La lógica de la brujería es sencilla: Acudir a fuerzas sobrenaturales para lograr lo que uno quiere. La magia y la brujería contienen la pretensión de manipular fuerzas espirituales para ponerlas al servicio de nuestra voluntad. Por supuesto, la búsqueda y la negociación con esas “fuerzas espirituales” termina siendo el peor negocio para el corazón humano porque al final queda subyugado y utilizado por los demonios.
Ahora examinemos cuál es la lógica de un tirano o de un dictador. Evidentemente lo que quiere a toda costa es imponer su criterio, su voluntad, sus planes, para servir a sus propios intereses y su propia voluntad.
Uno ve que hay un vínculo natural entre brujería y dictadura. El dictador ve en la brujería un modo o recurso adicional, en ocasiones, fundamental, para conseguir lo que quiere, que es perpetuarse en el poder y poner al pueblo a su servicio, incluso si su retórica engañosa habla de “servir al pueblo.”
Por eso mismo, la lucha contra las dictaduras tiene siempre una importante dimensión espiritual. Tanto en los opresores como en los oprimidos, la acción de los demonios va generando: por el lado de los dominadores, la arrogancia, la obstinación y la crueldad, obras muy propias del demonio; por el lado de los dominados y sometidos, fatalismo, resignación y división interna.
Es indispensable que comprendamos que ninguna forma de política está lejos de lo espiritual: o el gobernante está sometido a Dios con amor o está en guerra contra Dios con soberbia. Y por eso, en uno y otra caso es preciso obedecer a San Pablo, que nos dice que oremos “por los reyes y por todos los que tienen autoridad, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador” (1 Timoteo 2, 2.3).