Fray, Un amigo me pregunta que si tiene sentido que un cura, que por ley de la Iglesia no debe casarse, esté aconsejando a personas casadas. ¿Cuál es la mejor manera de responderle? -B.S.
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Hay varias respuestas a la inquietud que planteas, y quizás lo mejor es presentarlas juntas porque se complementan.
(1) Desde el punto de vista bíblico, es importante recordar que Jesucristo fue una persona célibe, y eso no quita que es Maestro Divino para todas las áreas de la vida humana, incluyendo por supuesto el matrimonio. El gran apóstol san Pablo, en quien se basa la mator parte de la enseñanza sobre la pareja y el matrimonio, fue también célibe y aunque propuso su modo de vida como un modelo al que se podía aspirar, enseño muy claramente sobre el valor altísimo de la unión entre el hombre y la mujer.
(2) Desde el punto de vista social y familiar, hay que tener en cuenta que la experiencia de lo que es una parejano se adquiere solamete por contacto directo. Todo sacerdote viene de un hogar. En muchas ocasiones se trata de hogares ejemplares en los que los problemas cotidianos y las victorias sobre esos problemas han sido una gran escuela. ¿No se sabe nada sobre qué es ser papá o qué es ser mamá, y de cómo amar y perdonar, cómo escuchar y aportar en la vida de los otros, viendo semejantes ejemplos? En cuanto a los sacerdotes que vienen de hogares disfuncionales, ¿no habrán aprendido nada de por qué las cosas no funcionaron? ¿Esa experiencia no cuenta para nada?
(3) Es absurdo pretender que cada quien hable sólo de lo que conoce directamente. Si una doctora no ha estado embarazada, ¿no podrá decir nada a las embarazadas que le quieran consultar algo? Si un psicólogo no está diagnosticado de esquizofrenia, ¿no puede decir nada sobre esa condición psiquiátrica? Si un profesor de geografía no ha estado en Turquía, ¿no tiene nada que recomendar a un grupo de viajeros que quieran ir allá?
(4) Con mucha frecuencia el sacerdote tiene una experiencia amplísima, fruto de haber escuchado y asesorado a muchas parejas. Como comentaba con humildad un amigo laico casado: “Yo conozco bien mi historia, pero un buen sacerdote conoce centenares de historias.” Y cuando una persona necesita un consejo, ¿no es mejor acercarse al que tiene un conocimiento más amplio?
(5) La amplia formación del sacerdote le hace un consejero muy idóneo en muchos casos. En efecto, un buen sacerdote no sólo ha tratado a muchas personas sino que además ha tenido que estudiar temas de psicología, ciencia general, filosofía, biblia, moral, teología y derecho. Es de suponer que esa formación es de notable utilidad en muchas situaciones de pareja.