Varios lectores nos han preguntado sobre la actitud de la Iglesia ante las autoridades civiles en tiempos de COVID-19.
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Me apoyo en un escrito de mi amigo sacerdote, P. Leandro Bonnin, porque comparto su punto de vista:
En medio de situaciones difíciles, volver a las fuentes de la doctrina católica nos trae siempre claridad y paz. Nos ordena, nos serena, nos provoca y nos “aguijonea” a ser mejores.
La situación actual, en la cual las Misas celebradas en las parroquias no pueden contar por ahora con la presencia de los fieles ha suscitado diversas manifestaciones y expresiones, sobre todo en las redes sociales.
Algunos fieles han mostrado su anhelo de participar en la Santa Misa con pedidos virtuales dirigidos a las autoridades civiles y -este es el caso al que me quiero referir- a los obispos. A su vez, algunos obispos han respondido públicamente a esta petición, al igual que algunos sacerdotes.
Mi opinión personal, en concordancia con lo que enseña el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica, se resume en lo siguiente:
# Que los bautizados tienen derecho a los sacramentos si los piden razonablemente y con las debidas condiciones (c. 213)
# Que los fieles laicos “tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas.” (c. 212 .3)
# Que los pastores debemos, en este contexto difícil, hacer lo posible para brindarles “asistencia espiritual” […]
# Que por el momento y teniendo en cuenta que en [nuestros países] no están permitidos los eventos no sólo religiosos, sino también culturales, recreativos y deportivos, no estamos -al menos no aún- en una situación de “persecución religiosa”. Tampoco se nos está privando del ejercicio del derecho de la Libertad religiosa, al menos que yo sepa. Los eventos religiosos que impliquen congregar fieles “caen” bajo la misma regulación que todos los demás eventos, no se nos impide reunirnos por motivos de fe sino por una medida sanitaria más amplia.
Lo que me permito sugerir a los fieles –en relación a los obispos y sacerdotes- y también me atrevo a sugerir a mis hermanos sacerdotes y a los obispos –aunque no sé si alguno me leerá, 😉 – es que evitemos los JUICIOS TEMERARIOS.
¿Qué son estos juicios?
El catecismo dice que “se hace culpable de de JUICIO TEMERARIO el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo” (2477)
Tal vez me equivoco, tal vez estoy cayendo yo en esto que señalo, pero en algunos textos y mensajes –tanto de fieles como de pastores- me parece ver algo de “juicio temerario”: suponer o dar a entender sin fundamento suficiente que el otro “hace tal cosa” porque “es esto o aquello”. No voy a poner ejemplos, que ustedes podrán inferir.
A mis hermanos laicos, los animo a ayudar a los sacerdotes a descubrir cómo ejercer ese ministerio de “asistencia espiritual” en el marco de la actual normativa.
A mis hermanos sacerdote, los animo a que pidamos a Dios el don de la creatividad para que sin descuidar la salud de nadie hagamos lo posible para atender a nuestros fieles. Para que ellos -nuestros fieles, los que nos sostienen con su oración, los que nos sostienen económicamente, los que trabajan “a la par nuestra”, los que le “ponen el pecho” a la experiencia difícil de ser cristiano hoy- no se queden con la sensación de que su reclamo no nos “hace mella” porque “sabemos por qué lo hacen”. Y mucho menos lleguen a sentir que los juzgamos o los condenamos.
Como siempre, ojalá que esta situación, incluso teniendo puntos de vista diversos, sea una oportunidad para que nuestros hermanos no creyentes puedan ver al Pueblo de Dios -fieles y pastores- y decir “miren como se aman”.