Tres preguntas claves brotan del testimonio del profeta Ezequiel:
(1) ¿Estamos dispuestos a ofrecer hospedaje a Dios en nuestro corazón, ahora que es arrojado de tantas partes?
(2) ¿Vamos a asumir nuestra responsabilidad en cuanto a no dejar el mundo como lo encontramos?
(3) ¿Hemos entendido que el primer espacio de libertad es el dominio del propio corazón y los propios deseos?