¡Recogerse en oración, en meditación, es tan fácil…! Jesús no nos hace esperar, no impone antesalas: es El quien aguarda. Basta con que digas: ¡Señor, quiero hacer oración, quiero tratarte!, y ya estás en la presencia de Dios, hablando con El. Por si fuera poco, no te cercena el tiempo: lo deja a tu gusto. Y esto, no durante diez minutos o un cuarto de hora. ¡No!, ¡horas, el día entero! Y El es quien es: el Omnipotente, el Sapientísimo.