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Alimento del Alma
Miércoles 10 de octubre de 2018
Convento de Santo Domingo, Bogotá, COLOMBIA.
Tel. +57 (1) 249-3385
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No. 9733
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Cada día tiene su gracia…
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* Para el MIÉRCOLES: Tu turno *
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Libros dignos de nueva lectura – Una encuesta
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La pregunta para esta semana: ¿Cuántos libros has leído que sean tan buenos que alguna vez los hayas vuelto a leer completos?
Miremos las posibles respuestas para escoger aquí.
Resultados de la encuesta anterior aquí.
Nuestras encuestas no revisten un carácter estadístico con muestras suficientes; son informales, y en ellas nunca recogemos información personal.
Fr. Nelson M.
[¿Quieres leer la Biblia en 365 días?]
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La Foto de Hoy
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¿Una pesadilla?
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Santo del Día
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San Daniel Comboni (1831-1881).-
Hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de África Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia.
La vida de Comboni nos muestra, que cuando Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes cosas.
Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona.
Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos en edad temprana.
Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela en Verona, al Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza, para jóvenes prometedores pero sin recursos.
Durante estos años pasados en Verona, Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y sobre todo, se abre a la misión de África Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano.
En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote, y tres años después parte para la misión de África, junto a otros cinco misioneros del Instituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».
Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni, llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta.
Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo.
Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir. Pero, al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa».
Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «¡África o muerte!».
Cuando regresa a Italia, el recuerdo de África y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera.
En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de África», un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar África por medio de África», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.
En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de África Central.
Para lograrlo, se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana, tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.
Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor al África, llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino, respectivamente. Más tarde, sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.
Como teólogo del Obispo de Verona, participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 Obispos firmen una petición en favor de la evangelización de África Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).
El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de África Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.
Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.
En 1880, Comboni vuelve al África por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad de la misión.
Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo.
El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. “Yo muero”, –exclama–, “pero mi obra, no morirá”.
Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres.
Fechas más importantes:
— Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831.
— Consagra su existencia al África en 1849, realizando un proyecto que lo lleva a arriesgar la vida varias veces en las difíciles expediciones misioneras desde 1857, que es cuando va por primera vez al continente africano.
— El 31 de diciembre de 1854, año en que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción de María, es ordenado sacerdote por el Beato Juan Nepomuceno Tschiderer, Obispo de Trento.
— En 1864 escribe un Plan fundado sobre la idea de « salvar África por medio de África », que demuestra la confianza que Comboni tiene en los africanos, pensando que serán ellos los protagonistas de su propia evangelización (Plan de 1864).
— Fiel a su consigna « Africa o muerte », no obstante las dificultades, sigue con su Plan, fundando en 1867, el Instituto de los Misioneros Combonianos.
— Voz profética, anuncia a toda la Iglesia, sobre todo en Europa, que ha llegado la hora de evangelizar a los pueblos de África.
No teme presentarse como simple sacerdote que es, a los Obispos del Concilio Vaticano I, pidiéndoles que cada Iglesia local se comprometa en la conversión de África (Postulatum, 1870).
— Demostrando un valor fuera de lo común, Comboni consigue que también las religiosas participen directamente en la misión de África Central, siendo el primero en tomar tal iniciativa.
En 1872, funda un Instituto de religiosas dedicadas exclusivamente a la misión: las Hermanas Misioneras Combonianas.
— Gasta todas sus energías por los africanos y lucha con tesón para que sea abolida la esclavitud.
— En 1877, es consagrado Obispo y es nombrado Vicario Apostólico de África Central.
— Muere en Jartum, Sudán, abatido por las fatigas y cruces, en la noche del 10 de octubre de 1881.
— El 26 de marzo de 1994, se reconoce la heroicidad de sus virtudes.
— El 6 de abril de 1995, se reconoce el milagro realizado por su intercesión en una muchacha afrobrasileña, la joven María José de Oliveira Paixão.
— El 17 de marzo de 1996, es beatificado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
— El 20 de diciembre 2002, se reconoce el segundo milagro realizado por su intercesión a una madre musulmana del Sudán, Lubna Abdel Aziz.
