¿Existe el amor para siempre?

Padre Nelson, me considero una persona normal, en el sentido de que mis historias son las de muchas jóvenes de mi edad. Y entre esas historias está que mis papás se separaron cuando yo tenía 11 años y medio. Un día me puse a ver, y entre mis amigas esa es la norma y no la excepción: todas somos hijos de papás separados; creo que con una excepción. La pregunta es si tiene sentido seguir hablando de amores “eternos” cuando lo que uno ve son amores a término limitado. Además, tampoco estoy segura de ue se la mejor idea estar buscando esos amores perpetuos cuando a veces la gente sigue unida pero en medio de la indiferencia o incluso de las agresiones. ¿Usted qué piensa? — K. S.

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A medida que la sociedad se vuelve más superficial, más individualista, más acelerada, vamos perdiendo cualidades que luego hacen falta, no sólo para cosntruir familias estables y felices sino también para todo lo que pueda darle firmeza y futuro a nuestros jóvenes. Quiero decir: el lenguaje del egoísmo y la ley de la jungla se imponen, y eso es una invitación a la trampa, la crueldad y el abuso… en todos los frentes, no sólo en la familia.

Hay un artículo bueno de ALETEIA que creo que ilumina puntos muy importantes sobre todo porque se atreve a pensar en grande, a pensar en santidad:

“Hoy pienso en todas las familias que tienen como modelo la sagrada familia. Pienso en el ideal y lo lejos que a veces se encuentra la realidad. Miro a José y a María en Belén. José mira a María. Ella calla conmovida. Ha llegado Dios a sus manos en la carne de un niño. El sí que pronunciaron se ha hecho realidad. Su Fiat sagrado. José mira a María. ¡Cuánto la quiere!

Miro hoy la intimidad que hay entre ellos. Su complicidad llena de ternura. Miro sus miedos que les hacen dudar. Miro todos sus sueños guardados en el alma. Veo a José preocupado de cada detalle. Miro a María calmando a José cuando se preocupa demasiado por las cosas que no salen bien. María sonríe. José la abriga. Carga él con lo más pesado. Ella se siente querida y cuidada.

Los dos velan al Niño esta noche. Los dos cuidan a Jesús en Belén. Los dos huyen después con Jesús a Egipto. En sueños lo comprenden todo. Los dos educan a Jesús en Nazaret cuando pueden regresar a casa. Años de silencio en los que Jesús crece en alma y cuerpo, se fortalece.

¡Cuánta renuncia escondida en treinta años de camino oculto! El amor siempre renuncia a los propios planes por el otro. José y María renunciaron a tantas cosas por seguir el plan de Dios. Sabían que Dios cuidaría de ellos toda la vida. Consagran su vida a ese niño que es Dios, que es hombre, que es su mayor tesoro. Ese mismo Dios que toca hoy la tierra y llega a mi vida.

José creyó al ver a María creer. Sabe de golpe que todo merece la pena sólo por estar con ella. María es el lugar de José. Su hogar sagrado. Su seguro más verdadero. María mira a José. Se alegra de que Dios le diera un hombre así para cuidar sus pasos. Un hombre justo, fiel. Se siente tan amada por él. El amor entre ellos construye su casa. Es el pilar más sólido. El más necesario. Ese amor matrimonial es tan sagrado.

Pero sé que al mismo tiempo el amor matrimonial es tan frágil. El amor de José y María es la referencia que anima. Un amor que parece imposible en la tierra. Pero para Dios no hay nada imposible. Un amor que todo corazón desea. Así quiere ser el amor de los esposos. Un amor humano y frágil que sueña con ser un amor santo.

Todos los matrimonios están llamados a la santidad como comenta el P. Kentenich: Queremos ser santos no a pesar de estar casados y de las cosas de la vida conyugal, sino precisamente porque estamos casados. Que el matrimonio sea un medio para la santidad.

Dios llama hoy al hombre a ser santo en ese camino particular para él soñado. La vida matrimonial es camino de santidad. El amor matrimonial es algo tan sagrado. Hay muchos matrimonios que viven muy santamente y son el testimonio más cercano del amor que Dios nos tiene. Un reflejo del amor trinitario. Ojalá hubiera cada vez más matrimonios santos o al menos que lucharan cada día por llevar una vida santa.

Dios me llama hoy a amar santamente. Miro el amor entre los esposos y veo que es un camino hacia el cielo. El camino más directo que Dios ha pensado para ellos.

