¿Estaba Judas simplemente cumpliendo lo que le tocaba?

Pregunta frecuente en tiempo de Semana Santa y Pascua: “Si ya todo estaba escrito y tenía que cumplirse la profecía, entonces, si Judas no traicionaba a Cristo, entonces nunca se cumpliría la profecía; desde ese punto de vista, sí o sí tenía que haber uno que lo traicionara. Ese uno tenía que ‘sacrificarse’ y ser tildado de traidor.”

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Esta versión, que presenta a Judas Iscariote como una especie de héroe, es cada vez más frecuente en nuestro tiempo. Resulta especialmente chocante para muchos cristianos, porque de ser algo así como un terrible traidor y villano, Judas en esta perspectiva aparece como aquel que hizo lo que había que hacer, y que por ello sufrió el mal nombre y ser maltratado en su fama. Veamos si esa interpretación es correcta.

Todo parte de un modo de entender lo que está “predicho” o profetizado. Las personas que piensan lo mencionado están entendiendo que una profecía es algo así como cuando una persona ya vio una película: una persona que ya sabe que es lo que va a suceder; y como eso tiene que suceder porque ese el destino (ya la película fue rodada), entonces los actores de la película lo único que hacen es seguir el guión y así cumplir ese destino. Observemos que con este modo de entender lo que estaba “anunciado” en las Escrituras ni Judas es malo ni Cristo es bueno. Pero tal modo de pensar es equivocado, de varias maneras; vamos a tratar de explicar por qué.

Cuando se habla de cumplir algo que estaba en las Escrituras, no se está hablando de una especie de “adelanto de la película” como si alguien dijera que ya estaba escrito que un puñal iba a atravesar el corazón de fulano de tal, y después aparece el puñal, y después aparece la puñalada, y después el Fulano murió de una puñalada en el corazón, “como estaba escrito.” Ese modo de pensar y de hablar hace ridícula la acción de Dios y rebaja al ser humano a la calidad de un autómata o una marioneta. ¡No es eso lo que quiere decir la Biblia!

¿Qué debemos entender entonces cuando se habla de que algo estaba “anunciado” o “profetizado,” o eso de que tenía que “cumplirse” algo?

Creo que una buena comparación, un poco infantil quizás, es la de un carro al que no se le ha hecho, hace tiempo, un buen mantenimiento en los frenos. Supongamos entonces que un hombre ve que su vecino es muy descuidado con su carro: no le hace mantenimiento de nada, ni de aceite, ni de agua, ni de líquido de frenos, ni de motor, ni de nada. Y entonces éste vecino le dice a su vecino: Oye un día vas a tener un accidente…

“Un día vas a tener un accidente” no significa que esta persona ha visto en su mente una película según la cual en un momento dado los frenos fallan y el otro se estrella, por ejemplo, contra un árbol, o contra una montaña, o se sale de una carretera. Él no ha visto ninguna película con ese nivel de detalle, pero se da cuenta que si a un carro no se le hace mantenimiento y si se descuida de esa manera, eso va a tener consecuencias, que van a ser desastrosas. Pueden ser más graves o menos graves, pero es evidente que nada bueno va a salir de ahí.

Las profecías de pecado, de traición o de desastre en la Biblia se refieren a una experiencia muy semejante; es decir: la naturaleza humana es como un carro desvencijado, es como un carro que tiene averías muy profundas. Esas averías muy profundas son las que se describen luego en la Teología Católica ante todo con la enseñanza sobre el pecado original.

Aunque los Evangelios no usen exactamente esa terminología, su manera de presentarnos a los discípulos y al mensaje de Cristo nos llevan a pensar qué implicaba seguir realmente a Jesucristo. Encontramos que la exigencia de Cristo hacia sus discípulos era supremamente alta! No podía ser de otra manera porque Cristo eligió a sus discípulos para que fueran los cimientos y el comienzo del nuevo Pueblo de Dios: para eso los eligió, y por eso les dijo cosas tan exigentes como: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”; o les dice cosas como: “Si tu hermano te ofende y siete veces te dice que ésta arrepentido, tienes que perdonarlo”; o también aquello de “perdonar setenta veces siete” o aquello de “No buscar los primeros puestos, sino servir.”