— El 5 de octubre de 2003, es canonizado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
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Cumpleaños
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Fray César A. Quiñonez M., O.P. .- Quito, Ecuador
Olga Lucía De la Espriella.- Bogota, Colombia
Ivan Quintero.- Bogota, Colombia
P. Pablo Borda.- Bogotá, Colombia – Gracias a Dios y a María por todos los beneficios y bendiciones recibidas; que sean todas para su gloria y honor, y para nuestro perdón y salvación.
Maria Luisa Pérez.- N.de Pela Badajoz, España – La felicidad solo podemos encontrarla cuando Cristo lleva las riendas de nuestras vidas; si no, somos difuntos en esta vida. Señor tu sabes cuanta es mi miseria y mi pobreza, iluminame el camino para volver a la casa Paterna. Sin ti no soy nada, pero yo se que tú, un corazón contrito y humillado no lo desprecias.
Ana Lilian Avancini.- Alvear, Argentina (1962)
Hermana Celia Ramos Ramírez.- Bogotá, Colombia (1975)
[Añade otro cumpleaños]
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Bautismos
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Aniversario de Ordenación Sacerdotal
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Aniversario de Matrimonio
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Grupos, Comunidades, Congregaciones…
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Evangelización Viva para hoy y los próximos días
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Otras fechas importantes para ti
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Fallecieron en un día como hoy…
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Enlace recomendado para este día
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Preguntas básicas de Biblia – 026 de 100
Pregunta para esta semana: ¿A los miembros de qué comunidad se atrevió San Pablo llamar “insensatos” y por qué? Haz click AQUÍ.
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Un poco de Humor…
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Tensiones
– ¿Qué le dice un frentudo a otro frentudo?
– ¡Enfrentémonos!
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Palabra de Dios
para alimentar tu día
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 27, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
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Temas de las lecturas: Reconocieron la gracia que me había sido dada * Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. * Señor, enséñanos a orar
Textos para este día:
Gálatas 2, 1-2.7-14:
Hermanos:
Transcurridos catorce años, subí otra vez a Jerusalén en compañía de Bernabé, llevando también a Tito.
Subí por una revelación.
Les expuse el Evangelio que predico a los gentiles, aunque en privado, a los más representativos, por si acaso mis afanes de entonces o de antes eran vanos.
Al contrario, vieron que Dios me ha encargado de anunciar el Evangelio a los gentiles, como a Pedro de anunciarlo a los judíos; el mismo que capacita a Pedro para su misión entre los judíos me capacita a mí para la mía entre los gentiles.
Reconociendo, pues, el don que he recibido, Santiago, Pedro y Juan, considerados como columnas, nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de solidaridad, de acuerdo en que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los judíos.
Una sola cosa nos pidieron: que nos acordáramos de sus pobres, esto lo he tomado muy a pecho.
Pero cuando Pedro llegó a Antioquia, tuve que encararme con él, porque era reprensible.
Antes de que llegaran ciertos individuos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquéllos, se retrajo y se puso aparte, temiendo a los partidarios de la circuncisión.
Los demás judíos lo imitaron en esta simulación, tanto que el misino Bernabé se vio arrastrado con ellos a la simulación.
Ahora que, cuando yo vi que su conducta no cuadraba con la verdad del Evangelio, le dije a Pedro delante de todos:
-«Si tú, siendo judío, vives a lo gentil y no a lo judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a las prácticas judías?»
Salmo 116:
Alabad al Señor, todas las naciones, / aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, / su fidelidad dura por siempre. R.
Lucas 11, 1-4:
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
-«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo:
-«Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.” »
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Homilías para escuchar
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Versión
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Más…
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1
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2000/10/11 |
Amar la la Iglesia concreta, con sus defectos y con sus posiblidades.
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2
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2010/10/06 |
El católico debe seguir la autoridad de la Iglesia y su magisterio. El Profeta con su autoridad moral debe corregir cuando sea necesario.
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3
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2012/10/10 |
Celo por la casa y la causa de Dios!
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4
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2014/10/08 |
Belleza del corazón de Cristo: eso es lo que contemplamos al recibir de sus labios el padrenuestro.
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5
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2016/10/05 |
Clamemos a Cristo que nos enseñe a orar y al Espíritu Santo que haga oración en nosotros para poder escucharlo, verlo, buscarlo y ser libres de la lepra del pecado.
