“Las claves de la constitución apostólica Veritatis gaudium aparecen desde su primer párrafo. La renovación de los estudios eclesiásticos se sitúa en el horizonte de la experiencia de alegría que significa conocer y transmitir la Verdad en persona, Jesucristo el Hijo de Dios. Quien se ha encontrado personalmente con Jesús de Nazaret y su Buena Nueva reconoce un síntoma inconfundible: le invade una alegría antes desconocida y, sin embargo, familiar, que le ensancha el corazón y le mueve a comunicarla tanto a quienes comparten la vida cotidiana como quienes se conoce en situaciones extraordinarias. La constitución mantiene así un rasgo característico del magisterio desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días: el carácter cristológico y personal de la Verdad…”
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