Siento particular afecto por aquellos hombres y mujeres que sacan un espacio en sus agendas y en sus presupuestos para hacer un retiro espiritual. Estoy vivamente convencido que es una de las mejores inversiones, tanto de tiempo como de dinero, y además, es un elemento absolutamente minusvalorado de aporte a la sociedad.
Me explico: cada matrimonio que se salva o se reconcilia le está ahorrando costos económicos y sobre todo psicológicos y sociales inmensos al conjunto de la sociedad. Cada joven que abandona una vida de vicio le ahorra a la sociedad costos terribles en la economía y muchas veces en el crimen, dicho así simple y directo. Cada chica que descubre su valor como mujer y como persona evita costos teribles en témrinos de vidas humanas (posibles abortos, por ejemplo) y también en daños familiares que vendrían con el tiempo.
De verdad, si los gobiernos fueran justos y si la sociedad fuera más consciente, y si fuera más claro el liderazgo de la Iglesia, MUCHOS deberían apoyar en todos los frentes los buenos retiros espirituales.