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6
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2018/10/10 |
Ora conmigo: “Dame Señor el verdadero Pan, el Pan que en verdad necesito” Amén.
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Más información sobre este día aquí
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Homilía para leer
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Temas de las lecturas: Reconocieron la gracia que me había sido dada * Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. * Señor, enséñanos a orar
1. ¿Controversias de Alto Nivel?
1.1 Es comprensible: hay personas que con la mejor buena voluntad desearían que no hubiera una sola discusión más al interior de la Iglesia. Quisieran que todo estuviera tan claro para todas las personas que la idea de una disensión o altercado les indispone y enerva. La primera lectura de hoy nos invita a tener una perspectiva distinta. Queda claro que hasta cierto punto es normal que mientras caminamos en esta tierra haya disputas y queda claro también que algo bueno puede salir de ellas.
1.2 Es interesante notar la actitud de Pablo: por una parte reconoce de lleno y sin ambages la autoridad de los apóstoles a los que llama “columnas.” Más interesante aún notar su motivación interior y personal: “no sea que tanto entonces como ahora me estuviera esforzando inútilmente.” Esas palabras indican la convicción de un hombre que sabe que apartarse de la comunión con la Iglesia es “esforzarse inútilmente.” Se pueden lograr cosas pero será esfuerzo perdido en buena parte. A la larga, el que no edifica junto a los apóstoles no edifica para Cristo.
1.3 Pero esa obediencia de Pablo va unida a lo que podríamos llamar un gran sentido crítico. Pablo no es un tonto ni un cobarde. Se da cuenta de las cosas y obra en consecuencia, denunciando el doblez incluso en la cabeza más alta de la Iglesia. No deja de ser cristiano por criticar y hacer ver su punto de vista. Es decir, en él se juntan una obediencia auténtica y un espíritu fuerte que se pliega sólo ante la verdad. Algo así necesita siempre la Iglesia.
2. La Oración del Señor
2.1 El Padre Nuestro ha sido motivo continuo de meditación para los cristianos a lo largo de los siglos. Hoy damos la palabra a un teólogo contemporáneo, Emiliano Jiménez Hernández, quien en su obra “Padrenuestro. Fe, oración y vida”, nos ofrece una preciosa catequesis sobre el evangelio de hoy. La he tomado de una página de comentarios bíblicos desde el ámbito católico: http://www.mercaba.org , el cual recomiendo vivamente. Lo que sigue es de Jiménez Hernández.
2.2 Tertuliano dice que el Padrenuestro es “la síntesis de todo el Evangelio”. Es la “oración del Señor”, porque Él nos la enseñó y porque es la oración que El dirigía al Padre. El se ha encarnado, vivido y muerto en cruz para santificar el nombre del Padre. Para ello ha orado: “Padre, glorifica tu nombre”. Él nos ha anunciado el reino de los cielos y con El ha llegado a nosotros el reino de Dios. Su vida, su alimento y su muerte no han sido otra cosa que “hacer la voluntad de Dios” en la tierra como eternamente la ha hecho en el cielo. Su “pan” es toda palabra que sale de la boca del Padre. Del Padre espera cada día el alimento, sin tentarlo a cambiar las piedras en pan. Y Él, el inocente, sin pecado alguno, ¿cómo ha pedido “perdónanos nuestras deudas? “Al que no conoció pecado, Dios le hizo pecado por nosotros” (2Cor 5,21). Nuestras deudas eran en realidad deudas suyas, nuestros pecados eran sus pecados: no porque Él los cometiera, sino porque cargó con nuestros pecados. Con toda verdad podía orar “perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. “Y líbranos del mal”, para eso ha venido al mundo: para vencer al Maligno.
2.3 También la “oración sacerdotal” de Jesús, que recoge Juan, inspira, desde dentro, las grandes peticiones del Padrenuestro: la preocupación por el Nombre del Padre (Jn 17,6. 11.12.26), el deseo de su Reino (la Gloria: Jn 17,1.5.10.23-26), el cumplimiento de la voluntad del Padre, de su designio de salvación (Jn 17,3.6-10.25) y la liberación del mal (Jn 17,15).