Pero muchas veces sucede que la familia no es una escuela de santidad. Y el amor entre los esposos languidece, se enfría y deja de expresar una honda ternura. Comienzan las tensiones, las distancias, el desamor. Desaparece ese amor generoso que siempre soñaron. Ese amor fuerte que ha de ser el fundamento de todo. El amor deja de expresarse en gestos.

Hace falta siempre que el amor se alimente de la renuncia y de la generosidad. Un amor que no mida y acepte la asimetría como estilo de vida. Un amor que descanse en el amor que Dios nos tiene.”

Para bien del amor y de la pureza

Un matrimonio cristiano no puede desear cegar las fuentes de la vida. Porque su amor se funda en el Amor de Cristo, que es entrega y sacrificio… Además, como recordaba Tobías a Sara, los esposos saben que “nosotros somos hijos de santos, y no podemos juntarnos a manera de los gentiles, que no conocen a Dios”.

Cuando éramos pequeños, nos pegábamos a nuestra madre, al pasar por caminos oscuros o por donde había perros. Ahora, al sentir las tentaciones de la carne, debemos juntarnos estrechamente a Nuestra Madre del Cielo, por medio de su presencia bien cercana y por medio de las jaculatorias. -Ella nos defenderá y nos llevará a la luz.

Permíteme un consejo, para que lo pongas en práctica a diario. Cuando el corazón te haga notar sus bajas tendencias, reza despacio a la Virgen Inmaculada: ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! -Y aconséjalo a otros.

Más pensamientos de San Josemaría.

Amar es buscar el bien del otro

Amar es buscar el bien del otro. El amor requiere entonces los ojos bien abiertos. No es ceguera, no es ilusión, no consiste en “imaginar” lo que deseamos sino en acoger con realismo y apoyar con empeño y esperanza a nuestro prójimo. Ya se trate de alguien tan cercano, como el esposo o los hijos, o ya se trate de alguien a quien apenas conocemos, como un compañero ocasional en el autobús, amar al prójimo siempre requiere la luz de la inteligencia y una firme resolución de la voluntad.

No podemos decir que amamos simplemente por lo que “sentimos” en términos de simpatía, gusto, bienestar, u otros términos que se usan ocasionalmente hoy en día como “feeling,” “química,” “buena onda” o “buena vibra.” El amor puede o no tener esa clase de respuestas emocionales pero su esencia está muy por encima de todo ello. El amor puede empezar siendo alguna de esas realidades–como es, por demás, natural, especialmente en el amor de pareja–pero si se queda solamente a ese nivel no termina de salir de su egoísmo.

De hecho, amar es caminar, peregrinar, madurar, crecer. De modo ordinario, este camino va de una “lógica de transacción” en que cada uno da en proporción a lo que espera recibir, a una “lógica de gratuidad” en que la generosidad y la superación de todo cálculo toma el timón de nuestras acciones. Modelo acabado de esa gratuidad, modelo perfectísimo, es el Señor Jesucristo, en quien hemos sido amados “hasta el extremo.” Por eso, quienes se alimentan con abundancia de ese amor y se dejan formar por él encuentran siempre una ruta y una fuerza de crecimiento que hace posible la fidelidad, el perdón y una maravillosa fecundidad.

Perdonar y amar

Decía aquel amigo nuestro: “no he necesitado aprender a perdonar, porque el Señor me ha enseñado a querer”.

Perdonar. ¡Perdonar con toda el alma y sin resquicio de rencor! Actitud siempre grande y fecunda. -Ese fue el gesto de Cristo al ser enclavado en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”, y de ahí vino tu salvación y la mía.

Mira: tenemos que amar a Dios no sólo con nuestro corazón, sino con el “Suyo”, y con el de toda la humanidad de todos los tiempos…: si no, nos quedaremos cortos para corresponder a su Amor.

Más pensamientos de San Josemaría.

Cuida tu corazón

¡Grítaselo fuerte, que ese grito es chifladura de enamorado!: Señor, aunque te amo…, ¡no te fíes de mí! ¡Atame a Ti, cada día más!

No lo dudes: el corazón ha sido creado para amar. Metamos, pues, a Nuestro Señor Jesucristo en todos los amores nuestros. Si no, el corazón vacío toma venganza, y se llena de las bajezas más despreciables.

No existe corazón más humano que el de una criatura que rebosa sentido sobrenatural. Piensa en Santa María, la llena de gracia, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo: en su Corazón cabe la humanidad entera sin diferencias ni discriminaciones. -Cada uno es su hijo, su hija.

Más pensamientos de San Josemaría.

