.

(5) La unión se convierte así en ofrenda de sí mismo, del propio tiempo, los intereses, los recursos, y hasta la propia vida.

(6) La unión nos hace cercanos a los intereses de Dios: el amor hacia él se convierte en ardiente deseo de que su causa triunfe: que él sea conocido, amado y obedecido en todas partes. El amor de Dios deviene amor al prójimo.

(7) Al comprender que el gran “proyecto” de Dios es la Iglesia, nos hace vivos amadores de la Iglesia, queriendo sanarla, restaurarla, dotarla de los dones y gracias necesarios para su vida y misión.

Audacia del amor

¿Has visto? -¡Con El, has podido! ¿De qué te asombras? -Convéncete: no tienes de qué maravillarte. Confiando en Dios -¡confiando de veras!-, las cosas resultan fáciles. Y, además, se sobrepasa siempre el límite de lo imaginado.

¿Quieres vivir la audacia santa, para conseguir que Dios actúe a través de ti? -Recurre a María, y Ella te acompañará por el camino de la humildad, de modo que, ante los imposibles para la mente humana, sepas responder con un «fiat!» -¡hágase!, que una la tierra al Cielo.

Más pensamientos de San Josemaría.

Así habla un santo

“Te doy mi voluntad. Con ella te amo, te amo, te amo. Quiero vivir repitiendo siempre lo mismo, y así quiero morir, diciendo: Dios mío, te amo.”

San Alfonso María de Ligorio