2.4 Según Tertuliano, sólo Dios podía enseñarnos cómo quiere que le recemos. Sólo de Él podía venirnos la oración del Padrenuestro. “Esta oración del Señor Jesucristo, pronunciada por sus divinos labios y animada por su Espíritu, sube al cielo por su gracia y encomienda al Padre lo que el Hijo nos ha enseñado”. La oración es el muro que protege nuestra fe; es nuestra arma contra el enemigo que nos rodea. Protege nuestra fe como los brazos de Cristo en la cruz protegen al mundo. Por ello, al rezar el Padrenuestro, “nosotros no sólo alzamos las manos hacia el Padre, sino que también las extendemos (1 Tim 2,8). Así imitamos la pasión del Señor y, orando, profesamos nuestra fe en Cristo”. Y san Cipriano nos dice:
2.5 Cristo, que nos ha traído a la vida, también nos ha enseñado a orar, para que orando al Padre como Él nos ha enseñado seamos escuchados con más facilidad. Ya antes había dicho que estaba cerca la hora en que “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad” (Jn 4,23). Ahora cumple su promesa, para que nosotros, que hemos recibido el espíritu y la verdad a través de su obra de santificación, adoremos en espíritu y en verdad. Pues la oración espiritual es solamente aquella que nos ha enseñado Cristo, del cual nos viene también el Espíritu Santo. Para el Padre solamente es verdadera la oración salida de la boca del Hijo, que es la verdad. Es amiga y familiar la oración que se hace a Dios con sus mismas palabras, la misma oración de Cristo presentada ante Él. Cuando oramos, el Padre debe reconocer las palabras de su Hijo: que el que está en nuestro corazón esté también en nuestros labios. Lo tenemos de “abogado por nuestros pecados” junto al Padre (1Jn 2,1-2); por eso, como pecadores, cuando oremos por nuestros pecados hagámoslo con las mismas palabras de nuestro abogado. Él ha dicho que “todo lo que pidamos al Padre en su nombre, lo obtendremos” (Jn 16,23). Obtendremos más eficazmente lo que pedimos en el nombre de Cristo si lo pedimos con su misma oración.
2.6 Cada una de las siete peticiones, cuando se ora de verdad, empieza a cumplirse en el momento mismo en que es formulada. Al pronunciar el nombre de Dios Padre ya estamos glorificando su nombre. Si deseamos que venga a nosotros su reino, nuestro deseo atestigua que pertenecemos ya al reino. Al pedir que se cumpla su voluntad, nos abandonamos confiadamente a ella. En la medida en que verdaderamente pedimos el pan de cada día estamos aceptando lo que Dios nos da cada día. Si perdonamos a nuestros deudores, ya nosotros hemos sido perdonados por Dios. En fin, al pedir el auxilio divino contra las tentaciones y los asaltos del maligno, ya nos aseguramos la victoria contra todos los enemigos.
3. Oración de los discípulos del Señor
3.1 El Padrenuestro es la oración que Jesús ha transmitido a sus discípulos, y que la Iglesia, a su vez, nos transmite a nosotros. La Iglesia, de este modo, nos conduce a Cristo y Cristo nos presenta al Padre. Es el camino de la oración.
3.2 El cristiano invoca a Dios como Padre, dirigiéndose a El “en el nombre de Cristo”, unido a Cristo, con Cristo. Si podemos decir con san Pablo: “Vivo, pero no vivo yo, es Cristo quien vive en mi”, podemos igualmente decir: “Oro, pero no oro yo, es Cristo quien ora en mi”. “Dos en una sola voz”, dice san Agustín. El esposo y la esposa son dos en una sola carne. Cristo y la Iglesia son dos, orando en una sola voz. El Espíritu del Hijo, derramado en nuestros corazones, es el que testimonia a nuestro espíritu que somos hijos, gritando en nosotros o haciéndonos gritar: ¡Abbá, Padre! (Gál 4,6; Rom 8,15).
3.3 Jesús ora “con gritos y lágrimas” al Padre (Hb 5,7-8). El Espíritu en el cristiano también “grita y gime” con la misma expresión: “Abbá, Padre” (Ga 4,6-7; Rm 8,14-16). Sólo, después de que sea infundido el Espíritu filial en el bautismo, el cristiano puede decir “Abbá, Padre” (Rm 8,26-27; 2Cor 3,18). Recibido el Espíritu del Hijo, en la iniciación se transmite el Padrenuestro Y el Espíritu es el que nos hará gritar: “Abbá, Padre”. También la DIDAJÉ coloca el Padrenuestro al hablar del bautismo y antes de pasar a la eucaristía.
