Quiero prevenirte ante una dificultad que quizá puede presentarse: la tentación del cansancio, del desaliento. -¿No está fresco aún el recuerdo de una vida -la tuya- sin rumbo, sin meta, sin salero, que la luz de Dios y tu entrega han encauzado y llenado de alegría? -No cambies tontamente esto por aquello.
Si notas que no puedes, por el motivo que sea, dile, abandonándote en El: ¡Señor, confío en Ti, me abandono en Ti, pero ayuda mi debilidad! Y lleno de confianza, repítele: mírame, Jesús, soy un trapo sucio; la experiencia de mi vida es tan triste, no merezco ser hijo tuyo. Díselo…; y díselo muchas veces. -No tardarás en oír su voz: «ne timeas!» -¡no temas!; o también: «surge et ambula!» -¡levántate y anda!