Dolido de tanta caída, de aquí en adelante -con la ayuda de Dios- estaré siempre en la Cruz.
Lo que perdió la carne, páguelo la carne: haz penitencia generosa.
Invoca al Señor, suplicándole el espíritu de penitencia propio del que todos los días se sabe vencer, ofreciéndole calladamente y con abnegación ese vencimiento constante.
Repite en tu oración personal, cuando sientas la flaqueza de la carne: ¡Señor, Cruz para este pobre cuerpo mío, que se cansa y que se subleva!