Cristo les imponía, con amor, sin duda, pero con toda firmeza, todas estas exigencias, mientras ya la vida de seguimiento era muy exigente porque tenían que haber dejado todo atrás, incluyendo padre, madre, posibilidad de un hogar, independencia económica, sus propios proyectos. Uno se da cuenta que lo que Cristo estaba exigiendo, por amor y con amor pero también con claridad y sin negociaciones; lo que Cristo estaba exigiendo de la naturaleza humana es algo que la naturaleza humana no puede dar por sí misma. Y como la naturaleza humana no puede dar eso por sí mismo, entonces es inevitable saber que algunas personas van a fallar, como aquel carro desvencijado. De hecho, Cristo sabía que TODOS iban a fallar; lo dice en el Evangelio de Marcos, capítulo 14: “Todos me abandonaréis.” Cristo no dice solamente Judas; dice que TODOS van a fallar. ¿Por qué? Porque el ser humano, por sus propias fuerzas, no puede alcanzar esos niveles de fidelidad y de perfección.

Ahora bien, como Cristo los conocía muchísimo (realmente no hay persona que conozca mejor al ser humano que Cristo) bien veía por dónde podían fallar; así por ejemplo, cuando Pedro en un arranque de valentía dice: “Yo daré mi vida por ti”, Cristo le replica: “¿Tú? Tú me vas a traicionar. No tiene que cantar el gallo dos veces y ya me habrás negado tres.” Cristo los conocía muy bien y sabía por dónde iban a fallar.

Entonces vamos reuniendo elementos: si decimos que la Escritura anuncia que el Señor sería traicionado, tenemos que admitir a la vez que se trata de un anuncio más bien vago y genérico, que alude más a la naturaleza humana que a datos específicos como de alguien “ya ha visto la película.” En efecto, si miramos en la Biblia, no encontramos algo como: “…Y uno de los discípulos del Mesías lo va a vender a los sumos sacerdotes.” Algo así no aparece; pero en cambio sí que hay en la Escritura palabras suficientes para darnos cuenta de lo que es el ser humano. Así por ejemplo en Jeremías dice: “Nada más falso y enfermo que el corazón, ¿quién lo entederá?” Ese tipo de palabras son las que normalmente se toman como profecías que se cumplieron con Judas. Hay otra que dice: “Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme.” Estas son palabras de un Salmo. No son palabras que dicen: “Uno de los discípulos del Mesías, lo va a vender a los Sumos Sacerdotes;” no tiene ese nivel de precisión o detalle; no describe un “destino ciego,” simplemente sucede que esas palabras, que están en el Antiguo Testamento, es decir, lo que ellos llamaban las Escrituras; esas palabras, digo, lo que están indicando es que: El ser humano no da para tanto; el ser humano no alcanza a tanto.

Y como el ser humano no alcanza tanto, pues se va a agrietar, se va a romper… con la anotación de que Cristo sabía por dónde se iba a romper cada uno de ellos; pero TODOS se iban a romper y se rompieron.

¿Qué quiere decir todo esto? Que Judas no es alguien que cumple, de una manera ciega, un destino que ya estaba escrito. Judas tiene su propia debilidad, sus propias grietas, y sus pecados y defectos, que son de él; no son del destino, no son de la Biblia, no son de Cristo, son pecados y defectos de él. Así como Pedro era tan primario e impulsivo, y luego tenía que retractarse, así también Judas tenía sus propios defectos y pecados; y dentro de esos pecados, que eran suyos, él hizo lo que hizo. Tiene su grado alto de responsabilidad y ninguna idea de destino puede negar el testimonio claro que nos da la Biblia.