3.4 Con el efeta la Iglesia abre los oídos del catecúmeno. Desde ese momento ya puede escuchar los secretos “arcanos de la familia”, puede ya recibir el Padrenuestro. Esta disciplina del “arcano” prohibía divulgar la Oración del Señor entre los paganos y catecúmenos, hasta llegar a ser discípulos del Señor. A ellos se la enseñó Jesús y, por ello, la Iglesia la reservó para los fieles, a quienes el bautismo ha transformado en hijos de Dios. El Padrenuestro, como oración característica del cristiano, se enseñaba en la catequesis prebautismal y tras haber sido bautizados y haber recibido el Espíritu de filiación divina, con gozo exultante, clamaban por primera vez: “¡Abbá, Padre!”. Pablo, recoge este clamor dos veces (Ga 4,16; Rom 8, 14-17).
3.5 Por los testimonios patrísticos podemos imaginar la emoción de los catecúmenos al recibir el Padrenuestro. Llegados del paganismo, con una idea extraña de Dios, en las catequesis prebautismales se les descorría el velo del misterio de Dios. Se sentían amados; más aún, se les anunciaba que por el bautismo iban a ser realmente hijos de Dios; le podrían invocar como Padre. Su existencia cambiaba radicalmente, inaugurando un nuevo estilo de vida. “Por una transmisión viva, el Espíritu Santo, en la ‘Iglesia creyente y orante’ [DV 8], enseña a orar a los hijos de Dios” [CEC 2650].
3.6 El Padrenuestro es una oración eclesial, una oración coral, de la comunidad: Padre nuestro, venga a nosotros tu reino, danos el pan nuestro, perdona nuestras ofensas, no nos dejes caer, líbranos del mal. Es la madre la que enseña al hijo a reconocer al padre y a decir “papá”. Es la Iglesia la que nos enseña a reconocer a Dios como Padre y la que nos entrega la oración del Padrenuestro, invitándonos a unir nuestra voz a la voz de la asamblea, que se atreve a invocarlo como Padre. Tertuliano nos dice:
3.7 Quien confiesa a Dios como Padre, profesa también la fe en el Hijo. Pero quien confiesa la fe en el Padre y el Hijo, anuncia también a la Madre, la Iglesia. Sin ella no se da allí ni el Hijo ni el Padre.
3.8 Para hablar con Dios, hace falta humildad y audacia. Es la actitud de nuestro padre en la fe. Abraham, polvo y ceniza, considera una osadía hablar a su Señor: “en verdad es atrevimiento el mío al hablar a mi Señor; ya que soy polvo y ceniza” (Gén 18,27). Y llamar a Dios Padre seria una temeridad, si el mismo Hijo de Dios no nos hubiera animado a hacerlo, como nos recuerda la Iglesia en la liturgia eucarística: “Fieles a la recomendación del Señor y siguiendo su “divina enseñanza, nos atrevemos a decir: Padre nuestro”. Como nos dice san Pablo: “Cristo Jesús, Señor nuestro, es quien, mediante la fe, nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios” (Ef 3,12).
3.9 La llamada liturgia de san Juan Crisóstomo hace preceder la oración del Padrenuestro con la monición: “¡Oh Señor!, dígnate concedernos que con alegría y sin temeridad osemos invocarte a ti, Dios de los cielos, como Padre, y que digamos: Padre nuestro…”.
3.10 Y san Cipriano nos invita a vigilar, prestando atención con todo el corazón a lo que decimos: “¿Cómo puedes pedir que Él te escuche, cuando no escuchas siquiera tú mismo?”. Dios escucha no las palabras de la boca, sino la voz del corazón. Ana, modelo de la Iglesia, oraba a Dios en lo íntimo de su corazón, hablaba más con el corazón que con la boca, porque sabía que de este modo el Señor escucha a quien le reza; así obtuvo lo que había pedido con fe. Dice la Escritura: “Hablaba con el corazón y sus labios apenas se movían, y no se oía su voz… y el Señor la escuchó” (1 Sam 1,13). También en los salmos leemos: “Hablad en vuestros corazones” (Sal 4,5)
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