ROSARIO de las Semanas 20180802

#RosarioFrayNelson para el Jueves:
Contemplamos los Misterios de la vida pública del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
  2. En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
  3. En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
  4. En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
  5. En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
  6. En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
  7. En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

Victoria, por ahora parcial, para los padres de familia en Ecuador

La Asamblea Nacional de Ecuador ratificó ayer el derecho de los padres de familia a educar a sus hijos «de acuerdo a sus principios, creencias y opciones pedagógicas» sin interferencia del Estado, en temas como la educación sexual.

La decisión del Parlamento se dio en respuesta a los recientes fallos de la Corte Constitucional, como la sentencia No. 003-18-PJO-CC del 27 de junio, que quita la «autoridad tuitiva de los padres» o tutores y se las da al Estado como «salvador externo», cuando se considere que se afecta el «derecho» de los menores «a la educación y a la salud sexual y reproductiva». Esa sentencia también sostiene que las decisiones de los padres sobre los hijos son meras opiniones (párrafo 110).

Viviana de González, presidenta de la Fundación Familia y Futuro, explicó que la ratificación del Congreso tiene sustento tanto en el artículo 29 de la Constitución del Ecuador como en la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

«Si bien este pronunciamiento político del Poder Legislativo no tiene carácter vinculante sobre la sentencia de la Corte Constitucional 003-18-PJO-CC, es una clara respuesta a la manifestación pública y ciudadana de medio millón de padres de familia que salieron a las calles el 28 julio en más de 10 ciudades del país», dijo la presidenta de la Fundación Familia y Futuro, integrante del Frente de la Familia.

La marcha se realizó contra la intención del Gobierno de imponer la ideología de género en la educación. También se exigió que se archive definitivamente cualquier intento de reforma para legalizar el aborto en el país.

De González indicó que en la reciente resolución de la Asamblea Nacional también se exhorta a la Corte Constitucional y demás poderes del Estado para que «protejan los derechos de los padres, la familia, la niñez y la adolescencia».

«Organizaciones como el Frente Nacional por la Familia se mantendrán vigilantes para que esta resolución genere acciones concretas a favor de la familia en las distintas instancias del Estado», añadió.

El nuevo desafío es controlar el acceso al teléfono celular

“Mientras la mayoría de los expertos educativos cuestionan la utilidad que tiene memorizar datos en la era de Google y abogan por terminar con las hileras de pupitres, las asignaturas y dar más libertad a los alumnos, Enkvist (Värmland, Suecia, 1947) defiende la necesidad de volver a una escuela más tradicional, donde primen la disciplina, el esfuerzo y la autoridad del maestro. Su punto de vista cuestiona los postulados de esa nueva pedagogía, pero también se distancia de aquellos que creen que la escuela es una fábrica de alumnos en serie y que debe centrar sus esfuerzos en competir con otros centros para ascender en las clasificaciones mundiales…”

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San Francisco Solano, de camino a Tucumán

Camino del Tucumán

Merece la pena evocar el viaje de Paita a Tucumán, de unos 4.000 kilómetros de camino por llanos y selvas, atravesando los Andes, y cruzando valles y ríos. Cada jornada caminan unos 50 kilómetros, y el mundo indiano, Huaca, Chira, Tangarará, Piura, Motupe, Jayanca, Trujillo… por ojos y oídos, se les va entrando en el corazón. En jornadas tan largas mucho tiempo hay, por otra parte, para la oración meditativa, la alabanza y la súplica.

Y también da tiempo este viaje inacabable para conocer la situación del país, el florecimiento religioso de algunas partes, sobre todo de ciudades como Lima, pero también las graves deficiencias en el número y la calidad de los sacerdotes, el relajamiento de no pocos españoles y criollos, el mal trato que con frecuencia sufren los indios…

Así llegaron a Salta, a unos 650 kilómetros, donde Solano hubo de quedarse a pasar Cuaresma y Pascua. La amable hospedera, Isabel Hurtado, esposa del corregidor que le acogió, recordaba veinte años después que en una conversación surgió una murmuración bastante fea: «Echó mano a la manga el padre Solano. Sin hablar palabra alguna, sacó de ella un Cristo y, fijados en él sus ojos, comenzó a cantar canciones de la Pasión». Salidas de éstas hubo muchas en la vida del santo monje andaluz. No había en tales gestos reproches directos ni correcciones, sino una superación patente de lo bajo por lo alto, de lo terreno por lo celeste, de la naturaleza por la gracia. Más lugar todavía habría para el canto en la alegría de la Pascua: «La mañana de la Resurrección, acompañando la procesión el padre Solano, con un súbito arrebatamiento, comenzó a cantar y sonar palmas y castañetas, y bailaba diciendo: Este día es de grande alegría, / huélgome, hermanos, por vida mía».

Unos 350 kilómetros más, y Lima, la Ciudad de los Reyes, que ya hemos visitado y conocido en nuestra crónica. No poco desmedrado se le veía a San Francisco, y la gente «se compadecía de él, por verle el color pálido, como de hombre muy enfermo». En julio de 1590 llegan al este de Lima, al valle de Jauja, metido en los Andes, donde los franciscanos misionaban en sus doctrinas. Han de pasar por caminos abruptos y escarpados, a unos 4.000 metros de altitud. Y llegan a Ayacucho, donde también pueden hacer escala en convento franciscano. Doce jornadas más, bordeando el sur del Salkantay, de más de 6.000 metros de altura, y el Cuzco, la ciudad sagrada de los incas. Allí predica el padre Solana en el convento franciscano a los novicios y coristas. Y siguen adelante, dejando atrás ahora lo más florido de la vida peruana del virreynato.

