LA GRACIA del Viernes 19 de Julio de 2019

La clave no está en suprimir ni negar la ley sino en seguir a Cristo que está por encima ella, al Cristo del Evangelio, el Cristo que nos trata con toda su bondad pero también con toda su exigencia.

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Otra manera de ver la empresa

“La empresa es una realidad muy compleja, que puede ser contemplada desde muchos puntos de vista. Los filósofos, por ejemplo, han tratado de explicar cómo se las apañaría Aristóteles si tuviese que dirigir la General Motors. También la teología ha hecho incursiones en el mundo de la empresa, dentro de la doctrina social de la Iglesia…”

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Cómo se practicó la esclavitud a gran escala en América

Práctica de la esclavitud

Por lo que se refiere a la práctica histórica, hallamos en la antigüedad la esclavitud en todas las culturas, aunque con modalidades muy diversas. Las mismas fronteras verbales entre las palabras siervos, cautivos y esclavos son bastante difusas. El imperio romano en su apogeo tenía 2 o 3 millones de esclavos, es decir, éstos eran un 35 o 40 % de su población (Klein, La esclavitud… 15).

En la Europa cristiana medieval la esclavitud declina hasta casi desaparecer en muchos lugares. Pero reaparece poco a poco en la Europa renacentista, en Italia, durante los siglos XIII al XV, por sus relaciones comerciales con Oriente, y en Portugal, desde mediados del XV, por su comercio con Africa. En ciertas familias ricas de la aristocracia o del comercio tener un esclavo -un eslavo blanco oriental o uno negro africano- contribuye no sólo a prestar unos servicios domésticos, sino sobre todo a dar una nota exótica de distinción.

Europa, a partir del XVI, admite sin mayores problemas el crecimiento de la esclavitud, que se multiplica después más y más. Entonces la esclavitud, más o menos como hoy el aborto, llega a verse como un mal admisible y justificable.

«La esclavitud del negro como institución -afirma Enriqueta Vila Villar- era, en esta época, un hecho admitido por todos. Los teólogos y la iglesia en general mantuvieron diferentes tendencias: algunos cerraron los ojos ante ella y se abstuvieron de ningún comentario; otros se procuparon de denunciar la violencia de la trata, y otros se detuvieron a hacer un inventario de las ventajas y los inconvenientes, llegando a reconocer la necesidad de mantener el «statu quo» establecido. Entre los primeros se podría citar al padre Vitoria; entre los segundos a Tomás de Mercado, Alonso de Sandoval, Bartolomé de Albornoz y el jesuita Luis de Molina, por destacar los más conocidos; y entre los terceros al también jesuita padre Vieira, que consideraba indispensable la esclavitud como único medio de mantener [en Brasil] la economía del azúcar y los intereses de la propia Compañía. Aunque este último, después de un profundo estudio, condena los métodos empleados en el tráfico negrero» (Hispanoamérica y el comercio de esclavos 4).

El sevillano dominico Tomás de Mercado (+1575), profesor en la universidad de México, considera que «la venta y compra de negros en Cabo Verde es de suyo lícita y justa», pero «supuesta la fama que en ello hay y aun la realidad de verdad que pasa, es pecado mortal y viven en mal estado y gran peligro los mercaderes de gradas que tratan de sacar negros de Cabo Verde» (Suma de tratados y contratos II,21). Lo mismo piensa el padre Las Casas, que estima que «de cien mil no se cree ser diez legítimamente hechos esclavos» (Historia de las Indias I,27).

Ésta es también una convicción popular bastante generalizada en esa época. Don Quijote dice liberar a los galeotes «porque me parece duro hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres» (I,22). Y, como ocurre siempre, los cristianos mejores son los que menos toleran los males de su siglo, aunque estén muy generalizados. Así, por ejemplo, el padre de Santa Teresa, según ella misma cuenta: «Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos, y aún con los criados; tanta, que jamás se pudo acabar con él tuviese esclavos, porque los había gran piedad. Y estando una vez en casa una -de un su hermano- la regalaba como a sus hijos; decía que, de que no era libre, no lo podía sufrir de piedad» (Vida 1,2).

En un discurso histórico en la isla senegalesa de Gore (22-2-1992), Juan Pablo II lamentaba profundamente que «personas bautizadas» hubiesen tomado parte en el «escandaloso comercio» de la esclavitud, y recordaba que ya Pío II en 1462 había condenado su práctica, como también la condenaron posteriormente varios Papa: Pablo III (1537), Urbano VIII (1639) o Benedicto XIV (1741). Tras una intervención de Pío VII, publicó Gregorio XVI una encíclica contra la esclavitud en 1837. Llegaron los Papas en ocasiones a imponer la excomunión a quienes tuvieren esclavos, pero muchos católicos resistieron medida tan radical, alegando que ello produciría el retraso de las naciones católicas, ya que las protestantes no tenían ese impedimento.

Durante tres siglos y medio, 10 o 15 millones de negros africanos fueron trasladados forzosamente a América como esclavos (Klein 25)… ¿Cómo pudo resistir la conciencia cristiana un crimen histórico tan horrible? Lo toleró sin perder por eso el sueño. La conciencia renacentista e ilustrada era mucho menos cristiana que la conciencia medieval.

La conciencia de aquellos cristianos toleró la esclavitud más o menos como la conciencia actual de muchos cristianos e ilustrados filántropos ha resistido que el comunismo haya matado más de cien millones de hombres, sin mayores aspavientos, o como tolera que la matanza de los niños inocentes, por el aborto, se haya hecho legal y subsidiada.

Un estudio de la Universidad Católica de Roma afirma en 1997 que cada año el aborto legal acaba con la vida de cuarenta millones de niños en todo el mundo -100.000 al día-, y que en algunos países el número de abortos llega a triplicar el de los nacimientos. La mayoría de las civilizadas conciencias actuales toleran estas matanzas con toda paz. Incluso se indignan con quienes pugnan por detenerlas.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

ROSARIO de las Semanas 20190717

#RosarioFrayNelson para el Miércoles:
Contemplamos los Misterios de la Infancia de Jesús

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la infancia contemplamos la Anunciación a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios.
  2. En el segundo misterio de la infancia contemplamos la visita de la Virgen Madre a su pariente Isabel.
  3. En el tercer misterio de la infancia contemplamos el sufrimiento que pasó San José, y la fe amorosa que tuvo.
  4. En el cuarto misterio de la infancia contemplamos el Nacimiento del Hijo de Dios en el humilde portal de Belén.
  5. En el quinto misterio de la infancia contemplamos la Epifanía: Jesús es luz para las naciones, y así es adorado por unos magos venidos de Oriente.
  6. En el sexto misterio de la infancia contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén.
  7. En el séptimo misterio de la infancia contemplamos a Jesús Niño en el templo, ocupado de las cosas de su Padre del Cielo.

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LA GRACIA del Jueves 18 de Julio de 2019

Estás en una guerra interior al tratar de imponerte, manejar y ganarle al otro. Cristo te dice que encuentres la verdadera paz entrando por el camino de la mansedumbre y de la humildad.

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365 días para la Biblia – Día 320

Fr. Nelson Medina, O.P. lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura – Día 320 de 365

Baruc 5–6
Eclesiástico 27,1-15
Juan 17

Lo que se ha publicado de esta serie de lectura de la Biblia.

Formación católica todos los días: amigos@fraynelson.com

Predicación y más oración: https://fraynelson.com/blog

Seguimos el texto publicado en la página web del Vaticano.