Así fue la celebración del Centenario de la Coronación de la Virgen de Chiquinquirá

“El evento central de la jornada fue una Misa campal, en la plaza de la Libertad de Chiquinquirá, presidida por el cardenal Raymundo Damasceno Assis, arzobispo emérito de Aparecida y enviado especial del Papa Francisco para esta ocasión. El cardenal Damasceno declaró para ‘Vivamos el Centenario’, el informativo especial de la basílica de Chiquinquirá, que, para él, “es una gracia estar aquí de nuevo como peregrino. Soy enviado del Papa, pero sobre todo soy un peregrino que con los devotos de la Virgen de Chiquinquirá vengo a rezar por ellos, por Colombia, por la paz, por la justicia y por el progreso de este país tan hermoso (…)”…”

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Aprendiendo de Maria cómo ser verdaderas amigas

Dios nos hizo para la comunión, y a las mujeres, se les ha dado un don increíble. De hecho el valor fundamental de las mujeres es su habilidad de recibir al otro, ese don de receptividad que se caracteriza por el donarse uno mismo, dando el regalo de la presencia.

Es un regalo especial que es importante para la sociedad hoy en día, dar testimonio de la primacía del amor, primacía al corazón.

Esto es a lo que San Juan Pablo II se refiere cuando habla del genio femenino. ¿Y quien encarna esto mejor que Nuestra Santísima Madre? Reflexionando sobre la amistad auténtica, podemos ver su relación con su prima y alma gemela, Isabel, en la historia de la visitación, en el Evangelio de Lucas.

Mis imágenes favoritas de la visitación son aquellas que retratan la alegría de Isabel y María, cuando se saludan y comparten la alegría de la otra. Ellas reciben el don de la otra y por el regalo de la presencia se dan el regalo de cada una a la otra.

En la amistad auténtica podemos reconocer y aceptar humildemente el don del otro que es amado por Dios.

¿Has experimentado alguna vez a un amigo auténtico que te dio su completa atención? ¿Donde no son fácilmente distraídos por algo ocurriendo a su alrededor o por su celular apagándose? ¿Qué experimentas, sino el saber de que eres amado?

Aun puedo recordar cuando mi Hermana en Comunidad estuvo completamente atenta a lo que yo estaba tan emocionada de compartirle. Yo estaba entrando a la cocina sintiendo que estaba a punto de explotar con mi noticia. Sus simples movimientos de parar lo que estaba haciendo, alejarse de la tabla de picar y del mostrador y voltear hacia mi dándome su completa atención, me mostraban que lo que yo estaba a punto de compartir era lo único que importaba en ese momento.

María e Isabel compartieron la alegría de la otra por el regalo de una vida nueva. Ambas experimentaron lo que era humanamente inexplicable y humildemente aceptaron su regalo en la fe.

Como mujeres, se nos ha dado el don de la receptividad, lo que comienza con conocer a un Dios que nos ama. Pero ¿cómo es posible que a veces podamos tener dificultad en recibir el don de alguien más? En lugar de eso, se nos hace más fácil dar que recibir. Tal vez sea porque para recibir, tenemos que ser capaces de mostrar y aceptar nuestra propia vulnerabilidad.

María se reconoce a sí misma como la “esclava del Señor” y humildemente recibió “del Todopoderoso que ha hecho grandes cosas en ella”

Un ejemplo en mi propia vida fue cuando una Hermana y yo regresábamos a casa luego de pasar el día de excursión y me di cuenta de que ya no tenía mi billetera. Buscamos dentro y alrededor del carro, en cada rincón y grieta posible, nada. Mi corazón se hundió.

Sabía que ambas habíamos estado esperando el siguiente par de horas para un poco de oración, descansar y cambiarnos a un habito limpio antes de unirnos al resto de las Hermanas en la cena.

La Hermana sugirió volver al parque y buscar la billetera. Era un viaje de 30 minutos de ida, y ahora el tiempo libre que teníamos iba a ser gastado en volver al parque. Regresamos al parque, pero luego de buscar y revisar con la estación de guardabosques sin éxito en encontrar la billetera, empezamos a regresar a casa.

Mientras estábamos saliendo, volvimos a pasar por el lugar donde nos habíamos parqueado antes y vimos un carro saliendo, y decidimos revisar una vez más. Fue en ese momento que mis ojos captaron algo en la tierra y salté del carro, y ¡ahí estaba la billetera cubierta de tierra! ¡Definitivamente un milagro!

