¿Por qué hoy en día no se valora el oficio de difuntos, contenido en Laudes y Vísperas? –L.F.T.
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Nuestra Iglesia Católica podemos decir que abunda en oraciones por los difuntos. El ejemplo más notable es la Santa Misa que siempre tiene súplicas por los fieles difuntos, en general, y además, con frecuencia, por difuntos en particular, con su nombre y apellido.
Los oficios litúrgicos de Laudes y Vísperas tienen, como norma general, el propósito de santificar la jornada, según nos explica la Instrucción general de la misma Liturgia de las Horas (LH). Y esta “santificación” mira por la mañana, al poder de la resurrección de Cristo (“Sol que nace de lo alto”); por la tarde, a la ofrenda de nuestra jornada; y por la noche, al humilde reconocimiento de nuestras faltas, unido a la confianza en la bondad omnipresente de Dios. En este sentido, el propósito de la LH es alimentarnos, mientras vamos de camino. La LH trabaja más en nuestro SER que en nuestro QUEHACER o ACTUAR. Lo básico es que estemos robustos en la fe y la caridad para vivir nosotros como verdaderos hijos de Dios y discípulos de Jesucristo.
Hay lugar en la LH para las intenciones pero solo por excepción se reza el Oficio de Difuntos, por ejemplo, en torno a la partida de alguien cercano o importante para nosotros. Pero no debe exagerarse esta intención particular así como ninguna otra porque ya nuestra vida, en cuanto está unida a la caridad de Cristo, es salud y vida sobrenatural para todos, vivos sobre esta tierra o ya difuntos.