Amar de verdad

Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado.

Después de veinte siglos, hemos de pregonar con seguridad plena que el espíritu de Cristo no ha perdido su fuerza redentora, la única que sacia los anhelos del corazón humano.

Todavía no quieres al Señor como el avaro sus riquezas, como una madre a su hijo…, ¡todavía te preocupas demasiado de ti mismo y de pequeñeces tuyas! Sin embargo, notas que Jesús ya se ha hecho indispensable en tu vida… -Pues, en cuanto correspondas por completo a su llamada, te será también indispensable en cada uno de tus actos.

Más pensamientos de San Josemaría.

LA GRACIA del Lunes 16 de Octubre de 2017

Pidamos a Dios ser agradecidos por sus inmensos bienes, vivir el Padrenuestro al pedir su voluntad y ser dóciles a su amor para que pueda obrar en nosotros.

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¿Cómo se hace para amar?

Fray, Còmo se hace para amar? si uno se reconoce imposibilitado y ademàs de eso no logra atisbar en el otro ( cualquier humano) algún indicio de que es amable. Còmo es que se tiene el deseo de amar sabièndose incapacitado. No sè si me hago entender. –LV

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Si entendemos el amor como sentimiento agradable que nos hace disfrutar de la presencia de otra persona, ese tipo de amor no tiene uno cómo producirlo de la nada. Ese tipo de amor podemos decir que depende de su “objetivo” o “meta,” o sea, depende de que la persona a que se dirige sea “amable.” Observemos que la palabra “amable” tiene la misma estructura de palabras como “pensable,” “dibujable,” “construíble” y las de ese género. Todas esas palabras indican algo que se puede hacer. “Amable” quiere decir entonces: alguien a quien se puede amar; y la idea va más allá: que no sólo se puede amar sino que invita a ser amado.

Entendemos entonces que el amor-sentimiento depende de lo que uno vaya a amar y por consiguiente es en la práctica imposible hacerlo surgir. Es como si a uno le dijeran: “Tiene que enamorarse de tal persona, y además tener detalles de amor y ternura con ella.”

La Biblia tiene un enfoque diferente, en tres aspectos:

(1) El amor de que nos habla la Biblia sólo existe en aquellos que se han descubierto amados, intensa, infinitamente amados por Dios. La fuente no está en el ser humano porque el ser humano básicamente responde a estímulos, como hemos visto con el amor-sentimiento. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados” (1 Juan 4,10). Por ello mismo, el modelo de amor, según la Biblia, no implica reciprocidad ni mérito. Cristo nos llama a amar de esa manera: “…para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5,45)

(2) La expresión máxima del amor no está en las palabras o las caricias sino en buscar con toda fuerza el bien de la persona amada, hasta entregar la propia vida si es necesario. “No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos [que debiera mejor traducirse: los que uno ama, con amor como el de Cristo]” (Juan 15,13). El amor “bíblico” se concentra en las obras, en el bien que es posible y apropiado hacer en favor de la persona amada. Por eso Cristo nos dice: “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5,44). Claramente al mandarnos que amemos así, Cristo no nos está diciendo: “Sentid cosas bonitas por los que os tratan mal;” ese amor más bien es: “Haced el bien posible y apropiado por aquellos que lo necesiten, incluso si son vuestros enemigos.”

(3) El amor de que nos habla la Biblia no se concentra en lo que yo siento sino en lo que la otra persona necesita. Por eso Cristo, cuando le preguntan, ¿quién es mi prójimo?, o sea, ¿Quién es ese al que se supone que debo amar?, responde con la historia de una persona en grave necesidad. Es lo que está en la parábola del buen samaritano (Lucas 10,25-37). Este aspecto del amor, según la Biblia, implica que amar no necesariamente significa complacer. En muchas circunstancias amar puede implicar contradecir, corregir, oponerse o denunciar; porque uno lo que está buscando es el bien necesario a la otra persona, incluso si ella no lo conoce o no lo desea. Es como cuando la mamá pide que sea vacunado su bebé aunque el bebé llore un poco.

¿Ese tipo de amor, que hemos llamado “bíblico,” es posible? Por supuesto, si recordamos el orden de los puntos expuestos: empezar por la experiencia del amor de ese Dios que nos ha creado, perdonado, ungido y que nos llama a la plena comunión de vida y gozo en Él. Por eso nos dice San Juan: “Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado. Les anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.” (1 Juan 1,2-3).

Amor, a escala humana y divina a la vez

Tu caridad ha de estar adecuada, ajustada, a las necesidades de los demás…; no a las tuyas.