En el camino a casa sentí un alivio marcado con un sentimiento que solo me dejo muy callada. Me di cuenta de que estaba agradecida de tener la billetera de vuelta y estaba profundamente tocada y honrada por la espontanea generosidad de mi Hermana.

Nuestro Señor me estaba pidiendo humildemente recibir el regalo que Él me estaba dando a través de ella.

Y una vez más estaba aprendiendo de Nuestra Bendita Virgen María lo que significa darse uno mismo auténticamente en amistad a través del don de uno mismo, de la presencia y de la humilde gratitud.

Adaptación y traducción por Valeria Arias, del artículo publicado en: Integrated Catholic Life, autor: Carmelite Sisters.

365 días para la Biblia – Día 314

Fr. Nelson Medina, O.P. lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura – Día 314 de 365

Lamentaciones 1
Eclesiástico 23,16-27
Juan 12,1-26

Lo que se ha publicado de esta serie de lectura de la Biblia.

Formación católica todos los días: amigos@fraynelson.com

Predicación y más oración: https://fraynelson.com/blog

Seguimos el texto publicado en la página web del Vaticano.

Contexto histórico sobre la esclavitud

Doctrina de la esclavitud

Los pensadores paganos de la antigüedad, siguiendo a Aristóteles (Política I, 2 y 5), estiman que la esclavitud es de derecho natural, es decir, conforme a la natura del hombre. Y la Iglesia antigua, fiel a la Biblia, se preocupa principalmente de liberar al hombre de la esclavitud del pecado, que hace al hombre esclavo de sus pasiones y del demonio (Jn 8,32.44; 1Jn 3,8; Rm 6,16; 2Pe 2,19), y de afirmar que es igual en Cristo la dignidad de quienes son esclavos o libres en la sociedad civil (1Pe 2,18-19; 1Cor 7,20-24; Gál 3,26-28).

En las celebraciones litúrgicas no se separan libres y esclavos; el matrimonio de los esclavos es tenido por válido; los esclavos tienen acceso a los cargos de la Iglesia; el papa San Calixto, por ejemplo, había sido esclavo.

La Iglesia pretende así dos cosas: primera, que todos los hombres -todos ellos espiritualmente esclavos, tanto los esclavos como los libres-, vengan a ser en Cristo espiritualmente libres; y segunda, que el esclavo social sea tratado con toda caridad, «como a hermano muy amado» (Flm 16).

Pronto estos ideales obtuvieron realización histórica, y a partir del siglo IV, gracias a la Iglesia, se fue generalizando cada vez más la manumisión de esclavos. De este modo, al prevalecer el cristianismo sobre el paganismo antiguo, se produjo un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad, la desaparición de la esclavitud en el milenio medieval cristiano, un dato impresionante muchas veces ignorado.

Régine Pernaud dedica el capítulo V de su libro ¿Qué es la Edad Media? a demostrar la afirmación precedente. «La esclavitud es, probablemente, el hecho que más profundamente marca la civilización de las sociedades antiguas. Sin embargo, cuando se analizan los manuales de historia, se observa con sorpresa la discreción con que tal hecho se evoca; y la sorpresa aumenta al ver la extraña reserva con que se trata la desaparición de la esclavitud al comienzo de la Edad Media y más aún su brusca reaparición a principios del siglo XVI… Si uno se entretiene, como yo lo he hecho, en revisar los manuales escolares de las clases secundarias, se comprueba que ninguno de ellos señala la desaparición progresiva de la esclavitud a partir del siglo IV. Evocan con dureza la servidumbre medieval, pero silencian por completo -lo que resulta paradójico- la reaparición de la esclavitud en la Edad Moderna» (125), cuando el paganismo incipiente del Renacimiento va desmoronando la cristiandad medieval. En línea con tal actitud, «traducen la palabra siervo -servus- por esclavo. Contradicen formalmente la historia del derecho y de las costumbres que evocan, pero se quedan tan tranquilos… La realidad es que no hay punto de comparación entre el servus antiguo, el esclavo, y el servus medieval, el siervo, ya que el primero era una cosa y el segundo un hombre» (126-127).

