ROSARIO de las Semanas 20190519

#RosarioFrayNelson para el Domingo:
Contemplamos los Misterios de la Gloria del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio glorioso contemplamos la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
  2. En el segundo misterio glorioso contemplamos la Ascensión de Cristo a los Cielos.
  3. En el tercer misterio glorioso contemplamos el día de Pentecostés: la efusión del Espíritu Santo da nacimiento a la Iglesia.
  4. En el cuarto misterio glorioso contemplamos la santidad de la Iglesia, especialmente visible en sus mártires, ya desde los primeros tiempos.
  5. En el quinto misterio glorioso contemplamos la Asunción de la Virgen María y el poder singular de su intercesión por la Iglesia que peregrina.
  6. En el sexto misterio glorioso contemplamos la segunda venida de Cristo, y que de su Reinado han de participar para siempre la Virgen María y todos los santos.
  7. En el séptimo misterio glorioso contemplamos que la muerte misma morirá, y que Dios será todo en todos.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

365 días para la Biblia – Día 261

Fr. Nelson Medina, O.P. lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura – Día 261 de 365

Isaías 6–8
Sabiduría 14,1-14
1 Timoteo 3

Lo que se ha publicado de esta serie de lectura de la Biblia.

Formación católica todos los días: amigos@fraynelson.com

Predicación y más oración: https://fraynelson.com/blog

Seguimos el texto publicado en la página web del Vaticano.

Breve ordo para la semana del 19 al 25 de Mayo de 2019

Homilías breves para esta semana:


Lectura Espiritual para esta semana:


Liturgia de las Horas para esta semana:

19 de Mayo de 2019: Domingo V de Pascua – Ciclo C

Lunes 20:

Martes 21:

Miércoles 22:

Jueves 23:

Viernes 24:

Sábado 25:



Una aclaración sobre las divisiones en la Iglesia

Me ha sucedido con alguna frecuencia últimamente que resulto acusado de crear o fomentar las divisiones en la Iglesia. Como es de esperar, la acusación va unida a frases relativamente piadosas como: “Dios no quiere odio ni división sino amor y unidad;” o también: “No debemos dar testimonio de separación sino de unión en la Iglesia.”

Lo interesante es preguntarnos en dónde empiezan las divisiones y cuál ha de ser nuestra actitud responsable cuando surgen esas divisiones.

Por ejemplo, en el siglo III hubo un sacerdote llamado Arrio que empezó a decir que Cristo era una creatura de Dios y que no era eterno como el Padre. Su dicho más repetido se conoce bien: “Hubo un tiempo en que Dios era Dios pero no era Padre.” Por supuesto, esa no es la fe católica. Y el “Cristo” de Arrio no es el nos predicaron los apóstoles.

La pregunta es: ¿qué debe hacerse cuando alguien hace eso con Cristo? ¿Es responsable quedarse callado para no perturbar la tranquilidad en la Iglesia? ¿Pero es que acaso esa tranquilidad, que abre espacio y complicidad a la mentira, es compatible con nuestra fe? ¿No hubiera bastado a tantos mártires negar algo “sencillo” como la Resurrección del Señor, la Maternidad Divina de la Virgen o la Divinidad del Espíritu Santo para que, en sus respectivas épocas, se les hubiera dejado en paz? ¿Eran entonces ellos los que causaban “división” o más bien eran ellos los que denunciaban las novedades heréticas que dividen y confunden a la Iglesia?

La falsa unidad, fruto de una tranquilidad irresponsable que deja pasar cualquier cosa que se diga, no es una señal de amor a Cristo sino de absoluto desinterés por su Persona, su Palabra y el valor de su sacrificio. ¿Tolerarías que se dijera cualquier cosa de tu padre difunto? ¿Permitirías que se lastimara la memoria de tu madre? ¿Por qué entonces hay que creer que de Cristo y de su Iglesia sí se puede decir lo que sea, y que todos debemos permanecer callados por no romper la paz? ¿Es paz o es mordaza?

