Padre Alonso de Sandoval (1576-1652)
La Providencia divina fue guiando la vida del padre Claver, y le acercó en cada momento la persona que necesitaba. Pues bien, lo que fue para él en Mallorca el hermano Alonso Rodríguez, como formador de su vida espiritual, eso fue el padre Alonso de Sandoval, para la orientación de su ministerio apostólico con los esclavos negros. En 1603 la Compañía de Jesús, con la ayuda de su buen amigo dominico Juan de Ladrada, Obispo de Cartagena, había iniciado en aquel puerto su presencia y servicio. Y el gran impulsor y organizador del apostolado con los esclavos negros fue el padre Alonso de Sandoval.
Su padre, contador de la Real Hacienda en Lima, tuvo doce hijos, de los que seis fueron religiosos. Alonso, nacido en Sevilla en 1576, ingresó en la Compañía de Jesús en Lima. Aunque muy inteligente, no obtuvo calificaciones demasiado altas, y a causa de su carácter algo fuerte y desabrido, y de la audacia de sus acciones apostólicas, se le negó siempre la profesión perpetua, aunque llegó a rector del Colegio de Cartagena en 1623.
Desde que el padre Sandoval fue asignado en 1605 a la joven fundación de Cartagena, hasta su muerte en 1652, casi toda su vida transcurre en este puerto, entregado en cuerpo y alma al servicio de los esclavos negros recién llegados o bozales, con una caridad y abnegación indecibles.
Alonso de Sandoval visitaba la cargazón de negros cuando llegaban los galeones, prestaba los primeros auxilios, averiguaba la lengua y procedencia de aquellos esclavos atemorizados, hacía unas catequesis de urgencia, bautizaba a los moribundos. Atendía después a los negros en las armazones, donde se formaba una verdadera Babel de lenguas diversas: angolas, congos, jolofos, biafaras, biojos, enau, carabali, etc. Sandoval llegó a distinguir más de setenta lenguas, y habló varios de los dialectos.
La Compañía, en esta situación, se vio obligada a comprar negros intérpretes, hasta dieciocho, algunos de los cuales, como el llamado Calepino, hablaba once lenguas diversas. El celo apostólico de Sandoval, su experiencia tan prolongada, su inteligencia y sentido práctico, quedaron expresados en una obra asombrosa, Naturaleza, policía sagrada i profana, costumbres i ritos, disciplina i catecismo evangélico de todos los etíopes, publicada en Sevilla en 1627, y conocida por el título De instauranda Aethiopum salute. Éste fue el maestro apostólico del padre Claver.
La Compañía de Jesús, que tan numerosos esclavos negros tuvo en América, mostró por ellos al mismo tiempo una muy especial solicitud. Con razón, pues, pudo el padre Sandoval, en el libro cuarto de la obra citada, tratar ampliamente De la gran estima que nuestra sagrada religión de la Compañía de Jesús siempre ha tenido, y caso que ha hecho del bien espiritual de los morenos, y de sus gloriosos empleos en la conversión de estas almas. Por lo demás, a nombres tan gloriosos como el de Sandoval o Claver, es preciso añadir el de otros jesuitas, como el del segoviano Diego de Avendaño (1594-1688), que pasó casi toda su larga vida en el Perú, desde 1610. Allí escribió la obra Thesaurus Indicus (1668), en defensa de los indios e impugnando con gran fuerza la esclavización de los negros (+Losada, 1-18).
Pedro Claver, sacerdote
El influjo de Sandoval sobre Claver fue, como el del Hermano Alonso, decisivo, para siempre. Y él fue también quien influyó para que Claver se ordenara, por fin, en 1616 sacerdote.
Pedro Claver, por otra parte, a la hora de su incorporación definitiva a la Compañía con la formulación de los cuatro votos, solicitó, por humildad, permanecer sin grado fijo. Pero no le aceptaron su petición, y en 1622, con mano firme, escribió la fórmula de su entrega personal, poniendo como introducción: «Amor, Jesús, María, José, Ignacio, Pedro, Alonso mío, Tomé, Lorenzo, Bartolomé [apóstoles de la raza negra], santos míos, patronos míos, maestros y abogados míos y de mis queridos negros, oídme». Seguía después la fórmula, y al final la firma: «Petrus Claver, ethiopum semper servus» (esclavo de los negros para siempre). Cuarenta años mantuvo la veracidad de esta firma.
El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.