Discurres… bien, fríamente: ¡cuántos motivos para abandonar la tarea! -Y alguno, al parecer, capital. Veo, sin duda, que tienes razones. -Pero no tienes razón.
“Se me ha pasado el entusiasmo”, me has escrito. -Tú no has de trabajar por entusiasmo, sino por Amor: con conciencia del deber, que es abnegación.
Inconmovible: así has de ser. -Si hacen vacilar tu perseverancia las miserias ajenas o las propias, formo un triste concepto de tu ideal. Decídete de una vez para siempre.
Ausencia, aislamiento: pruebas para la perseverancia. -Santa Misa, oración, sacramentos, sacrificios: ¡comunión de los santos!: armas para vencer en la prueba.
¿Que cuál es el secreto de la perseverancia? El Amor. -Enamórate, y no “le” dejarás.