No hace mucho me puse a ver un video sobre la filosofía de René Girard y su tesis del “chivo expiatorio” donde explica esta práctica tan común en las culturas antiguas de transferir los pecados del pueblo en una víctima inocente, a la cual inmolarían (como, de hecho, sucedía con los sacrificios de expiación del Pueblo de Israel). Ahora bien, Girard da un paso más adelante y asegura que de la inmolación de este chivo expiatorio, que restaura la comunión del pueblo afectado por el pecado, surge la “divinización” de la víctima inocente, al punto de instituir en torno a ella sacrificios, rituales, e incluso una casta sacerdotal que mantendría viva esta práctica, dando origen así a las diversas religiones de tiempos ancestrales. Ahora bien, como nunca faltan los enemigos de la fe al momento de presentar estos videos, hubo varias personas que identificaron esta figura del “chivo expiatorio” con Jesucristo, alegando que la fe cristiana no sería más que otra prolongación de esta práctica del “chivo expiatorio” donde se transfieren las culpas de todo el mundo en una víctima inocente que luego sería “divinizada” por sus seguidores, para luego crear todo un sistema religioso que comprendería actualmente nuestra Iglesia. Obviamente esta objeción me parece muy falaz, pero debo admitir que no supe responderla en su momento, y esto me llevó a querer consultarle lo siguiente: ¿Existe alguna relación entre el sacrificio único y expiatorio de Cristo con esta práctica ancestral presente en muchas otras culturas? — D.R.
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El planteamiento de Girard o de sus seguidores pertenece a un grupo amplio de objeciones y ataques contra la fe según los cuales siempre se quiere presentar a Cristo como “un caso más” de alguna práctica pagana. Lo que tú mencionas se ha dicho con respecto a los milagros del Señor, a su Encarnación, a sus sabias enseñanzas y también con respecto a la resurrección. Al escuchar esta clase de reparos a nuestra fe es explicable que nos sintamos, por lo menos en un primer momento, desconcertados.
La manera de responder, en prácticamente todos estos casos, es básicamente el discernimiento entre lo que hay de común entre el modelo pagano y lo que Cristo hizo por nosotros.
Doy un ejemplo. Supongamos que alguien nos dice: “Los dioses del Olimpo tenían una comida “celestial”… es decir, lo mismo que ustedes los católicos dicen de la Eucaristía, que a veces es llamada “pan de ángeles”… ¡Se trata de la misma idea!” Examinemos ese planteamiento. En los mitos griegos y en los relatos de institución de la Eucaristía se habla de “comer” pero ¿hasta dónde sigue la similitud? No muy lejos: para empezar, lo esencial en la Eucaristía es el carácter de auto-donación de Cristo, algo que no está de ningún modo presente en las historias del Olimpo.
Algo semejante hay que decir con respecto a la postura de Girard o de sus seguidores: el hecho de que se realicen sacrificio en muchas culturas y luego se divinicen los animales sacrificados no va muy lejos. Los testimonios y razones para proclamar la divinidad del Señor no empiezan con su sacrificio sino con su vida misma, llena de pureza, bondad, coherencia: ¡su inmolación no empezó en la Cruz sino que su vida entera fue don, un don lleno de compasión, poder y verdad! Pensemos por ejemplo, en su autoridad para enseñar, sus milagros, su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, el hecho de que perdone pecados y se declare con serenidad “Señor del Sábado” (una de las instituciones claramente divinas en la Ley de Moisés).
En resumen: una simple comparación no indica ni causalidad ni dependencia.