En cuanto tengas a alguno a tu lado -sea quien sea-, busca el modo, sin hacer cosas raras, de contagiarle tu alegría de ser y de vivir como hijo de Dios.
Fomenta tu espíritu de mortificación en los detalles de caridad, con afán de hacer amable a todos el camino de santidad en medio del mundo: una sonrisa puede ser, a veces, la mejor muestra del espíritu de penitencia.
Que sepas, a diario y con generosidad, fastidiarte alegre y discretamente para servir y para hacer agradable la vida a los demás. -Este modo de proceder es verdadera caridad de Jesucristo.
Has de procurar que, donde estés, haya ese “buen humor” -esa alegría-, que es fruto de la vida interior.
Cuídame el ejercicio de una mortificación muy interesante: que tus conversaciones no giren en torno a ti mismo.