Estas últimas semanas el mundo ha presenciado un grotesco espectáculo en uno de los países más poderosos del planeta. Hablo, por supuesto de los Estados Unidos de América.
Recriminaciones, insultos, descalificaciones, traiciones, conjuras y conspiraciones: lo más bajo del corazón humano ha salido a luz en una campaña electoral en que el objetivo principal pareciera ser hundir al adversario, por el medio que sea.
Dos cosas debemos colegir de estos acontecimientos. Darnos cuenta, ante todo, de la verdad de las palabras de Benedicto XVI cuando aseguraba que, una vez que se pierde el sentido de la verdad y del bien, lo único que queda es la ley de la jungla: la imposición violenta de las propias ideas y la desnuda codicia del poder.
Y luego, descubrir la necesidad de que nuestra fe católica sea levadura en medio de la masa. ¡Lo hemos dicho tantas veces! Necesitamos católicos convencidos y capaces de contagiar de lo que es valioso en todas las esferas de la actividad humana: la ciencia, el arte, la literatura, la tecnología…y por supuesto, la política.