¡Hijos de Dios!: una condición que nos transforma en algo más trascendente que en personas que se soportan mutuamente.

A veces pretendes justificarte, asegurando que eres distraído, despistado; o que, por carácter, eres seco, reservón. Y añades que, por eso, ni siquiera conoces a fondo a las personas con quienes convives. -Oye: ¿verdad que no te quedas tranquilo con esa excusa?

Pon mucha visión sobrenatural en todos los detalles de tu vida ordinaria, te aconsejé. Y añadí inmediatamente: la convivencia te ofrece muchas ocasiones, a lo largo del día.

Más pensamientos de San Josemaría.

¿Es verdadero amor si está esperando algo a cambio?

Padre, si una persona dice tener amor fraterno hacia su prójimo pero si espera que de igual manera ese amor sea mutuo y si se siente celos de algunas personas que se le acercan es porq realmente el q dice amar nunca amo? — C.F.

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Hay amor de transacción, que es el más frecuente en las relaciones humanas, y hay amor de gratuidad, como el que Dios nos tiene.

No se debe esperar que todo amor sea de gratuidad ni se debe definir el amor, en general, como pura gratuidad, es decir: “dar sin esperar nada a cambio.” Es cierto que hay una forma elevada de amor, que tiene su fuente en Dios, y que se llama propiamente “caridad,” y que obra así, pero el funcionamiento normal de la sociedad requiere reciprocidad. Y por eso, lo normal, lo tácitamente esperado, es que haya reciprocidad.

Pensemos en el caso de una pareja. Con mucha frecuencia, la generosidad femenina es muy grande. Una mujer que defina el amor como “dar y no esperar nada” ¿qué reacción tendrá frente a la violencia doméstica, la infidelidad del esposo, la humillación de verse pospuesta mientras el corazón del hombre al que le entrega “todo” y cada vez le da “nada”? Si a esa mujer le decimos que el amor no requiere reciprocidad estamos destruyendo su dignidad y ciertamente no estamos ayudando al esposo que, interpretando mal la generosidad de la esposa, se hunde en sus visios egoístas.

Algo parecido sucede en la amistad. Hay personas que están esperando todo el tiempo que las tomen en cuenta, las llamen por teléfono, tengan detalles de afecto con ellas; pero ellas mismas dan muy poco. Son gente experta en quejarse y pedir atención pero se han acostumbrado a girar sólo en torno a sus intereses. Si estando cerca de alguien así pretendemos aplicar sin discernimiento que amar es dar sin esperar nada, lo único que estamos consiguiendo es empeorar la condición egoísta de la misma persona que supuestamente estamos amando.

Por supuesto, si la persona lo que espera en reciprocidad es una especie de “posesión,” o sea, de adueñarse del tiempo, los afectos o los intereses de la otra persona, eso no es reciprocidad: eso es una forma de control e incluso de explotación, y hay que estar en guardia también frente a ese peligro.

Por eso, en las relaciones cotidianas, normales, hay que esperar que haya afecto, alegría, donación; pero también una sana reciprocidad, un equilibrio. No exactamente como quien compra o vende pero sí como quien entiende que, al igual que un buen baile, uno solo no es pareja, y el baile no funciona.

Estas reflexiones no quitan espacio para el amor sublime, el amor de caridad. La idea no es quitarle espacio a la caridad sino a la manipulación, los complejos, el bullying, el egoísmo. Y para erradicar esas plagas hay que poner un piso sólido de trato justo. Sobre esa base, y sobre la conciencia de la dignidad de todos, ¡qué hermoso donarse a aquellos que quizás no tienen cómo pagarlo, en especial, los más pequeños, los más pobres y los más alejados!

LA GRACIA del Domingo 4 de Junio de 2017

DOMINGO DE PENTECOSTÉS, CICLO A

El amor es el que lleva a Cristo hasta el sacrificio de la cruz y el que hace que Él ruegue para que este amor descienda con fuerza sobre nosotros y nos haga criaturas nuevas.

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Trato de amistad y amor con Dios

Un rato de meditación diaria -unión de amistad con Dios- es cosa propia de personas que saben aprovechar rectamente su vida; de cristianos conscientes, que obran en consecuencia.

Los enamorados no saben decirse adiós: se acompañan siempre. -Tú y yo, ¿amamos así al Señor?

¿No has visto cómo, para agradar y bien parecer, se arreglan los que se aman?… -Pues así has de arreglar y componer tu alma

Más pensamientos de San Josemaría.