¿No sientes unas ganas locas de hacer más completa, más “irremediable” tu entrega?
¡Qué ridícula actitud la de los pobrecitos hombres, cuando negamos una y otra vez pequeñeces al Señor! Pasa el tiempo, las cosas se van viendo con su verdadero relieve,… y nacen la vergüenza y el dolor.
«Aure audietis, et non intelligetis: et videntes videbitis, et non perspicietis». Palabras claras del Espíritu Santo: oyen con sus propios oídos, y no entienden; miran con sus ojos, pero no perciben. ¿Por qué te inquietas si algunos, “viendo” el apostolado y conociendo su grandeza, no se entregan? Reza tranquilo, y persevera en tu camino: si ésos no se lanzan, ¡otros vendrán!
La Virgen Santa María, Maestra de entrega sin límites. -¿Te acuerdas?: con alabanza dirigida a Ella, afirma Jesucristo: “¡el que cumple la Voluntad de mi Padre, ése -ésa- es mi madre!…” Pídele a esta Madre buena que en tu alma cobre fuerza -fuerza de amor y de liberación- su respuesta de generosidad ejemplar: «ecce ancilla Domini!» -he aquí la esclava del Señor.