…así dice la canción. Permítanme una nota personal. El 1° de febrero de 1985 tomé el hábito de Santo Domingo, en la Basílica de N. S. Chiquinquirá, en Colombia. Así empezó mi año de Noviciado bajo la dirección del siempre recordado y amado P. Pastor Prada. Todos los días tomamos decisiones pero no todas son decisivas. Ese día, en cambió, muchas cosas se decidieron allí, bajo la mirada amorosa de la Siempre Virgen María, en su advocación del Rosario de Chiquinquirá.
Éramos nueve jóvenes, siete colombianos y dos extranjeros, de República Dominicana. Veinte años después, de ese grupo quedamos tres, por la misericordia de Dios, todos colombianos. Los que se fueron dejaron finalmente todos la vida religiosa y de ellos entiendo que sólo uno es sacerdote en ejercicio.
Hace veinte años no era yo no el más joven ni el más viejo; no lloré mucho ni me emocioné demasiado; no parecía demasiado feliz y muchas cosas me parecían extrañas pero no al punto de ser incomprensibles. ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué todavía hoy puede vestir ese hábito y sentir que se me llena de amor la boca cuando le dijo a Jesús que Él es mi Señor y el Dueño de mis días? Es un regalo. La vocación es un regalo. Yo hubiera podido ser cien cosas diferentes pero creo que en cualquiera de ellas hoy tendría envidia de lo que soy, por gracia del que me amó sin merecerlo.
Desde aquí doy testimonio de la grandeza, belleza y perseverancia del amor divino, en quien pongo también hoy toda mi esperanza.
Y vaya una foto de ese día…