Este año, por diversas razones, he podido estar en Ecuador y Venezuela; no hace mucho estuve en Bolivia también. Es tiempo de compartir alguna reflexión sobre el particular estilo socialista que se ha convertido en un estándar para estas tres naciones. Conviene examinar si parece probable veremos su expansión en Latinoamérica y sobre todo, como creyentes, nos interesa preguntar cuáles serán las implicaciones para la Iglesia y para la evangelización.
La mención de la Iglesia no es artificial. Dada la raigambre católica de nuestros pueblos es apenas natural que cualquier poder público tenga que tomar posturas más o menos explícitas frente al “hecho católico.” Hugo Chávez, por ejemplo, en campaña por la reforma constitucional que le amplió los poderes y permitió la reelección indefinida
llamó “farsante” y “supuesto líder cristiano” al representante del Foro Evangélico de Venezuela que calificó de herejía su propuesta para una nueva Constitución. También reprochó a la Conferencia Episcopal Venezolana que en un reciente documento objetase la moralidad del proyecto de reforma. Para el presidente venezolano, que dio vivas a Jesucristo “padre, líder y revolucionario”, su reforma responde a “la propuesta divina de Cristo, el redentor de los pobres” y los cristianos van a votar por el “sí”…
Es sabido también cómo una parte del clero venezolano se ha declarado abiertamente chavista. Ha habido sabotajes a misas del clero no-chavista como cuenta esta noticia de enero de 2008:
Una situación irregular se presentó en la Catedral San Felipe Neri de Los Teques, cuando un grupo de personas, una de ellas disfrazada de El Diablo irrumpió en la eucaristía que se llevaba a cabo a las 12:00 del mediodía para proferir improperios contra la Iglesia. El sujeto que representaba al Diablo, quien fue identificado como Edmundo Keys, coordinador de cultura de la Alcaldía Mayor, gritaba desde las puertas del templo frases como “curas asesinos”, y al ingresar por el pasillo principal dijo a viva voz “yo reparto hostias y me dan dinero…”
Nótese que el protagonista central es un funcionario en ejercicio.
Morales, por su parte, se ha declarado recientemente marxista y comunista, en acto de particular solidaridad con Cuba y de desafío a la OEA.
En lo que atañe a la religión, se ha hecho practicar rituales nativos andinos para recibir poderes que le capaciten en su tarea como primer presidente indígena de la historia de Bolivia. Aparte de lo exótico de la ceremonia–que efectivamente se realizó–el mensaje es claro: se trata de presentar lo foráneo, y en concreto lo hispano y católico, como enemigo de la esencia y el ethos del país.
La lucha contra lo extranjero, con mútiples ribetes de desapropiación de bienes, maquinarias y rescindimiento de contratos, es sólo una de las estrategias comunes a estos mandatarios. Así como Chávez presenta su proyecto “bolivariano” como la verdadera identidad de Venezuela, y Morales quiere que lo indígena defina la verdadera identidad de Bolivia, Correa, el otro presidente de este trío singular, se ha esforzado en presentar a la clase pobre de su país como la verdadera y única representativa de la identidad ecuatoriana. Venezuela tiene su enemigo en Estados Unidos, Bolivia en la influencia extranjera, Ecuador en “los pelucones,” palabra con la que el mandatario designa a la clase media, la burocracia, o los partidos políticos tradicionales, según sea el caso. Su estrategia semántica ha sido causar división en la población de modo que el pueblo pobre sienta que sólo tiene un enemigo: la clase alta, y sólo tiene un amigo: Correa. Más información sobre el simpático término aquí.
Morales tiene razón al llamarse comunista, por lo menos en la medida en que la lucha de clases es vital para el éxito de su causa. Como hizo Castro en su momento, este tipo de socialismo se alimenta de una salsa de odio esparcida con abundancia sobre un cocido de injusticias precedentes. ¿Por qué la gente no se botó a las calles cuando Chávez empezó a insultar a la Iglesia? En parte porque ha visto a la Iglesia en demasiadas fotos con demasiados políticos demasiado ladrones por demasiado tiempo. Quizás los prelados trataban de contagiar con el mensaje de Cristo a aquella antigua clase dirigente pero no parece que la mayoría de la gente tenga una evaluación muy positiva de tales esfuerzos.
¿Por qué las payasadas de Morales las reciben tantos bolivianos con tanta seriedad y ven en él a un líder? Probablemente porque lo es. Después de décadas, si no siglos, de mirar hacia afuera y de mendigar ayudas, millones de bolivianos sienten que pueden decir que aman lo suyo y que les duelen años de invasión y explotación solapada, pues son muchos los gobiernos que firmaron acuerdos absurdos con compañías trasnacionales: los bienes de la nación fueron malvendidos y los bolsillos de los oligarcas quedaron repletos. Historias parecidas pueden contarse de Ecuador, y mucho me temo que, si la guerrilla colombiana no hubiera cometido tantas estupideces con las que ha hecho odioso el nombre de la Izquierda en Colombia, quizás tendríamos otro presidente de esa línea “reinando” en Bogotá.
Hay que tomar conciencia de la hondura del dolor y de la rabia para comprender de qué se alimenta esta clase de gobiernos. Cuando se piensa que en algunos casos más del 70% de la población ha sido rutinariamente excluida de todo o casi todo: educación, vías de comunicación, salud, plan de retiro, y por supuesto: nada de pensar en tecnología, vacaciones, cultura.
Por eso creo que lo mejor que podemos hacer con este trío es aprender de ellos. Aprender de ellos sin creer su demagogia. Aprender de ellos sin iniciar una nueva cadena de odio como el que ellos predican. Aprender de ellos sin negarles los aciertos que también tienen, así los quieran usar para sus fines de propaganda.
En ese sentido me ha dejado una buena impresión lo que encontrado en nuestros sacerdotes por todas partes. Suena a tópico pero de veras que la Iglesia se purifica cuando es atacada o por lo menos cuando no es demasiado mimada. Cuánta verdad hay en las palabras de Jesucristo: “Ay de vosotros, si todos hablan bien de vosotros.” (Lucas 6,26)