Cuando el Evangelio llegó por primera vez al Amazonas

El Amazonas

Según el Tratado de Tordesillas, toda la región del Amazonas era dominio español, y de hecho, aparte de un par de expediciones portuguesas sin éxito, el gran río durante el siglo XVI sólo recibió exploraciones hispanas: Vicente Yáñez Pinzón (1500), Américo Vespucio (1502), Diego de Ordaz (1531), Francisco de Orellana (1542) y Pedro de Ursúa (1559-1560). La importante empresa de éste se vio fracasada por la traición de Lope de Aguirre. Después de eso, durante medio siglo quedaron los indios amazónicos libres de incursiones extrañas.

Pero en 1616 los portugueses fundaron el fuerte de Belém a orillas del Pará, que es la desembocadura meridional del Amazonas, en zona de los tupinambá. Terribles luchas y epidemias despoblaron casi de indios esta zona de Belém, y puede decirse que la mayor parte de los primeros gobernadores de Marañón y Pará hicieron incursiones para capturar esclavos. Bento Maciel Parente, el peor exterminador de los tupinambá, que en sus engenhos sometía a los indios a un trato terrible, fue nombrado en 1626 capitán general de Ceará.

Autorizado por el rey, dirigió expediciones ascendiendo por el Amazonas, y en 1637 recibió una capitanía hereditaria en una inmensa región, situada en el territorio actual de Amapá, sobre la desembocadura del Amazonas. Por cierto que ésta fue la primera vez que un rey español de Portugal concedía a un portugués tierras claramente situadas al oeste de la línea trazada en Tordesillas.

Por esos años hubo españoles que, desde el Perú, atravesaron los Andes, y situaron enclaves bien adentro del Amazonas. Más aún, en 1636 dos legos franciscanos, con algunos soldados, bajaron por el gran río hasta donde se inicia su enorme delta, hasta la fortaleza lusitana de Gurupá, con gran sorpresa y alarma de los portugueses.

Esto decidió al gobernador Jacomé Raimundo de Noronha a reivindicar la zona entera del Amazonas para Portugal. Con este fin, en 1637, envió a Pedro Teixeira al frente de una importante expedición de soldados y de indios de las misiones. La expedición, formidable en su audacia y coraje, logró poner mojones portugueses casi 2.500 kilómetros al oeste de la línea de Tordesillas.

Dos jesuitas españoles, Cristóbal de Acuña y Andrés de Artieda, acompañaron la expedición, y el primero escribió una excelente crónica, en la que describe la prosperidad de muchas tribus, especialmente los omagua, con estanques llenos de miles de tortugas junto a sus poblados, los curucirari, que tenían una delicada alfarería polícroma… Pero a medida que en la crónica del descenso por el Amazonas se va llegando a la zona de Pará, sujeta a las depredaciones crónicas de Belém, Acuña describe miserias, abusos increíbles, y una despoblación siempre creciente. El vicario general de Marañón, Manoel Teixeira, hermano de Pedro, calculaba que desde su llegada al Amazonas, en tres decenios, los escasos cientos de colonizadores de Marañón y Pará fueron responsables de la muerte de cerca de dos millones de indios por el «trabajo violento, sus descubrimientos agotadores y sus guerras injustas» (+AV, Hª América latina 215).

Los jesuitas intentaron en 1643 misionar el Pará, pero una docena de religiosos expedicionarios naufragó a la vista de Belém, y fueron muertos por los indios aruanos. La Compañía quedaría ausente del Pará, hasta que en 1653 llegó el padre Vieira.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.