Por supuesto hay que hablar con caridad pero la caridad no riñe sino que reclama la claridad propia de la verdad.

¿Es posible la felicidad perfecta?

La plenitud de gozo puede entenderse de dos maneras. La primera, por parte de la realidad objeto del gozo, de forma que se gozara de ella tanto cuanto es digna. En este sentido es evidente que solamente Dios puede tener gozo completo de sí mismo, pues su gozo es infinito, y por eso digno de su infinita bondad; el gozo, empero, de cualquier criatura es, por necesidad, finito.

Puede entenderse también de otra manera la plenitud del gozo, es decir, por parte de quien goza. Pues bien, el gozo se compara con el deseo como la quietud con el movimiento, según dijimos al tratar de las pasiones (1-2 q.25 a.1 y 2). Ahora bien, hay quietud plena cuando no hay movimiento alguno, y hay asimismo gozo cumplido cuando no queda nada por desear. Mientras estamos en este mundo, el impulso del deseo carece de sosiego, ya que tenemos posibilidades de acercarnos más a Dios por la gracia, como ya hemos demostrado (q.24 a.4 y 7). Pero, una vez que se haya llegado a la bienaventuranza perfecta, no quedará ya nada por desear, pues en ella será plena la fruición de Dios, en la cual obtendrá también el hombre lo que hubiera deseado, incluso de los demás bienes, según el salmo 102,5; El que colma de bien tus deseos. Así se aquieta no solamente el deseo con que deseamos a Dios, sino que también se saciará todo deseo. De ahí que el de los bienaventurados es un gozo absolutamente pleno, e incluso superpleno, porque obtendrán más que pudieron desear, pues según San Pablo en 1 Cor 2,9: No pasó por mente humana lo que Dios ha preparado para quienes le aman. Esto lo leemos también en San Lucas (6,38) en las palabras medida buena y rebosante echarán en vuestro pecho. Mas, dado que ninguna criatura es capaz de adecuar estrictamente el gozo de Dios, tenemos que decir que ese gozo no puede ser captado en su omnímoda totalidad por el hombre; antes al contrario, el hombre será absorbido por ella, según las palabras de San Mateo (25,21.23): Entra en el gozo de tu Señor. (S. Th., II-II, q.28, a.3, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

ROSARIO de las Semanas 20190518

#RosarioFrayNelson para el Sábado:
Contemplamos los Misterios del Silencio de Dios

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio del silencio contemplamos que del costado de Cristo en la Cruz brotaron sangre y agua.
  2. En el segundo misterio del silencio contemplamos el valor de aquellos que no eran apóstoles y sí permanecieron junto a la Cruz y cuidaron del cuerpo de Cristo muerto.
  3. En el tercer misterio del silencio contemplamos a Jesucristo, puesto en un sepulcro nuevo.
  4. En el cuarto misterio del silencio contemplamos a Jesús, que baja hasta el fondo del reino de la muerte, para que los justos que de antiguo esperaron en él encuentren a su Redentor.
  5. En el quinto misterio del silencio contemplamos el anonadamiento de Cristo, que siendo Hijo aprendió sufriendo a obedecer.
  6. En el sexto misterio del silencio contemplamos la soledad llena de fe de la Santísima Virgen María.
  7. En el séptimo misterio del silencio contemplamos la inmensa compasión de Dios Padre, que tanto amó al mundo que le dio a su único Hijo para que todo el que cree en él no perezca.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

365 días para la Biblia – Día 260

Fr. Nelson Medina, O.P. lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura – Día 260 de 365

Isaías 3–5
Sabiduría 13,10-19
1 Timoteo 2

Lo que se ha publicado de esta serie de lectura de la Biblia.

Formación católica todos los días: amigos@fraynelson.com

Predicación y más oración: https://fraynelson.com/blog

Seguimos el texto publicado en la página web del Vaticano.