En este sentido advierte José Luis Cortés López, refiriéndose a los términos siervo-cautivo-esclavo, que «estas tres palabras que hoy día pueden parecer sinónimas, debieron tener acepciones diferentes, pero en los documentos no aparecen bien delimitadas por lo que pueden originar errores de interpretación» (La esclavitud…16). Por lo que a los autores escolásticos se refiere, cuando ellos hablan de la condición del servus, hay que entender en principio que están hablando de los siervos medievales, no de los esclavos del mundo pagano antiguo o contemporáneo. Es significativo en esto que precisamente «la palabra esclavo se va imponiendo abrumadoramente y en gran cantidad de documentos del siglo XVI» (18). Predominó desde entonces el término esclavos porque eran conscientes de que se trataba de una categoría distinta de los siervos medievales.

Por lo que a la doctrina se refiere, los teólogos y juristas cristianos, y entre ellos Santo Tomás, estiman que la servidumbre «no podía existir en el estado de inocencia» (STh I,96,4), como tampoco existía el vestido. La servidumbre, servitus, «no fue impuesta por la naturaleza, sino por la razón natural para utilidad de la vida humana. Y así no se mudó la ley natural sino por adición» (I-II,94, 5 ad3m), como sucedió con el vestido. Por eso «la servidumbre, que pertenece al derecho de gentes, es natural en el segundo sentido, no en el primero» (II-II,57, 3 ad2m; +S. Buenaventura, S. Antonino de Florencia, Vitoria, Báñez, Sánchez, Lessio, Suárez, etc.).

En algunas circunstancias la servidumbre puede ser incluso «no sólo lícita, sino también fruto de la misericordia», como cuando ella conmuta una pena de muerte o por ella se libra a la persona de una opresión mayor (Domingo de Soto, Iustitia et iure IV,2,2). Este aspecto penal de la servidumbre es claro en Santo Tomás, para el que «la servidumbre es una cierta pena determinada, que pertenece al derecho positivo, pero procede del natural» (In IV Sent. lib.IV, dist. 36, 1 ad3m).

Las principales causas legítimas de la servidumbre o de la esclavitud eran la guerra, la sentencia penal y la compraventa, y todavía en 1698 estas tres -iure belli, condemnatione et emptione- eran consideradas como lícitas en la Sorbona (+Cortés López, 38).

La guerra, siempre, claro está, que fuera justa, podía y solía producir esclavos lícitos, pues mediante ella los prisioneros, por un tiempo o para siempre, quedaban cautivos bajo el dominio del vencedor, y como sucede hoy en las cárceles, despojados de importantes libertades civiles.

La sentencia penal por graves delitos también podía reducir a esclavitud lícitamente, viniendo a ser entonces una pena semejante a la cárcel perpetua, aunque normalmente mucho más benigna.

La compraventa podía, en fin, dar lícito origen a esclavos, siempre que se cumplieran ciertas exigencias: mayoría de edad del vendido, beneficio real para él, etc.

Ésta venía a ser la mentalidad europea sobre la esclavitud que tenían los laicos y religiosos en las Indias del siglo XVI, y aún duró mucho tiempo. Y era ésta también la mentalidad de los indios de América. Ellos también tenían esclavos por compra, por castigo penal o por guerra -aunque en muchas zonas lo más común era que los prisioneros de guerra fuesen sacrificados-. Y así en los mercados indígenas los esclavos eran comprados normalmente para el servicio o para ser sacrificados y comidos (F. Hernández, Antigüedades de México, cp.11.). Bernardino de Sahagún precisa que en el tianguis azteca, concretamente, el traficante de esclavos era el «mayor y principal de todos los mercaderes» (Historia X,16).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Ideología de género, ciencia y sensatez

“Ciertamente los “estudios de género” y una atención mayor a la dimensión psicológica y cultural de la identidad sexual de la persona son un elemento valioso. Pero la extrapolación de esos aspectos, la negación de la evidencia científica en el campo de la biología y la pretensión de imponer esa visión a todos hacen que los “estudios de género” tomen la forma de una “ideología”…”

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ROSARIO de las Semanas 20190711

#RosarioFrayNelson para el Jueves:
Contemplamos los Misterios de la vida pública del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
  2. En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
  3. En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
  4. En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
  5. En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
  6. En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
  7. En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]