“Ramírez demandó al Estado de Texas pues la autoridad estatal le negaba la posibilidad de una ejecución en la que estuviera acompañado de un ministro de culto. El caso trascendió no sólo por la peculiaridad de la petición sino también por el tiempo: Ramírez ya había tomado su última cena y la inyección para aplicarle la pena de muerte estaba lista. Pero se detuvo su ejecución y el caso fue llevado a un tribunal superior. El Tribunal Supremo de los Estados
Unidos le ha dado la razón a Ramírez. El juez John Roberts declaró: “Es posible dar cabida a las sinceras creencias religiosas de Ramirez sin retrasar o impedir su ejecución”. La sintonía de los jueces en este caso particular ha sido abrumadora: ocho votos contra uno…”
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