Nunca te desalientes, porque el Señor está siempre dispuesto a darte la gracia necesaria para esa nueva conversión que necesitas, para esa ascensión en el terreno sobrenatural.
¡Dios sea bendito!, te decías después de acabar tu Confesión sacramental. Y pensabas: es como si volviera a nacer. Luego, proseguiste con serenidad: «Domine, quid me vis facere?» -Señor, ¿qué quieres que haga? -Y tú mismo te diste la respuesta: con tu gracia, por encima de todo y de todos, cumpliré tu Santísima Voluntad: «serviam!» -¡te serviré sin condiciones!
Narra el Evangelista que los Magos, «videntes stellam» -al ver de nuevo la estrella-, se llenaron de una gran alegría. -Se alegran, hijo, con ese gozo inmenso, porque han hecho lo que debían; y se alegran porque tienen la seguridad de que llegarán hasta el Rey, que nunca abandona a quienes le buscan.