Los católicos -al defender y mantener la verdad, sin transigencias- hemos de esforzarnos en crear un clima de caridad, de convivencia, que ahogue todos los odios y rencores. En un cristiano, en un hijo de Dios, amistad y caridad forman una sola cosa: luz divina que da calor.
La práctica de la corrección fraterna -que tiene entraña evangélica- es una prueba de sobrenatural cariño y de confianza. Agradécela cuando la recibas, y no dejes de practicarla con quienes convives.