Revalorar el sacerdocio

“Revalorar el sacerdocio implica no desanimarse por los que se han salido, sino encontrar en todo ello un motivo para seguir trabajando por alcanzar una mayor vivencia del sacerdocio. Que cada uno seamos puente, medios, para que las personas, al entrar en contacto con nuestra vida, apoyada por el acompañamiento que vale la pena que llevemos, puedan descubrir a Dios en sus vidas, en lo cotidiano, en lo normal del camino…”

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¿Están los abogados obligados a defender particularmente a los pobres?

Ya que pertenece a las obras de misericordia ejercer la defensa en la causa de los pobres, debe repetirse igualmente aquí lo que también se ha dicho antes (q.32 a.5.9) acerca de las demás obras de misericordia. Nadie, en efecto, es lo suficientemente capaz de satisfacer con sus obras de misericordia las necesidades de todos los indigentes; y por eso, según escribe Agustín en I De doctr. christ., como no puedes ser útil a todos, debes socorrer principalmente a aquellos que por las circunstancias del lugar, tiempo o cualquier otra cosa te estén, por cierta razón del destino, más estrechamente ligados. Dice: circunstancias de lugar, porque el hombre no tiene obligación de buscar por el mundo indigentes a quienes socorrer, sino que le es suficiente si a aquellos que se le presentan les hace obras de misericordia. Por esto se prescribe en Ex 23,4: Si encontrares el buey o el asno de tu enemigo perdido, recondúcelo a él. Y añade: circunstancias de tiempo, por cuanto el hombre no está obligado a proveer a las futuras necesidades de otro, sino que es suficiente si socorre la necesidad presente; por lo cual se dice 1 Jn 3,17: Si alguien viere a su hermano sufrir necesidad y le cerrare sus entrañas, ¿cómo residirá la caridad de Dios en él? Y, finalmente, dice: o cualquier otra cosa, porque el hombre debe prestar atención preferentemente a los que por cualquier vínculo le están unidos, según la frase de 1 Tim 5,8: Si alguien no tiene cuidado de los suyos, y principalmente de los de su familia, ha renegado de la fe.

Sin embargo, aun concurriendo estas circunstancias, queda por considerar si el indigente sufre tan gran necesidad, que no se vislumbre de inmediato cómo se le puede socorrer de otro modo; y en tal caso se está obligado a hacer con él una obra de misericordia. Pero, si está a la vista cómo se le puede socorrer de distinto modo, ya el pobre por sí mismo, ya por una persona más allegada a él o que tenga más recursos, no se está necesariamente obligado a socorrer al indigente de modo que se cometa un pecado al no hacerlo; a pesar de que, si se le socorriera sin hallarse en tal necesidad, se obraría laudablemente.

Por consiguiente, el abogado no siempre tiene el deber de ejercitar su defensa en la causa de un pobre, sino solamente cuando concurran las predichas condiciones. De lo contrario, tendría que abandonar todos los demás asuntos y consagrarse exclusivamente a proteger las causas de los pobres. Lo mismo hay que decir del médico respecto de la curación de los enfermos pobres. (S. Th., II-II, q.70, a.4 resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

La gracia, el perdón y la conversión

R. C. Trench: Dios nos va a perdonar, pero él quiere que el pecador sepa hasta qué punto y en qué medida fue perdonado.

Miguel de Unamuno: Dios es como el aire: nos damos cuenta de él cuando nos falta.

Paul Tillich: No busque nada; no haga nada; no pretenda nada. Simplemente, acepte el hecho de ser aceptado.

Dietrich Bonhoeffer: La gracia de Dios no te cuesta nada. Pero una vez que se te ha ofrecido, no es posible despreciarla.

C. S. Lewis: Todos dicen que el perdón es una idea maravillosa hasta el momento en que tienen que perdonar ellos mismos.

Padre Congreve: Si somos pecadores perdonados, deberíamos comportarnos como tales: bienvenidos a la casa de Dios, coronados con el maravilloso amor de Cristo. De ese modo, animamos a los que nos rodean, especialmente a aquellos que van tristes porque proyectamos nuestra tristeza en sus vidas, en vez de darles amor agradecido, fe y esperanza.