En la ruta de Charcas, el santuario mariano de Copacabana, Mamita de la Candelaria de los yupanquis, en agosto de 1590, le trae al padre Solano uno de tantos reflejos de la Virgen María en el mundo hispanoamericano. Y de allí a la Paz, también con casa franciscana. Más allá Potosí, con sus minas, riquezas y sufrimientos de indios, a más de 4.000 metros de altura, donde los frailes hermanos están presentes hace decenios.

Los frailes expedicionarios llegan a tiempo para celebrar en su convento la fiesta de San Francisco. Mucho tienen que contar, y es cosa de festejar por todo lo alto la festividad del santo Patrono. El superior, fray Jerónimo Manuel, pone en ello su mejor voluntad, y abre la celebración fraterna de la fiesta con una copla. Es entonces cuando nuestro Santo se agacha, pasa por debajo de la mesa del refectorio, y hace una de las suyas, como veinte años más tarde sería recordado todavía: «El padre Solano le tomó la copla y comenzó a cantar y a bailar juntamente delante de todos con tanto espíritu y fervor, y con tanta alegría, que traía el rostro tan abrasado en el fuego del amor de Dios, y de manera fue el regocijo que suspendió a los circunstantes y les hizo verter lágrimas». Para el padre Manuel la cosa estaba clara: «Desde aquel punto le tuvo por un gran siervo de Dios y un hombre santo».

Ya sólo quedan 500 kilómetros más al sur: el valle de Humahuaca, Jujuy, Salta, Tucumán y la meta final, Santiago del Estero. Llegan los misioneros, por fin, a su destino, más de año y medio después de su salida de España, en marzo de 1589. Y puede entonces el jefe de la expedición franciscana, fray Baltasar Navarro, informar al rey con sencillo laconismo: «A 15 de noviembre del año 90 llegué a esta Gobernación del Tucumán con ocho religiosos de la orden de mi Padre San Francisco, de los once que Su Majestad me mandó traer a dicha Gobernación; dos murieron en Panamá y uno se ahogó en un naufragio que padecimos en el Mar del Sur». Todo normal.

El Tucumán, región incipiente

La región de Tucumán en 1563 fue constituida Gobernación por Felipe II, bajo la Audiencia de Charcas. Y entre las principales poblaciones allí fundadas estaban Santiago del Estero, de 1553, San Miguel de Tucumán, 1565, Talavera del Esteco, 1567, y Córdoba, 1575. Los religiosos eran parte decisiva en el poblamiento de la zona, pues animaban a los españoles a arraigarse, y ellos mismos fundaban sus conventos.

Cuatro franciscanos, conducidos por el gran misionero fray Juan Pascual de Ribadeneira, llegan en 1566. Y en la segunda expedición, de 1572, se añaden doce franciscanos andaluces, entre ellos el ya mencionado fray Luis de Bolaños y fray Andrés Vázquez, el taumaturgo del Tucumán. Y de estos primeros misioneros procedían los conventos de Santiago del Estero y San Miguel de Tucumán, 1566, de Esteco, 1567, de Córdoba, 1575 y de Salta, 1582. La custodia franciscana de San Jorge del Tucumán, se había constituído en 1565-1575, para fusionarse entonces con la de Paraguay.

Algunos conventos habían sido el origen de la ciudad. Así por ejemplo, Córdoba. En la Información Jurídica del 1600 se dice que «los religiosos hicieron un rancho en el sitio donde ahora está poblada esta ciudad, y con sus santas amonestaciones y asistencia, persuadieron a los vecinos que perseverasen en la fundación de esta ciudad, sin que jamás hayan faltado de ella, sirviendo, como dicho es, muchos años de curas vicarios, sin haber otros sacerdotes clérigos ni religiosos en más de diez años».

Así las cosas, a la llegada del padre Solano, los franciscanos de esta zona, unos quince, como también los jesuítas, eran en aquella región bien conocidos y estimados. Todavía no hay en la región tucumana más que unos pocos cientos de españoles y criollos, que vivían entre muchos miles de indios, apenas iniciados en la evangelización. Y por lo demás, la mezcla de indios era tan grande que apenas se distinguían los primitivos toconotés y sanaviros.

La mescolanza de lenguas hacía de aquella región una pequeña Babel. En 1584, fray Francisco de Vitoria, el dominico portugués obispo de Tucumán, escribía: «En todo este distrito hay más de veinte lenguajes, más distintos que el griego y el latino; que sólo había de mover a que los deprendiesen los clérigos, o grande fervor y celo de la ley de Dios y caridad del prójimo, o mucho premio temporal. Y el premio falta en esta tierra… Y las imperfecciones con que viven acá los hombres no les da lugar a tomar empresas de tanto quilate y santidad, como es, sólo por Dios, tratar de cosas tan dificultosas». El jesuíta Alonso de Barzana fue un gran conocedor de las lenguas indígenas, y de aquellos indios decía: «Lo cierto de esta gente es que no conocieron Dios verdadero ni falso, y ansí son fáciles de reducir a la fe, y no se tema su idolatría, sino su poco entendimiento para penetrar las cosas y misterios de nuestra fe, o el poder ser engañados de algunos hechiceros».


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.