No debemos asustarnos si nos ridiculizan o nos atacan. La fe nos lleva a entender que Dios no es la prolongación de nuestra imaginación, sino que Él nos trasciende.
En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.
[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]
En el primer misterio de la infancia contemplamos la Anunciación a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios.
En el segundo misterio de la infancia contemplamos la visita de la Virgen Madre a su pariente Isabel.
En el tercer misterio de la infancia contemplamos el sufrimiento que pasó San José, y la fe amorosa que tuvo.
En el cuarto misterio de la infancia contemplamos el Nacimiento del Hijo de Dios en el humilde portal de Belén.
En el quinto misterio de la infancia contemplamos la Epifanía: Jesús es luz para las naciones, y así es adorado por unos magos venidos de Oriente.
En el sexto misterio de la infancia contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén.
En el séptimo misterio de la infancia contemplamos a Jesús Niño en el templo, ocupado de las cosas de su Padre del Cielo.
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En el primer misterio de la Antigua Alianza contemplamos la paciencia de Dios, que no detuvo su amor ante el pecado de los hombres.
En el segundo misterio de la Antigua Alianza contemplamos el camino de fe de Abraham.
En el tercer misterio de la Antigua Alianza contemplamos el éxodo de la tierra de Egipto.
En el cuarto misterio de la Antigua Alianza contemplamos el don de la Ley hecho a Moisés y a su pueblo junto al Monte Sinaí.
En el quinto misterio de la Antigua Alianza contemplamos la gran promesa de Dios al rey David: que el cetro real no se apartaría de su descendencia.
En el sexto misterio de la Antigua Alianza contemplamos la valiente vocación de los profetas, por quienes el Espíritu Santo nos habló de muchas maneras.
En el séptimo misterio de la Antigua Alianza contemplamos a el pequeño resto de Israel, que permaneció fiel y fue semilla de la Nueva y Eterna Alianza.
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